De un lector:
Amargas peleas en la cúpula destapan un sistema en crisis

TRES COSAS DE ESTA SEMANA QUE NOS DICEN QUE LOS GOBERNANTES DE ESTADOS UNIDOS ESTÁN METIDOS EN MIERDA HASTA EL COGOTE

| revcom.us

 

Una: el fracaso del intento de los demócratas de desarrollar una “investigación bipartidista” del asalto fascista armado del 6 de enero contra el Congreso.

Como se aclara en el nuevo artículo de Bob Avakian, “ESTE ES UN MOMENTO POCO COMÚN EN QUE LA REVOLUCIÓN SE VUELVE POSIBLE — POR QUÉ ES ASÍ, Y CÓMO APROVECHAR ESTA OPORTUNIDAD POCO COMÚN” (o “MOMENTO POCO COMÚN”), ya no es posible resolver las agudas divisiones entre los poderes dominantes en Estados Unidos dentro del marco de la democracia capitalista que ha existido durante los últimos 150 años.

El fracaso, la semana pasada, del intento de los demócratas de organizar una comisión bipartidista para investigar la intentona de golpe de estado fascista armado del 6 de enero es una clara ilustración de la forma en que eso es cierto.

Primero, algunos antecedentes. Las comisiones de este tipo han sido una de las formas en que los gobernantes han refundido el marco frente a diferentes choques políticos, o “sacudidas”. Este tipo de investigaciones se realizaron tras el asesinato de John F. Kennedy en 1963; las heroicas rebeliones de los negros en contra de la represión policial y el racismo en Newark, Nueva Jersey, y Detroit en 1967; y los atentados contra las Torres Gemelas en 2001 por parte de fanáticos yihadistas islámicos. Destacados legisladores y otras figuras políticas fueron designados para formar parte de las comisiones. Hicieron cierta investigación y pronunciaron sus veredictos, y a veces recomendaron reformas o concesiones.

Todo esto se ha presentado a la gente como parte de lo que BA ha descrito como

insistir en que todo eso fuera parte de “crear una unión más perfecta” y “perfeccionar aún más la gran democracia que siempre ha existido en este Estados Unidos”. Esto también ha sido necesario para que los gobernantes de este país continúen promocionándolo como “el líder del mundo libre”, que ellos dicen que es necesario que siga siendo la potencia dominante en el mundo — pero que, en realidad, es la potencia más opresiva y destructiva, que saquea a las masas de personas así como a la Tierra.

Eso estuvo en ese entonces. Pongamos la película en avance rápido al día de hoy. El 6 de enero, un grupo de miles de personas, con fuerzas fascistas armadas y organizadas en su núcleo, tomaron por asalto al Congreso en un intento de impedir que confirmaran a Joe Biden como nuevo presidente. Esto fue nada menos que un asalto armado para anular la elección e imponer una forma diferente de gobierno: una dictadura fascista abierta. Las formas en que los secuaces de Trump persiguieron a importantes demócratas como Nancy Pelosi, a los disidentes republicanos como Mitt Romney e incluso a Mike Pence (que se negó a seguirle a Trump con su golpe de estado), mostraron que este gobierno fascista no daría cuartel ni siquiera a los opositores en la clase dominante. Y las banderas de la Confederación esclavista y la horca fuera del Congreso mostraron sus intenciones para con los negros y otras masas oprimidas y para con la gente que se preocupa por la justicia. Aunque esa intentona de golpe de estado fracasó, supuso una preparación ideológica para la guerra civil entre aquellos que siguen a Trump.

Hoy Trump califica este atropello de “hermoso” y “lleno de amor”1.

Inmediatamente después del 6 de enero, algunos prominentes republicanos lo condenaron. Algunos incluso se sumaron a la solicitud, o al menos no desestimaron inmediatamente la solicitud, de formar una comisión para investigar el ataque. Los demócratas vieron una necesidad de unificar inmediatamente a algunos republicanos que, por fin, habían roto con Trump. Para algunos, fomentar un asalto armado al Congreso había ido demasiado lejos. Ahora, esperaban los demócratas, podrían conseguir que los republi-fascistas al menos constaran que condenaban ese violento intento de golpe de estado. Así que se desenvolvieron meses de negociación entre los dos partidos sobre el alcance y la composición de la comisión.

Los acontecimientos de la última semana indican que esa fantasía se ha acabado.

Incluso antes de la semana pasada, la idea de una Comisión conjunta del Congreso (la unión de senadores y congresistas) fue bloqueada por Mitch McConnell, el líder de los senadores republicanos. En respuesta, Nancy Pelosi, la lideresa demócrata en la Cámara de Representantes, solicitó una investigación únicamente de la Cámara.

Luego, la semana pasada, los republi-fascistas respondieron a Pelosi (entre otras cosas) nombrando a dos representantes para el comité que siguen difundiendo la mentira de que Trump fue elegido y que en realidad se habían opuesto a la investigación. Para el fin de la semana, un “análisis de noticias” del New York Times concluyó que “después de meses de negociación, el resultado final probablemente sea dos paneles, uno encabezado por los demócratas y el otro por los republicanos”. (“Why America Isn’t Getting the Jan. 6 Investigation It Needs”, Lisa Lerer, New York Times, 24 de julio de 2021)

Según todos los indicios actuales, los fascistas minimizarán el asalto así como hasta intentarán culpar a los demócratas por ello. Apuntarán la mayor parte de su fuego contra las manifestaciones justas (y de hecho en su inmensa mayoría no violentas) contra el asesinato y la violencia de los policías, y el racismo institucional, en el verano de 2020 — ¡como si estas heroicas luchas durante el “hermoso levantamiento” en respuesta al asesinato horroroso y gratuito de George Floyd tuvieran algo en común con el intento de anular unas elecciones e imponer el fascismo! Seguirán entrenando a sus seguidores para que crean cualquier cosa, siempre y cuando que impulse sus nociones lunáticas y pesadillescas de “hacer que Estados Unidos vuelva a tener grandeza”.

El intento de crear la comisión y llevar adelante una investigación, por lo tanto, no “unificará al pueblo estadounidense”. No servirá para suavizar las diferencias y divisiones entre los gobernantes. Por el contrario, exacerbará esas divisiones.

Esto es, entre otras cosas, un claro ejemplo de lo que BA dice en “MOMENTO POCO COMÚN” que es un factor que caracteriza una situación en la que podría ser posible hacer una revolución:

Una crisis en la sociedad y en el gobierno que sea tan profunda y que trastorne tanto “la manera acostumbrada de hacer las cosas”, que aquellos que nos han gobernado, durante tanto tiempo, ya no puedan hacerlo de la forma “normal” la que, por su condicionamiento, la gente acepte.

Dos: La inaceptable negativa de Biden a oponerse activamente al asalto republi-fascista al derecho de votar.

En revcom.us, hemos cubierto el asalto republi-fascista al derecho de votar de los negros, latinos e indígenas (vea aquí y aquí). Que quede claro lo que está en juego aquí. Como escribe BA en “MOMENTO POCO COMÚN”:

Los republicanos se han convertido en un partido fascista —un partido basado en la abierta y agresiva supremacía blanca, supremacía masculina y otras relaciones opresivas— un partido convencido de que es el único que se merece gobernar, que actúa para manipular las elecciones y suprimir los votos con el fin de conseguir y aferrarse al poder, que se niega a aceptar los resultados de las elecciones que no gana, que está decidido a destripar y pervertir el “estado de derecho”, pisotear los derechos de la gente y adoptar lo que constituye una dictadura capitalista indisimulada, que está listo a utilizar la violencia no sólo contra las masas de personas sino también contra sus rivales en la clase dominante.

En las últimas dos semanas, Biden en ocasiones ha hablado con mucha severidad sobre el asalto a los derechos de votar y a las elecciones, calificándolo correctamente como un intento de reimponer el Jim Crow. (El Jim Crow era un sistema en el Sur de Estados Unidos hasta mediados de los años 1960. Por medio de leyes y tradiciones impuestas por brutales alguaciles y violentas turbas de linchamiento, el Jim Crow mantuvo al pueblo negro en una condición abiertamente subyugada, con segregación en las escuelas, vivienda y transporte público, sometido a violencia racista en todo momento y en general tratado como inferior. Bajo el Jim Crow, se impidió que la inmensa mayoría de los negros votaran y, de atreverse a intentar votar, se arriesgaron a la muerte.)

Pero Biden en esencia ha hecho muy poco para oponérsele en el mundo real. Actúa como si tuviera las manos atadas. Pero él es el presidente. Él es el líder de su partido. Según sus posibilidades, él podría decir que nada contara con su visto bueno hasta que se detenga este asalto racista, ilegal e inaceptable a los derechos básicos. Potencialmente, él podría hacer campaña contra el filibusterismo, el mecanismo del Senado que les da posibilidades a los fascistas para bloquear una votación de los proyectos de ley para proteger el derecho de votar. En pocas palabras, en realidad él podría arrojar el guante en torno a esto.

En lugar de ello, ¡de hecho habló a favor del filibusterismo en una “asamblea popular” con Don Lemon en la CNN! Eliminar la regla, dijo Biden, “sumiría a todo el Congreso en el caos y no se lograría nada”. Agregó: “Estoy tratando de unificar al país”.

“Unificar al país”, claro pues —de la misma manera que siempre lo han hecho los demócratas— quienes ¡han tirado por la borda, si no han reprimido activamente, los derechos básicos de los negros y otros pueblos oprimidos!

La semana pasada, los líderes de 150 organizaciones preocupadas por los derechos civiles solicitaron públicamente a que Biden abandonara el “ideal de la cooperación bipartidista sobre el derecho de votar” y “apoyara la aprobación de estos proyectos de ley por cualquier medio necesario”. En privado, los líderes dicen que el gobierno de Biden les está diciendo que “se organicen mejor” dentro de los severos límites impuestos por estos proyectos de ley.

Esto forma parte de la estrategia denunciada por BA en “MOMENTO POCO COMÚN”:

Los demócratas están comprometidos con “jugar según las reglas” y “confiar en las normas” de la dictadura capitalista “democrática”, mientras que los republicanos actúan para destrozar esas normas y gobernar por medio de una dictadura capitalista abierta e indisimulada.

Y esta traición confirma algo que BA señaló en enero:

Este fascismo tiene profundas raíces, en las dinámicas subyacentes del sistema capitalista-imperialista que gobierna en Estados Unidos y en toda su historia, desde su fundación en la esclavitud y el genocidio. Relacionado con esto es otra verdad crítica: Biden fracasará estrepitosamente en su intento de “sanar” y “unificar al país”. Como he escrito anteriormente:

Biden y los demócratas no pueden “hacer que se unifique el país”, como dicen falsamente, porque no puede darse ninguna “conciliación” con estos fascistas — cuyas “quejas” se derivan del resentimiento fanático contra cualquier limitación a la supremacía blanca, la supremacía masculina, la xenofobia (el odio por los extranjeros), el chovinismo pro estadounidense rabioso y el saqueo irrestricto del medio ambiente, y que se expresan cada vez más en términos literalmente lunáticos. ¡No puede darse ninguna “conciliación” con esto, salvo de acuerdo a los términos de estos fascistas, con todas las terribles implicaciones y consecuencias de hacerlo! [“Declaración de Año Nuevo de Bob Avakian”]

Confiar en los demócratas en esta situación, manteniendo cualquier esperanza de que Biden “tenga éxito” —incluso en la forma de “presionarlo” tal como al parecer estos líderes de los derechos civiles estando intentando hacer—, es una vía rápida hacia un infierno aún peor que el que creen que estén evitando. De nuevo, de “MOMENTO POCO COMÚN”:

En lugar de ser una cola del burro demócrata —con sus esfuerzos por mantener en marcha este sistema monstruoso, y lidiar con el creciente peligro fascista, apoyándose en los “procedimientos normales” de este sistema y los fútiles esfuerzos por “curar las divisiones” que se están profundizando día a día—, es necesario que las personas trabajen para la revolución que se necesita con urgencia, y lidien con el peligro fascista como parte de hacer eso.

Tres: Los temores del general Mark Milley.

La semana pasada cubrimos las revelaciones de que el general Mark Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto, temía un golpe de estado fascista y tomó medidas para impedir que Trump usara el ejército para invadir a Irán o que movilizara a tropas para mantenerse en la Casa Blanca. ¡Esto está muy grueso, por decir lo menos, y ciertamente no tiene precedentes en los últimos 150 años! El artículo de la semana pasada saca a relucir muchas verdades diferentes que se revelan con esto y cabe releerlo.

Otro punto: si Milley estuviera trabajando tan febrilmente entre bastidores para impedir que las fuerzas armadas fueran utilizadas de esta manera, ¿qué significaría esto implícitamente sobre un sector potencial que él temía que pudiera ser utilizado por Trump? En su reciente testimonio controvertido en el Congreso —en el que defendió el estudio de libros sobre la teoría crítica de la raza y la “rabia blanca”, aunque no estuviera de acuerdo con ellos—, Milley señaló que necesitaba saber lo que estaba influyendo en el pensar de sus tropas. En las fuerzas armadas en las que un 40% de los soldados y marineros proceden de los sectores de las nacionalidades oprimidas de la sociedad (gente de color, en una palabra) y muchos otros proceden de las zonas rurales en las que los fascistas tienen una plaza fuerte, mantener todo ello articulado es un reto que no hará más que volverse más profundo a medida que se desarrolle esta situación.

De hecho, las fuerzas armadas son una institución encargada de ejercer la violencia oficial que los gobernantes de este sistema estiman que sea necesaria para mantener su dominio en marcha. Esta fuerza —utilizada contra los oprimidos en Estados Unidos y en todo el mundo para defender este sistema— es supuestamente “legítima”, y en tiempos normales muchos pero demasiados oprimidos y personas que buscan la justicia se conforman con esa perspectiva.

Pero en tiempos en los que los propios gobernantes se discuten y se pelean entre sí sobre cuál uso de la fuerza es “legítimo” y cuál no lo es, cuando las facciones entre los gobernantes comienzan a tomar las armas o amenazan con tomarlas entre sí, esto puede suscitar preguntas de forma muy amplia en la mente de las personas que por lo normal dan por sentado el derecho de los gobernantes a usar la fuerza. Preguntas como: ¿qué se defiende y qué se ataca? ¿quién decide lo que es legítimo? y ¿qué es realmente un uso correcto y justo de la fuerza... y qué no lo es?

Hay otra cuestión, mencionada en Una Declaración y un Llamamiento, que también resuena en este contexto:

Hoy, no sólo hay muchos fascistas en las fuerzas policiales asesinas, sino también más de unos pocos en las fuerzas armadas. Pero es un hecho que, en el punto álgido de la década de 1960, la fuerza de los movimientos radicales de liberación de ese entonces penetró en todas partes y en todas las instituciones de la sociedad y las influenció fuertemente — incluso en las fuerzas armadas de este sistema, donde más soldados buscaban la dirección proveniente del Partido Panteras Negras y de otras fuerzas de mentalidad revolucionaria que en el presidente de Estados Unidos (el llamado “comandante en jefe” de las fuerzas armadas). Incluso con las diferencias entre ese entonces y ahora, crear este tipo de situación —en que un movimiento revolucionario basado en el nuevo comunismo y la dirección de BA esté impactando a todas las partes de la sociedad y las instituciones clave— es alcanzable, y es una parte muy importante de sentar las bases para la toma del poder, cuando sea el momento adecuado. Esto hará que sea posible tener la mejor oportunidad para llevar la revolución hasta el final, y que no sea derrotada y sometida a aún más horrores.

La lección: El momento de organizarse ahora para una revolución real

Cuando examinamos conflictos como estos —conflictos que han estado desarrollándose y multiplicándose—, la verdad que se está subrayando fuertemente en “Una Declaración y un Llamamiento” y el “MOMENTO POCO COMÚN” resuena con mayor intensidad:

No siempre son posibles las revoluciones sino por lo general solamente son posibles en momentos y circunstancias poco comunes, especialmente en un país poderoso como Estados Unidos. La actualidad presenta uno de estos momentos y circunstancias poco comunes. Este sistema está metido en verdaderos problemas, se encuentra enredado en crisis y conflictos por los cuales no tiene soluciones fáciles ni duraderas. En todas partes de Estados Unidos, el funcionamiento de este sistema ha generado profundas divisiones que no se pueden resolver bajo este sistema. La sociedad está desgarrándose. Aquellos que gobiernan están trabados en un combate feroz entre sí mismos y no pueden mantener las cosas a flote de la manera en que lo han hecho en el pasado.

Y:

Aunque hay muchas cosas malas relacionadas con esta situación y es posible que ésta podría llevar a algo realmente terrible, también es posible que podríamos arrancarle algo realmente positivo — una revolución, para poner fin a este sistema y hacer nacer algo mucho mejor.

1. Por ejemplo, The Hill informó de que en febrero, en una entrevista con el Noticiero Fox, Trump dijo sobre el mitin del 6 de enero en el que había intervenido: “Fue una fiesta de amor. Fue algo hermoso”. Y en una entrevista con los periodistas Carol Leonnig y Philip Rucker para su libro I Alone Can Fix It, Trump dijo del mitin del 6 de enero: “Había mucho amor... Muchos me han dicho que era una multitud llena de amor”. (CBS News, 22 de julio de 2021) [volver]


El 6 de enero, un grupo de miles de personas, con fuerzas fascistas armadas y organizadas en su núcleo, tomaron por asalto al Congreso en un intento de impedir que confirmaran a Joe Biden como nuevo presidente. Foto: AP

 

 

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