Enero de 2021
1En mi declaración del 1º de agosto de 2020, presenté el análisis de que, en las circunstancias particulares de estas elecciones presidenciales y con la gran profundidad de lo que estaba en juego, si el régimen de Trump y Pence aún se mantuviera en el poder a la hora de celebrar las elecciones, sería necesario e importante votar por Biden para asestar una derrota electoral decisiva al fascismo que este régimen representaba. Al mismo tiempo, enfaticé que simplemente confiar en el voto probablemente iba a conducir al desastre, y que era de importancia vital que las masas de personas se tomaran las calles, en una movilización de masas no violenta, pero sostenida y creciente, en torno a la demanda de que este régimen fascista tiene que estar ¡FUERA YA!, como RefuseFascism.org (Rechazar el Fascismo) ha convocado a hacer.
Resulta que grandes cantidades de masas de personas sí votaron para sacar a este régimen fascista — y al hacerlo asestaron una derrota electoral suficientemente decisiva al régimen de Trump y Pence como para que le saliera más difícil llevar a cabo sus crecientes esfuerzos de dar un golpe de estado, y luego, de hacerlo con masiva violencia, todo lo que al último salió derrotado; todo lo que obligó a Trump a marcharse (aunque todavía se negaba a reconocer su derrota electoral), al mismo tiempo que Biden tuvo que celebrar su investidura en una capital hecha un campo armado bajo cierre total.
En lo inmediato, se ha evitado por un escaso margen la catástrofe que hubiera ocurrido si este régimen fascista fuera reelegido (o si de alguna otra manera permaneciera en el poder) y sobre esa base consolidara más su dominio fascista y se envalentonara y se desatara más para implementar su programa horroroso. El hecho de que el régimen de Trump y Pence ha tenido que abandonar el mandato es de gran importancia y ¡en sí merece que se lo celebre! Sin embargo, la realidad es que, no solamente con relación a estas elecciones sino durante los cuatro años del mandato de este régimen y sus atrocidades cada vez mayores, no se ha dado la movilización masiva no violenta a la que Rechazar el Fascismo ha convocado para expulsar a este régimen — y, después de las elecciones, las movilizaciones fascistas dominaron las calles, y no una oposición al fascismo. Esto ha resultado en una situación en que, a pesar de la pérdida del régimen de Trump y Pence en las elecciones, las fuerzas del fascismo siguen cobrando fuerza, en muchos sentidos, y la oposición en su contra se ha mantenido muy pero muy pasiva y confiada, de acuerdo a los términos que pone el Partido Demócrata.
Hay que hacer frente a la realidad de que, como se manifestó mediante las elecciones, casi la mitad de la población estadounidense ha acogido, de manera apasionada, agresiva y beligerante, lo que el “trumpismo” representa. La verdad ineluctable es que Estados Unidos, la “ciudad luminosa en una colina” que tanto proclaman, ¡está lleno de fascistas! — en el gobierno a todos los niveles y en grandes partes de toda la sociedad. Y una característica que define a estos fascistas es su lealtad fanática a tergiversaciones demenciales de la realidad, algo en que es extremadamente difícil (y en muchos casos imposible) de penetrar con razones y hechos, porque estas tergiversaciones sirven a reforzar su sensación de que están bajo amenaza sus privilegios “debidos” y para volver aún más virulentos los prejuicios y odios que han guardado toda la vida. Este fascismo tiene profundas raíces, en las dinámicas subyacentes del sistema capitalista-imperialista que gobierna en Estados Unidos y en toda su historia, desde su fundación en la esclavitud y el genocidio. Relacionado con esto es otra verdad crítica: Biden fracasará estrepitosamente en su intento de “sanar” y “unificar al país”. Como he escrito anteriormente:
Biden y los demócratas no pueden “hacer que se unifique el país”, como dicen falsamente, porque no puede darse ninguna “conciliación” con estos fascistas — cuyas “quejas” se derivan del resentimiento fanático contra cualquier limitación a la supremacía blanca, la supremacía masculina, la xenofobia (el odio por los extranjeros), el chovinismo pro estadounidense rabioso y el saqueo irrestricto del medio ambiente, y que se expresan cada vez más en términos literalmente lunáticos. ¡No puede darse ninguna “conciliación” con esto, salvo de acuerdo a los términos de estos fascistas, con todas las terribles implicaciones y consecuencias de hacerlo!
No cabe duda de que muchas de las políticas de la administración de Biden y Harris serán distintas a las descaradas atrocidades del régimen de Trump y Pence, y, definitivamente las cosas “se sentirán diferentes” con Biden y Harris, pero la manera en que éstos tratarán de “hacer que se unifique el país” —de acuerdo con los intereses y requisitos de este sistema del capitalismo-imperialismo— es algo que ninguna persona decente quisiera, ni de lo cual quisiera ser parte. Al buscar reestablecer y reforzar la “estabilidad” interna y mantener a Estados Unidos como la superpotencia opresiva número uno del mundo, Biden, Harris y los demócratas (así como otras instituciones “tradicionales”, como el New York Times y la CNN) harán esfuerzos determinados para mantener firmemente atadas a este sistema a las masas de personas las cuales han odiado justamente al fascismo del régimen de Trump y Pence, y las cuales aspiran a un mundo más justo — al restringir su visión política, y actividad política, dentro de los límites de este sistema, y al impedir que actúen de acuerdo con sus propios intereses fundamentales y aquellos de la humanidad en su conjunto. Y en la medida que se mantengan las cosas dentro de los límites de este sistema, en realidad eso tendrá el efecto de intensificar los horrores para la humanidad que son una parte integral de este sistema, al mismo tiempo que también reforzará e impulsará más a las fuerzas subyacentes económicas —y sociales y políticas— que fortalecerán este fascismo que ya ha demostrado gran fuerza en Estados Unidos (y varios otros países).
2Aunque es de importancia crítica que la votación en estas elecciones ha resultado en una derrota decisiva para el régimen de Trump y Pence y para sus esfuerzos por consolidar más completamente un gobierno fascista, no hay que permitir que esto desdibuje esta verdad crucial: La polarización, entre demócratas y republicanos, como se ha manifestado mediante el proceso electoral en Estados Unidos, implica la contienda sobre la mejor manera de defender y perseguir los intereses del sistema capitalista-imperialista y el dominio de la clase capitalista. No representa las divisiones fundamentales en la sociedad y el mundo, ni los intereses fundamentales de las masas de personas, en Estados Unidos y el mundo en su conjunto. Tampoco es posible solucionar los profundos problemas ante la humanidad —de hecho, únicamente podrían agravarse— dentro de los límites de este sistema asesinamente opresivo y explotador y el caos y la destrucción que éste seguirá desatando a una escala masiva, siempre y cuando continúe dominando al mundo.
Esto es la verdad, basada en los hechos y establecida por la ciencia. Cerrarse los ojos ante esta realidad, negarla o tratar de perseguir escapes por medios individuales sólo agravará las cosas y acelerará el desastre.
La derrota electoral del régimen de Trump y Pence sólo “gana cierto tiempo” — tanto en relación al peligro inminente constituido en el fascismo que este régimen representa, como más fundamentalmente en términos de la crisis potencialmente existencial que la humanidad está enfrentando cada vez más a consecuencia de estar atada a las dinámicas de este sistema del capitalismo-imperialismo. Pero, en términos esenciales, el tiempo no juega a favor de la lucha para un futuro mejor para la humanidad. Así que urge no desperdiciar el tiempo que queda — al sumirse en el individualismo ajeno o en la parálisis política, o al desperdiciarlo en actividades descaminadas que sólo refuerzan a este sistema que perpetúa interminables horrores para las masas de la humanidad y que ha llevado las cosas al borde de una catástrofe muy real.
Hace falta forjar una polarización profundamente diferente, de acuerdo con el potencial de un mundo radicalmente diferente y mejor, en representación de los verdaderos intereses de las masas de personas y en última instancia de toda la humanidad. Hace falta asumir un enfoque radicalmente diferente de entender las relaciones y problemas de la sociedad y actuar en consecuencia — un método y enfoque cabal y consecuentemente científico.
3Entre muchas personas que se han indignado por la forma en que Trump se ha dedicado constantemente a hacer mentiras patológicas e intencionadas, se ha enfatizado muchísimo la importancia de la ciencia y la verdad, los hechos y el razonamiento basado en la evidencia. Esto se ha centrado en un grado significativo en el enfoque criminalmente anticientífico que Trump y Pence han adoptado en relación a la pandemia de la Covid-19, y en fomentar esta demencia anticientífica en la “base” fascista en la sociedad en general — todo lo cual ha provocado al menos decenas de miles (o incluso cientos de miles) de muertes innecesarias, así como penurias y sufrimientos innecesarios para masas de personas. Este énfasis en la ciencia y en el método científico es de vital importancia, pero también es necesario enfatizar la necesidad real y la gran importancia de ser consecuentes al respecto, y de seguir la verdad, determinada con la ciencia, adondequiera que conduzca, para entender correctamente la realidad, en todos los ámbitos de la vida y la sociedad.
Esto significa romper completamente con un enfoque, y avanzar más allá de un enfoque, de meramente acoger verdades —o supuestas verdades— con las que uno se siente cómodo, mientras rechaza, descarta o elude la verdad real que quizá le incomode. Una dimensión importante en este sentido es dejar de lado el relativismo filosófico de la “política de identidad” y repudiarlo metodológicamente, lo que hace mucho daño con su propia versión de reducir la “verdad” a una experiencia parcial, no sistematizada y un sentimiento subjetivo (“mi verdad”... “nuestra verdad”...) en oposición a la verdad objetiva real, a la que se llega a conocer de manera correcta y científica mediante un proceso basado en la evidencia, para determinar si algo (una idea, teoría, afirmación, etc.) corresponde a la verdadera realidad material, o no. Si bien políticamente quizá esta “política de identidad” parta de un deseo de oponerse a varias formas de opresión —aunque a menudo se caracteriza, y se vicia, por personas de diferentes “identidades” que quieren decirse “propietarias” de la oposición a la opresión—, en términos de la epistemología (la orientación para llegar a entender la realidad y llegar a conocer la verdad de las cosas), la “política de identidad” tiene mucho en común con confiar en los “hechos alternativos” (afirmaciones que están en contraposición a los hechos reales, a menudo de manera alocada), lo que es el distintivo de los fascistas. Aunque es importante reconocer las diferencias políticas en juego, la situación es muy pero muy seria y los riesgos son muy pero muy grandes como para dejarnos caer en cualquier forma de oponerse al método científico y a su búsqueda de la verdad objetiva acerca de la realidad material, o conciliarnos con semejante forma.
Para entender por qué nos enfrentamos a la situación en la que nos encontramos, es necesario no solo responder a lo que está pasando en la superficie en un momento dado —y de hecho dejar que semejante situación nos zarandee de un lado para otro—, sino explorar debajo de la superficie, para descubrir los resortes principales subyacentes y causas de las cosas, y llegar a entender el problema fundamental y la solución real. Esto significa llegar a entender de manera científica que vivimos bajo un sistema, y lo que ese sistema es en realidad (el sistema del capitalismo-imperialismo); trabajar para captar las relaciones y dinámicas más profundas de este sistema y la forma en que eso está determinando el marco para la manera espontánea de pensar y de reaccionar de los diferentes sectores de la sociedad en relación a los acontecimientos en la sociedad y en el mundo, y cuál es el camino posible hacia adelante para transformar todo eso en concordancia con los intereses de las masas de la humanidad y, en última instancia, de la humanidad en su conjunto. Una parte crucial de este proceso es tener un entendimiento científico de los cambios importantes, que resultan de las propias dinámicas y funcionamiento de este sistema, que han conducido a trastornos en la sociedad y en sentidos importantes han impulsado este fascismo: cambios en la economía capitalista-imperialista y, en consecuencia, en la estructura social y en la “composición social” en Estados Unidos, así como a nivel internacional, que han socavado las formas “tradicionales” de opresión pero sin conducir a ponerle fin a esta opresión, sino a establecerla y reforzarla con nuevas formas, y a la vez provocar lo que es una reacción verdaderamente desquiciada, sádica y muchas veces violenta por parte de los sectores de la sociedad que han identificado sus intereses, y en efecto su propio ser, con las formas tradicionales de opresión.
A manera de introducción, y de punto abarcador, con respecto a algunos de estos cambios importantes, es importante enfatizar que estos cambios, y especialmente los que se han dado en las últimas décadas, están ligados al aumento del parasitismo del capitalismo-imperialismo en el mundo contemporáneo. Como yo explico en Breakthroughs (Abriendo Brechas): El avance histórico hecho por Marx, y el nuevo avance histórico del nuevo comunismo, Un resumen básico, el parasitismo se refiere al
hecho de que un capitalismo cada vez más globalizado se basa en un muy alto grado, para la producción y para mantener la tasa de ganancia, en una vasta red de maquiladoras, en particular en el tercer mundo de América Latina, África, el Medio Oriente y Asia, mientras que la actividad capitalista en los “países de base” capitalista-imperialistas se ubica cada vez más en la esfera de las finanzas y la especulación financiera, y la tecnología de punta de “alta gama” (y no la producción de los materiales físicos básicos para dicha tecnología), así como el sector servicios y la esfera comercial (con el creciente papel de la comercialización en línea).
◆Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial (hace 75 años), la situación del pueblo negro ha cambiado dramáticamente. Al comienzo, estos cambios se basaban en un aumento de la mecanización y otras transformaciones en la producción agrícola, y en la economía en general; un poderoso auge de lucha del pueblo negro los impulsó, lo que arrancó concesiones a la clase dominante en Estados Unidos la que se inquietaba por mantener su imagen de “paladín de la democracia” y “líder del mundo libre”, especialmente en su enfrentamiento con la Unión Soviética durante varias décadas después de la Segunda Guerra Mundial. Como resultado de éstos y otros factores, la opresión del pueblo negro ya no se centra en torno a la explotación brutal en el Sur rural, en condiciones de casi esclavitud (y en algunos casos de esclavitud real) respaldada por el terror del Ku Klux Klan, sino que en cambio opera una situación en la que masas del pueblo negro están segregadas y concentradas en comunidades urbanas en todo Estados Unidos y están sometidas a una discriminación sistemática y a la continua brutalidad y asesinato por parte de la policía. En las últimas pocas décadas, debido a la intensificación de la globalización y la automatización de la producción, en interacción con la discriminación continua, se ha eliminado una gran cantidad de los empleos en las fábricas los que les proporcionaban a los hombres negros (y a algunas mujeres negras) trabajos mejor pagados en las zonas urbanas. Al mismo tiempo, como resultado de las luchas por los derechos civiles y para la liberación negra de los años 1960 y principios de los 1970, y otros factores, se ha dado un crecimiento de la clase media negra. Pero también se ha dado un aumento de la llamada “underclass” [subclase marginada], concentrada y contenida en ghettos urbanos y que más o menos está permanentemente excluida del empleo regular en la economía “formal”.
Las fuerzas gobernantes en la sociedad, sin capacidad de proporcionar una resolución positiva a las agudas contradicciones ligadas a estos cambios —sin capacidad de poner fin al racismo sistémico que implica una discriminación degradante incluso contra sectores económicamente más acomodados del pueblo negro, sin capacidad de integrar a grandes cantidades de los negros en la economía “formal”—, han respondido a esta situación con la encarcelación en masa de millones de varones negros (y crecientes cantidades de mujeres negras) con arrestos, juicios, condenas y penas que conllevan aún más discriminación e injusticia, y al desatar y respaldar el terror policial sistemático, el que se dirige especialmente contra las personas negras en las comunidades marginadas de las ciudades pero que puede poner en la mira a cualquier persona negra, en cualquier lugar y en cualquier momento. El intento de ejercer brutalmente “la ley y el orden”, dado que una solución más justa es imposible bajo este sistema, realza la volatilidad de toda esta situación, lo que conduce a trastornos adicionales —incluidas protestas y rebeliones completamente justificadas y justas—, situación la que, a su vez, aprovechan las fuerzas fascistas para promover su grotesca representación supremacista blanca de las masas del pueblo negro como “delincuentes” y “animales sueltos”.
El hecho de que, con todos estos cambios, y sin importar quiénes ocupen los escaños del poder, la discriminación sistemática y la opresión asesina ha persistido, ha llevado a algunos negros a concluir que el Partido Demócrata es el problema, ya que ha solicitado constantemente el apoyo del pueblo negro, pero ha actuado repetidamente en contra de los intereses del pueblo negro. Aunque el Partido Republicano se ha convertido en el vehículo de la supremacía blanca abierta y agresiva, es cierto que los demócratas, y no solo los republicanos, han presidido la opresión del pueblo negro. Pero, ¿cuál es la verdadera razón de eso, y cuál es la verdadera respuesta? La realidad es que la supremacía blanca está incorporada en este sistema de capitalismo-imperialismo, y ninguno de estos partidos de la clase dominante podría ponerle fin, incluso si quisieran hacerlo. La respuesta no es sumarse al Partido Republicano fascista, o tratar de sacar provecho enfrentando a estos partidos burgueses entre sí, o acoger el “capitalismo negro” y suplicar un mejor “lugar en la mesa” — todo lo cual únicamente reforzará el sistema existente de opresión y quizás beneficie a unos pocos a expensas de los muchos. La respuesta es la revolución, y establecer una sociedad radicalmente diferente que tenga la base así como la orientación para arrancar de raíz y abolir la supremacía blanca, y todas las relaciones opresivas.
◆Se han operado cambios profundos en la situación y posición social de grandes cantidades de mujeres, tanto en Estados Unidos como a nivel internacional. Para citar una dimensión importante de esto, gran parte de la fuerza de trabajo en las maquiladoras en el tercer mundo son mujeres, obligadas a trabajar en condiciones horrorosas. En Estados Unidos, los cambios en el funcionamiento y la estructura de la economía (como parte de la economía mundial cada vez más globalizada) han llevado a emplear y explotar a grandes números de mujeres negras (y otras mujeres de color), en particular en los sectores servicios y de menudeo. Al mismo tiempo, grandes cantidades de mujeres (especialmente mujeres blancas, pero también algunas mujeres de color) no solo han encontrado más oportunidades para contratarse en las profesiones y en los negocios, sino que también ha llegado a ser necesario salir a trabajar para que sus familias mantengan un “estilo de vida de clase media”. Esta situación en la que grandes cantidades de mujeres están empleadas fuera del hogar, incluido un aumento importante del número de mujeres en trabajos de clase media mejor remunerados, ha puesto bajo fuertes tensiones y ha socavado de manera importante la familia patriarcal (dominada por hombres) “tradicional” y las relaciones patriarcales en la sociedad en general.
Toda esta situación ha generado condiciones más favorables para la lucha contra la opresión de las mujeres, y dicha lucha ha influenciado la situación de manera importante, lo que se manifestó de manera poderosa como parte del auge general de lucha radical de la década de 1960 y que ha continuado en diversas formas desde ese entonces. Como menciono en ¡Fuera con todos los dioses!:
Mediante el auge de luchas de los años 60, se pusieron en tela de juicio muchas cosas —no solamente en la esfera de las ideas, aunque eso fue extremadamente importante, sino en la práctica, en la esfera de la lucha política— cosas que son parte de los cimientos de esta sociedad. Y se realizaron muchos cambios, en parte por la lucha política de las masas y en parte por las características y necesidades cambiantes de la economía. Una vez más, una de las dimensiones más importantes de esto se manifestó en relación con el papel de la mujer, particularmente entre las profesionales y otros sectores de la clase media, donde llegó a ser posible y necesario que las mujeres trabajaran de tiempo completo, en un intento de mantener el nivel de vida de la clase media. Al combinar eso con las expresiones políticas e ideológicas del feminismo y de otros movimientos que surgieron en los años 60, eso planteó un desafío muy directo a las formas de opresión institucionalizadas tradicionales en esta sociedad.
Sin embargo, es imposible eliminar la supremacía masculina dentro de los límites de este sistema. Esto es cierto porque la supremacía masculina ha estado entretejida profundamente en la trama de esta sociedad, y porque este sistema se basa en las relaciones de mercancías y explotación capitalistas —las cosas se producen para intercambiar (vender), mediante un proceso en el que trabajan masas de personas, a cambio de un sueldo o salario, para generar ganancias acumuladas por los capitalistas que contratan a esas personas y controlan su trabajo—, un sistema en el que la unidad familiar patriarcal sigue siendo un componente y requisito económico y social esencial, aunque está sometida a tensiones crecientes. Y el sector fascista de la clase dominante, durante varias décadas ya, ha llevado a cabo un ataque implacable a los derechos constitucionales, y ha movilizado a su base social de fanáticos fundamentalistas religiosos, para ejercer de manera forzosa y a menudo violenta la opresión patriarcal “tradicional” — con el asalto contra el derecho al aborto, e incluso al control de la natalidad, un gran eje de este intento de esclavizar en lo esencial a las mujeres. Lo que escribí, hace 35 años, es hoy más cierto que nunca:
En las últimas décadas en Estados Unidos se han operado cambios profundos en la situación de la mujer y en las relaciones familiares. En solamente una de diez familias existe la situación “modelo”, en donde el esposo es el único que “trae el sustento” y la esposa es un “ama de casa” totalmente dependiente. Estos cambios económicos han conllevado cambios significativos de actitudes y expectativas — y unas tensiones muy significativas no solo en la estructura de la familia sino también en las relaciones sociales más ampliamente.... La cuestión general de la posición y el papel de la mujer en la sociedad se presenta cada día más agudamente en las extremas circunstancias de hoy — esto es un polvorín en Estados Unidos hoy. No se puede concebir la resolución de todo esto salvo de la manera más radical y mediante formas extremadamente violentas. La cuestión que pende es: ¿será una resolución radical reaccionaria o una resolución radical revolucionaria, implicará reforzar las cadenas de esclavitud o destruir los eslabones más decisivos de esas cadenas y abrir la posibilidad de realizar la eliminación completa de todas las formas de dicha esclavitud?
Lo que ha acompañado todo eso ha sido un aumento de la posibilidad y “espacio” para manifestar la “identidad” de género y las relaciones de género que van en contra de las tradicionales relaciones de género opresivas — y, una vez más, se ha dado el intento, a menudo violento, de reafirmar y reforzar las relaciones tradicionales y suprimir todo lo que no se ajuste a eso.
La religión, y especialmente el fundamentalismo religioso, es un factor poderoso que promueve y refuerza la subordinación patriarcal de las mujeres, así como otras formas “tradicionales” de opresión. Aquí va una observación importante de Kristin Kobes Du Mez, quien creció en un pueblo en Iowa el que estaba lleno de fundamentalistas cristianos blancos (a los que ella describe como “evangélicos blancos”) los cuales son la columna vertebral del fascismo estadounidense actual. En su libro Jesus and John Wayne: How White Evangelicals Corrupted a Faith and Fractured a Nation [Jesús y John Wayne: De la manera en que los evangélicos blancos corrompieron una fe y fracturaron una nación], escribe:
Los evangélicos blancos han confeccionado este mosaico de asuntos, y un compromiso nostálgico con la masculinidad blanca militante, agresiva y ruda sirve de hilo que los une en un todo coherente. El dominio de un padre en el hogar está inextricablemente ligado al liderazgo heroico en el escenario nacional, y el destino de la nación depende de ambas cosas. [énfasis agregado]
Dada la fuerte conexión entre el patriarcado militante y el fascismo, no es sorprendente que algunos hombres negros y latinos (aunque claramente una minoría de ellos) se hayan sentido atraídos hacia apoyar a Trump, a pesar de la supremacía blanca abierta de Trump. (Esto incluye a algunos de éstos que son o han sido prominentes en la música rap. Aunque ha habido fuerzas y elementos positivos en el rap y el hip hop en general, lo que se ha promovido cada vez más es una cultura que está llena de una degradación misógina de mujeres, por no decir dominada por dicha degradación, así como una admiración por el tipo de gangsterismo “buscavidas” que es una de las “cualidades” que definen a Trump.) Tampoco es sorprendente que incluso cantidades importantes de mujeres (principalmente mujeres blancas, pero también algunas latinas y otras mujeres de color) se hayan sentido atraídas hacia este fascismo, ya que, lamentablemente, es muy común el fenómeno de los oprimidos que se aferran a las “cadenas de la tradición” que los oprimen. (Piense en las madres en la patria, sobre las que escribe Claudia Koonz en su libro con ese mismo título — las mujeres que trabajaron activamente por el supremacista masculino agresivo Hitler y por los NAZIs en Alemania durante el auge del fascismo ahí en la década de 1930. O escuche las palabras hoy de la fascista negra Candace Owens, quien ha elogiado a Hitler por sus esfuerzos por “hacer que Alemania tuviera grandeza”: “No existe sociedad alguna que pueda sobrevivir sin hombres fuertes... En el Occidente, no es una coincidencia la feminización progresiva de nuestros hombres, al mismo tiempo que se les enseñe el marxismo a nuestros hijos. Es un ataque directo. Que traigan nuevamente a los hombres varoniles”. Por supuesto, para los fascistas como Owens, los hombres “fuertes” y “varoniles” son aquellos que encarnan y refuerzan las relaciones tradicionales de género, con el ejercicio de la dominación sobre las mujeres las que se someten a esta dominación — y los hombres que no se conforman a los roles y relaciones de género tradicionales, los hombres que apoyan la igualdad entre hombres y mujeres son de alguna manera “débiles”, “afeminados”, “castrados”.) Y para las mujeres blancas que forman una parte de este fenómeno fascista, en que la supremacía masculina virulenta es un elemento definitorio y aglutinante, también se tiene el hecho de que estas mujeres pueden participar en la supremacía blanca que, particularmente en un país como Estados Unidos, es también un elemento definitorio y decisivo de este fascismo y está estrechamente entrelazado con la supremacía masculina virulenta — tal como se refleja en la formulación de Kristin Kobes Du Mez: masculinidad blanca militante y agresiva.
◆Como resultado de la intensificación de la crisis climática, guerras y represión —y, como fuerza impulsora en todo ello, cambios importantes en la economía mundial dominada por el capitalismo imperialista, incluido el continuo crecimiento y creciente impacto en el mundo de la agroindustria corporativa y la tecnología desplazadora de mano de obra, el control cada vez más monopolizado de semillas y productos químicos, una monopolización más amplia de la comercialización, e inmensas inversiones en el acaparamiento de tierras—, se dan masivos desplazamientos y trastornos, los que afectan en particular a las personas en el Sur global (los países de América Latina, África, el Medio Oriente y Asia — el tercer mundo). Un rasgo importante de todo esto es la urbanización en masa: hoy más de la mitad de la población del mundo vive en zonas urbanas, con enormes ciudades miseria, con más de mil millones de habitantes, en las zonas urbanas del tercer mundo, a la vez que decenas de millones de personas provenientes del tercer mundo han estado obligadas a emigrar a Estados Unidos y a países de Europa. Y se ha desarrollado una situación en la que, en algunos de estos países —siendo Estados Unidos un excelente ejemplo—, la economía no podría funcionar sin la explotación de grandes cantidades de inmigrantes, mientras que muchos de éstos están sometidos a la constante amenaza de deportación, lo que también los hace aun más vulnerables a la explotación extrema.
La ruina de gran parte de la agricultura tradicional a pequeña escala en los países del tercer mundo y el dramático aumento de la población urbana ahí (así como en Estados Unidos y en algunos otros países imperialistas) en que grandes cantidades de personas no cuentan con posibilidades de encontrar trabajo en la “economía formal” — pues, todo eso también ha fomentado el crecimiento de una economía ilegal y de pandillas (y, particularmente en los países del tercer mundo, cárteles) sobre la base de esta economía ilegal, en particular el narcotráfico, pero también la trata de seres humanos, especialmente mujeres y niñas cruelmente victimadas en la prostitución, la “industria del sexo” y la esclavitud sexual literal.
Esta situación dramáticamente cambiada y a menudo altamente volátil también ha constituido un gran factor en el ascenso del fundamentalismo religioso, en el tercer mundo y notablemente en Estados Unidos, donde el fundamentalismo cristiano es una poderosa fuerza social y política negativa. La derrota, o el abandono, de movimientos en el tercer mundo dirigidos por comunistas o nacionalistas revolucionarios contra los colonialistas de vieja guardia y los opresores neocoloniales, sobre todo Estados Unidos, en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial, se ha dado en interconexión e interactuación con estos cambios económicos y cambios sociales relacionados de una manera que ha contribuido a la creciente influencia del fundamentalismo religioso, particularmente en el tercer mundo — siendo el revés más grande la revocación del socialismo y la restauración del capitalismo en China en la década de 1970, lo que transformó a China de un poderoso país socialista y un faro y bastión de apoyo para la lucha revolucionaria en todo el mundo, en una potencia imperialista en ascenso y en sí un explotador de masas de personas en África y otras partes del tercer mundo.
El ascenso del fundamentalismo religioso se ha producido junto con el aumento del secularismo (personas que no son religiosas, o que al menos no forman parte de religiones tradicionales), y en oposición a dicho secularismo, el que ocurre especialmente en las poblaciones urbanas con más estudios. Este secularismo en sí no se concibe como ataque a las personas que continúan manteniendo creencias religiosas, ni es eso su intención, pero sí socava objetivamente la religión — y los fundamentalistas religiosos lo consideran como un ataque “contra todo lo que es sagrado”, y se niegan a siquiera intentar conciliar creencias religiosas con los resultados de la investigación científica, como se refleja fuertemente en su ataque irracional al hecho científico sólidamente establecido de la evolución.
Lo que en esencia se tiene en juego en esta división es la aceptación, o la negación y el rechazo, del modo de pensar racional basado en la evidencia, incluida la importancia del pensamiento crítico, que ha sido, en un sentido amplio, la extensión de la Ilustración, que surgió en Europa (en particular Francia) hace varios siglos. En aquellos años, y desde ese entonces, el avance de la ciencia y los importantes descubrimientos que ésta ha desarrollado han impulsado el cuestionamiento de la religión de una manera que antes no era realmente posible, dado que muchos de estos descubrimientos científicos contradicen claramente las escrituras y dogmas religiosos desde hace mucho arraigados, y el método científico rechaza reconocer cosas como “reales” si no es posible mostrar evidencia concreta de su existencia, en el mundo material real. Y, como lo enfatiza Ardea Skybreak, autora del muy importante libro La ciencia de la evolución y el mito del creacionismo: Saber qué es real y por qué importa, la ciencia ofrece mucha evidencia de que los seres humanos han inventado todas las religiones que existen en cualquier parte del mundo. (En un libro que consta de una entrevista a Skybreak, Ciencia y revolución, Skybreak también enfatiza que, aunque en ocasiones se ha utilizada la “ciencia mala” con fines muy negativos, incluso para promover el racismo, el método científico en sí proporciona los medios para refutarla: “se puede usar métodos científicos rigurosos para demostrar que todo eso fue ciencia mala”).
Es cierto que la ciencia en sí no puede poner fin a las creencias religiosas, como lo ilustra el hecho de que hay grandes cantidades de personas religiosas que se consideran a sí mismas defensores de la Ilustración y aceptan los descubrimientos y conclusiones de la ciencia (al menos hasta cierto punto), pero insisten en que existe un ámbito de existencia —que abarca a un ser o seres sobrenaturales— que se ubica más allá del alcance de la ciencia. Y es un hecho que, en general, los representantes de la clase dominante en Estados Unidos, ya sean “liberales” o “conservadores” —y el que ellos mismos crean personalmente en dios o no—, definitivamente consideran la religión como una parte crucial para mantener la “cohesión social” del país sobre una base capitalista, y trabajan para promover la religión, en particular el cristianismo, de una forma u otra. (Todos ellos son esencialmente practicantes de la afirmación que se atribuye a Napoleón: la sociedad es imposible sin desigualdad; es imposible mantener la desigualdad sin una moral que la justifique; y tal moralidad es imposible sin religión). Sin embargo (parafraseando una importante afirmación del físico Steven Weinberg), aunque la ciencia en sí no elimina las creencias religiosas, sí pone una base para que la gente deje de creer en dios y rechace la religión. Esto entra en conflicto con aquellos que creen que la religión es necesaria para una sociedad ordenada y “moral”, y tanto más en el caso de aquellos que insisten en un fundamentalismo religioso que está alocadamente desconectado de la realidad y de un enfoque racional de la realidad.
Sin embargo, si bien es cierto que, para lograr su emancipación total, las masas de personas en el mundo necesitarán en última instancia deshacerse de las creencias religiosas en general, es importante enfatizar que, en el mundo de hoy, la polarización no simplemente se reduce a aquellos que han rechazado la religión en nombre de la ilustración contra aquellos que se aferran a las creencias religiosas. Una polarización importante ahora es la que existe entre lo que justamente se puede llamar las personas decentes (entre ellas grandes cantidades de personas religiosas) que se oponen a la injusticia y, por otro lado, aquellos que están decididos a revivir y reforzar las formas tradicionales de opresión. Con respecto a todo esto, una de las cuestiones importantes es si las personas llegaran a aceptar, o a rechazar, dos cualidades distintivas: magnanimidad intelectual y generosidad del espíritu.
4Todo esto proporciona una importante base y “trasfondo” para entender lo que ocurrió en las elecciones recientes, por qué ocurrió, y cuáles son las implicaciones, ahora y para el futuro. Lo siguiente, de un artículo de Leonard Pitts Jr. del 9 de noviembre de 2020 (“The election of 2020 has ended at last, but the celebration has caveats” [Las elecciones de 2020 han terminado por fin, pero la celebración conlleva cualificaciones]), aporta algunas observaciones importantes. El resultado de estas elecciones, él escribe, “deja al desnudo todas las lustrosas pretensiones sobre quiénes somos como país, subrayando el hecho de que, en un importante sentido, ya no somos un solo país, sino dos países que comparten las mismas fronteras”. Continúa:
La última vez que eso ocurrió [con la Guerra Civil], duró cuatro años y costó 750.000 vidas para obligarnos a recuperar cierta apariencia de identidad. No obstante, las costuras de la fractura siempre eran visibles.
A diferencia de aquella ruptura, la actual no es pronunciadamente geográfica: el Sur contra el Norte. No. La actual se trata de la ciudad contra el campo, aquellos que tienen estudios universitarios contra aquellos que tienen estudios de secundaria y, de más importancia, el futuro contra el pasado. Lo que quiere decir que ayer, esta era una nación en que los blancos eran la mayoría, y mañana será una nación en que no lo son.
Aunque Pitts tiene razón en que la división de hoy es más rural contra urbana que estrictamente Sur contra Norte, es cierto que la antigua (y nueva) Confederación —y en particular los sureños blancos rurales— siguen siendo el sostén de un intento infundado y malintencionado de restaurar el pasado (en nombre de “Hacer que Estados Unidos vuelva a tener grandeza”). Como señalé en el discurso de 2017 ¡El régimen de Trump y Pence tiene que marcharse ya!:
Hay una línea directa que conecta la Confederación esclavista de los años 1860 con los fascistas de hoy, y una conexión directa entre su supremacía blanca, su franco odio y repudio tanto a la gente LGBT como también a las mujeres, su repudio abierto a la ciencia y al método científico, su cruda xenofobia tipo “Estados Unidos Ante Todo”, y su proclamada “superioridad de la civilización occidental”, y su belicoso uso del poderío militar, inclusive su declarada disposición y abiertas amenazas de que están dispuestos a usar armas nucleares para destruir países.
Al mismo tiempo, la división, y el choque, entre el pasado y el futuro, son más profundos que los cambios demográficos y la perspectiva de que la mayoría de la población estadounidense no sea blanca. Las fuerzas que luchan por el pasado tienen por objetivo revocar, completa y vengativamente, hasta las concesiones modestas que se han hecho en respuesta a la lucha contra la injusticia social y la desigualdad y opresión institucionalizada, y de imponer una forma de dictadura capitalista la que es franca y la que no restrinjan la Constitución y el estado de derecho (o la que convierta la Constitución y el estado de derecho en meros instrumentos de la tiranía fascista y sus atrocidades).
Como dije en mi Declaración del 1º de agosto, el fascismo es “una dictadura abierta y agresiva, que pisotea y pervierte el estado de derecho, se apoya en la violencia y el terror, en nombre del sistema capitalista depredador y en tanto un esfuerzo extremo por lidiar con profundas divisiones sociales y crisis agudas (tanto en el país como en el escenario mundial)”. Aunque ello quizá logre cohesionar las cosas durante un cierto tiempo, de una manera extremadamente negativa, a fin de cuentas no es posible que prospere — no puede conservar indefinidamente este sistema del capitalismo-imperialismo, y no puede conducir a ningún futuro salvo a un futuro de horrores para la humanidad, si es que de plano tendríamos un futuro. Y la supuesta “alternativa”, por ejemplo tal como se representa en el Partido Demócrata en Estados Unidos, que utiliza medios “más democráticos” para ejercer el dominio de este sistema, también continuará encarnando e imponiendo un sufrimiento terrible y completamente innecesario para las masas de la humanidad y representará una amenaza existencial a la humanidad en su conjunto, aunque no siempre por medio de la misma bestia inexorable de horrores brutos y terribles como lo es la forma fascista de dictadura capitalista.
Lo que se manifestó por medio de estas recientes elecciones —lo que de hecho se manifiesta por medio de todas las elecciones bajo este sistema— no es “la democracia” y “la voluntad del pueblo” en algún sentido abstracto sino específicamente es una selección que se hace entre diferentes representantes de este sistema del capitalismo-imperialismo, que es la única opción “realista” que se ofrece, o que se puede ofrecer, bajo este sistema. En esta situación particular, extraordinaria, esa opción —entre el dominio capitalista fascista y el dominio capitalista democrático burgués— en verdad tuvo un efecto real, al extremo que era apropiado apoyar a un lado, a los demócratas, con tal de asestar una derrota al intento de consolidar más completamente el fascismo. Pero eso no cambia el hecho de que este voto operaba bajo los términos del mismo sistema que ha producido este fascismo y que continuará creando el terreno fértil para este fascismo al mismo tiempo que continúa generando un horror tras otro para la humanidad — horrores que seguirán ocultos únicamente para aquellos que no miran, o que no mirarán. La versión “liberal” (o “tradicional”) del dominio de este sistema conlleva la imposición de la explotación y opresión a las masas de personas en Estados Unidos y por todo el mundo (incluidos los más de 150 millones de niños en el tercer mundo cruelmente superexplotados en maquiladoras y minas). Imponer todo eso, y vencer los intentos de rivales de apropiarse una mayor tajada de este saqueo y de reemplazar a Estados Unidos como la superpotencia dominante del mundo — eso es lo que quieren decir los representantes “liberales” (y de otro tipo) de este sistema cuando hablan de los “intereses nacionales” de Estados Unidos. Y en esto se basa la orientación “progresista” de permitir más “diversidad” e “inclusión” para sectores anteriormente excluidos de esta sociedad, y la promoción de ciertos aspectos de la ciencia, sobre la base de este saqueo internacional, de personas así como del medio ambiente, y especialmente para fines de dicho saqueo internacional.
5Para enfatizar una vez más el siguiente punto crucial: Hace falta reconocer la realidad fundamental de que bajo este sistema —que ha engendrado un poderoso fascismo; que es la fuente de sufrimientos horrorosos, e innecesarios, no solamente para las masas de personas en Estados Unidos sino para miles de millones de personas en todo el mundo; y que representa una creciente amenaza a la propia existencia de la humanidad, mediante sus masivos arsenales de armas nucleares así como su destrucción acelerada del medio ambiente—, no existe ningún futuro por el que vale la pena vivir para las masas de personas y en última instancia para la humanidad en su conjunto. Es verdad —es una verdad importante— que el régimen de Trump y Pence (y otros parecidos, por ejemplo el gobierno de Bolsonaro en Brasil) ha agravado mucho más la crisis ambiental — ha acelerado la aceleración, por decirlo así, de la destrucción del medio ambiente. Pero las dinámicas y los requisitos de este sistema están impulsando la crisis climática hacia el punto de no retorno, independientemente de cuál persona o régimen particular esté actuando como su representante político dominante. Con frecuencia se ha ensalzado al capitalismo por ser un sistema “dinámico”, que constantemente genera cambios. Pero éste es un “dinamismo” que se basa en la explotación para acumular ganancias de manera privada, y que es un “dinamismo” impulsado por la anarquía (y la competencia anárquica entre capitalistas), y esa misma anarquía está impeliendo las cosas rápidamente hacia un umbral existencial —más allá del cual de manera irreversible bien podría lanzar a la humanidad— si continuara dominando el mundo este sistema del capitalismo, en su manifestación imperialista globalizada.
En vista de qué tanto se ha condicionado a la base social fascista en Estados Unidos de modo que identifique, falsa y ridículamente, a los demócratas (incluso a los demócratas “centristas” como Biden) como “socialistas radicales” (o incluso como “comunistas”) y sobre esa base, que los odie visceralmente —en gran parte debido a las concesiones limitadas de los demócratas a la lucha contra la opresión racial y de género, a la necesidad de abordar la crisis climática y a cierto reconocimiento de la verdadera historia de Estados Unidos— resulta sumamente irónico que es únicamente un poderoso movimiento que tiene por objetivo un auténtico socialismo, en tanto una sociedad radicalmente nueva y emancipadora y la transición hacia el objetivo fundamental del comunismo a escala mundial, el que sería capaz de crear la base para que cantidades importantes de las personas, y en particular de los jóvenes, que han estado metidos en este fascismo, rompan con eso y se conviertan en parte de la lucha por una resolución positiva de las contradicciones que este sistema del capitalismo-imperialismo continuamente intensifica. (Como cualquier persona racional puede determinar fácilmente, el número relativamente pequeño de “socialistas democráticos” que son parte del Partido Demócrata no son de ninguna manera “socialistas radicales” —ni socialistas de ningún tipo en realidad— sino que son social-demócratas que no tienen por objetivo abolir el sistema capitalista ni reemplazarlo por un sistema socialista, sino reformas dentro del sistema capitalista las que no cambiarían, ni afectarían de manera significativa, su naturaleza básica y funcionamiento).
La verdad es que no es posible resucitar (ni crear de nuevo) un modo de vida idealizado que supuestamente existía a fines del siglo 19 y principios del siglo 20 en Estados Unidos, no puede darse ningún retorno a un idílico Estados Unidos imaginado, que se caracterizara por “valores tradicionales” y que de alguna manera premiara justamente las “virtudes” como el trabajo duro, y en que las personas ocuparan el lugar en la sociedad que merecieran (o el que dios les asignó intencionadamente) — un pasado que en realidad sólo ha existido en la mente de aquellos que anhelan una “restauración” ilusoria de esto, y que han sido condicionados de modo que odien de manera irracional a todos y todo lo que supuestamente lo ha destruido. Y no es posible resucitar la situación que existía durante varias décadas después de la Segunda Guerra Mundial en que grandes cantidades de personas (especial, pero no solamente, hombres blancos) sin una educación universitaria podrían tener empleo en industrias importantes como la automotriz y la siderúrgica con un salario que posibilitaba un “estándar de vida de clase media”. Es cierto que esto no tiene ninguna base —no debido a algunas conspiraciones por “liberales satánicos que beben la sangre de niños traficados”— sino, una vez más, debido al funcionamiento de este sistema del capitalismo-imperialismo, que ha llevado a que el mundo sea configurado como está, y a que se encamine hacia el desastre ambiental que este sistema está creando rápidamente, si no extinguiera a la humanidad primero con una guerra nuclear desatada por los poseedores poderosos de arsenales nucleares masivos.
Y que nadie quiera regresar al verdadero pasado: a un mundo caracterizado por pobreza y enfermedades en escala masiva, aún más allá de los terribles estragos que esto causa hoy, especialmente en el tercer mundo; con la horrenda destrucción y sufrimiento como consecuencia de dos guerras mundiales en el siglo 20, en las cuales decenas de millones de personas fueron masacradas, y Estados Unidos lanzó dos ataques con bombas atómicas a dos ciudades japonesas al fin de la Segunda Guerra Mundial, lo que de inmediato incineró a cientos de miles de japoneses y auguró la “edad nuclear”; con un Estados Unidos caracterizado por la segregación abierta, institucionalizada, la discriminación y el estatus de “segunda clase” para las personas de color y las mujeres, y una existencia brutalmente suprimida para la gente LGBT, y en que los negros en particular estaban sometidos a un terror continuo, caracterizado por repetidos linchamientos y otros actos depravados acompañantes. El futuro no se encontrará en el pasado (real o imaginado) sino en avanzar hacia adelante, hacia una sociedad socialista real, y al final a un mundo comunista, en que la orientación fundamental y la política práctica se desarrollen para satisfacer las necesidades materiales, intelectuales y culturales de la gente, a la vez que dé cada vez más espacio a la iniciativa individual, sobre la base de los cimientos y etos colectivos y cooperativos de la sociedad y dentro de ese marco, en que se hayan superado las centenarias relaciones económicas y sociales de explotación, desigualdad y opresión, y el bienestar de algunos ya no se apoye en la miseria de otros.
Que quede claro que la actual polarización y los problemas profundos que hay que enfrentar no se pueden solucionar tratando de “ajustar” las cosas dentro de los límites de este sistema. El ejemplo del movimiento “Ocupar” de la década pasada es otra ilustración de esto. Falló ese intento de repolarizar, en efecto, al 99 por ciento contra el 1 por ciento de los superricos, en parte importante porque las relaciones sociales (tales como las relaciones opresivas entre diferentes “razas” y géneros), y no solamente las relaciones económicas, son fuerzas materiales poderosas, y un sector muy grande de ese “99 por ciento” está decidido a conservar esas relaciones sociales desiguales y opresivas de las cuales se beneficia (o de las cuales creen firmemente que se benefician), especialmente en esta sociedad capitalista que pone a las personas unas contra otras en una competencia frecuentemente despiadada.
Solamente sobre la base de un sistema económico radicalmente diferente —un sistema económico (modo de producción) socialista, en que de manera planificada, se colectivicen, movilicen y utilicen los recursos productivos de la sociedad para satisfacer las necesidades materiales, intelectuales y culturales de la gente, sobre una base que está en continua expansión— será posible sentar una base favorable para arrancar de raíz y transformar las relaciones sociales que encarnan opresión, y modos de pensar que acompañan y refuerzan esa opresión, para ir más allá de la situación (como Lenin lo describió tan acertadamente) en que no solamente se alienta sino que se obliga a las personas a calcular, con la tacañería de un tacaño, cómo es su posición en relación a los demás.
6Todo esto indica fuertemente, una vez más, la necesidad no simplemente de “reconocer la realidad”, sino de aplicar de manera consecuente el principio de que la ciencia importa y la verdad importa, y por lo tanto, adentrarse seriamente en el análisis científico (que he esbozado aquí) del problema que enfrenta la humanidad, y la solución: hacia dónde se encamina el mundo en este momento, bajo la dominación de este sistema, y el rumbo radicalmente diferente que necesita tomar, y puede tomar. Se requiere una disposición para aplicar este mismo enfoque —de que importan la ciencia y la verdad científicamente determinada—, al comunismo y a la experiencia histórica del movimiento comunista, y en particular al nuevo comunismo que ha sido el resultado de las décadas de trabajo que he realizado. Este nuevo comunismo es una continuación, pero también representa un salto cualitativo más allá y, en algunos sentidos importantes, una ruptura con la teoría comunista tal como se había desarrollado anteriormente. A diferencia de aquellos que calumnian y condenan, o simplemente ignoran, el comunismo y la experiencia histórica del movimiento comunista, yo mismo he hecho, y he dirigido a otras personas en hacer, un estudio científico serio y extenso —investigación y análisis— de la historia del movimiento comunista y de las sociedades socialistas que éste ha creado (así como de países que se han autodenominado “socialistas” pero que de hecho no lo son, como Cuba desde 1959, Venezuela en las últimas décadas y la Unión Soviética y los países de Europa del Este, donde el capitalismo fue restaurado y ha reinado durante más de 60 años, mucho antes de que llegaran a ser países abiertamente capitalistas hace unas décadas). Este enfoque científico ha llevado a la conclusión de que con las sociedades socialistas reales que se han creado, con la dirección de los comunistas, primero en la Unión Soviética y luego en China (antes de que se restaurara el capitalismo en la primera en la década de 1950 y en la última después de la muerte de Mao en 1976), esta experiencia del socialismo ha sido principalmente —y en el caso de China abrumadoramente— positiva, mientras que secundariamente también ha habido errores importantes, en algunos casos serios, o incluso graves.
A partir de esta experiencia histórica del movimiento comunista y de una amplia gama de actividades humanas, el nuevo comunismo, como su método y enfoque definitorio, enfatiza la importancia crítica de la ciencia y la aplicación del método científico a todo — tanto a la sociedad como a la naturaleza. Rechaza firmemente todos los enfoques que representan la aplicación y la justificación de la noción ruin y extremadamente nociva de que “el fin justifica los medios”, y que la “verdad” es simplemente un “instrumento” de los objetivos deseados, en lugar de lo que realmente es: un reflejo acertado de la realidad objetiva.
Es este mismo método y enfoque el que se ha aplicado para profundizar continuamente el entendimiento de la naturaleza y el funcionamiento del sistema del capitalismo-imperialismo que en este momento sigue dominando al mundo, con terribles consecuencias e implicaciones para la humanidad y su futuro. Y este trabajo continúa como una parte importante de desarrollar el movimiento revolucionario que se necesita para finalmente abolir este sistema y hacer nacer un mundo radicalmente diferente y mucho mejor. Si bien queda mucho por hacer y muchos retos por asumir, es posible encontrar un análisis y síntesis científica de las cuestiones fundamentales relacionadas con la situación que enfrenta la humanidad y la posibilidad de la emancipación humana —tanto en formas más concentradas y populares como en obras de considerable profundidad— en discursos y escritos míos y en otros materiales que están disponibles en revcom.us. Y una visión panorámica y un plano concreto para una sociedad radicalmente diferente y emancipadora, en el camino hacia el objetivo final de un mundo comunista, se establecen en la Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte, de mi autoría.
Es un hecho que no existe en ningún otro lugar, en ningún documento de fundación o guía real o propuesto de ningún gobierno, nada que se parezca no sólo a las protecciones sino a las disposiciones para el disentimiento y la efervescencia intelectual y cultural que están encarnadas en esta Constitución, mientras que ésta tiene, en su núcleo sólido, una cimentación en la transformación socialista de la economía, con el objetivo de abolir toda explotación, y la correspondiente transformación de las relaciones sociales e instituciones políticas, para arrancar de raíz toda la opresión, y la promoción, por medio del sistema educativo y en la sociedad en su conjunto, de una orientación que “habrá de capacitar a las personas en buscar la verdad dondequiera que ésta conduzca, con un espíritu de pensamiento crítico y curiosidad científica y de esta manera aprender continuamente acerca del mundo y estar mejor capacitadas para contribuir a cambiarlo en conformidad con los intereses fundamentales de la humanidad”. Todo esto desencadenará y desatará una tremenda fuerza productiva y social de seres humanos con la capacidad e inspiración de trabajar y luchar juntos para satisfacer las necesidades fundamentales de la gente —con transformar la sociedad de manera fundamental y con apoyar y ayudar a la lucha revolucionaria por todo el mundo—, hacia el objetivo final de un mundo comunista, sin toda explotación y opresión, mientras que al mismo tiempo aborde la crisis ambiental y ecológica verdaderamente existencial, con sentido y de manera integral, lo cual es imposible hacer bajo el sistema del capitalismo-imperialismo.
Demasiadas pero demasiadas personas han rechazado esto —o, con más frecuencia, no lo han explorado o incluso se han negado a explorarlo con seriedad— debido a la ignorancia y los prejuicios que tienen su fuente fundamental en la tergiversación que propagan sin cesar los guardianes del orden actual, y que sirven a reforzar este orden altamente opresivo. En este caso, hay que decir (y se puede demostrar fácilmente) que el ataque burgués “liberal” al comunismo es, a su manera, tan ridículo y escandaloso —está en cruda violación del método científico y se opone abiertamente a los hechos reales— que el evisceramiento fascista de la verdad que los “liberales” siempre denuncian. Esto hace un gran daño a la humanidad: al negarse a aplicar un enfoque científico honesto del comunismo, de la verdadera historia del movimiento comunista y del desarrollo del nuevo comunismo, y al actuar en oposición a semejante enfoque, eso contribuye a truncar la única alternativa real a este sistema verdaderamente monstruoso del capitalismo-imperialismo — la única alternativa viable que representa los intereses fundamentales, y un futuro por el que vale la pena vivir para las masas de la humanidad y, en última instancia, para la humanidad en su conjunto.
El camino hacia un mundo mejor no es, ni será, fácil — no se puede lograr sin una lucha decidida y, sí, sin gran sacrificio. Pero continuar en el rumbo actual, bajo la dominación de este sistema del capitalismo-imperialismo, implica una continuación de los horrores que ya se están perpetrando en el mundo de hoy, los horrores mucho peores que amenazan con surgir en lo inmediato y el peligro existencial muy real que se presagia de manera cada vez más inminente.
Frente a la bestia inexorable fascista que sigue con sus amenazas y sigue cobrando fuerza, grandes cantidades de nosotros que estamos profundamente asqueados e indignados por esto, y que aspiramos a algo mucho mejor, hemos hecho y hemos asumido el llamamiento de que la ciencia y la verdad importan y tienen que ser nuestra guía. Que en este momento tengamos suficiente valor, y suficiente osadía, para aplicar esta guía de una manera sin trabas, decididos a buscar la verdad y seguir a la verdad a dondequiera que nos lleve, superando todos los obstáculos en este proceso, incluidas las ilusiones preciadas y los prejuicios arraigados que van en contra de la realidad y de la verdad científicamente establecida. Atrevámonos a actuar para hacer realidad lo que la ciencia revela como posible: un mundo y un futuro radicalmente diferente y mucho mejor para la humanidad.
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