Bob Avakian escribe que una de las tres cosas que tiene “que ocurrir para que haya un cambio duradero y concreto hacia lo mejor: Las personas tienen que reconocer toda la historia propia de Estados Unidos y su papel en el mundo hasta hoy, y las correspondientes consecuencias terribles”. (Ver "3 cosas que tienen que ocurrir para que haya un cambio duradero y concreto hacia lo mejor").
En ese sentido, y en ese espíritu, “Crimen yanqui” es una serie regular de www.revcom.us. Cada entrega se centrará en uno de los cien peores crímenes de los gobernantes de Estados Unidos, de entre un sinnúmero de sanguinarios crímenes que han cometido por todo el mundo, de la fundación de Estados Unidos a la actualidad.
La lista completa de los artículos de la serie Crimen Yanqui
EL CRIMEN:
Las fuerzas armadas de Estados Unidos y la CIA entrenaron, financiaron y encubrieron los crímenes del “Batallón 316” — un escuadrón de la muerte hondureño que llevó a cabo una campaña de tortura, asesinatos, y terror auspiciado por el estado contra el pueblo hondureño en la década de los 1980. El Batallón 316 es responsable de asechar, secuestrar y brutalmente torturar, desaparecer y matar a por lo menos 184 hondureños, entre ellos a líderes sindicalistas, estudiantes, activistas religiosos y otros que los militares consideraban enemigos políticos. A muchos otros los detenían y torturaban antes de dejarlos ir.
Según documentos desclasificados de la CIA, el Batallón 316 fue la creación del General Gustavo Álvarez Martínez, Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de Honduras. Ciertas unidades del Batallón eran responsables de torturar a los presos; y otras de las ejecuciones y la eliminación de los cadáveres. Entre los métodos de tortura del Batallón 316: la asfixia, las palizas, la privación de sueño, electrochoques a los gentiles, la violación, y la amenaza de violar a familiares. A un hombre le arrancaron los testículos con una piola antes matarlo.
“En sus interrogaciones, el Batallón 316 usaba aparatos de choques eléctricos y de asfixia”, informó el Baltimore Sun en una serie de artículos basada en documentos anteriormente clasificados y entrevistas con sobrevivientes de la tortura, un ex miembro del Batallón 316, y participantes de Estados Unidos y Honduras. “A los presos por lo general les mantenían desnudos, y cuando ya no les necesitaban los mataban y enterraban en fosas escondidas”.
En 1981 el DNI, la policía secreta hondureña, secuestró, torturó con saña y luego lanzó vivos de helicópteros a un grupo de salvadoreños en Honduras, entre ellos 30 monjas y mujeres de fe.
LOS CRIMINALES:
Ronald Reagan: Bajo Reagan, Honduras se convirtió en la importante base regional de las operaciones contrainsurgentes de Estados Unidos en Centro América y América Latina en general. La administración de Reagan apoyó y monitoreó (y al mismo tiempo “ignoró” y negó en público que ocurrieran) los crímenes de los militares hondureños bajo el mando del general Álvarez Martínez, entre ellos el Batallón 316. Entre 1980 y 1985, la ayuda que Estados Unidos les dio a Honduras aumentó de $45 millones a $291 millones, y los máximos líderes militares estaban a sueldo de los yanquis.
El ejército de Estados Unidos y la CIA: La CIA jugó el papel principal en la creación, la capacitación y la supervisión del escuadrón de la muerte el Batallón 316. El General Álvarez y por lo menos 19 otros miembros del Batallón 316 egresaron de la Escuela de las Américas. (Vea “Caso # 91: La Escuela de las Américas — Campo de entrenamiento para asesinos en masa y torturadores, 1946 al presente”). En agosto de 1980, la CIA llevó a 25 oficiales del ejército hondureño por seis meses a un lugar en el sudoeste de Estados Unidos para que la CIA y el FBI los entrenaran en métodos de espionaje e interrogatorio, incluida las técnicas de tortura. El ejército de Estados Unidos y la CIA entrenaron a miembros del Batallón 316 en Honduras y en Estados Unidos, y pagaron a torturadores argentinos para que proveyeran capacitación. Agentes de la CIA visitaron a una de las cámaras de tortura del batallón y observaron torturas.
“Documentos recién desclasificados y otras fuentes indican que la CIA y la embajada de Estados Unidos sabían de varios crímenes, los que incluían asesinatos y torturas, cometidos por el Batallón 316, sin dejar de colaborar estrechamente con sus líderes”, reportó el Baltimore Sun.
El Departamento de Estado, y John Negroponte, embajador yanqui en Honduras de 1981 a 1985: En un país de sólo 3 millones de habitantes, Honduras tenía la segunda embajada más grande de América Latina, y la más grande estación de la CIA en el mundo. Negroponte se reunía con frecuencia con el general Álvarez. A pesar de cada vez más denuncias públicas sobre las atrocidades que cometían los escuadrones de la muerte en Honduras, Negroponte jamás se informó de esto al Departamento de Estado; en vez, ayudó a encubrirlas.
En 1982, en una carta al Economist de Londres, respondiendo a las denuncias de las actividades de los escuadrones de la muerte, Negroponte negó tajantemente que esas cosas estuvieran sucediendo: “… es simplemente incierto decir que los escuadrones de la muerte han aparecido en Honduras”. Más tarde, cuando las autoridades judiciales hondureñas insistieron que Negroponte compareciera para dar testimonio, Estados Unidos invocó el derecho de inmunidad diplomática para protegerlo. (New York Times, 21 de octubre de 1995)
Lo anterior se aseguró que los crímenes de los militares hondureños persistieran sin cesar, y que no se interrumpieran el apoyo y los fondos.
Negroponte también jugó un papel importante en la conversión de Honduras en una base de operaciones de la CIA en sus operaciones contrarrevolucionarias (las “contras”) en otros países centroamericanos. En los años 1980, las contras llevaron a cabo una campaña de terror que dejó muertos a 30,000 nicaragüenses. La campaña se proponía tumbar del poder al nuevo gobierno sandinista que había derrotado al títere yanqui Somoza en 1979. El New York Times informó que Negroponte trabajó estrechamente con William Casey, el director de la CIA, “en la ofensiva anticomunista en Centro América de la administración Reagan. En 1983, contribuyó a preparar un ‘fallo presidencial’ que autorizó el apoyo a las contras, la forma de designar a los rebeldes nicaraguenses, y se reunía frecuentemente con los oficiales militares hondureños para ganar y mantener su apoyo a las operaciones clandestinas”.
General Gustavo Álvarez Martínez, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Honduras: El general Álvarez creó el Batallón 316 y lo dirigió sus operaciones personalmente. Le dijo al embajador yanqui que iba a usar el “método argentino” de eliminar subversivos, refiriéndose a la “guerra sucia” de Argentina contra el movimiento guerrillero que dejó 30.000 muertos a finales de 1970, entre ellos estudiantes, líderes laborales y otros, además de los insurgentes.
LA COARTADA: Negroponte, el Departamento de Estado y la administración de Reagan alegaron que Honduras enfrentaba amenazas de seguridad nacional a su democracia y su futuro, y que no le quedaba ninguna alternativa que la de librar una campaña de contrainsurgencia para defender al país de “terroristas pro soviéticos”.
En 1983, la administración de Reagan le premió al general Álvarez con la medalla la Legión de Mérito por “fomentar el éxito de la democracia en Honduras”.
EL VERDADERO MOTIVO: A lo largo del siglo 20, Estados Unidos esclavizó a los pueblos de Centro América en plantaciones y maquiladoras. El dominio y la explotación por Estados Unidos de lo que considera su “patio trasero”, o sea México, Centro y Sud América, fue esencial para el funcionamiento del capitalismo estadounidense y su poderío mundial y su competencia con potencias opresoras rivales. Sin embargo, con la victoria de los sandinistas en 1979, y la creciente insurgencia contra los gobiernos títeres en Guatemala y El Salvador, Estados Unidos veía la creciente influencia en su patio trasero de la Unión Soviética, para entonces una potencia social-imperialista.
La administración de Reagan llegó al poder determinada a parar esa ofensiva y revocar esos avances. Por tanto convirtió a Honduras en un cuartel y base de operaciones para las sanguinarias operaciones contrainsurgentes encubiertas por toda la región — contra los sandinistas en Nicaragua, el FMLN en El Salvador, y la guerrilla en Guatemala, mediante la guerra genocida que libraba el carnicero y títere asesino de Reagan, Ríos Montt. (Ver Caso # 95: El carnicero de Reagan comete el genocidio en Guatemala). El Batallón 316 jugó un papel indispensable para asegurarse de que el gobierno de Honduras permaneciera en el poder, y le ayudó al gobierno a cometer esas atrocidades.
LOS REINCIDENTES: En el 2009, ex miembros del Batallón 316 jugarían un papel importante en el golpe de estado en Honduras, que Estados Unidos y la entonces secretaria de Estado, Hillary Clinton, respaldaron.
Fuentes:
“Honduras: The Facts Speak for Themselves—Preliminary Report of the National Commissioner for the Protection of Human Rights in Honduras,” Human Rights Watch, julio de 1994.
“When a wave of torture and murder staggered a small U.S. ally, truth was a casualty,” Gary Cohn y Ginger Thompson, Baltimore Sun, 11 de junio de 1995.