Es importante reflexionar sobre cómo sabemos si algo es verdadero o falso. ¿Cuáles son los métodos y enfoques que permiten acercarse a la verdad y distinguirla de la falsedad? Sin entender esos métodos y enfoques es fácil caer en el error de aceptar cualquier mentira o falsedad, especialmente si la presentan con convicción personas que tienen posiciones de poder e influencia (gobiernos, autoridades religiosas, personalidades de TV, etc.).
Es bueno ser críticos y cuestionarlo todo. Pero también es importante reconocer cuando una verdad se ha establecido claramente. Si los seres humanos pensáramos siempre que “no hay nada seguro”, ¿cómo podríamos vivir o hacer algo? ¿Nos paramos frente a un carro porque “nunca se sabe con seguridad” si nos va a atropellar? ¿No ponemos el despertador porque “nunca se sabe con seguridad” si sonará, o si en realidad existe, o si nosotros existimos y vale la pena que nos levantemos? Estos ejemplos parecen tontos, pero demuestran que hasta para funcionar de día en día necesitamos un método y un enfoque que nos ayude a establecer si una cosa es verdadera o falsa.
Desde luego nunca sabremos la verdad absoluta (en el sentido de que nunca sabremos todo lo que se puede saber de todo), pero tenemos métodos para llegar al punto en que podemos decir con un alto grado de seguridad que algo es verdadero, es decir, que concuerda con un aspecto de la realidad material.
Repito que es bueno e importante cuestionarlo todo, pero también es bueno e importante reconocer que no todo está siempre en el aire: a veces sabemos lo suficiente sobre un aspecto para aceptarlo como verdad, dejar de darles vueltas y seguir adelante. Esa es la situación con la teoría de la evolución.
Sin embargo, en este país mucha gente todavía no sabe que tenemos ese grado de seguridad y certeza sobre la evolución. Los creacionistas, con sus ataques a la evolución y a la ciencia, han sembrado mucha confusión sobre esto desde fines del siglo 19; y, por lo general, dichos ataques son más fuertes y agresivos en épocas de torbellino social, cuando se cuestiona y debate la dirección general de la sociedad. En tales momentos, especialmente, los reaccionarios se resisten a toda forma de progreso social y exhortan a “volver a los valores y tradiciones”. Este momento no es una excepción.
Los creacionistas han librado campañas tan agresivas contra la evolución y la ciencia en los últimos años que a las universidades les preocupa el creciente analfabetismo científico en todo el país: cada año llegan más y más estudiantes creyendo que “la comunidad científica está dividida sobre la evolución” y que la “evolución es una teoría sin verificar”. Repito una vez más: esas dos nociones son completamente falsas. La comunidad científica (en Estados Unidos y en el mundo, y en todos los campos de la ciencia) no está “dividida” sobre los principios básicos de la evolución. Hay un consenso abrumador de que a) la vida definitivamente ha evolucionado y b) los mecanismos de la evolución (pasada y presente), como la selección natural, se conocen bastante a fondo hoy.
La “teoría de la evolución”: Lo que es una teoría científica
Lo de que la “evolución es una teoría sin verificar” también es falso. Como he señalado a lo largo de esta serie, hay una cantidad increíble de evidencia acumulada, que se refuerza mutuamente, a favor de la evolución; el consenso científico general es que la teoría de la evolución es una de las teorías mejor probadas y documentadas de la ciencia.
Pero uno de los métodos favoritos de los creacionistas es sembrar confusión con juegos de palabras. En el idioma diario, “teoría” quiere decir “una idea que no se ha comprobado”. Atizando la ignorancia, los creacionistas esperan que cuando oigamos decir “teoría de la evolución” pensemos que es algo sin comprobar. Pero en los círculos científicos “teoría” tiene un significado muy distinto: una “teoría científica” es un conjunto complejo de leyes o principios que relacionan diferentes ideas y propuestas que explican (desde distintos ángulos) los principios y mecanismos básicos de un proceso natural, como el origen, cambio y desarrollo de una parte de la realidad material. Por ejemplo, los científicos hablan de la “teoría de la gravedad” o de la “teoría de Copérnico” (del movimiento de la Tierra y los otros planetas alrededor del Sol), pero eso no quiere decir que se “imaginan” que los objetos caen hacia el suelo debido a la fuerza de gravedad ni que “suponen” que la Tierra gira alrededor del Sol y no al revés. La teoría de la gravedad y la teoría de Copérnico actualmente están bien documentadas y cuentan con sólida evidencia científica, y lo mismo se puede decir de la teoría de la evolución.
Por otra parte, las teorías científicas pasan por un proceso de desarrollo y profundización a medida que el conocimiento humano crece y explica cosas que antes no se entendían. Con el avance del conocimiento es inevitable que se compruebe que algunas ideas son incorrectas y se descarten. La ciencia avanza cuestionando y examinando críticamente nociones científicas establecidas. Siempre habrá más que aprender y descubrir sobre todo. Pero eso no significa que no podamos decir en un momento dado que algo es verdadero. Los que dicen que “nunca se sabe” caen en un método incorrecto llamado relativismo filosófico. (Por otro lado, como el conocimiento humano nunca es completo y perfecto, y siempre se está desarrollando, los que creen que poseen la “verdad absoluta” sobre todo, o todo lo importante, caen en el método incorrecto llamado dogmatismo, que es el “reverso” del relativismo). Cuando decimos que algo es “verdad”, significa que hay suficiente evidencia concreta convincente (preferiblemente de varias fuentes y direcciones, que se refuerzan mutuamente) de que nuestro conocimiento de un fenómeno concuerda rigurosamente con ese aspecto de la realidad objetiva, es decir, del mundo material (que abarca todo el mundo natural y la organización social humana).
Probar que una teoría científica (ya sea del mundo natural o de la sociedad humana) es “verdad” no ocurre de la noche a la mañana. Para decir con confianza que una gran idea o un conjunto de ideas es “verdad”, tiene que pasar por el crisol científico: hay que hurgarlas, criticarlas, cuestionarlas y ponerlas a prueba una y otra vez desde muchísimas direcciones. Una buena teoría científica hace una serie de predicciones que se deben cumplir en el mundo real si la teoría es verdad; también hace predicciones que no se deben cumplir si la teoría es verdad. Esto se llama el principio de “falsabilidad científica”: por definición, para decir que una teoría científica es verdadera, tiene que haber hechos que la puedan refutar (que si se descubren demostrarían que la teoría es falsa). La teoría de la evolución se puede refutar si, por ejemplo, se encontraran huellas fosilizadas de dinosaurios y de seres humanos en las mismas capas de rocas, porque eso significaría que los dinosaurios y los seres humanos vivieron al mismo tiempo, y contradiría completamente todo lo que sabemos sobre la secuencia de evolución de distintas especies. Los biólogos pueden dar muchos ejemplos de cosas que (si se descubrieran) echarían por tierra la teoría de la evolución. Mejor dicho, como toda buena teoría científica, la teoría de la evolución cumple el principio de falseabilidad; pero, en la práctica, la ciencia nunca ha encontrado nada (ni una sola cosa) que la refute. Por el contrario, sí ha encontrado muchas, muchas cosas que la respaldan.
La teoría de la creación divina es una creencia religiosa, no una teoría científica. Una prueba es que, por naturaleza y definición, es imposible de refutar. Los creacionistas jamás dan ejemplos de descubrimientos científicos que aceptarían como prueba de que la teoría de la creación divina es incorrecta. Para ellos es cuestión de fe religiosa absoluta. Pero si uno dice que es imposible que se descubra información que pruebe que su teoría es incorrecta, por definición no está siguiendo los principios de la ciencia y su teoría no tiene nada que ver con la ciencia.
Por el contrario, repito, la teoría de la evolución ha respetado el principio de falseabilidad desde sus orígenes. Pero toda la evidencia científica que se ha acumulado en el siglo y medio desde que Darwin la propuso la ha apoyado, y nada la ha refutado. Por esto, más que nada, es que existe un consenso científico tan amplio y sólido sobre la teoría de la evolución.
RECONOCER, EXIGIR Y LUCHAR POR LA VERDAD CIENTÍFICA
En las entregas anteriores de esta serie hemos demostrado, desde distintos ángulos, que la evolución es una verdad científica bien establecida que la grandísima mayoría de los científicos del mundo apoya y aplica. Pero la verdad no prevalece siempre, especialmente cuando los grupos que propagan ideas incorrectas tienen a su disposición la maquinaria del estado para regarlas e imponerlas. Esto no lo reconocemos en toda su magnitud. Por ejemplo, en Estados Unidos gente que entiende que la evolución es un hecho comprobado cree que es una pérdida de tiempo preocuparse por los creacionistas porque, a fin de cuentas, no van a cambiar el hecho de que la evolución es verdad. Piensan que en un país como este la sociedad “nunca regresará a la época en que la mayoría no sabía que la vida evolucionó por procesos naturales”, ¿así que para qué perder el tiempo refutando los disparates creacionistas? Pero en mi opinión es un serio error dormirnos sobre nuestros laureles en estos aspectos de las “guerras culturales” de Estados Unidos. He oído el mismo razonamiento sobre el movimiento contra el aborto: “No te preocupes, esos tipos son unos chiflados; las mujeres de este país jamás regresarán a los días en que el aborto era ilegal y en que no tenían el derecho de decidir si tener un hijo o cuándo”. ¿No? Pues miren bien; paso a paso los fundamentalistas han logrado erosionar el derecho de la mujer a controlar su propia reproducción y en algunas partes del país (especialmente en las zonas rurales) es prácticamente imposible hacerse un aborto. Con respecto a la evolución, la misma cáfila de reaccionarios fundamentalistas ha logrado confundir a mucha gente, meterse en juntas escolares y hacer que los libros de ciencias de secundaria adviertan que la evolución es una “teoría sin comprobar (¡no es cierto!) muy polémica”. Así que no es difícil imaginar que sigan avanzando, especialmente cuando su programa político de ultraderecha predomina en los más altos niveles del gobierno.
Además, hay una fuerte base material para que mucha gente esté confundida y desorientada en esto. En Estados Unidos y en el mundo entero, muchísima gente no ha estudiado los puntos más básicos de la evolución (¡ni ha oído hablar de ella!): la mayoría cree en algún mito o superstición sobre el surgimiento de las plantas y los animales. Además, el movimiento fundamentalista cristiano (que a la fecha está centrado principalmente en Estados Unidos y Australia, pero que seguramente se ampliará) es un movimiento bien financiado y organizado que recibe fuerte apoyo financiero e ideológico de organizaciones políticas conservadoras y reaccionarias. Los movimientos evangélicos y fundamentalistas de Estados Unidos están firmemente aliados con la derecha política y las tendencias fascistas (recordemos el caso de la enmienda Santorum). Gracias a ese apoyo, los creacionistas tienen la puerta abierta en la prensa grande, que presenta sin cuestionar sus puntos de vista y sus opiniones, como si fueran noticias objetivas. Además, ellos mismos tienen o controlan montones de medios de difusión: sus programas de radio y TV, libros, panfletos, exhibiciones de museo, websites de apariencia muy profesional (busquen la palabra “Creationism” o vayan al website del Institute for Creation Research o el Discovery Institute) llegan (y confunden) a millones de personas. Tienen dinero y recursos para mandar conferencistas a dar pláticas a juntas escolares, grupos de padres de familia, universidades, tribunales, el Congreso y otros organismos del gobierno. Y, como señalamos, tienen fuertes lazos con los más altos niveles de la clase dominante.
¿Puede una campaña propagandística bien organizada y financiada “anular” la verdad de la evolución? Por supuesto que no, pero sí puede hacer mucho daño al enseñarle a millones (especialmente a los jóvenes y sin experiencia) a creer fanáticamente ideas completamente falsas y a rechazar la evolución y la ciencia en general como método para conocer y transformar el mundo.
Obviamente, el gobierno, los militares y las corporaciones tienen que aplicar la ciencia para cumplir sus objetivos (para librar guerras o descubrir nuevos productos farmacéuticos), así que no van a tirar la ciencia por la ventana. Seguirán dejando que un sector aprenda principios y métodos científicos pues de otra forma no podrán seguir funcionando ni dominando el mundo. ¡Pero eso no quiere decir que todos tienen que saber ciencias!
Asimismo, a los reaccionarios les resulta útil presentar como “ciencia” cosas completamente falsas, como las teorías “científicas” de inferioridad racial o de la mujer (que no tienen absolutamente ninguna evidencia científica) para justificar la horrorosa esclavitud de los africanos, el exterminio nazi de los judíos, la coerción de la mujer y demás. Así que el hecho de que una idea sea falsa (y que muchos lo sepan) no quiere decir que no sirva para fines reaccionarios<$FUn claro ejemplo de esto es lo que ha pasado en los últimos años con las ideas y teorías científicas sobre la organización de la sociedad. Hace unas pocas décadas en muchos círculos progresistas era una “verdad” establecida que las alternativas al capitalismo eran deseables, posibles y realizables, que los ideales socialistas y comunistas concordaban objetivamente con los intereses generales de la humanidad aunque no todos lo vieran todavía, y que se habían dado los primeros pasos para llevar a la práctica esos ideales (por ejemplo, en las primeras etapas de la revolución de Rusia y de China, antes de que los capitalistas tumbaran la dirección revolucionaria). Esas verdades sociales se derivaban de una montaña de evidencia científica concreta (sobre toda la historia social humana, lo que sucede en distintas formas de organización social humana, la base material del cambio fundamental, etc.). La posibilidad y el beneficio de la revolución para forjar un futuro socialista y con el tiempo un futuro comunista radicalmente diferente se respiraba en el ambiente, y se fundamentaba en la realidad material. Pero en unas pocas docenas de años, debido primero que todo a la pérdida del poder estatal de los revolucionarios en China (a quienes reemplazaron contrarrevolucionarios) tras el mismo proceso en la Unión Soviética, y también debido a una campaña de propaganda reaccionaria para desprestigiar el concepto de la revolución socialista, ahora mucha gente progresista (especialmente en Estados Unidos) cree que el “socialismo era una buena idea pero no funcionó”. Dicen que es un “experimento fracasado” y punto, aunque hay abundante evidencia concreta de los enormes avances sociales que se realizaron, y del hecho de que esas revoluciones “fracasaron” en gran parte debido a las reservas del imperialismo y a las clases antagónicas que persisten en la sociedad socialista, y no debido a problemas intrínsecos del proyecto socialista. Hoy muchos dicen que “han oído” que “Mao Tsetung fue un dictador brutal que mató gratuitamente a millones y millones, y que transformó la sociedad en una pesadilla totalitaria”; ¿pero cuántos han investigado tales afirmaciones para ver si son verdad o no? De hecho, una investigación científica seria y sin prejuicios de lo que pasó en China demuestra que esas afirmaciones son invenciones y que ponen la realidad patas arriba. Pero eso no impide que se repitan y que las asuman ciegamente incluso personas educadas y críticas que no deberían tragarse tal propaganda.>.
En resumen, no subestimemos el daño que puede hacer la presentación de ideas falsas, especialmente cuando se dice que son “científicas”. Cuando los creacionistas presentan sus creencias religiosas como “ciencia” buscan varias cosas: hacerlas más aceptables a un público educado; meterlas en las escuelas públicas a pesar de que la Constitución dicta que no se enseñe religión en las escuelas; y también minar toda la ciencia, el método científico y la orientación de estudiar el mundo (y cambiarlo) por medio de un proceso de observación sistemática y de interacción con la realidad material.
Si el ataque frontal de los creacionistas triunfara, haría retroceder siglos la ciencia y nos limitaría a conocer y transformar el mundo (o aceptarlo pasivamente) por medio de la superstición y la fe en seres sobrenaturales.
¿Qué puede uno hacer, especialmente si no es un científico profesional, para entender mejor los errores y falsedades de la propaganda creacionista? El recuadro “Puntos para reconocer las mentiras y tergiversaciones de los creacionistas” da sugerencias y fuentes de información.
Pedidos del libro en inglés de Insight Press:
La ciencia de la evolución
y el mito del creacionismo —
Saber qué es real y por qué importa
de Ardea Skybreak
“[Este libro será] de enorme beneficio para mucha gente...”
– Richard Leakey