Bob Avakian escribe que una de las tres cosas que tiene “que ocurrir para que haya un cambio duradero y concreto hacia lo mejor: Las personas tienen que reconocer toda la historia propia de Estados Unidos y su papel en el mundo hasta hoy, y las correspondientes consecuencias terribles”. (Ver "3 cosas que tienen que ocurrir para que haya un cambio duradero y concreto hacia lo mejor").
En ese sentido, y en ese espíritu, “Crimen yanqui” es una serie regular de www.revcom.us. Cada entrega se centrará en uno de los cien peores crímenes de los gobernantes de Estados Unidos, de entre un sinnúmero de sanguinarios crímenes que han cometido por todo el mundo, de la fundación de Estados Unidos a la actualidad.
La lista completa de los artículos de la serie Crimen Yanqui
EL CRIMEN
La guerra genocida de Estados Unidos contra Vietnam en los años 1960 y 1970 resultó en que al menos dos a tres millones de vietnamitas murieran y es posible que sean hasta cuatro millones. Un aspecto horroroso, pero poco conocido, de este crimen monumental contra la humanidad es que las fuerzas armadas yanquis participaron en la creación de una enorme “economía de prostíbulos” en Vietnam, Tailandia y Filipinas. En vez de liberar a los vietnamitas, se estima que Estados Unidos subyugó a medio millón de mujeres bajo la dominación sexual.
Entre 1965 y 1975, las fuerzas armadas de Estados Unidos descargaron aproximadamente 7 billones de kilogramos de bombas sobre Vietnam, Laos y Camboya, además de rociar 88 miles de kilolitros de herbicidas tóxicas a lo largo de esas tierras. Encyclopedia.com informa: “La destrucción generalizada de granjas y aldeas en el campo sudvietnamita transformó a enormes cantidades de campesinos en refugiados sin hogar. Muchos de ellos huyeron a las ciudades donde se ganaban la vida como pudieran, incluso mediante actividades ilícitas. La pobreza y la angustia de los años de la guerra —junto con la influencia de los yanquis— condujeron a importantes cambios para las familias, la cultura y la sociedad de los vietnamitas”. Incluso un periodista estadounidense común quien pensaba que Estados Unidos fue “motivado por las intenciones más excelsas”, admitió en su libro Vietnam: A History [Vietnam: Una historia] que la guerra de Estados Unidos contra Vietnam “definitivamente hizo trizas el tejido social de Vietnam del Sur”.
Para muchos soldados yanquis la ciudad de Saigón era conocida como un prostíbulo. Una vez al mes, a muchos militares les daban un par de días para descansar y recuperarse, o como decían unos soldados: “intoxicación y coito”. “De hecho, no recuerdo a nadie en mi unidad que tenía el menor interés en la cultura o la historia de Vietnam. Cuando nos daban un descanso del combate por unos cinco días —por ejemplo, íbamos a Hong Kong, Tailandia, Okinawa, Japón o Filipinas—, a la mayoría de nosotros nos interesábamos en una sola cosa: emborracharnos y coger”, Lloyd Lofthouse, un infante de la marina estadounidense y ex combatiente de la guerra de Vietnam, al recordar su tiempo en Vietnam.
Para la mentalidad neocolonial y racista, de que las mujeres asiáticas eran “exóticas” y naturalmente “sumisas” ante la superioridad occidental, los soldados mantenían con empleos a las cantineras, masajistas y esclavas sexuales del este de Asia. Según Nanette J Davis, en su libro Prostitution: An International Handbook on Trends, Problems and Policies (Prostitución: Un manual internacional sobre tendencias, problemas y políticas), durante los 10 años de la guerra, se calcula que 500.000 prostitutas vietnamitas estaban al servicio de los soldados yanquis, o sea aproximadamente una prostituta por cada soldado yanqui en el apogeo de la cruel guerra y ocupación de Estados Unidos. En una columna de opinión en el New York Times, “How Not to Win ‘Hearts and Minds’’ (Como no ‘ganarse corazones y mentes’”), George C. Herring, profesor emérito de historia y autor de America’s Longest War: The United States and Vietnam, 1950-1975 (La guerra estadounidense más larga: Estados Unidos y Vietnam, 1950-1975), dice que la “cantidad de hogares de mala reputación aumentaba en proporción con la llegada de decenas de miles de soldados estadounidenses a Saigón”. Herring menciona que esa situación hizo que el senador J. William Fulbright, a la vez que criticaba a la política exterior de Estados Unidos, la criticara, afirmando: “tanto literal como figurativamente Saigón se ha convertido en un prostíbulo de Estados Unidos”, a lo cual agregó citados informes de “vietnamitas que ponen a sus esposas e hijas a trabajar de cantineras” o “traficar con ellas como amantes de los soldados estadounidenses”.
No eran fuera de lo ordinario los casos en los cuales la familia entera de una mujer o muchacha estuviera involucrada en la venta de su cuerpo. Con señuelos, embaucaban a las mujeres y niñas para que se dedicaran a la prostitución como un medio de sobrevivir. Muchas, quizás una mayoría, de las prostitutas que el personal militar yanqui empleó durante la guerra de Vietnam y después en el sudeste de Asia, eran menores de edad. Las cantineras se endeudaban con los dueños de las cantinas que con frecuencia eran violentos, y así las mantenían esclavizadas. Como ha señalado Madi Gilkes en Trouble and Strife (Líos y conflictos), los estadounidenses reclutaban a otras mujeres para que atendieran a las bases del Ejército de Estados Unidos. A diario transportaban mujeres a las bases militares para ganar sus ingresos mensuales según el número de soldados con quienes tenían sexo y el número de horas que trabajaban.
Taina Bien-Aime, directora ejecutiva de Equality Now [Igualdad Ahora], dijo que la conversión de Tailandia en un lugar para el turismo de sexo fue aprobada y sancionada por Robert McNamara. Éste, secretario de Defensa del presidente Lyndon B. Johnson, estaba a cargo de la enorme movilización de soldados y las escaladas de bombardeos durante la guerra de Vietnam. En 1967, el gobierno de Tailandia y el secretario de Defensa McNamara se suscribieron un pacto bajo el cual Tailandia aceptó proveer las amenidades de descanso y recuperación para los soldados yanquis y a cambio recibiría beneficios para el desarrollo económico de Tailandia. El gobierno de Estados Unidos, atrincherado en la guerra de Vietnam, firmó este pacto con el gobierno de Tailandia, lo que permitió que soldados yanquis pudieran ir a Tailandia para sus descansos, lo cual le dio a la industria del turismo sexual su bendición oficial, y así amaneció una nueva era. A menos de una década después, en Tailandia había más de 20.000 prostíbulos y otros establecimientos del comercio sexual; y la alabada mitología de las muchachas sexis, jóvenes, sumisas que esperaban a los turistas adinerados en el caluroso sudeste de Asia empezó a recorrer el mundo.
Richard Marcinko, un jubilado comandante de la unidad Seal de la armada y ex combatiente de Vietnam, cuenta en su autobiografía Rogue Warrior: “Mi vida social estaba tan agitada como mi actividad profesional. Abundaban las mujeres. Había las LBFM locales —Pequeñas Máquinas Morenas Cogelonas— que mi criado, Sothan, me traía sin cesar”. LBFM es el término que los soldados yanquis usaban para describir a las mujeres vietnamitas durante la guerra, y que después usaron para describir a las mujeres filipinas e indígenas. Las mujeres, tachadas “patriotas gana-dólares” por algunas personas, y los hijos nacidos producto de la prostitución con frecuencia estaban tan fuertemente repudiadas por sus familias y las comunidades que las muchachas nacidas producto de la prostitución y dejadas atrás por sus padres que fueron soldados yanquis a menudo recurrían al trabajo sexual como única alternativa que les quedaba.
Una importante fuente del crecimiento de la economía de Tailandia durante la guerra imperialista yanqui fue la cosificación del cuerpo de las mujeres. No solo deshumanizó y brutalizó a las mujeres, sino que contribuyó a configurar el desarrollo de Tailandia como destino y meca del turismo sexual. Cuando empezaron a cerrar las bases yanquis en Filipinas y Tailandia, esos países reorientaron su atención para atraer a turistas extranjeros. En su artículo, “Thai Sins” (Pecados tailandeses), publicado en 1967 en la revista Far Eastern Economic Review, Frances L. Starner informó que aproximadamente 250.000 turistas extranjeros visitaron Tailandia en 1965. En 1967, el turismo era la sexta fuente más grande de divisas extranjeras en Tailandia — y para mediados de los años 1990 era la mayor fuente.1
En su libro Disposable People (Gente desechable), Kevin Bales, al escribir sobre los prostíbulos de Tailandia dice que para 1996 el país recibía a más de siete millones de turistas al año, de los cuales un 66% eran hombres no acompañados. Más recientemente, National Public Radio informó que el valor total de la industria del sexo en Tailandia es de 6.4 mil millones de dólares, el equivalente de un tres por ciento del presupuesto nacional total. El Centro Nacional para Datos Biológico de la Universidad Mahidol de Tailandia calcula que aproximadamente 36.000 de entre 150.000 y 200.000 prostitutas en el país son menores de edad.
LOS CRIMINALES
El gobierno y las fuerzas armadas del imperialismo estadounidense, desde los altos mandos hacia los soldados rasos, todos desempeñaron un papel. Del establecimiento de prostíbulos en las bases militares a su promoción de su uso por los oficiales entre los soldados rasos y proporcionarles condones, con resultado el comercio sexual legal e ilícito prosperó en el sudeste de Asia.
Los gobiernos títeres pro Estados Unidos de Vietnam del Sur, Tailandia y Filipinas también fueron responsables de esas atrocidades cometidas contra las mujeres.
LA COARTADA
La milenaria coartada de que “los hombres seguirán siendo hombres” se oye por todos lados, así como: “había leyes contra la prostitución, así que lo que pasó no es nuestra culpa o no era posible detenerlo”. Alguna gente decía que las mujeres y las familias lo hacían “de manera voluntaria”; otra gente alegaba que simplemente “estaban ayudando a estas muchachas pobres con unos cuantos dólares”.
El 25 de enero de 1972, el New York Times publicó un artículo “U.S. Now Admitting Prostitutes To Some of Its Vietnam Bases” [Estados Unidos ahora admite la entrada de prostitutas a unas de sus bases en Vietnam], que decía que aunque hay inquietudes sobre el contrabando de narcóticos en las bases, “muchos dijeron que apoyaban la práctica para poder mantener paz dentro de las crecientes filas de estadounidenses descontentos que aún se quedaban en Vietnam”.
Esta peligrosa manera de pensar continuó mucho en los años después de haber terminado la guerra. Uno de los casos más sonados con respecto a esto fue cuando en 1995, tres soldados yanquis se declararon culpables de haber alquilado un van, y secuestrado y violado a una muchacha de 12 años de edad en Okinawa, Japón. Cuando se le preguntó a un almirante de la armada estadounidense Richard C. Macke, sobre el incidente, éste contestó: “He dicho varias veces, a mi parecer fue algo totalmente estúpido. Por lo que pagaron para alquilar el vehículo, pudieron haber tenido a la muchacha”.
EL VERDADERO MOTIVO
El establecimiento de prostíbulos militares, la educación sexual y la contratación de prostitutas para el personal militar yanqui fueron maneras con las cuales las fuerzas armadas y el gobierno de Estados Unidos “mantenía alta la moral” para poder seguir cometiendo atrocidades contra el pueblo vietnamita. Un artículo en la revista Time publicado en 1966 titulado “Disneyland East”, explica que el prostíbulo en An Khe, un complejo de 10 hectáreas apodado “Disneylandia” por los soldados, era de propietarios vietnamitas, pero los policías militares yanquis “patrullaban el complejo y revisaban las licencias de los soldados que entraban”.
Matanzas en masa en la selva durante el día, Disneylandia sexual de la noche. El secreto abierto de que las mujeres y sus cuerpos eran considerados “el botín” de la guerra impulsó el reclutamiento para las fuerzas armadas yanquis. Piensen en lo que eso nos enseña sobre las opresivas relaciones sociales que ese ejército encarna e impone.
Una parte de la información de este artículo proviene de “The U.S. Military and the Growth of Prostitution in Southeast Asia” (Las fuerzas armadas de Estados Unidos y el crecimiento de la prostitución en el sureste de Asia), de Preston Jones, miembro de la junta consultiva, ECPAT-USA, una organización sobre políticas en contra del tráfico de seres humanos.
1. El tráfico y la prostitución relacionados con las fuerzas armadas de Estados Unidos también se extendió a las Filipinas, donde había una enorme presencia militar de Estados Unidos, lo que continuó a lo largo de la década de los 1990, especialmente en torno a las grandes bases aéreas y navales de Estados Unidos como Clark y Subic Bay. [volver]