Si los sheriffs de Los Ángeles no te matan al inmediato, aún tienes muchas posibilidades de caer en sus garras porque ellos dirigen el sistema carcelario del condado de Los Ángeles. En las cárceles, las pandillas policiales neonazi, sádicos y supremacistas blancos que proliferan en todo el Departamento del Sheriff de Los Ángeles (LASD) ejercen un poder aún más aterrador. A continuación, presentamos unos pocos ejemplos:
Imponen la supremacía blanca
En 1989, Clydell Crawford, un negro de 21 años, fue detenido en el Peter J. Pitchess Detention Center, en ese entonces llamado Wayside Honor Rancho. Los sheriffs (alguaciles) allí tenían una pandilla llamada “Wayside Whities” que atacaba a presos negros, especialmente a los que desafiaban a la autoridad blanca.
El 2 de diciembre, Crawford se peleó con un preso blanco y ganó. Poco después, un agente entró en su celda, lo esposó y lo puso contra la pared. Otros oficiales se reunieron alrededor. Crawford le contó a Knock LA lo que sucedió:
“... él solo me dijo que me va a enseñar lo de golpear a un blanco. Y ahí fue cuando todos empezaron. Tenían un oficial negro allí, no me ayudó a levantarme. Luego se concentraron en golpearme en la pierna y gritaban ‘Wayside Whities’”. Los agentes golpearon a Crawford con sus linternas, dándole más de 30 golpes en la cabeza, el torso y las piernas. Continuaron golpeando su pierna hasta que se quebró. “Recuerdo que esa linterna me pegaba en el mismo lugar una y otra vez hasta que empezó a sangrar y se partió”, dice. “[El agente] se estaba asegurando de que iba a sentir su ira, asegurándose de que iba a entender, dondequiera que estuviera, que los Wayside Whities estaban allí ... Pensé que iba a morir esa noche”.
Crawford sobrevivió y su equipo legal le informó del incidente al LASD, al fiscal de distrito, a la Junta de Supervisores de Los Ángeles y a varios jueces. Knock LA informa que “no está claro” si alguno de los agentes involucrados haya sido disciplinado alguna vez. La Oficina de Asuntos Internos declaró que los “Wayside Whities” ni siquiera existía, que era solo un término burlón inventado por los presos negros para los guardias blancos.
En 2012, la ACLU presentó una demanda (Rosas v. Baca) con respecto a las condiciones en la Cárcel Central de Hombres donde otras dos pandillas de alguaciles eran activas. La demanda detalló incidentes en que los agentes gritaban “insultos raciales contra los negros, incluida la palabra N y ‘mono’”, y de “golpear la cabeza de los presos contra las paredes, golpearlos en la cara con los puños, patearlos con las botas, y dispararles múltiples veces con sus pistolas Taser”, lo que resultó en fracturas de las cuencas de los ojos y ceguera, piernas fracturadas, mandíbulas fracturadas, pulmones colapsados y daño al sistema nervioso.
El agente del Sherifato angelino, Samuel Aldama, que asesinó a Donta Taylor (vea la Primera parte) testificó que él, al igual que unos 20 agentes más, tiene un tatuaje pandillero del Sherifato (ver foto) en la pantorilla que representa una calavera con un rifle rodeado de flamas y un casco estilo Nazi con las letras CPT, para Compton. Foto: John Sweeney
Torturando y matando a los enfermos mentales
En 1998, según un informe de la Universidad Loyola, se formó una pandilla de los alguaciles llamada “The Posse” para oponerse a las políticas que supuestaente debían tratar a los presos con enfermedades mentales más como pacientes. El 29 de agosto, agentes del Centro Correccional Twin Towers mataron a golpes a Danny Smith mientras el enfermo mental seguía esposado. Nueve días después, “ocho miembros de la pandilla golpearon a otro recluso con una enfermedad mental tan severamente que le dejaron marcas de linternas en la espalda y huellas de botas en su costado1”.
En 2011, The Appeal informó que un agente novato alega que un supervisor le ordenó golpear a un preso que padecía de una enfermedad mental. En 2012, el Los Angeles Times informó que los presos con enfermedades mentales, que en ese entonces eran el 15% de los encarcelados, sufrían aproximadamente un tercio de los incidentes de uso de fuerza.
En 2014, a S.A. Thomas, un enfermo mental, detenido durante un mes en la cárcel del condado de Los Ángeles, se le negaba la medicación a diario, lo que le provocaba alucinaciones y un estado de miedo. Incluso en un día en que estaba programado para comparecer ante el tribunal, afirmó, no le dieron medicamentos, lo que le impedía testificar de manera competente en una demanda federal de derechos civiles contra el departamento.
Palizas a parientes y visitas:
En 2013, surgieron informes de que ni las familias ni visitas estaban a salvo:
El Los Angeles Times informó que: “tres visitantes fueron llevados a la sala de descanso de los oficiales, que no podía ser visto por el público, y golpeados” por los alguaciles. Se les reprendía a los agentes “por no usar la fuerza sobre los visitantes” que no mostraron respeto a los carceleros. A uno de esos visitantes, Gabriel Carrillo, que estaba visitando a su hermano2, los alguaciles le fracturaron el brazo cuando estaba esposado... En otro incidente, un funcionario del consulado austríaco, cuando visitaba a un preso austríaco, fue arrestado y esposado a pesar de no cometer ningún delito y a pesar de que se supone que los funcionarios diplomáticos extranjeros son inmunes al enjuiciamiento debido a su situación legal en el país....
Después de llevar a cabo las golpizas, los sheriffs se arreglaron entre ellos para presentar la misma historia y conspiraron para escribir informes que acusaban falsamente a las víctimas de agredir a los agentes. Imagínese el terror de ir a visitar a un ser querido y ser brutalizado. E imagínese el impacto que esto tiene para disuadir a la gente de visitar, dando así a los guardias nazis aún más libertad para cometer sus crímenes.
¡Y nada ha cambiado!
A pesar de numerosas demandas, investigaciones, denuncias en periódicos, ¡NADA HA CAMBIADO! De hecho, un informe de 2016 demostró que el uso de la fuerza por parte de los agentes contra los reclusos aumentó en un 40% de 2014 a 2015, con muchas lesiones orbitales (cuenca del ojo) y fracturas de manos. Y el condado de Los Ángeles ha pagado millones de dólares para resolver reclamos de fuerza excesiva contra los reclusos.
Luego, en 2018, The Guardian informó que los oficiales: “apoyados y protegidos por oficiales superiores hasta el propio sheriff, se encontraron involucrados en palizas sistemáticas a prisioneros, en el tráfico de drogas y otro contrabando de entrada y salida de la cárcel en beneficio de los líderes de la pandilla White Power, y se esforzaron para ocultar del FBI aspectos del escándalo”.
Próximamente: La tercera parte de esta denuncia del Sherifato de Los Ángeles… búscala en revcom.us.