Interpretar el mundo para transformarlo
Todo esto recalca la gran importancia del comunismo como una cosmovisión y aproximación científica de la realidad, del materialismo y de la dialéctica. Recalca la importancia de la teoría y de la metodología. No vamos a llegar hasta donde necesitamos llegar --y es algo que la complejidad de la situación actual debe enseñarnos-- si no abordamos las esferas de la teoría y la metodología, y si no aplicamos eso para cambiar el mundo. Marx dio en el clavo, con contundencia, cuando dijo en La tesis sobre Feuerbach que los filósofos se han limitado a interpretar el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo. Pero no debemos combinar “dos en uno”: combinar, fusionar y mezclar incorrectamente la teoría y la práctica. Eso es, francamente, lo que ha caracterizado a muchos movimientos, entre ellos movimientos revolucionarios y comunistas. Ha habido mucho positivismo. Ha predominado la idea de que la teoría surge directamente de la experiencia práctica inmediata (o que se reduce esencialmente a ella). A esto lo acompaña la tendencia a negar la necesidad de dar un salto de la práctica a un nivel superior, más abstracto, al nivel conceptual del conocimiento, y la idea de que hay una correspondencia directa entre la teoría y una especie específica de práctica, y que la teoría solo puede avanzar en una relación más o menos directa con la práctica. Eso niega que, aunque en última instancia toda la teoría se origina y se verifica en la experiencia práctica, hay que verlo en términos amplios, no estrechos, y que la teoría, en aspectos importantes, puede adelantarse y anticiparse a la práctica.
La teoría y la línea (política e ideológica) son abstracciones de la realidad que, cuanto más correctas sean, tanto más podrán guiarnos para cambiar el mundo conforme a su naturaleza y movimiento. Si se va a tomar la teoría y la línea como instrumentos para cambiar el mundo, hay que abrazarlas y bregar con ellas de por sí, como una abstracción de la realidad de donde provienen y de la cual son una concentración y, claro, como recalcó Marx y como nosotros tenemos que recalcar, a la cual hay que devolverlas para cambiar el mundo. Pero si se descarta el paso de bregar con la teoría, como abstracción, nos descarrilaremos y terminaremos mal.
A propósito, todo mundo puede entender las abstracciones, no solo un puñado de personas. La teoría revolucionaria, la teoría comunista, tiene que presentarse de modo comprensible a las masas populares, pero estas bregan con abstracciones todo el tiempo, aunque con otra cosmovisión. Nunca he conocido a una persona de las masas básicas o de otras capas sociales que no tenga toda clase de teorías sobre muchos temas --la mayoría provienen de la burguesía y reflejan su punto de vista--, aunque algunas lo hacen indirectamente y parecen ser, y en cierto sentido son, ideas y teorías que “inventaron” por su cuenta y reflejan más o menos inconscientemente el punto de vista burgués predominante. Naturalmente, hacer abstracciones teóricas que reflejan la realidad y su movimiento y desarrollo acertada, profunda y plenamente, requiere el punto de vista y la metodología comunistas, y aprender a aplicarlas de una manera consecuente y sistemática. Como Lenin recalcó (en ¿Qué hacer? y otras obras), el punto de vista y la metodología comunistas no “se prenderán” de por sí en las masas de manera espontánea; es algo que se les tiene que llevar desde fuera de su experiencia directa e inmediata. Pero todo mundo hace abstracciones teóricas de una u otra forma, todos son capaces de hacerlo y, fundamentalmente, es cuestión de cómo lo hacen y con qué punto de vista y metodología.
Esta es una analogía que me ha servido: la realidad es como el fuego, como un objeto que arde, y si uno quiere levantar ese objeto y trasladarlo, necesita un instrumento para hacerlo. Si trata de hacerlo con las manos vacías, el resultado no será bueno. Esa es otra manera de ver el papel de la teoría con relación al mundo que hay que transformar, con relación a la práctica y en particular a la práctica revolucionaria, para cambiar el mundo.
No se trata de quedarse al nivel de la abstracción. Hay que dar dos saltos. Uno es al nivel de la abstracción. El otro es volver a la práctica para cambiar el mundo, en un sentido amplio y no estrecho, positivista, pragmático que solo llevará al reformismo y tal vez al “revanchismo”, pero no a objetivos radicales y revolucionarios, no a la transformación del mundo para lograr la emancipación de la humanidad.
Por eso he recalcado que la teoría es el factor dinámico con respecto a la ideología; es un factor dinámico para cambiar la cosmovisión. No es que no haya necesidad de bregar sobre la moral y las responsabilidades morales que uno tiene. En esta charla y en general en mis charlas y escritos, he recalcado la necesidad de hacer precisamente eso, porque es sumamente importante. Pero la moral de uno, la noción de lo que es bueno y de lo que es malo, surge de nuestra interpretación del mundo. ¿Cómo sabe uno lo que es “bueno” y “malo”? Eso surge, de una u otra manera, de su manera de ver el mundo.
Así que necesitamos dar ambos saltos. Necesitamos pasar al nivel de la abstracción de la realidad, la concentración de la realidad, que es lo que son la teoría y la línea. Tenemos que bregar constantemente a ese nivel; necesitamos analizar continuamente cuál es la interpretación correcta de la realidad, porque la realidad es compleja en un sentido general y está en movimiento y cambio constante, y nos toca hacer un esfuerzo constante para no quedarnos atrás. Aunque a veces uno puede anticipar ciertas cosas y, en ese sentido, en su concepción estar “adelante” del desarrollo de la realidad, la mayor parte del tiempo, o en un sentido general, uno tiene que esforzarse por estar al día con la realidad. Y así será. Si no entramos a la esfera de la abstracción, de la teoría, estamos muertos. Así de sencillo es. Pero si paramos ahí y no volvemos a la práctica, a cambiar la realidad, no en un sentido estrecho sino en un sentido amplio, en un sentido histórico-mundial, ¿qué sentido tendría? En ambos sentidos, si no damos uno u otro salto --de la realidad a la abstracción teórica y conceptual, y de nuevo a la práctica, para cambiar la realidad--, ¿entonces qué estamos haciendo?