Pseudociencia y teorías fallidas que pretenden defender racionalmente la opresión
Para abordar esto más profundamente, veamos el contexto más amplio. Por ejemplo, recordemos la descripción oficial del pueblo negro que prevaleció en las instituciones dominantes y respetadas bien adentro del siglo 20. Para citar un ejemplo muy horrendo, la edición en inglés de la Enciclopedia Británica, una institución muy prestigiosa, bien adentro del siglo 20 describió "el negro" como un individuo muy emocional, intelectualmente inferior, infantil y además "está sujeto a ataques repentinos de emoción y pasión durante los cuales es capaz de realizar actos de singular atrocidad" (esto es de la edición de 1911 de la Enciclopedia Británica, bajo la definición de "negro"). Esto, de nuevo, se halla en la prestigiosa Enciclopedia Británica que en esencia presentaba a los "negros" como una subespecie inferior entre los seres humanos.
Comparemos eso con la descripción "oficial" de las mujeres durante ese mismo tiempo. Por ejemplo, miremos en la profesión médica. En For Her Own Good: Two Centuries of Experts' Advice to Women, Barbara Ehrenreich y Deirdre English catalogan algunos de los puntos de vista prevalecientes sobre las mujeres en esta profesión y citan muy agudos ejemplos de esto: la manera en que asociaban a las mujeres con "crisis de histeria"; una supuesta "ignorancia infantil" que manifestaban hacia el mundo más amplio dominado por los hombres; la actitud general que prevalecía hacia la menstruación, el embarazo y la menopausia — de tratarlas como enfermedades y/o defectos; ¡y aun los supuestos efectos negativos sobre el útero si una mujer usaba el cerebro demasiado! Como Ehrenreich y English señalaron con una ironía mordaz y apropiada: "El gran manifiesto uterino del siglo 19, 'Sex and Education, or a Fair Chance for the Girls' de Dr. Edward H. Clarke, concluye con la lógica sorprendente pero inexpugnable que la educación superior causaría una atrofia al útero de las mujeres" (Ehrenreich y English, segunda edición, Anchor Books, enero de 2005, p. 140). De hecho, al final del siglo 19 los respetados expertos científicos escribieron cosas como ésta.
Ehrenreich y English llamaron la atención al hecho de que existía una tendencia muy influyente en la historia natural en el siglo 19 que sostenía la idea de que "las razas humanas existentes representan diferentes etapas evolutivas" — y ésta se aplicaba a los diferentes géneros (p. 128). Por ejemplo, Ehrenreich y English señalaron que en relación a la supuesta jerarquía de los tipos humanos, Karl Vogt, un destacado profesor europeo de historia natural en la segunda mitad del siglo 19, clasificó al hombre negro como: "El negro adulto, respecto a sus facultades intelectuales, tiene la naturaleza del infante, de la mujer, del blanco senil". Ehrenreich y English agregan: "Da miedo pensar en donde eso deja a la mujer negra, ni mencionar a la mujer 'senil' de cualquier raza" (p. 129).
De acuerdo a Vogt, no había ninguna posibilidad de que el estatus de las mujeres se mejorara con un desarrollo futuro de la sociedad; por ejemplo, Ehrenreich y English lo citan otra vez: "La desigualdad de los géneros se incrementa con el progreso de la civilización" (p. 130).
En el siglo 19 las actitudes y nociones similares a las que se citan arriba no solamente prevalecieron pero continuaron bien adentro del siglo 20 — y en realidad, dista mucho de que hayan perdido validez, incluso en la sociedad imperialista "moderna". A veces las expresaron influyentes y poderosas personalidades en países como los EE.UU. Por ejemplo, la siguiente declaración hecha por E.O. Wilson, de hace solamente unas pocas décadas:
"En las sociedades de cazadores- recolectores, los hombres cazaban y las mujeres permanecían en casa. Esta fuerte inclinación persiste en la mayoría de las sociedades agrícolas e industriales y, sobre esa base en sí, parece tener un origen genético... Supongo que la inclinación genética es lo suficientemente intensa como para originar una sustancial división de trabajo incluso en las más libres y más igualitarias de las sociedades futuras…. Aun con una educación idéntica y un acceso igual para todas las profesiones, es probable que los hombres mantengan una representación desproporcionada en la vida política, los negocios y la ciencia" (citado en Ardea Skybreak, De pasos primitivos y saltos futuros, Un ensayo sobre el surgimiento de los seres humanos, la fuente de la opresión de la mujer y el camino a la emancipación. Bogotá: Editorial Tadrui, 2003. E. O. Wilson es conocido como un eminente proponente de la sociobiología. Como se puede ver en esta declaración de Wilson, este enfoque encierra intentos erróneos de atribuir el desarrollo de las características conductuales humanas y relaciones sociales en una forma lineal y mecánica a las causas y factores biológicos subestimando en gran medida el papel de los factores sociales en el desarrollo —y los cambios— de las relaciones, la conducta y las tradiciones humanas, y en la manera de pensar. Pasos y saltos contiene una importante crítica y refutación al punto de vista y métodos de Wilson y otros sociobiólogos).
Y últimamente Lawrence Summers expresó puntos de vista de esta clase, insistiendo que las mujeres eran naturalmente inferiores en cosas como las matemáticas y las ciencias. Lo hizo durante el tiempo en que era el presidente de la Universidad de Harvard — y deberíamos mencionar, que ahora es un funcionario en la administración de Obama.
En esta conexión —y esto es algo a lo que se refieren Ehrenreich y English— el rol de Freud y sus teorías y la tradición psicoanalítica en general, con el gran daño que les han hecho a las mujeres, así como en general, también es algo que es necesario indagar y criticar mucho más detenidamente. Sobre esto varias feministas y otros han planteado algunas críticas importantes. Pero, de nuevo, sigue siendo necesario denunciar, criticar y refutar esto de manera más detenida y radical, particularmente a través de la aplicación del materialismo dialéctico y el materialismo histórico y el punto de vista y enfoque sistemática y cabalmente científico que encarna.
Yo mismo recuerdo que en los años 1960, las teorías de Freud influenciaron a muchos de nosotros en diferentes grados y hubo muchos intentos de teóricos radicales —particular pero no solamente hombres— de enlazar y fundir las teorías de Freud con las teorías de Marx. En realidad esas teorías están profundamente opuestas unas a otras y la influencia de Freud no solamente fue negativa en la sociedad en general sino en los movimientos radicales de ese tiempo. Una crítica más detenida de las teorías de Freud y su influencia puede jugar una parte importante en el ulterior desarrollo de la teoría verdaderamente radical y científica del comunismo, por lo que respecta a la opresión y la liberación de las mujeres, y en general.
Hubiera sido mucho mejor en ese entonces… y cómo hacerlo aún mejor ahora
Retomando el punto que señalé antes sobre Red Papers 3 —acerca de la influencia del economismo y las ideas relacionadas en la Unión Revolucionaria y más ampliamente en lo que se llamaba en ese entonces "el nuevo movimiento comunista" y cómo eso impidió el acercamiento a una síntesis correcta respecto a lo que planteaba el movimiento femenino, particularmente sus sectores más radicales, en ese período— quisiera hablar sobre un comentario que se hizo hace como 40 años en una reunión de lo que en ese entonces se llamaba el Movimiento Juvenil Revolucionario (Revolutionary Youth Movement).
Esto ocurrió durante un período en que la SDS (Students for a Democratic Society) estaba escindiéndose en diferentes tendencias: estaba el fenómeno muy conocido de los "Weatherpeople"; también el Partido Laboral Progresista con su línea decididamente economista (bueno, pues, qué salta a la vista cuando unos "comunistas" deciden llamarse el Partido... Laboral… Progresista... — ¡basta con ver el nombre para saber que tal organización no va a llevar a ninguna sociedad nueva y radical de ningún tipo!); y luego estaba esta tendencia que se identificaba en ese entonces con el título del Movimiento Juvenil Revolucionario.
Durante el tiempo de esa escisión en la SDS, se realizó una conferencia de la tendencia del Movimiento Juvenil Revolucionario en que algunos de nosotros participamos como representantes de la Unión Revolucionaria. En cierto punto de esa reunión se discutía la sexualidad y más ampliamente la cuestión de la mujer, y un tipo pronunció un discurso apasionado en que puntualizó con emotividad: "Si eres varón y quieres ser radical, tienes que aprender lo que se siente ser mujer".
Ahora, si bien esta declaración en sí planteaba algo muy importante, surgió en el contexto de cierta tendencia y de hecho formó parte de una tendencia que cada vez más abandonaba la posibilidad de lograr un cambio verdaderamente radical a nivel social o hasta mundial. Era parte de una tendencia emergente, la "política de identidad" —de aspiraciones restringidas y reducidas— según la cual cada "grupo de identidad" debe centrarse en su situación particular y sus propias demandas, las cuales objetivamente hubieran permanecido en los confines del sistema actual. Retrocedió de la orientación general de construir un movimiento que confrontara al imperialismo, que lo derrocara y lo arrancara de raíz, y que diera a luz un mundo radicalmente diferente. Incluso en ese entonces se podía ver que esa posición era parte de dar pasos hacia ese camino. Y teníamos razón en haber rechazado el camino de la "política de identidad" y el reformismo y en insistir, en un sentido básico, en continuar en el camino comunista, si bien en grado importante el economismo en ese entonces rebajaba dicho camino. Pero al mismo tiempo y especialmente en retrospectiva, queda claro que se estaba planteando algo muy importante que fue descartado de manera muy fácil.
Resultó muy fácil reconocer y criticar la "política de identidad", la obvia orientación reformista y pequeño burguesa que acompañaba esa declaración. Pero hubiera sido mucho mejor abrazar lo que tenía de correcto e importante. Hubiera sido mucho mejor si los que nos considerábamos comunistas en serio hubiéramos asumido ese tipo de enfoque y, sobre esa base, hubiéramos batallado para lograr más síntesis por medio de la aplicación del punto de vista comunista científico y no de otro, rebajado en grado importante por el economismo. Y hoy urge tanto más —y sí, existe más la base— para hacer precisamente eso. Eso es el reto ante nosotros y la tarea importante de la cual tenemos que encargarnos urgentemente.
Ubicando este punto en un contexto más amplio, es importante —sin negar o subestimar el carácter muy positivo en general y las contribuciones muy concretas del movimiento de los años 60— reconocer que existían, en ese movimiento e incluso en sus fuerzas más avanzadas, deficiencias concretas respecto a la cuestión de la mujer, entre ellas un elemento importante de defender la "hombría". Ahora, esto es una cuestión complicada, especialmente en relación al pueblo negro, porque una de las formas principales y más humillantes de la opresión del pueblo negro en la historia de este país ha sido el trato al hombre negro como un ser subordinado, como si fuera al mismo tiempo infantil y extremadamente peligroso, obligado —ante la posibilidad concreta de la muerte como el castigo por no hacerlo— a portarse de manera servil hacia los blancos, especialmente los hombres blancos, tal como eso se refleja, entre otras cosas, en la costumbre que tenían los blancos, incluidos los jóvenes blancos que aún no alcanzaban la mayoría de edad, de siempre llamar a los hombres negros adultos con el término degradante de "boy" [niño]. Pero la respuesta a eso —si el objetivo es de eliminar completamente de una vez por todas la opresión del pueblo negro (mujeres y hombres) y de abolir todas las formas de la opresión— no es pretender ganar para el hombre negro su "justo lugar" para dominar, igual al hombre blanco, a la mujer — no es defender las relaciones tradicionales entre hombre y mujer que aseguran las cadenas de la tradición sobre la mujer, como una parte clave de mantener a toda la humanidad en condición de esclavos.
En un mundo marcado por las divisiones de explotación y opresión —donde una de las divisiones más profundas y más opresivas abarca la subyugación y la degradación de la mitad femenina de la humanidad— defender la "hombría", sin importar las intenciones de esa defensa, objetivamente sólo significa y sólo se expresa en la participación activa en esa dicha subyugación y degradación. En un mundo donde se haya abolido y superado las divisiones de explotación y opresión, incluidas aquellas en que el hombre domina a la mujer, la palabra —e incluso el mismo concepto— de la "hombría" no tendría ni podría tener ningún significado concreto, mucho menos un significado positivo.
Por decirlo de otra manera —para trazar más claramente la línea de demarcación necesaria— la defensa de la "hombría" es fundamentalmente y en última instancia una forma y un medio para acomodarse y "encontrar su lugar" en el sistema opresivo, con todos los crímenes horrendos que encarna e impone. En esta conexión, es instructivo el rol de Booker T. Washington. A fines del siglo 19 y comienzos del siglo 20, tras los reveses de la Reconstrucción, Washington llegó a ser un personaje prominente —promovido por la estructura de poder, incluidas las autoridades que fomentaban abiertamente la segregación y la supremacía blanca en el Sur— al recomendar que los negros no lucharan contra la segregación y su opresión en general sino que se esforzaran para "superarse" en los confines de su condición segregada y oprimida. Se encuentra una interesante observación al respecto en el libro recién publicado en inglés de Jackson Lears, Rebirth of a Nation—The Making of Modern America, 1877-1920 (El renacimiento de una nación — La construcción de un Estados Unidos moderno, 1877-1920; HarperCollins, 2009). En este libro (cuyo título claramente invoca, crítica e irónicamente, la película épica, abiertamente racista y muy influyente El nacimiento de una nación de principios del siglo pasado), uno de los temas principales que el autor explora es la manera en que la defensa de la "masculinidad" y "las virtudes masculinas" siempre se ha vinculado de cerca, en la historia de este país, con el militarismo en el servicio del imperio estadounidense, siendo Theodore Roosevelt la personificación más destacada de eso. Lears trata el período marcado por los comienzos del imperialismo capitalista —fines del siglo 19 y comienzos del siglo 20— pero muy clara y acertadamente tiene en mente, y frecuentemente sugiere, paralelos con fenómenos actuales un siglo más tarde. Como parte de esa discusión, comenta lo siguiente sobre Booker T. Washington — con referencia a su promoción del servilismo ante el orden opresivo establecido y haciendo un importante contraste con la mucho más combativa y mucho menos acomodadiza Ida Wells, que desafió con osadía y organizó contra la segregación y el linchamiento:
Ya que parecía cada vez más inútil la resistencia al régimen emergente de Jim Crow, las ideas abiertamente acomodadizas de Booker T. Washington parecían tener mejor futuro que la resistencia airada de Ida Wells. Washington personificaba la unión de la hombría y la superación de los negros (Lears, p. 131).
Aunque parece que el autor hace muchas concesiones a la idea de que era inútil la resistencia como la de Wells, sigue siendo perspicaz e importante su comentario sobre Washington en contraste con Wells, especialmente al vincular la "hombría" y la "superación" con la acomodación al sistema opresivo.
Repito, los años 60 tenían un carácter y un impacto radicalmente diferente y mucho más positivo —en relación a la lucha del pueblo negro en particular, y en general— comparado con lo "acomodaticio" de Washington (o para usar una alusión menos elegante pero no menos apta, su servilismo al estilo de "Uncle Tom"), en el período posterior a la derrota de la Reconstrucción. En realidad, la lucha del pueblo negro en los años 60, en su aspecto principal y primordial, se oponía directamente al tipo de posición que promovió Booker T. Washington y fue una tajante refutación de ella. Sin embargo sigue siendo válido y tristemente real el vínculo entre la defensa de la "hombría" y la orientación de aceptar y hasta aspirar a "ser parte" de cuando menos algunas de las relaciones opresivas que son el alma de este sistema. Repito una declaración mía que fue citada en Una declaración: Por la liberación de la mujer y por la emancipación de toda la humanidad:
En muchos sentidos, y particularmente para los hombres, la cuestión de la mujer y el querer eliminar por completo las relaciones de propiedad y sociales existentes y su correspondiente ideología que esclavizan a la mujer, o preservarlas (o quizá "solo un poquito" de ellas), es un criterio de prueba entre los mismos oprimidos. Es una línea divisoria entre "querer ser parte" o realmente "querer zafarse": entre luchar por acabar con toda la opresión y explotación —y la mismísima división de la sociedad en clases— o por conseguir una tajada en última instancia. (énfasis en el original)
Esa Declaración también afirma claramente, citando el número especial de Revolución, "La opresión del pueblo negro, los crímenes de este sistema y la revolución que necesitamos", los modelos de conducta que necesitan los niños negros y la gente en general no son "modelos masculinos de conducta" sino
modelos revolucionarios de conducta, tanto de mujeres como de hombres. Tienen que ver a hombres y mujeres quienes se ponen de modelos del respeto y la igualdad mutuos que reflejan el mundo por el que estamos luchando: un mundo liberado completamente nuevo en que las jóvenes crecen fuertes sin temor a la violación, la degradación ni el abuso, en que no se tacha a ningún niño de "ilegítimo" y en que los hombres, tal como los demás, se sienten valorados contribuyendo a la mejora de toda la humanidad por medio de la transformación revolucionaria de toda la sociedad, en lugar de beneficiarse de un poquitín de la opresión de este mundo de pesadilla". (énfasis y negritas en el original)
Repito, al analizar retrospectivamente el movimiento de los años 60 en general, el propósito hoy no es de ser deterministas ni teleológicos, como si hubiera sido imposible en ese entonces lograr los elementos básicos de la síntesis correcta —respecto a la liberación de la mujer en sus dimensiones más amplias y la relación crucial entre ella y la emancipación de toda la humanidad— aunque hubiera sido difícil lograrlo dado las deficiencias generales del movimiento comunista en aquella época; tampoco se trata de decir que "todo está bien", que todo lo que pasó se ha desembocado en una situación en que —solamente ahora— es posible lograr dicha síntesis. No solo hubiera sido mucho mejor si se hubiera asumido un enfoque más correcto en ese entonces sino que ahora urge esa síntesis — y existe la base, por medio del trabajo y la lucha concentrada y definida, para dar el salto y hacer las rupturas que se requieren para lograr esa síntesis concretamente en la teoría y en la línea, como cimiento mucho más firme para desarrollar la lucha en esta esfera fundamental de las relaciones sociales humanas, como uno de los elementos más decisivos para desencadenar concretamente una nueva etapa de la revolución comunista en el mundo en la encrucijada que nos confronta hoy y para ser en realidad una vanguardia del futuro.
Continuará.