A continuación presentamos un pasaje de la obra de Bob Avakian, El Nuevo Comunismo. Aparte de los pasajes que ya se han posteado en revcom.us, de cuando en cuando publicaremos otros pasajes en revcom.us. Que estos pasajes sirvan para alentar e inspirar el mayor estudio de la obra en su conjunto, la que está disponible en su totalidad en español aquí, y está a la venta en forma de libro en inglés de Insight Press.
Este pasaje es de la sección titulada "IV. La dirección que necesitamos".
Hablé antes del “punto de la pirámide” — la pirámide que tiene a la clase dominante en la cima, la contienda entre diferentes fuerzas en la clase dominante y su relación con las contradicciones y las luchas en la sociedad y en el mundo de forma amplia. Pero, a veces al hablar con la gente, me he referido también a una “pirámide” de otro tipo. Empecé a pensar en esto cuando Nixon fue a China en la década del 1970 y se reunió con Mao, y con otros líderes del Partido Comunista de China. Más que en Nixon, pensaba en Henry Kissinger, que se consideraba a sí mismo más bien como un intelectual que Nixon, este último se autodenominaba y se presentaba como un político práctico, o hasta como un hombre común del pueblo. La realidad es que Kissinger era la “mano derecha” de Nixon, especialmente en política internacional, viajó con Nixon cuando fue a China a principios de los años 1970. Kissinger se sentó en el estudio de Mao a hablar con él, rodeado de todos esos libros — y Mao tuvo todas estas discusiones filosóficas con Henry Kissinger, un representante del imperialismo estadounidense. Y, al reflexionar sobre eso, he forcejeado con lo siguiente: además de los problemas con “la apertura al Occidente” por parte de Mao y del Partido Comunista de China —toda la política relacionada con esta “apertura” y los muy concretos problemas que mencioné antes sobre la promoción del cha de Irán, y otros gobernantes opresores como parte de un frente unido antisoviético— dejando esos problemas del frente a un lado, la realidad es que como líder de un movimiento revolucionario, o como parte de una vanguardia de la revolución (puede que sea líder de la vanguardia o un “miembro común” de la vanguardia), y luego como líder de un nuevo estado y sociedad socialistas, uno sí va a estar en situaciones en las que representará al proletariado, en el sentido más amplio, en interacción con personas con diferentes posiciones y que, por lo menos objetivamente, son representantes de diferentes clases. Piensen en lo siguiente: inclusive en la construcción de la lucha hoy, ¿acaso no se supone un considerable aspecto de diplomacia, donde, en la construcción de amplios movimientos, será necesario conocer a muchas fuerzas diferentes y será necesario tener unidad, y lucha? Muchas veces, tiene que haber mucha lucha, pero no obstante hay que esforzarse por tener una unidad a cierto nivel. Por ejemplo, para emprender la batalla en torno a la encarcelación en masa, hay que unirse con muchas fuerzas con diferentes posiciones, y hay muchas contradicciones, algunos elementos que quizá no sean para nada muy buenos. Aquí entran el papel del estadista y lo de practicar cierta cantidad de diplomacia. Por eso, el que uno llegue a ser un líder de un estado socialista y tenga que reunirse con alguien como Henry Kissinger, o no, en ciertas ocasiones se encontrará en la posición en que tendrá que conocer, algo como “acá arriba” (por encima de la realidad de la vida cotidiana y la lucha) y conversar con estos representantes de diferentes clases.
Así que éste es el otro “punto de la pirámide”: su representación de las masas populares, de las masas explotadas y oprimidas del mundo entero — ésa es la responsabilidad en que se basa uno. No lo digo en un sentido de ir a la cola de las masas, sino que ésa es la posición en que uno se basa, en un sentido científico, al servicio de los intereses de las amplias masas populares en el mundo. Pero por otro lado, al llegar a estar “acá arriba” donde se reúne con estas personas —se sienta en una sala, sale a tomar un cafecito, lo que sea que haga— entra en una conversación con alguien que, objetivamente, representa alguna otra clase; y, como alguien que es un líder y ha desarrollado ciertas capacidades intelectuales, uno puede entrar en discusiones de todo tipo sobre cuestiones de muchos tipos con las personas — y no necesariamente es malo hacerlo. En general, es bueno hacerlo. Por otro lado, es posible que uno sienta cierta presión a perder de vista la posición en que se basa y lo que uno representa al hacer estas cosas — es posible que se vea incorporado en esta esfera que de alguna manera pareciera estar por encima de toda la lucha y vida cotidiana. De hecho, quizá en un momento determinado esté por encima de toda la lucha y vida cotidiana (es decir, no esté en medio de la lucha inmediata), pero pareciera estar por encima de la lucha de clases, pareciera estar por encima de los conflictos fundamentales que están en marcha. Bien, esto puede ejercer una presión sobre uno de modo que le haga olvidar lo que representa y lo que guía todo lo que hace. Bien, ésta es una contradicción “pirámide” de otro tipo.
Tengo que decir que sentí esto de una manera muy intensa en el Diálogo con Cornel West. No se puede tener una actitud filistea intolerante, una actitud despectiva hacia la gente que tiene creencias religiosas, por ejemplo — y eso lo hace muy complicado. En ese Diálogo hice lo mejor que pudiera por tener enfoque muy científico y multifacético en relación a las ideas del teólogo negro James Cone. Resalté que no quería simplificarlo demasiado, que no es así de sencillo. Me adentré en la complejidad y las contradicciones que encierran las ideas que él plantea, y no lo presenté todo como algo negativo, porque hacerlo así no hubiera sido correcto, no hubiera correspondido con la realidad. Y luego, después del Diálogo, él ataca lo que hice en el Diálogo. Uno cae bajo ataques cuando critica y pone al descubierto las limitaciones y la dirección errónea que representan algunas de esas ideas. Y ése no es el fin de la historia — hay que continuar perseverando en la aplicación del enfoque de unidad-lucha-unidad, siempre y cuando haya una base objetiva para ese enfoque. Es una cuestión de principios y de orientación estratégica.
En situaciones como ésta, de tratar con las personas con las que existe una base para la unidad, así como para algunas diferencias importantes, hay que tenderles una mano de la unidad, y no se trata de un mero proceso mecánico. Ahora, si se quiere usar ese término, este proceso no “carece de contenido social”, o de contenido de clase, sino que también tiene un elemento humano. Se trata de seres humanos reales. No se trata de una máquina, y no se trata de lidiar con máquinas.
Así que es posible que uno se deje llevar en todo eso, y eso puede ejercer presión sobre uno. Uno puede hacer dos cosas incorrectas. Primero, puede negarse a hacerlo —negarse a tratar con las personas con las que tiene importantes diferencias— y por lo que no habrá ninguna revolución. Esto tiene relación con un importante punto de Lenin. Dijo que, inclusive para las masas básicas, todo aquel que hace una revolución con la orientación de que ellos tuvieron la oportunidad de intentarla, ahora es mi turno — todo aquel que aborde así las cosas, hará una revolución con la perspectiva de la pequeña burguesía. Semejantes personas jamás podrán dirigir las cosas hacia donde tienen que ir. Bueno, muchas personas espontáneamente tienen esa inclinación, y se dejan llevar por eso. Pero si nosotros abordamos las cosas así, no llegaremos a donde tenemos que ir. Puede que esto sea difícil de entender, pero considero que es un punto sumamente importante: si nos tapamos la nariz y nos negamos a tratar con todo aquel que no esté de acuerdo con nosotros o que podamos identificar que representante a otra clase, nunca vamos a tener una revolución.
El otro error que se puede cometer —por otro lado, digamos— es el siguiente: si hacemos lo que hay que hacer, en todas sus dimensiones, con toda la complejidad que supone, vamos a encontrar que la situación nos presiona para alejarnos de la orientación que tenemos que mantener —hacia “aquí todos somos buena gente”. “Todos somos compañeros”, como dicen en Shakespeare— todos somos buena gente, todos queremos buenas cosas. Pero, la verdad es que no todos queremos las mismas cosas. Tal vez queramos algunas de las mismas cosas, pero hay muchas cosas que no son las mismas, hay muchas cosas que son diferentes, respecto a lo que queremos y por lo que nos esforzamos. Ha habido todo un enfoque incorrecto de trabajar con las personas de modo que “logremos una unidad a medias”, en lugar de aplicar el núcleo sólido y la elasticidad basada en el núcleo sólido — con los brazos extendidos muy ampliamente sobre la base del núcleo sólido. Hay que recalcar este punto: continuamente basarnos en ese núcleo sólido de lo que esto tiene que representar, y lo que tiene que tener por objetivo.
Lo anterior retoma la frase que planteé al inicio: de tener una base en para quién y para qué — en el sentido más amplio, y no en un sentido limitado de seguir a la cola de las masas, sino en el sentido de cuáles son los intereses fundamentales de las masas de personas del mundo, y qué es lo que se necesita para plasmar esos intereses en los hechos. Existe una presión constante y una lucha constante, si uno desempeña un rol de este tipo —al nivel que sea y en la capacidad que sea— la tendencia a dejarse alejar de ese núcleo sólido y a olvidar lo que tiene que representar y por lo que tiene que luchar. O, por otro lado, la tendencia a hacer eso de una manera limitada, rígida y dogmática, que no les llega ni abarca a las personas de forma amplia y que no las incorpora en el proceso, y a la vez no renunciar al núcleo sólido. Por lo que se trata de una contradicción difícil, peliaguda y cuanto más uno lo hace, más siente la intensidad al respecto: desempeñar el papel de un político, en un sentido positivo —o de un estadista, en un sentido positivo— para la revolución comunista, es una necesidad, de otra manera no tendremos esta revolución; sino que esto ejercerá presiones contradictorias sobre nosotros, y podríamos encontrarnos en esta atmósfera enrarecida y olvidar de qué es lo que tiene que tratar todo esto.
En relación con esto, una de las cosas en las que tenemos que pensar es por qué es que tantas personas, entre ellas los comunistas, caen con tanta frecuencia en comprometer sus principios fundamentales, en simplemente aceptar las cosas como son y en buscar hacer encajar lo que se supone que representemos en las cosas como son, en lugar de luchar por cambiar las cosas. ¿Por qué es que las personas tienen tanto miedo de estar mucho más adelante de lo que piensa la mayoría de las personas? Bueno, se puede entender la presión, porque uno no quiere terminar aislado. Pero la realidad es que si lo que hacemos y el propósito de nuestra lucha no es enormemente diferente a lo que es la posición de la mayoría de las personas, pues eso para nada será bueno. Como resaltaron los revolucionarios en China, en particular durante el curso de la Revolución Cultural, ir contra la corriente, cuando la corriente es incorrecta, es un principio comunista.
Lo cierto es que, la posición que tiene la mayoría de las personas en este momento no es la posición que las personas necesitan tener. La posición que tiene la mayoría de las personas está moldeada y condicionada por la manera en que esta sociedad, la manera en que el presente sistema, está trabajando sobre ellas. Por lo tanto, para dirigirlas hacia donde las cosas tienen que ir, habrá esa tensión, esa contradicción, de que tenemos que estar al frente, llevando lucha con ellas de que necesitan ir por este camino, a la vez que muchas cosas las presionan en otra dirección y eso resalta el que uno es diferente. Pero ser diferente en ese sentido es muy bueno y muy importante, siempre y cuando uno trabaja y lucha para activar más gente para que avance por el mismo camino. Tenemos que ser radicalmente distintos al resto de la sociedad — lo que incluye ser radicalmente distintos al llamado “movimiento”, ya que ese “movimiento” no se trata de nada que llevara a la gente a lo que de veras necesita, y en muchos sentidos y en realidad obra en contra de eso. Eso no es cierto para todo ello; pero, por lo que respecta al “movimiento” organizado, eso es cierto para una buena parte del mismo.
Sopesaba esto según los siguientes términos: ¿En cuál “M” deberíamos basarnos — en el “movimiento” o en el materialismo, el materialismo dialéctico? Tenemos que basarnos en el materialismo, en el materialismo dialéctico, lo que su aplicación muestra que es la necesidad fundamental — lo que un análisis materialista dialéctico científico nos muestra que es la necesidad y la base para transformar las cosas, y no la posición que tienen en su mayoría las personas en un momento determinado.
Índice
Introducción y orientación
Víctimas necias del engaño ajeno y propio
Primera parte. Método y enfoque, el comunismo como una ciencia
El materialismo versus el idealismo
Materialismo dialéctico
Con cuál modo de producción
Las contradicciones y dinámicas básicas del capitalismo
La nueva síntesis del comunismo
La base para una revolución
La epistemología y la moral, la verdad objetiva y necedades relativistas
El yo y un enfoque “consumista” de las ideas
¿De qué se tratará tu vida? — Elevar la vista de la genteSegunda parte. El socialismo y el avance al comunismo:
Un mundo radicalmente diferente que podría haber, un camino hacia la verdadera emancipaciónLas “4 Todas”
Más allá del estrecho horizonte del derecho burgués
El socialismo como un sistema económico y un sistema político — y una transición al comunismo
El internacionalismo
Abundancia, revolución y el avance al comunismo — Un análisis materialista dialéctico
La importancia del “concepto del paracaídas” — En este mero momento, y aún más a raíz de una revolución real
La Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte —
Núcleo sólido con mucha elasticidad basada en el núcleo sólido
Emancipadores de la humanidad
Tercera parte. El enfoque estratégico de una revolución real
Un solo enfoque estratégico general
Acelerar mientras se aguarda
Fuerzas para la revolución
La separación entre el movimiento comunista y el movimiento laboral, fuerzas impulsoras para una revolución
Liberación nacional y revolución proletaria
La importancia estratégica de la lucha por la emancipación de las mujeres
El Frente Unido bajo la Dirección del Proletariado
La juventud, los estudiantes y la intelectualidad
La lucha contra los modos de pensar pequeño burgueses, al mantener la orientación estratégica correcta
Los "dos máximos"
Los "5 Altos"
Las dos piedras angulares
De nuevo “Sobre la posibilidad de la revolución”
El internacionalismo — El derrotismo revolucionario
El internacionalismo y una dimensión internacional
El internacionalismo — Forjar otro camino
La popularización de la estrategia
Orientación fundamentalCuarta parte. La dirección que necesitamos
El papel decisivo de la dirección
Un núcleo dirigente de intelectuales — y las contradicciones que esto supone
Una "pirámide" de otro tipo
La Revolución Cultural al interior del PCR
Es necesario que los comunistas sean comunistas
Una relación fundamentalmente antagónica — y las implicaciones cruciales de eso
El fortalecimiento del Partido — de manera cualitativa así como cuantitativa
Formas de organización revolucionaria, y el "Ohio"
Estadistas, y comandantes estratégicos
Métodos de dirección, la ciencia y el "arte" de dirigir
Trabajar desde "Sobre la posibilidad" hacia atrás —
Otra aplicación del "núcleo sólido con mucha elasticidad basada en el núcleo sólido"