Otro aspecto del socialismo que la burguesía tergiversa hasta el cansancio (y que abordamos en Un fin horroroso o un fin al horror y también en "Fin/comienzo"1) es la relación dialéctica entre la "autoridad personal" de líderes (lo que a veces se llama el culto a la personalidad o el culto al individuo) y las garantías constitucionales y el "proceso legal establecido". Quiero elaborar más la dimensión política y la dimensión filosófica de esta cuestión.
En Un fin horroroso o un fin al horror2 dijimos: "Por más que saque de quicio a los liberales, socialdemócratas y demócratas burgueses en general, también existe una relación dialéctica --unidad así como oposición-- entre culto(s) del individuo en torno a líderes y, por otra parte, la satisfacción moral individual y la vivacidad, la iniciativa y el pensamiento creativo y crítico de los militantes del partido y las masas que siguen al partido. En la futura sociedad comunista esta necesidad de tener una autoridad revolucionaria firmemente establecida como un `ancla' dejará de existir, se opondrá a desarrollar el espíritu crítico y el pensamiento crítico; también habrá que abolirla como una parte importante del avance al comunismo. Pero demandar su abolición ahora se contrapone a ese avance, y a darle rienda suelta y a desarrollar ese espíritu crítico y pensamiento crítico". (p. 91)
Claro que eso es muy polémico. Además, expresa una contradicción muy aguda que se desprende de la contradicción entre la dirección y los dirigidos que venimos abordando en esta charla. Un fin horroroso o un fin al horror lo canta derecho: hay unidad y oposición entre la autoridad que se concentra en ciertos individuos y la iniciativa individual, la creatividad, el pensamiento crítico y la participación con confianza y vivacidad de los militantes del partido y las masas. Es muy importante manejar esta unidad y oposición correctamente, precisamente para poder avanzar hacia la meta estratégica de abolir la necesidad de tal autoridad personal y la necesidad y posibilidad de que un grupo de la sociedad institucionalice su dirección y autoridad.
También tratamos este punto en las Resoluciones sobre Líderes adoptadas por el Comité Central del Partido hace unos años. Al hablar de la contradicción entre la colectividad del partido y el papel de individuos y líderes individuales, recalcamos el aspecto principal --la colectividad del partido y el centralismo democrático-- y ubicamos en ese marco el papel de individuos y líderes. De igual modo, señalamos la importancia y lo esencial del centralismo democrático en el partido, es decir, de aplicar la línea de masas en el partido y también con las masas. Hay que partir de estos principios básicos para entender la contradicción entre los individuos (y concretamente el papel y autoridad de líderes individuales) y la colectividad.
Al explorar esta cuestión de la autoridad personal y el papel que juega en la revolución proletaria y la transición al comunismo, me pareció interesante la perspectiva del destacado académico e intelectual Stanley Fish, quien fue mi profesor en la universidad de Berkeley hace muchos años. (A principios de los 60, me inscribí en una clase que dictó sobre John Milton, el autor de la epopeya El paraíso perdido ). Hacía 30 años que no sabía nada de él, cuando me llegó un ejemplar de su libro There's No Such Thing As Free Speech - And It's a Good Thing Too (En realidad la libre expresión no existe... y, la verdad, ¡qué bueno!). El título me picó y me di cuenta de que seguramente era el mismo profesor de hace muchos años; así que me puse a leerlo.
Fish está asociado con el deconstruccionismo y tiende a caer en ciertos aspectos de relativismo y "la verdad como forma organizadora" (un punto de vista y método pragmático criticado por Lenin en Materialismo y empiriocriticismo). Sin embargo, el libro es muy interesante por muchas razones; por ejemplo, contiene sus intervenciones en una serie de debates en varias universidades contra Dinesh D'Souza (un destacado "conservador") sobre la acción afirmativa y otras cuestiones. (Obviamente, Fish defiende la posición progresista de apoyar la acción afirmativa).
Como el libro me pareció interesante y me hizo reflexionar sobre varias cosas, tenía ganas de leer otros escritos de Fish y encontré una recopilación de ensayos titulada Doing What Comes Naturally (Obedecer el instinto). En uno de los ensayos (No Bias, No Merit" [Sin prejuicios, sin méritos]) dice algo que me parece pertinente a la cuestión del culto al individuo (o la autoridad personal) y su relación con los objetivos de la revolución proletaria. Dice que en ningún momento evaluamos las ideas de diversas personas exclusivamente por sus "méritos" y sin ningún prejuicio ni les damos el mismo peso a todas; plantea que debemos dar más peso a lo que dicen las autoridades reconocidas de una rama o institución (y, en todo caso, lo hacemos). Los méritos, dice, "no son cualidades que se den independientemente del entorno profesional o institucional; son producto de ese entorno". Bueno, a mi modo de ver, el punto de vista de Fish aquí, y en general, sufre de una tendencia hacia el relativismo y a ver "la verdad como forma organizadora"; sin embargo, tiene razón en esto: hay una tendencia legítima (o, diría él, inevitable) a dar más peso a las ideas de unos que de otros.
Esto está relacionado con el problema del "partido mayor" en el movimiento comunista internacional y el hecho de que en general se da más peso a ciertos partidos. Es decir, se da más peso a las líneas y medidas que plantea un partido en el poder (usando esa formulación abreviada) o que dirige importantes luchas revolucionarias o una guerra revolucionaria, comparado con un partido chico que no tiene muchas bases. Esto se divide en dos. O sea, no es del todo malo porque captar correctamente la relación entre la teoría y la práctica (sin caer en reduccionismo y pragmatismo) lleva a dar más peso a lo que dicen los que han acumulado mucha experiencia y, francamente, logros positivos, y sobre todo (pero no solamente) con relación a cuestiones en que han acumulado experiencia importante.
Stanley Fish reconoce eso desde su propia perspectiva, aunque tenga ciertas deficiencias, como mencioné, ciertas tendencias relativistas erróneas. Pero así y todo, señala el hecho de que hay una tendencia legítima (diría él, inevitable) a dar más peso a las ideas de unos que de otros. Ciertamente, ese fenómeno se da en la sociedad de clases y se manifiesta en cualquier partido o lucha y en el plano internacional. Las masas confieren cierta autoridad a líderes que las han dirigido por el camino lleno de vueltas y revueltas, y en coyunturas clave han tomado decisiones correctas y las han dirigido a luchar por lo correcto; a tales líderes les dan el "beneficio de la duda". Lo que dicen (para usar una frase detestable) está "investido" con más autoridad que lo que dice alguien sin ninguna experiencia o que no ha jugado el papel de líder o no ha jugado un papel crítico y decisivo en coyunturas clave.
Así es, y no podemos decir que carece de razón. Pero, ¿cómo cuadra con lo que dijo el propio Mao (si mal no recuerdo en el libro Mao Tsetung espontáneo editado por Stuart Schram)? Dijo que al principio la verdad está en manos de una minoría y que en general los disidentes hacen innovaciones, descubren cosas nuevas y reconocen "nuevas verdades" antes que los demás y tienen que hacerle frente a las ideas tradicionales y las autoridades reconocidas y luchar por sus ideas.
Al señalar que la verdad a menudo está en manos de una minoría y que para forjar ideas nuevas, hacer innovaciones y captar nuevos aspectos de la realidad hay que hacerle frente a lo convencional y a las normas y autoridades reconocidas, Mao afirma que debemos seguir a cualquiera que tenga la verdad. Si un campesino la tiene, debemos seguirlo a él. No debemos seguir ciegamente a las autoridades ni seguir a nadie simplemente porque tenga autoridad. Desde luego, esa es una profunda verdad y un principio muy importante.
Pero aquí hay otra unidad de contrarios. Por un lado, hay una base concreta y legítima para dar mayor peso a las ideas, opiniones y argumentos de ciertas personas; pero por otro lado, el principio fundamental y esencial (y, en última instancia, el aspecto principal y decisivo de esta contradicción) es que la verdad es objetiva: la realidad existe objetivamente y la verdad consiste en retratarla correctamente.
La verdad no pertenece a ningún individuo, partido o grupo; existe objetivamente. El que tiene razón, la tiene y debemos reconocerla independientemente de quién sea, aunque se oponga totalmente a nuestros ideales. Aunque así sea, tenemos que reconocer esa verdad, y con mayor razón si la plantea, no un enemigo, sino un compañero del pueblo que no goce de la misma autoridad, digamos, que un líder de la sociedad, o de un grupo o partido y quizá se oponga a los que tienen autoridad. Puede ser que en ese momento plantee la verdad. Bueno, hay que abrazar la verdad, no importa quién la plantee.
A veces esta contradicción se vuelve muy aguda, sobre todo si los que están investidos de autoridad no reconocen la verdad y plantean líneas incorrectas. En general, en el manejo de la contradicción entre la dirección y los dirigidos esto puede manifestarse muy agudamente, o sea, por un lado, ciertas personas gozan legítimamente de más autoridad pero por el otro, objetivamente, la realidad es la realidad, la verdad es la verdad y todas las ideas, independientemente de quién las plantee, deben ser evaluadas con los mismos criterios, con el mismo método y con la misma orientación científica.
Al reflexionar sobre la autoridad del individuo (o, en cierto sentido, el "culto" al individuo) y lo que dijimos en Un fin horroroso o un fin al horror sobre su relación dialéctica con el pensamiento creativo, el espíritu crítico, la iniciativa y la participación con confianza y vivacidad de los militantes del partido y las masas, me vino a la mente el comentario de Irwin Silber, un revisionista que se las daba de "izquierdista", hace muchos años (a mediados de los 70) en un discurso en que planteaba una línea revisionista (el punto de vista del revisionismo soviético) acerca de la situación en Indochina y Camboya. En ese momento, Vietnam estaba por invadir o ya había invadido a Camboya e instalado un gobierno "amigo". Silber lo justificaba y/o atacaba el gobierno del Khmer Rojo y Pol Pot. Según me dijerondio un ejemplo de cómo era, a su modo de ver, la vida en Camboya: "¡Imagínense vivir en una sociedad donde manda Bob Avakian!".
Su comentario me pareció muy interesante y podríamos responder a varios aspectos. Pero dejando de lado el carácter de la sociedad camboyana durante el gobierno del Khmer Rojo y los problemas muy reales de esa época3 (y dejando de lado que Silber estaba calumniando a nuestro partido y su dirección), otro aspecto me saltó a la vista cuando preparaba esta charla. La verdad, ¡a mí tampoco me gustaría vivir en ese tipo de sociedad!, el tipo de sociedad a la cual alude Silber, en que algún individuo, sea quien sea (represente al proletariado o no), esté investido de autoridad de tal modo que la ejerza por ambición o capricho personal y para imponer tiranía. Dejando de lado por el momento la calumnia contra nuestro partido y su dirección, ¿cómo vemos esto? O sea, ¿queremos ese tipo de sociedad? Eso es lo que entendemos por el aspecto correcto de la autoridad de individuos en el partido y en la sociedad socialista? Nuestra respuesta es un rotundo ¡NO!
Mejor dicho, no queremos una sociedad en que la dictadura del proletariado (o, en realidad, una distorsión fundamental de ella) se parezca a una monarquía en que la voluntad del líder está por encima de la ley y de todo. Claro que en realidad, incluso en la "monarquía absoluta", la voluntad del rey o la reina no es absoluta; está moldeada y condicionada por las relaciones de clase que la monarquía concentra, lo cual es cierto en todo gobierno y toda dictadura. Pero a lo que voy es que no nos gustaría vivir en una sociedad en que la voluntad del "monarca", o líder individual, reemplace (o "rebase") las instituciones y principios de la sociedad. No luchamos por una sociedad en que el gobernante o líder condene o indulte por decreto o tome medidas por encima de la ley y el proceso legal establecido, una sociedad en la cual su voluntad sea sinónimo de ley.
Aunque jamás ha existido una dictadura del proletariado así (ni ningún estado así, en el sentido literal o absoluto), se han dado distorsiones en la relación entre la autoridad individual y el dominio general del proletariado, así como mal manejo de aspectos importantes de la contradicción entre la dirección y los dirigidos, aun cuando la sociedad en general era socialista y defendía, en términos muy generales, la dictadura del proletariado. Me refiero en particular a una parte de la experiencia de la Unión Soviética bajo la dirección de Stalin. Jamás llegó al extremo de ser una "monarquía absoluta" ni nada por el estilo, pero había tendencias de ese tipo; digamos que en varias ocasiones y de varias formas "se modificó" lo que estaba escrito acerca de los principios que regían la sociedad y el estado o que estos se relegaron a segundo plano ante las decisiones de ciertos individuos, y especialmente del máximo dirigente.
No queremos vivir en una "sociedad" en que ese sea el aspecto principal o esencial (repito, eso no sucedió en la Unión Soviética, incluso con los errores de Stalin). No es el tipo de sociedad que luchamos por crear ni llevaría al comunismo. Como hemos venido señalando, el hecho de que la autoridad se concentra en ciertos individuos tiene un aspecto correcto, pero eso no significa ni debe significar que no se sujeten a la colectividad del partido y los intereses generales del proletariado; no pueden substituir la línea, medidas y principios del partido y el estado por sus caprichos o voluntad individual ni imponer su voluntad, su idea de lo correcto y necesario por encima de la colectividad y el centralismo democrático del partido, la sociedad socialista o los principios o estructuras formales que concentran tales principios. Eso no es lo que significa para nosotros el aspecto positivo y necesario del "culto al individuo" y el hecho de que algunos individuos concentran cierta autoridad. El aspecto correcto tiene que ubicarse en el marco de la colectividad del partido y expresarse a través de ella y a través de los principios, instituciones y estructuras del partido (y de la sociedad, en la situación en que el partido dirige al proletariado a ejercer el poder del estado), y no por encima de ellos.
A manera de paréntesis, pero un paréntesis importante: tampoco me gustaría vivir en una sociedad socialista que no tuviera espacio para gente como Mario Savio, Mumia Abu-Jamal, Alice Walker o muchos más que podríamos nombrar. No creo que ese tipo de sociedad podría llevar al comunismo. Quiero volver a esto más adelante, digo, a la relación de unidad/lucha/unidad que debemos tener con muchas fuerzas a lo largo de la transición socialista y cómo debemos tratar a gente que no coincide con nuestro punto de vista pero en términos generales está al lado del pueblo y lucha contra el enemigo. O sea, si podemos unirnos con esas personas y reconocer la importancia de su papel y aportes ahora, ¿acaso no podremos encontrar la manera de que potencien, incluso más plenamente, sus cualidades positivas en la sociedad socialista por la cual luchamos? Sin duda, deben poder aportar a esa sociedad en un plano superior, aun con las contradicciones a veces muy agudas que eso implica.
Resumiendo, el partido tiene que dirigir y, como dijimos sin pelos en la lengua en la polémica contra K. Venu, es imprescindible reconocer abiertamente e institucionalizar tal dirección en la sociedad socialista porque si no, terminaremos bajo una dirección burguesa, y bajo una dictadura burguesa en una sociedad burguesa. Pero también es cierto que un aspecto clave de la dirección del partido es la aplicación correcta del principio de unidad-lucha-unidad con otras fuerzas de clase del pueblo y la aplicación en todo aspecto de nuestra estrategia del Frente Único bajo la Dirección del Proletariado4, y volveré a esta cuestión más adelante.