Vamos a abordar dos problemas histórico-mundiales del proletariado internacional y la revolución proletaria mundial: dos grandes contradicciones interrelacionadas. Los hemos abordado antes en varias ocasiones, pero es de suma importancia volverlos a ver constantemente para entenderlos más a fondo y para profundizar nuestra comprensión general de todo el proceso histórico-mundial del cual son una dimensión importante, así como de la lucha y movimiento que caracterizan dicho proceso.
La primera de esas dos grandes contradicciones es el desarrollo desigual de la revolución proletaria mundial: el hecho de que, hasta ahora, las revoluciones proletarias han triunfado en un país (o en unos pocos países) a la vez; se han presentado en un mundo dominado por el imperialismo, y es muy probable que sea así durante un largo período. Es decir, existirán en un contexto--podríamos decir un "contexto estratégico global"--de "cerco" imperialista. Ese es un elemento del problema histórico-mundial de hacer la revolución proletaria mundial y avanzar al comunismo.
Lo que queda de la vieja sociedad
El otro problema histórico-mundial tiene que ver con las contradicciones de la sociedad socialista que quedan como "rezagos" del capitalismo (y de la sociedad de clases en general), y que la caracterizan como una transición al comunismo. Examinemos una manifestación concentrada de eso: durante un período histórico después de la toma del poder y la socialización inicial de la propiedad, en general una minoría de la sociedad va a desempeñar las funciones de dirección y administración, así como las demás tareas relacionadas con el trabajo intelectual. Así sucedió, por ejemplo, en la Unión Soviética y China, donde la socialización básica de la propiedad que se alcanzó (en un lapso de tiempo corto) encerraba formas mixtas de propiedad socialista, propiedad colectiva de grupos de campesinos y otras clases, además de propiedad del estado, y persistían las relaciones de mercancías, incluso en el sector estatal de la economía.
Es de suma importancia entender esto desde el punto de vista materialista-dialéctico: bajo la dictadura del proletariado, aun después de alcanzar la socialización básica de la propiedad, una minoría de la sociedad desempeñará las tareas intelectuales, administrativas y de dirección; es más, fundamentalmente no puede ser de otra forma durante un período bastante largo. Además, en las primeras etapas del socialismo, se tratará de una minoría relativamente pequeña. Habrá que aceptar este hecho: durante cierto tiempo solo será posible preparar a una minoría para realizar dichas tareas. Todavía no existirán las condiciones que permitan que toda la sociedad participe, en forma más o menos igualitaria, tanto en el trabajo intelectual como en el manual. Eso se debe a las contradicciones subyacentes de la sociedad socialista, que es una etapa de transición del capitalismo (tal como es en el momento de tumbarlo, con toda la destrucción que conlleva la guerra para tumbarlo y consolidar el nuevo sistema) hacia la eliminación de las diferencias de clase y a plasmar "todas las cuatro", con el avance al comunismo en todo el mundo.
Mejor dicho, por más ganas que tengamos, por más que queramos, no vamos a poder crear una situación que nos permita hacer transformaciones cualitativas, en un sentido histórico-mundial, en la contradicción intelectual/manual en un tiempo muy corto. Eso tiene muchas implicaciones para el campo de la administración y para el pilar fundamental del poder estatal: el ejército.
Pongamos que existe un auténtico ejército popular; una línea correcta está al mando; se maneja correctamente la relación entre el ejército y las masas. A pesar de todo eso, habrá contradicciones. La división del trabajo existente tiene el potencial de transformarse en una relación de enajenación y subordinación entre los mandos y las tropas como la que caracteriza al ejército burgués. Ese es un aspecto importante del problema. Ser mando requiere, además de experiencia y entrenamiento, cierto nivel de conocimiento militar, preparación intelectual, etc.; es otra manifestación muy concentrada de la contradicción intelectual/manual. Es imposible que todos lleguen a ser mandos de la noche a la mañana o en un tiempo corto. Tampoco será posible lograr que todos sirvan de mandos y de soldados en forma rotativa.
La mayoría de las tropas--aun en el ejército popular en el socialismo--no pueden ser mandos salvo a un nivel muy elemental; no será posible cambiar esa situación en poco tiempo, ni siquiera donde el poder estatal del proletariado haya existido durante varios años o, inclusive, décadas. Eso está estrechamente relacionado con un punto muy importante que planteamos en la polémica contra K. Venu ("Democracia: ¡Más que nunca podemos y debemos lograr algo mejor!"): la experiencia histórica de la revolución socialista demuestra que--independientemente de lo que creyeron Marx y Engels, e inclusive de lo que creyó Lenin antes de la Revolución de Octubre--no será posible abolir el ejército permanente bajo la dictadura del proletariado durante un período bastante largo.
Cuando Lenin escribió su obra El estado y la revolución (un poco antes de la Revolución de Octubre de 1917), planteó que se iba a poder abolir el ejército permanente en muy poco tiempo y reemplazarlo por milicias de las masas. Sin embargo, la experiencia histórica ha demostrado que no es posible hacerlo en poco tiempo ni durante largo tiempo.
Aquí podemos ver la influencia, y la interpenetración, de las dos grandes contradicciones que son el tema de esta entrega: el hecho de que no es posible abolir el ejército permanente en la sociedad socialista durante un período bastante prolongado está interrelacionado con la contradicción del cerco imperialista de los estados socialistas y también con la otra contradicción de los "rezagos" de la vieja sociedad de clases en el socialismo, el hecho que esos "rezagos", como la contradicción intelectual/manual, persisten largo tiempo. De hecho, han persistido y persistirán mucho más tiempo de lo que pensaron Marx, Engels e incluso Lenin, cuando escribió El estado y la revolución antes de la revolución de octubre, y también, en cierto sentido, de lo que pensó después. El problema de eliminar esas diferencias (entre el trabajo intelectual y manual, así como otras grandes diferencias sociales) en la base económica y en la superestructura requiere un proceso muy complejo, que se plasma en la lucha de clases entre el proletariado y la burguesía, y entre el camino socialista y el camino capitalista; por ende, no puede culminarse en un tiempo corto.
Línea y dirección
Así que, en cierto sentido, lo que dijo Lenin acerca de la pequeña burguesía se aplica aquí: hay que vivir con esta situación--caracterizada por los rezagos de la vieja sociedad de clases en la base económica y en la superestructura--y transformarla durante un largo tiempo. No es posible transformarla de la noche a la mañana; tratar de hacerlo nos arrojaría de vuelta al capitalismo: es decir, se desatarían y se potenciarían las fuerzas del capitalismo, y con más prontitud librarían una batalla para retomar el poder. Se trata de un problema histórico a largo plazo y, para entenderlo a fondo, es conveniente analizar concretamente por qué no es posible abolir el ejército permanente durante un período largo.
Respecto a esta cuestión, el criterio principal de muchas tendencias socialistas--e incluso de algunos comunistas--es lo siguiente: ¿están armadas las masas? Es decir, ¿las armas están en manos de las masas? Como señalamos en la polémica contra K. Venu, si queremos saber si las armas están en manos de las masas, no se trata simplemente de ver si las tienen en la mano. Esto entraña contradicciones mucho más profundas porque, aunque las armas estén en manos de las masas, si la línea que dirige al ejército es una línea que beneficia a la burguesía, entonces en lo fundamental las armas no están en manos de las masas (aunque textual y físicamente lo estén).
El hecho de que las armas estén en manos de las masas de verdad y no solo formalmente depende de la dirección, de si la dirección representa al proletariado o la burguesía, y eso, a su vez, se plasma en la cuestión de línea: ¿la línea está al servicio de los intereses fundamentales del proletariado de revolucionar la sociedad y avanzar al comunismo en todo el mundo o al servicio de la burguesía y de la restauración del capitalismo?
Bueno, como he dicho antes, no basta con entender y manejar este punto más a fondo teóricamente. Eso es importante, pero hay que hacerlo a través de una relación dialéctica con las masas, es decir, hay que platicar de esto con las masas y conocer sus ideas e interrogantes. Es preciso que luchemos para captarlo; es más, hay que dominarlo lo suficiente para desenvolver ese proceso dialéctico de práctica-teoría-práctica con las masas. Hay que plantearle esto a las masas y escuchar lo que dicen, especialmente los "peros". O sea, cuando señalamos que se necesita la revolución proletaria y que es posible hacerla en Estados Unidos y a nivel mundial, y dicen: "Está bien. Es una buena idea, pero no es posible hacerlo"; "de acuerdo, correcto, pero, ¿y la represión que caerá encima si lo intentamos?"; etc.
Hay que responder a todos esos "peros", especialmente cuando nos preguntan si es posible hacerlo, es decir, si es posible derrotar el enemigo militarmente y eliminar todas las relaciones subyacentes que producen las clases y la cosmovisión que corresponde a la sociedad burguesa y la sociedad de clases en general. Es importante que enriquezcamos constantemente ese proceso dialéctico de las masas y la vanguardia, la práctica y la teoría.
Planteo esos problemas histórico-mundiales para que los consideremos, para que se luche en el partido y en otros círculos revolucionarios para captarlos mejor dentro del marco de las tareas inmediatas, no solo en la esfera de propaganda y agitación, sino también en nuestro trabajo revolucionario permanente con las masas básicas y otras capas.