La validez e importancia continua del “análisis de la pirámide”
Este “análisis de la pirámide” fue presentado por primera vez hace más de cinco años en la sesión de preguntas y respuestas de la charla “Revolución” (Revolución: por qué es necesaria, por qué es posible, qué es)1. Para resumir brevemente, lo importante es que se pueden concebir las estructuras políticas y la manera en la cual se relacionan con la sociedad más amplia en Estados Unidos como una especie de pirámide: en la cima están las fuerzas de la clase dominante que, hablando a grandes rasgos y para fines generales, están divididas entre el Partido Republicano por un lado y por el otro el Partido Demócrata y entre lo que representan estos partidos en términos del “conservadurismo” y del “liberalismo” (sobre los cuales voy a hablar más en adelante); y luego, continuando con la metáfora de la pirámide, las líneas se extienden (o salen en una pendiente) desde la cima de la pirámide, donde se sienta la clase dominante con sus dos alas básicas, hacia las bases sociales de abajo a las cuales piden apoyo estas alas diferentes de la burguesía de la cima de la pirámide: en un lado la “derecha” y en el otro la “izquierda” en los términos que por lo común se usan en el marco de la política burguesa. Estas dos fuerzas de la clase dominante y los partidos políticos que en general las representan pretenden atraer a la gente en los dos lados de esta pirámide pidiendo su voto y también, al menos a veces, llamándola a participar políticamente — pero siempre lo hacen en el marco del sistema capitalista dominante y según los términos que corresponden a los intereses de la clase capitalista dominante, de la cual estos dos partidos políticos son representantes.
Lo que también se ha señalado en cuanto a esta pirámide no solamente es que en líneas generales se puede concebir la política dominante o “establecida” en términos de este tipo de división, sino también que en un lado de la pirámide —o sea el lado abiertamente derechista— los políticos de la clase dominante que están en la cúpula de ese lado de la pirámide están totalmente dispuestos a movilizar a una base social “en su lado de la pirámide” —las fuerzas derechistas y de hecho fascistas— y a menudo lo hacen, y lo que vemos hoy en el contexto de lo que está pasando con la presidencia de Obama en particular. Estos políticos derechistas (en general agrupados en el Partido Republicano) pueden movilizar, movilizarán y sí movilizan enérgicamente a esta base social esencialmente fascista (y aunque la mantienen sujeta con una especie de correa, es una correa larga) pero, por otro lado, los sectores de la clase dominante que en general representa el Partido Demócrata están muy renuentes a movilizar y en efecto se resisten a movilizar a su base social, si se quiere expresarlo así — la base de personas cuyo voto y apoyo en la arena política burguesa quieren ganar los demócratas. Este lado (el Partido Demócrata) de la clase dominante generalmente no quiere movilizar a esa base en las calles y de hecho rehuye a la idea de llamar a esa base a las calles, a movilizarla para oponerse a las fuerzas opuestas en la clase dominante y su base social, o en general para luchar por los programas que el mismo Partido Demócrata dice que representa y que en cierta medida trata de implementar.
Así que en un lado (el lado “izquierdo”, si me permiten usar ese término) existe una cantidad significativa de parálisis, mediante la cual el objetivo concreto de los políticos de la clase dominante es pacificar y desmovilizar a la misma gente a la cual procuran atraer para que vote por ellos (su “base social” en ese sentido), mientras que en el otro lado se tiene una orientación muy activa a desatar, azuzar y movilizar de una manera muy apasionada y enérgica a la base social fascista que la parte republicana y derechista de la clase dominante considera su base social o como una fuerza en la cual se apoya en la población. Esto no quiere decir que las personas en los lados y en la base de la pirámide, por así decirlo (las personas en las capas medias, ni hablar de los y las de abajo de la sociedad), jueguen cualquier papel decisivo para determinar cuáles serán las políticas y las acciones de aquellos que están en la cima de la sociedad; pero son fuerzas que —en el caso de los políticos derechistas y el Partido Republicano— tienen mucho afán de movilizar; mientras que en el caso del otro lado, las personas en la cima de la pirámide están muy deseosas de no movilizar en la calle a las personas a las cuales piden que les apoyen en las elecciones. Les interesa mucho tener a esta “base social” desmovilizada y paralizada políticamente pero que actúe, si bien muy pasivamente, en el marco político dominante y siempre sobre la base de buscar la conciliación y la acomodación con las fuerzas abiertamente derechistas en la clase dominante y la base fascista a que éstas piden apoyo.
Como amplificación del punto básico en consideración, es importante reconocer lo siguiente: en el marco del sistema capitalista imperialista y con la dinámica subyacente de este sistema que en lo fundamental determinan las pautas y los límites de la política “oficial” y “aceptable”, el fascismo —o sea, la imposición de una forma de dictadura que se basa abiertamente en la violencia y el terror para mantener el gobierno y los imperativos del sistema capitalista imperialista— es una posible resolución de las contradicciones que enfrenta este sistema, una resolución que en cierto momento podría corresponder más o menos a las necesidades imperiosas de este sistema y su clase dominante — mientras que la revolución y el auténtico socialismo que se proponen alcanzar el objetivo final del comunismo por todo el mundo también constituyen una posible resolución de estas contradicciones, ¡pero es una que muy claramente no será aceptable para la clase dominante capitalista imperialista ni compatible con los imperativos de este sistema!
Todo esto es la razón fundamental de por qué, como señaló el observador progresista y crítico de los medios establecidos Jeff Cohen, no es solamente concebible sino de hecho es muy común en estos días tener a comentaristas “respetados” en los medios establecidos cuya posición fue sintetizada por el recién difunto Robert Novak, quien una vez le dijo a Cohen que en los años 1950 él (Novak) era un republicano tipo Eisenhower y que todos los días desde ese entonces se ha pasado más a la derecha; mientras que, Cohen recalcó, ¡es inconcebible que podría haber uno de esos acostumbrados comentaristas que se considera una voz sensata y respetada quien, desde el otro lado del espectro político, podría decir: A principios de los años 1960 yo era un demócrata tipo Kennedy y todos los días desde ese entonces he ido más a la izquierda!
Para ilustrar más lo que concentra el “análisis de la pirámide”, tomemos un ejemplo de la política contemporánea, la política del último par de presidencias. Todo el mundo recuerda o debería recordar que en 2000 las elecciones presidenciales fueron las más reñidas al menos en la historia reciente o moderna de Estados Unidos. No se resolvió el conflicto el día que tuvieron lugar las elecciones (ni en la madrugada del día siguiente) sino que se alargó y se volvió muy intenso durante las semanas posteriores con argumentos en los tribunales y contenciosas batallas acerca de si Bush o Gore era el ganador legítimo de las elecciones en Florida y por ende en todo el país — todo lo que por fin se resolvió mediante una decisión de 5 contra 4 en la Corte Suprema federal.
Lo que es importante y revelador en términos de lo que estoy señalando aquí —y lo que mucha gente sin duda ya ha olvidado, como sucede con tanta frecuencia en la política estadounidense— es que en 2000 los comentaristas de la televisión, los expertos, etc., creían de manera uniforme o al menos la abrumadora mayoría de éstos creían que dado el hecho de que estas elecciones fueron tan reñidas y que concluyeron con una decisión muy controvertida de una Corte Suprema muy dividida; y es más, dado que Bush ni siquiera ganó el voto popular pero que Gore sí lo ganó, Bush tendría que “gobernar por consenso” y pasarse “hacia el centro” en cuanto a su manera de gobernar. No, en absoluto. Lo que pasó era exactamente lo opuesto. Bush asumió una línea durísima, movilizó a una fuerza a ultranza de sus seguidores en la clase dominante y llamó, cuando consideraba que tuviera que hacerlo, a una base social derechista a ultranza y básicamente fascista para que lo respaldara. Y la noción general de acomodarse con las otras fuerzas entre los gobernantes y en particular aquellos agrupados en el Partido Demócrata (“tenderle la mano al otro lado”, como les gusta decir) no fue en absoluto la manera en que Bush abordaba la situación, incluso antes de las elecciones de 2004 cuando fue “re”-elegido y dijo que había ganado “capital político” considerable mediante esas elecciones. Pero a lo largo de ese período hasta esas elecciones de 2004 eso para nada era cierto, al contrario de lo que era la opinión común dicha vez tras vez, que después de todo Bush tendría que gobernar por consenso y pasarse hacia el centro.
Ahora comparamos eso con la situación actual. Obama no llegó a ser presidente como resultado de unas elecciones muy reñidas en que algunas personas cuestionaran el resultado. El resultado fue claro y su victoria fue decisiva según las normas de la política electoral burguesa establecida en Estados Unidos. No cabe duda acerca del resultado —la victoria electoral de Obama ya quedaba claro muy entrada la noche de las elecciones— y no hubo ninguna controversia acerca de quién había ganado. Además, Obama cuenta con una amplia mayoría de parte de su partido en el Senado y en la Cámara de Representantes. En otras palabras, en el Congreso los demócratas tienen una amplia mayoría que complementa la victoria decisiva de Obama en las elecciones presidenciales2. Sin embargo, vez tras vez, se insiste que Obama tendrá que buscar el consenso, “tenderle la mano al otro lado”, no llegar a aislarse de aquellos que no lo apoyaron, no alienar al Partido Republicano, etcétera — y vez tras vez Obama actúa de acuerdo con eso. De hecho, cada vez que Obama lleve a cabo las acciones que su papel como ejecutivo en jefe del imperialismo estadounidense y comandante en jefe de las fuerzas armadas imperialistas de Estados Unidos lo obliga a llevar a cabo, la justificación que se da a veces con frecuencia y a veces todo el tiempo, en particular a aquellos que votaron por él pero que están desilusionados por estas acciones, es que Obama, después de todo, tiene que acomodarse, tiene que “tenderle la mano al otro lado”, tiene que gobernar por consenso, etcétera, etcétera.
¿Por qué es que, al mirar estos dos ejemplos que están en marcado contraste entre sí, la lógica aparentemente indicaría que Obama debiera tener la oportunidad de gobernar sin obstáculos y entrar al ruedo peleando y no tener que acomodarse con las fuerzas de oposición en las estructuras gobernantes, pero en la realidad constantemente se está acomodando con éstas y repetidamente se insiste que él debe hacerlo; mientras que Bush, según la “opinión común”, debía haber estado acomodándose y “buscando consensos”, pero se negó a hacer eso y en los hechos tuvo más o menos el camino despejado para actuar de una forma que no pretendiera acomodarse ni forjar consensos?
Una vez más sobre el intelectual democrático y el tendero
Para entrarle más a esto y hacerlo desde otro ángulo importante, es necesario considerar unas características particulares de estas bases sociales, estas fuerzas de clase que tienden a apoyar espontáneamente a uno u otro partido político establecido de la clase dominante. Luego volveré a las divisiones en la clase dominante y cómo eso afecta las cosas en un sentido más amplio, pero aquí quiero volver a la famosa declaración de Marx en El dieciocho brumario de Luis Bonaparte sobre el intelectual democrático y el tendero — y cómo esto se relaciona con la repolarización para la revolución. Es importante examinar con detenimiento lo que Marx dijo sobre esto, no porque seamos unos religiosos que practicamos “la hermenéutica” (la interpretación pormenorizada de las escrituras), sino porque Marx fue intencionalmente preciso y existe un profundo significado concentrado en las varias cosas que dijo en esa declaración.
Existen dos puntos esenciales —los cuales constituyen una especie de “unidad de contrarios”— en lo que dijo Marx en El dieciocho brumario y quiero centrarme en ellos. Por un lado, señaló el punto —un punto muy importante que por razones muy buenas hemos recalcado repetidas veces— de que el intelectual democrático en la esfera de su propio pensamiento no va más allá de los límites y los confines de los cuales el tendero puede ir en la vida práctica. En otras palabras, los intelectuales democráticos, en su pensamiento y filosofía, aún están atrapados y confinados en el marco de las relaciones de mercancías y el capitalismo. Aun cuando conciben cómo debería ser el mundo y cuando conciben los derechos que el pueblo debería tener, cuando conciben la necesidad de reparar y corregir injusticias (o la forma en que expresen eso), lo hacen en el mismo reducido marco de relaciones de mercancías y condiciones capitalistas. Y en ese sentido, estos intelectuales democráticos no pueden ir más allá del marco en el cual el tendero está confinado y atrapado en la actividad práctica, a saber, la dinámica de la producción e intercambio de mercancías y más específicamente las relaciones económicas capitalistas3.
Pero Marx también señala un punto que está en contradicción con eso, porque está trabajando con mucha dialéctica: está mirando el panorama general y las relaciones contradictorias de estas cosas y cómo se interactúan entre sí. Recalca que si bien en lo fundamental tanto el intelectual democrático como el tendero están confinados en los mismos límites, pueden estar a un mundo de distancia entre el uno y el otro por su educación y su modo de pensar. Es posible perder de vista este último aspecto en el énfasis que le da Marx a su conclusión muy importante: a fin de cuentas están atrapados en los mismos confines — el intelectual democrático y el tendero respectivamente, el primero en el caso de la filosofía y el otro en el caso de la vida práctica. Pero es muy importante reconocer que la diferencia —la cual Marx recalcó como un mundo de distancia— también tiene importancia y ramificaciones reales.
En cuanto a sus tendencias políticas y sus “impulsos” políticos (por así decirlo), el intelectual democrático es muy distinto al tendero. Y volviendo al “análisis de la pirámide”, lo que vemos a menudo o una tendencia general que vemos es que estos intelectuales, en la medida en que todavía estén confinados en el marco político burgués dominante, tienden a alinearse “en el lado izquierdo” de ese marco; con relación a la política electoral y burguesa estadounidense tienden a estar en el campo del Partido Demócrata — no exclusivamente pero en un grado muy alto. Por otro lado, de nuevo no exclusivamente pero en un grado muy alto, los propios tenderos —y uso “tenderos” como una metáfora general en referencia a otros propietarios pequeños y dueños de propiedad en pequeño— al menos espontáneamente tienden a estar en el campo del otro lado, a estar en el lado derechista de la división social. Tienden hacia la posición fascista, hacia volverse una base social para el fascismo, en especial cuando creen que sus intereses estén bajo fuertes amenazas o que éstos sean objeto de fuertes desafíos.
Y eso tiene importancia real para analizar los alineamientos políticos concretos en Estados Unidos en cualquier momento dado, incluso ahora, y los retos que eso plantea respecto a la repolarización para la revolución. No vale decir, simplemente por el hecho que Marx diga que en última instancia están confinados en el mismo marco, que se debería pasar por alto las diferencias muy reales entre los intelectuales democráticos y los “tenderos” respecto a su manera de actuar políticamente en ese marco. Nuestra tarea, la tarea vista desde el punto de vista estratégico de la revolución hacia el objetivo final del comunismo, es trabajar y luchar para hacer que los intelectuales democráticos se zafen del marco democrático-burgués, a la vez que nos unamos con ellos cuando sus sentimientos democráticos los impelan o al menos los predispongan a oponerse a los crímenes y atrocidades perpetrados por este sistema — crímenes que en muchas ocasiones están en conflicto o al menos parecen estar en conflicto con los proclamados principios democráticos de este sistema. Pero al mismo tiempo sería malo y dañino permitir que los tenderos (de nuevo, uso eso como metáfora en referencia a sectores amplios de las capas medias, pequeños propietarios, dueños de propiedad en pequeño y otras personas de una condición semejante con sentimientos espontáneos semejantes) simplemente permanezcan en el campo de la reacción y que graviten cada vez más hacia el fascismo. También es necesario, aun cuando se reconozcan las verdaderas dificultades en esto, mantener una orientación estratégica de pretender ganarse o al menos neutralizar políticamente lo más que se pueda a los tenderos, entendiendo eso como un aspecto característico del sector pequeño burgués más amplio.
Continuará.