Bob Avakian escribe que una de las tres cosas que tiene “que ocurrir para que haya un cambio duradero y concreto hacia lo mejor: Las personas tienen que reconocer toda la historia propia de Estados Unidos y su papel en el mundo hasta hoy, y las correspondientes consecuencias terribles”. (Ver "3 cosas que tienen que ocurrir para que haya un cambio duradero y concreto hacia lo mejor").
En ese sentido, y en ese espíritu, “Crimen yanqui” es una serie regular de www.revcom.us. Cada entrega se centrará en uno de los cien peores crímenes de los gobernantes de Estados Unidos, de entre un sinnúmero de sanguinarios crímenes que han cometido por todo el mundo, de la fundación de Estados Unidos a la actualidad.
La lista completa de los artículos de la serie Crimen Yanqui
El crimen:
Entre 1990 y el 2003, Estados Unidos y las Naciones Unidas impusieron drásticas sanciones contra Irak, en ese entonces gobernado por Sadam Hussein. Esas sanciones empezaron aun antes de que Estados Unidos destruyera buena parte de su infraestructura, como la red de electricidad, las plantas para la purificación del agua, y los sistemas para el tratamiento de aguas residuales de Irak durante la guerra del Golfo Pérsico de enero a marzo de 1991, y que continuaron durante décadas después de que terminó la guerra. El resultado, especialmente para los jóvenes, los enfermos y los ancianos, fue catastrófico.
Irak dependía de la venta del petróleo para poder comprar alimentos importados y equipamiento importado para su industria e infraestructura. Pero las sanciones impuestas por Estados Unidos y la ONU lo bloquearon — impidiendo tanto que vendiera suficiente petróleo como que llegara lo importado, con frecuencia con el cuento de que podrían ser para uso militar. La economía de Irak estaba en ruinas, y no podía reparar completamente los destruidos sistemas de electricidad y agua potable, ni comprar alimentos o medicina muy necesitados. Bloquearon incluso químicos necesarios para el tratamiento del agua.
El resultado fue un colapso económico, un declive de producción agrícola (debido en parte a la escasez de partes de repuesto), una generalizada escasez de alimentos y medicina y, lo más peligroso, una crisis de agua contaminada.
Antes de la Guerra del Golfo de 1991, el 96% de los iraquíes tenían acceso a abundantes cantidades de agua potable. Tres años después, menos de la mitad tenía ese acceso. En 1991, un equipo de la ONU informó: “En Bagdad ahora tienen que echar las aguas residuales directamente en el río — que es la fuente del suministro de agua”.
Eso resultó en una explosión de enfermedades transmitidas por el agua — tales como la tifoidea, el cólera y especialmente la diarrea que afectó más a los niños. “Desde la guerra, los niños iraquíes han estado expuestos a la guerra biológica, la guerra biológica masiva”, resumió Dr. Ameed Hamid, el director de la Sociedad Media Luna Roja de Irak, en el verano de 1991. “Cuando destruyen la infraestructura de un país, dejan que las aguas negras con todos sus gérmenes patógenos corran por las calles, obstaculizan que los niños tomen agua potable, les infligen la desnutrición, no permiten que entren al país medicinas. Así que es un ambiente excelente para la muerte y la enfermedad”.
Algunos niños cayeron en un ciclo vicioso: por la escasez de alimentos estaban susceptibles a enfermedades, y al mismo tiempo, la diarrea que es el producto de agua contaminada impidió que absorbieran lo que sí comieron, y la falta de medicinas lo empeoró.
La escala de la muerte, la enfermedad y el sufrimiento infligido fue enorme. En 1997, la ONU calculó más de 1,2 millones de muertes iraquíes (750.000 de ellos niños menores de cinco años) a raíz de la escasez de medicinas desde la guerra del Golfo.
Una investigación de 1999 realizada por UNICEF y el ministerio de salud de Irak determinó que la tasa de mortalidad de niños menores de cinco años del sur y centro de Irak (donde vive el 85% de la población) había subido de 56 de cada 1000 niños nacidos vivos entre 1984 y 1989 a 131 entre 1994 y 1999 — y con el tiempo siguió aumentando.
UNICEF calculó que el total de muertos fue asombroso: 500.000 o más.
Los niños iraquíes murieron a un ritmo el doble de lo de antes de la guerra. O sea, unos 5000 niños iraquíes menores de cinco años murieron cada mes gracias a las acciones de Estados Unidos.
Denis Halliday, el coordinador de operaciones humanitarias de la ONU entre agosto de 1997 y septiembre del 1998, dijo que la sanciones eran “un programa deliberado y activo —no es simplemente negligencia, es activo— es una decisión deliberada para sostener un programa que saben que mata específicamente a los niños y la población. Es algún tipo de programa, y yo pienso que es un programa de genocidio. No encuentro una mejor palabra”.
Se infligieron en gran escala la muerte, la enfermedad y el sufrimiento. En 1997 la ONU informó que más de 1,2 millones de iraquíes habían muerto desde la guerra del Golfo como resultado de la escasez de medicamentos causada por la guerra y las sanciones, entre ellos 750.000 niños menores de cinco años. En una entrevista televisiva en 1996, la embajadora de Estados Unidos ante la ONU y futura secretaria de estado Madeleine Albright defendió este asesinato imperialista.
Los criminales:
Las administraciones de los presidentes George H.W. Bush, Bill Clinton (y Hillary Clinton también, habiendo sido actriz clave en su administración), y George W. Bush: El presidente George H.W. Bush presidió la imposición de las sanciones, lanzó la guerra de 1991 y continuó las sanciones después. Estas sanciones punitivas, así como el estricto programa de desarme y los frecuentes ataques aéreos, continuaron bajo Bill Clinton y George W. Bush, a pesar de que su impacto asesino era de conocimiento general.
Las Naciones Unidas: Impuso sanciones contra Irak desde 1990 hasta 2003.
Las FFAA de Estados Unidos y la CIA: Planearon y llevaron a cabo la destrucción de la infraestructura y las redes de agua potable y electricidad. Documentos desclasificados del Pentágono indican que los militares yanquis y sus agencias de inteligencia estudiaron con esmero y anticipación el sistema iraquí de agua potable, evaluaron sus posibles puntos débiles, calcularon el impacto catastrófico a la salud si las interrumpieran, y estudiaron como impedir su reconstrucción. Luego Estados Unidos bombardeó el sistema eléctrico, prácticamente clausurando el sistema de agua potable y el de aguas residuales, y a la vez impidiendo su reconstrucción con la imposición de las sanciones. Los documentos también indican que los analistas del gobierno estadounidense monitorearon la resultante propagación de enfermedades.
La prensa estadounidense: Desempeñó un papel clave en justificar, defender y encubrir los crímenes yanquis. Por ejemplo, el New York Times, que tenía un papel destacado en el reportaje sobre Irak, publicó un editorial el 24 de julio de 1991 en que dijo: “Se le atormenta a uno tener que aceptar que se use el sufrimiento humano como una palanca diplomática — pero es preferible a dejar a los aliados del Golfo Pérsico sin otra manera de conseguir el acatamiento de Irak salvo reanudar los ataques militares… no es la hora apropiada para aflojar el embargo”.
LA COARTADA:
La ONU, respaldada por Estados Unidos, impuso sanciones cuando Irak invadió Kuwait en agosto de 1990. El propósito declarado fue obligar a Irak a retirar sus soldados. Después de la guerra de 1991, cuando Irak se retiró de Kuwait, las sanciones continuaron bajo la Resolución 687 de la ONU con el propósito manifestado de obligar a Irak a deshacerse de armas de destrucción masiva químicas, biológicas y nucleares (y cumplir con otras resoluciones de la ONU). Dijeron que cuando Irak se desarmara le levantarían las sanciones.
Mientras el régimen de las sanciones pasó por varias etapas, Estados Unidos siempre insistía en que no eran sanciones crueles, que se estaba permitiendo que llegaran a Irak bienes humanitarios, como alimentos, y que solamente levantaría las sanciones cuando Hussein acatara la demanda de la ONU de desarmarse. En el 2000, Bill Clinton dijo que si los iraquíes pasaban hambre o no tenían suficiente medicina, era culpa de Saddam Hussein. Y el 22 de septiembre del 2002, Bush, hijo, dijo en un discurso ante la ONU: “Saddam Hussein ha subvertido este programa, esquivando las sanciones para comprar tecnología para misiles y mercancía militar. Al negarse a cumplir con sus propios acuerdos, él es plenamente responsable del hambre y miseria que padecen los ciudadanos iraquíes inocentes”.
En sus propias palabras:
Leslie Stahl del programa 60 Minutes, preguntando en 1996 sobre el impacto de las sanciones: “Nos hemos enterado que medio millón de niños han muerto. O sea, más niños que los que murieron en Hiroshima. Bueno, ¿vale el precio?” Madeleine Albright, embajadora de Estados Unidos ante la ONU bajo Bill Clinton: “Creo que es una elección muy difícil, pero el precio, creo que el precio vale la pena.”.
La estrategia de la guerra de 1991 según un planificador del Pentágono: “La gente dice: ‘Ustedes no se dieron cuenta de que iba a afectar el agua o las aguas residuales’. Bueno, ¿qué es lo que pretendíamos hacer con las sanciones — ayudar al pueblo iraquí? No, los ataques contra la infraestructura eran para acelerar los efectos de las sanciones”.
EL VERDADERO MOTIVO:
Las alegaciones yanquis de que las sanciones eran para obligarle a Irak a desarmar fueron una mentira; eran para incapacitar y luego tumbar al gobierno de Saddam Hussein. Consideraron que la continuación de su gobierno era un peligro a largo plazo para el control estadounidense del Golfo Pérsico y el Oriente Medio en general, así como una mancha en la campaña estadounidense, tras el colapso de la Unión Soviética, para imponer su posición como la única superpotencia imperialista mundial. Las sanciones tenían el propósito de debilitar al régimen de Hussein por medio de impedir la reconstrucción de la industria, la economía y las FFAA, así como hacer la vida tan imposible para la población como para provocar un golpe militar que tumbara al gobierno. Robert Gates, principal asesor de seguridad nacional de Bush, padre, admitió en 1991 que: “Los iraquíes pagarán el precio mientras Saddam Hussein siga en el poder. Se considera una reducción de las sanciones solo cuando haya un nuevo gobierno”.
Estados Unidos también mintió sobre el cumplimiento de Irak con respecto a las demandas de desarmarse. Seis meses después de la guerra del Golfo de 1991, se estaban descubriendo y destruyendo los programas de armas de Irak. Es posible que para los principios de los años 1990, Irak ya hubiera destruido todas sus armas de destrucción masiva, según desertores de alto nivel, y ciertamente para fines de esa década. En octubre de 1998, la Agencia Internacional de Energía Atómica confirmó que Irak había proveído un informe “entero, final y completo” sobre sus programas de armas nucleares, y que la agencia no había encontrado ninguna evidencia de ninguna actividad nuclear prohibida desde octubre de 1997. Un año después se presentó un informe similar de la ONU sobre su programa de armas biológicas. Mejor dicho, Irak estaba desarmado y los gobernantes yanquis lo sabían. Por eso es que después de la invasión del 2003 no encontraron armas.
Sin embargo, aunque se sabía que las sanciones estaban matando y torturando al pueblo de Irak, persistieron bajo Bill Clinton y George W. Bush. La profesora Carol Joy Gordon de la Universidad Fairfield concluyó que Estados Unidos convirtió las sanciones de la ONU en “un acto legitimado de matanza en masa”.
Fuentes:
Larry Everest, Oil, Power & Empire: Iraq and the U.S. Global Agenda (Common Courage 2004), capítulos 5, 6, 7
Thomas Nagy, “The Secret Behind the Sanctions: How the U.S. Intentionally Destroyed Iraq’s Water Supply,” The Progressive, septiembre de 2001
Joy Gordon, “Cool War: Economic Sanctions as a Weapon of Mass Destruction,” Harper’s, noviembre de 2002
UNICEF and Government of Iraq Ministry of Health, “Child and Maternal Mortality Survey 1999: Preliminary Report,” julio de 1999 (www.unicef.org)
“Punishing Saddam,” CBS, 60 Minutes, 12 de mayo de 1996
“Iraq Under Siege,” The Tech, 5 de mayo de 2000