Bob Avakian escribe que una de las tres cosas que tiene “que ocurrir para que haya un cambio duradero y concreto hacia lo mejor: Las personas tienen que reconocer toda la historia propia de Estados Unidos y su papel en el mundo hasta hoy, y las correspondientes consecuencias terribles”. (Ver "3 cosas que tienen que ocurrir para que haya un cambio duradero y concreto hacia lo mejor").
En ese sentido, y en ese espíritu, “Crimen yanqui” es una serie regular de www.revcom.us. Cada entrega se centrará en uno de los cien peores crímenes de los gobernantes de Estados Unidos, de entre un sinnúmero de sanguinarios crímenes que han cometido por todo el mundo, de la fundación de Estados Unidos a la actualidad.
La lista completa de los artículos de la serie Crimen Yanqui
EL CRIMEN:
A las 10:15 pm del 19 de marzo de 2003, George W. Bush anunció al mundo: “A esta hora, las fuerzas estadounidenses y de la coalición están en las primeras etapas de las operaciones militares para desarmar a Irak, liberar a su pueblo y defender al mundo del peligro grave”.
Mientras Bush hablaba, bombas y misiles estadounidenses llovían sobre Irak. Unas 160.000 tropas —la gran mayoría tropas yanquis— estaban preparadas para asaltar el país por tierra. Veintiún días después, tras una invasión tipo blitzkrieg y unas 27.000 bombas, los Estados Unidos habían tomado el control de las principales ciudades de Irak. Bagdad, capital de Irak, cayó el 9 de abril. El régimen baathista de Saddam Hussein fue depuesto y los Estados Unidos tomaron el control del país. El 1 de mayo, de pie sobre la cubierta del portaaviones U.S.S. Abraham Lincoln frente a una gigantesca bandera “Misión Cumplida”, Bush declaró que “las operaciones de combate más importantes” habían terminado.
El gobierno, el ejército y los medios de comunicación estadounidenses describieron esta operación, con sus bombas y misiles de “precisión”, como limpia y quirúrgica. Los Estados Unidos se negaron a contar o divulgar cifras de víctimas civiles. Se difundieron ampliamente imágenes de iraquíes dando la bienvenida a las fuerzas de la coalición como “libertadores”.
Pero en realidad, miles de civiles iraquíes murieron y resultaron heridos. Durante los combates más intensos en Bagdad y sus alrededores, más de cien pacientes por hora inundaron los hospitales. Había muchos casos de tropas estadounidenses disparando contra personas en automóviles y camiones. Resultó que los planificadores militares yanquis designaban ciertas áreas como “cajas de matanza”: zonas de cuadrículas en las que los pilotos yanquis tenían órdenes para bombardear y disparar contra cualquier cosa que se moviera. En total, Iraq Body Count (Número de Bajas Iraquís) calcula que unos 7.415 civiles iraquíes murieron durante la fase de invasión de la guerra en marzo y abril.
Pero lo anterior fue sólo un pequeño vislumbre de los espeluznantes horrores que la invasión yanqui, su ocupación de nueve años y las secuelas iban a desencadenar. Los Estados Unidos destruyeron el estado baathista de Hussein, y luego instalaron un régimen reaccionario, dominado por los chiítas. Esto desató toda clase de fuerzas reaccionarias luchando por una parte del poder. Esto incluyó una insurgencia armada basada en sunitas, yihadistas fundamentalistas sunitas (que posteriormente formaron ISIS, o el Estado Islámico) y milicias chiítas respaldadas por Irán. Estados Unidos ha intentado hacer que estas varias fuerzas se combatieran entre sí, y otras potencias regionales también han entrado en la batalla por el futuro de Irak.
El resultado concreto: el pueblo iraquí ha sufrido de manera increíble gracias a la invasión y ocupación de Estados Unidos, y todas las fuerzas reaccionarias y la guerra que desataron.
El daño ha sido asombroso en sus dimensiones, su magnitud y su duración. Iraq Body Count ha documentado entre 168.239 y 187.378 muertes civiles por violencia y 251.000 muertes violentas totales incluidos combatientes entre 2003 y septiembre de 2016. Otros estudios sobre el número de muertos directos e indirectos de la guerra (debido, por ejemplo, a la destrucción e interrupción de los sistemas de agua y electricidad, de la atención médica y de la producción de alimentos): 655.000 según un estudio de Lancet de 2006; 1 millón según un estudio de 2008 de Opinion Research Business (Negocio de Investigación de Opiniones); y otros cálculos actuales que alcanzan entre 1,2 y 1,4 millones de muertos. Más de 4,2 millones de iraquíes han resultado heridos y al menos 4,5 millones han sido expulsados de sus hogares. Las mujeres han sufrido terriblemente, directamente como resultado de la guerra así como de la ley sharia reaccionaria con sus leyes separadas y desiguales para las mujeres que ha impuesto el nuevo gobierno respaldado por Estados Unidos.
Y esta violencia reaccionaria por parte de varias fuerzas iraquíes, así como de los yanquis, continúa hasta ahora. En sólo el octubre de 2016, al menos 5.561 personas murieron y 2.463 resultaron heridas en Irak, una cifra desgarradora que apenas merece cobertura en la prensa estadounidense.
LOS CRIMINALES:
La administración de Bush: El presidente George W. Bush, el vicepresidente Dick Cheney, el secretario de Estado Colin Powell, la consejera de seguridad nacional Condoleezza Rice, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, el subsecretario de Defensa Paul Wolfowitz, y todas las ramas del gobierno de Estados Unidos.
El gobierno de Bush empezó a considerar una guerra contra Irak pocas horas después de los ataques del 11 de septiembre de 2001. A finales de octubre o principios de noviembre de 2001, altos funcionarios de la administración de Bush habían decidido secretamente iniciar una guerra contra Irak. Según se informa, es probable que para el abril de 2002 hubieran decidido lanzar un asalto masivo para deponer a Hussein.
En octubre de 2001, el Pentágono creó una nueva rama de inteligencia y operaciones —la Oficina de Planes Especiales— para sesgar, distorsionar e inventar “inteligencia” para justificar la guerra. El vicepresidente Cheney presionó a la CIA para que produjera informes de que Irak tenía armas químicas, biológicas y nucleares de destrucción masiva (ADM) y vínculos con Al Qaeda.
Lo que siguió fue un diluvio de 17 meses de mentiras y propaganda que afirmó que Saddam Hussein estaba vinculado a Al Qaeda y al 11-S y que su posesión de armas químicas, biológicas y posiblemente nucleares peligrosas representaba un “peligro grave y creciente” para el Oriente Medio y para los propios Estados Unidos. La administración asimismo manchó y atacó a aquellos, como el ex embajador Joseph Wilson, que intentaron denunciar sus mentiras.
El partido demócrata: La clase dominante, la que incluye a los republicanos, ex funcionarios del gobierno y “expertos” del establishment, todos apoyaron la guerra en Irak y repitieron las afirmaciones de la administración de Bush. Lo mismo hizo el liderazgo y la abrumadora mayoría de los demócratas en el Congreso, entre ellos Hillary Clinton y Joe Biden. (Durante la década de 1990, los demócratas y la administración de Bill Clinton habían bombardeado, sancionado y apoyado el derrocamiento de Hussein, lo que contribuyó a allanar el camino para la invasión de 2003).
Los medios de comunicación yanquis: Los medios estadounidenses repitieron y promovieron las mentiras del régimen de Bush y sirvieron de animadores para la guerra. Nunca cuestionaron de forma seria la legalidad o la legitimidad de la guerra. Durante la guerra, todos los principales medios de comunicación acordaron “empotrarse” con las unidades militares estadounidenses bajo los términos del Pentágono, y se negaron a cuestionar de forma seria los motivos de los Estados Unidos por la guerra o los crímenes de guerra del ejército yanqui. Promovieron ampliamente los momentos fotográficos orquestados por los Estados Unidos, como el derribo de la estatua de Saddam Hussein que tuvo el objetivo de dar la impresión de que todos los iraquíes acogieron la invasión. El New York Times desempeñó un papel particularmente criminal, destacando los artículos de su corresponsal Judith Miller, que estaba estrechamente vinculada al régimen de Bush, y repitiendo las mentiras del régimen sobre las armas de destrucción masiva iraquíes. Cuando se revelaron que las acusaciones de ADM de la administración Bush fueron totalmente infundadas, el gobierno y los medios de comunicación lo distorsionaron y encubrieron llamándolo un “fracaso de la inteligencia”.
LA COARTADA:
Estados Unidos afirmó que el gobierno de Hussein tenía vínculos con Al Qaeda y estuvo involucrado en los ataques del 11 de septiembre. También argumentó que Saddam Hussein debe ser inmediatamente desarmado porque su régimen poseía armas químicas, biológicas y nucleares que representaban un peligro grave e inmediato, incluido un ataque nuclear contra los Estados Unidos. El secretario de Estado estadounidense, Rice, advirtió que siempre habrá cierta incertidumbre sobre el progreso del programa nuclear de Hussein, pero “no queremos que la prueba decisiva sea un hongo nuclear”.
En el discurso de Bush en enero de 2003 sobre el Estado de la Unión, y luego en la actuación de Colin Powell el 5 de febrero ante las Naciones Unidas, la administración presentó lo que afirmó que fue evidencia concreta de los enormes programas de armas de destrucción masiva de Irak. Bush advirtió que Saddam Hussein tenía o podría tener “materiales de armas biológicas que podrían ser suficientes para producir más de 25.000 litros de ántrax, suficientes dosis para matar a varios millones de personas”. Repitió afirmaciones aterradoras similares sobre la toxina botulínica — “lo suficiente para someter a millones de personas a la muerte por insuficiencia respiratoria”— así como el sarin, el gas mostaza y el agente nervioso VX. Afirmó que durante los años noventa el régimen de Hussein tenía “un avanzado programa de desarrollo de armas nucleares”, y que ahora “el gobierno británico ha aprendido que Saddam Hussein recientemente buscó cantidades significativas de uranio de África”, proyectando el espectro de un Hussein que construía una bomba nuclear.
El gobierno de Bush también afirmó que lanzó la invasión para “liberar al pueblo iraquí”. “Llegamos a Irak con respeto por sus ciudadanos, por su gran civilización y por las creencias religiosas que practican”, declaró Bush hijo la noche en que comenzó la guerra. “No tenemos ninguna ambición en Irak, excepto eliminar una amenaza y restaurar el control de ese país a su propio pueblo”.
Estados Unidos también afirmó que invadió Irak para poner fin a la encarcelación y tortura de sus opositores por parte de Saddam Hussein, así como a las masacres que él llevó a cabo contra los chiítas, pero especialmente contra los kurdos en Irak. Hussein fue un tirano reaccionario y pro-imperialista que encarceló, torturó y en algunos casos masacró a sus oponentes. Pero después de que Estados Unidos invadió y ocupó Irak, se hizo cargo de varias cárceles iraquíes, entre ellas Abu Ghraib, y encarceló masivamente —y torturó— a quienes sospechó que se oponían a la ocupación. Fue sólo gracias a los denunciantes que la salvaje tortura en Abu Ghraib quedó revelada ante el mundo. Aun entonces, el gobierno y los medios de comunicación yanquis trataron de minimizar la envergadura y el horror de lo anterior. Estados Unidos también llevó a cabo sus propias masacres contra el pueblo iraquí, por ejemplo durante el asalto de noviembre de 2004 que arrasó la ciudad de Faluya, reduciendo una ciudad de 300.000 residentes a escombros y matando a tanto insurgentes como no combatientes. (Ver “Caso #94: Noviembre 2004 — Crimen de guerra en Faluya”).
EL MOTIVO ACTUAL:
Durante los años 1980, el régimen de Hussein produjo armas químicas y biológicas (con apoyo del Occidente) y las utilizó contra las fuerzas iraníes durante la guerra Irán-Irak de 1980-1988, así como contra el pueblo kurdo en Irak, el caso más infame siendo en Halabja en 1988. Irak también tenía un programa secreto de armas nucleares.
Pero a fines de la década de 1990, Estados Unidos sabía que la Guerra del Golfo Pérsico de 1991 y las sanciones de Estados Unidos y las Naciones Unidas habían obligado a Hussein a desmantelar sus programas de armas de destrucción masiva, como concluyó la ONU en 1998. No existía “ninguna información definitiva y confiable” de que Irak poseía o fabricaba armas químicas o biológicas concluyó la Agencia de Inteligencia de Defensa en septiembre de 2002. En los meses inmediatamente anteriores a la guerra, altos funcionarios iraquíes le confirmaron a los Estados Unidos y Gran Bretaña que Irak no tenía armas de destrucción masiva, y los inspectores de la ONU fueron a Irak y no encontraron ninguna arma de destrucción masiva. A principios de 2002, el New York Times informó que la CIA “no tenía ninguna evidencia de que Irak se haya tomado parte en operaciones terroristas contra los Estados Unidos en casi una década, y que el presidente Saddam Hussein no ha proporcionado armas químicas o biológicas a Al Qaeda ni a grupos terroristas afines”.
Después de la guerra de 2003, un equipo de 1.400 expertos estadounidenses y británicos examinó Irak por armas prohibidas. Después de cuatro meses de buscarlas, no encontraron ninguna. El hecho de que no encontraron ningunos armas químicas, biológicas o nucleares ni misiles prohibidos demostró no sólo que el régimen de Bush mentía descarada y conscientemente, sino que los Estados Unidos habían mentido sobre las presuntas armas de guerra de Irak durante casi una década.
Debido a que Irak no había atacado ni representaba ninguna amenaza a Estados Unidos, y debido a que Estados Unidos no consiguió la autorización del Consejo de Seguridad de la ONU para su invasión, la guerra de 2003 contra Irak violó la Carta de las Naciones Unidas, los Convenios de Ginebra y la ley estadounidense, por lo que constituyó un crimen de guerra bajo las leyes estadounidenses e internacionales.
¿Cuáles fueron los verdaderos motivos de Estados Unidos? Los ataques del 11-S habían alarmado y asustado a los gobernantes estadounidenses, y decidieron que el yihadismo islamista, así como otros cambios regionales y globales, representaron grandes amenazas a la dominación estadounidense del Medio Oriente y a su hegemonía global, lo que exigió una respuesta agresiva y multifacética. El equipo de Bush se sintió obligado a responder rápida y masivamente, primero atacando Afganistán y luego invadiendo Irak. El objetivo era el de preservar la credibilidad militar global del imperio yanqui y establecer su prerrogativa para deponer regímenes alrededor del mundo donde y cuando quisiera Estados Unidos.
Durante una reunión secreta en noviembre de 2001, según reportó Bob Woodward en State of Denial: Bush at War, Part III [El estado de negación: Bush en la guerra, parte III], los principales estrategas cercanos a la administración Bush argumentaron que los ataques del 11 de septiembre requerían una “batalla de dos generaciones” para derrotar al “Islam radical”. Una dimensión era eliminar rápidamente los regímenes en Irak, Irán y Siria que contribuían a la propagación del fundamentalismo anti-Estados Unidos o que presentaban obstáculos a los Estados Unidos. Los estrategas de Bush pensaron que esto abriría la puerta a la transformación de toda la región —“drenar el pantano” como Rumsfeld y Wolfowitz dijeron poco después del 11 de septiembre— transformar las condiciones que generaron el yihadismo, así como la consolidar el control yanqui. Los asistentes a la reunión concluyeron que Estados Unidos no podrían derrotar al radicalismo islámico sin antes derrocar a Saddam Hussein.
Estados Unidos planearon convertir Irak en una plataforma de lanzamiento para la reestructuración de todo el Oriente Medio. Después de la invasión, el equipo de Bush intentó reformar rápida y radicalmente la política, la economía y la sociedad iraquíes de acuerdo con esta visión general. La invasión de Irak fue parte de un conjunto de acciones emprendidas para solidificar el control estadounidense del arco desde el norte de África hasta el Oriente Medio y Asia Central. Estos objetivos, a su vez, tenían relación al objetivo más amplio de asegurar la hegemonía global americana contra los rivales en ascenso como Rusia y China. Nada de esto tenía nada que ver con “liberar” al pueblo iraquí.
FUENTES:
Iraq: The Human Cost, MIT Center for Human Studies [Irak: El costo humano, Centro de Estudios Humanos de la universidad el Instituto de Tecnología de Massachusetts]
Casualties of the Iraq War [Las bajas en la Guerra de Irak], Wikipedia
“A diez años de la invasión estadounidense a Irak: Una guerra basada en mentiras… y una historia de brutal intervención,” revcom.us/Revolución, 7 de abril de 2013
“El legado estadounidense 10 años después de invadir a Irak: muertes, enfermedades, devastación y desplazamiento de personas,” revcom.us/Revolución, 31 de marzo de 2013
Larry Everest, Oil, Power and Empire: Iraq and the U.S. Global Agenda [Petróleo, poder e imperio: Irak y el programa global estadounidense], Common Courage Press, 2004
Andrew J. Bacevich, America’s War For the Greater Middle East - A Military History [La guerra estadounidense por el Gran Oriente Medio]