SOBRE EL MATERIALISMO Y LA BASE MATERIAL PARA LA REVOLUCIÓN, PARA EL SOCIALISMO Y PARA EL AVANCE AL COMUNISMO
Un reconocimiento serio de nuestras responsabilidades
Este es un punto de importancia realmente histórico-mundial: la contradicción fundamental del capitalismo seguirá suscitando la necesidad de la revolución proletaria y del avance al comunismo para resolver dicha contradicción fundamental; pero, como vimos antes, su realización requiere una lucha consciente para reconocerlo (para llegar a la esencia) y requiere actuar en consecuencia.
Esta es otra contradicción muy real: captar la contradicción fundamental del capitalismo y cómo se desarrolla y cambia, y las diferentes formas de movimiento de todo esto y su interpenetración, es similar a caminar en medio de una espesura. Es algo que no salta a la vista, ni siquiera para los comunistas que se esmeran por aplicar sistemáticamente la concepción y el método científico del comunismo al mundo, a la historia, a la sociedad y a la naturaleza.
Así que, por una parte, inclusive si mañana eliminaran a todos los comunistas del mundo, la contradicción fundamental del capitalismo seguiría planteando objetivamente la necesidad de la revolución proletaria para resolver dicha contradicción conforme a los intereses de las masas populares. Pero, por otra parte, rompiendo más y más con el determinismo, vemos que no hay ninguna garantía de que, en un período de tiempo dado, o por mucho tiempo, necesariamente surgirán comunistas que capten esa necesidad, esa necesidad objetiva que se manifiesta agudamente. Y debemos reconocer, debemos confrontar de lleno este hecho, que objetivamente, mirando la situación desde la pérdida de China en 1976 (con el golpe de estado revisionista que llevó a la restauración del capitalismo), aunque ha habido y hay importantes luchas en el mundo que tienen una fuerza material e importantes expresiones ideológicas de nuestro proyecto, en realidad el comunismo pende de un hilo en el mundo en este momento.
Si el punto de vista y el método comunista, y la lucha por los objetivos comunistas, que nuestro partido y su dirección y otros en el mundo representamos en este momento (y, seamos honestos y científicos, somos pocos, especialmente con relación a los retos que tenemos en el mundo, y esto tiene que cambiar), fueran eliminados, aplastados y derrotados, existe una buena posibilidad de que el comunismo como expresión consciente sufra un revés muy grave y que quizá incluso desaparezca por un tiempo. No digo esto en absoluto por derrotismo ni para sembrar derrotismo, ni lo digo para darnos una falsa importancia a los que tratamos de dirigir la situación hacia las metas de la revolución, el socialismo y a la larga el comunismo. Lo digo simplemente en un sentido científico. Esta es la realidad y esta es la responsabilidad que tenemos. Esto se planteó agudamente en la época del golpe y la restauración capitalista en China (¿se iba a perder el movimiento comunista por un tiempo, quizá por un largo tiempo?) y se está planteando agudamente otra vez ahora. Si miran lo que está pasando en el mundo, si miran los dos extremos y todo lo que hay en medio, como mencioné en “Los grandes retos de la nueva situación”1, pueden entender a qué me refiero desde un punto de vista materialista. Repito, digo esto para hacer hincapié en nuestras profundas responsabilidades, nada más. Tenemos la responsabilidad de luchar por la interpretación y la aplicación correcta de la cosmovisión y el método comunista, de ver que esto no se pierda sino que por el contrario sea una fuerza material, a un nivel cualitativamente superior, asumido por cada vez más masas de proletarios y otras capas.
Por otra parte, para no hablar solo del extremo negativo al que podría llevar la dinámica del mundo en este momento, hablando del otro extremo, el extremo positivo, así como todo lo que hay en medio, también existe la posibilidad de que la lucha mundial tenga avances cualitativos, tanto en el campo de la teoría como en el campo de la práctica y de su relación dialéctica. Y no solo en el mundo, sino en este país también.
Bueno, como señala Raymond Lotta (en su conferencia del proyecto “Pongamos las cosas en claro”2 sobre la experiencia histórica de la sociedad socialista y la dictadura del proletariado), el libro Democracy: Can’t We Do Better Than That?3 (Democracia: ¿Es lo mejor que podemos lograr?) plantea un punto muy importante que se me había olvidado [se ríe, risas]: el movimiento de la contradicción fundamental del capitalismo (y todas las contradicciones que suscita) efectivamente tiende hacia el avance al comunismo; pero por otra parte, en aguda contradicción con eso y como expresión del hecho de que no es inevitable ni de que es la única resolución posible de esta contradicción fundamental, dicho avance al comunismo requerirá una lucha consciente y resuelta a un nivel sin precedente histórico. Esto también nos debe dar un reconocimiento serio de nuestras responsabilidades.
Dicho de otro modo, ¿qué somos los comunistas? No somos, como decía Eldridge Cleaver, “los más chingones del planeta”, no en el sentido que él le daba. Somos un reflejo, somos la expresión consciente, de la contradicción fundamental del capitalismo, de su tendencia y de la necesidad de una lucha histórico-mundial para resolver tal contradicción conforme a los intereses de las masas populares por medio de la revolución proletaria y el avance al comunismo en todo el mundo. Eso es lo que somos los comunistas. Somos la expresión consciente de eso.
George Bush es un reflejo y, en cierto sentido, más o menos (y probablemente en su caso menos) una expresión consciente de esta contradicción desde el punto de vista de los intereses de la burguesía. Pero de una forma totalmente distinta, a un nivel totalmente distinto, nosotros somos la expresión consciente de esta contradicción y su movimiento y desarrollo, de la dirección en que tiende y de la forma en que se tiene que resolver mediante lucha revolucionaria consciente. Esto nos permite entender nuestro papel. No quiere decir que somos una extensión mecánica de esto; quiere decir que somos una expresión consciente de eso, con toda la complejidad, el dinamismo y la iniciativa que implica; aquí entra de nuevo en juego la importancia de la interpretación dialéctica (no materialista mecanicista) de la relación entre la base económica y la superestructura, y específicamente entre la realidad material y la acción del ser humano sobre esa realidad material para transformarla o, dicho de otro modo, la relación dialéctica entre la materia y la conciencia y, como recalcaba Mao, la continua transformación de la una en la otra: la materia se refleja en la conciencia y, a su vez, la conciencia actúa sobre la materia y la cambia. (Es importante recordar que la conciencia en sí es una forma de materia en movimiento, no es nada más, pero la conciencia, y en particular la conciencia característica del ser humano, es una clase particular de materia en movimiento que tiene la capacidad de captar las contradicciones y fuerzas motrices de la materia, su movimiento y desarrollo, y actuar conscientemente para cambiar eso).
El proletariado y la base material para avanzar al comunismo
Una parte, una parte crucial, de la base material del comunismo, para que no se quede como un buen deseo idealista o apenas como una buena idea, es la existencia y el papel del proletariado como el “sepulturero” del capitalismo. Esta es una parte crucial, es más, indispensable, de la base material para avanzar al comunismo. Por más que lo diga Leibel Bergman, no se puede hacer una revolución proletaria con los dentistas como fuerza motriz.4 [risas] Se necesita una base material; al fin y al cabo, ¿qué está plasmado en la contradicción fundamental del capitalismo? ¿Quién representa la producción socializada? El proletariado. Como dijera Engels, esta contradicción tiene dos formas de movimiento, dos manifestaciones, y una de ellas es la lucha de clases entre el proletariado y la burguesía. Bueno, no puede haber lucha de clases entre el proletariado y la burguesía si no hay proletariado. Afortunadamente sí lo hay. Además, tenemos que añadir esto sin ser materialistas mecanicistas ni deterministas: no puede haber una revolución proletaria si no hay proletarios conscientes de clase que luchen por esa revolución.
Así que tenemos que seguir examinando esta cuestión, volver a trajinar con la cuestión del proletariado, su existencia y su potencial revolucionario, ahora y en la sociedad socialista. Tenemos que examinar las contradicciones que esto implica desde un punto de vista materialista y dialéctico, y tener un enfoque dialéctico y materialista a esto, en contraposición al materialismo vulgar y mecanicista, al determinismo y el economicismo, a fin de poder dirigir una revolución en la cual los intereses y la cosmovisión del proletariado ocupen la posición directriz y decisiva, viéndolo no de un modo estrecho y mecanicista, sino de un modo amplio y de emancipación del mundo.
Considerando a Estados Unidos, hay muchas tendencias contradictorias con respecto al proletariado. No voy a examinar todo esto, pero quiero mencionar unos cuantos aspectos importantes.
Por un lado, se está dando proletarización de diferentes formas. A las capas medias las están empujando hacia abajo, al proletariado. Un aspecto importante de esta proletarización se da con los inmigrantes de varias capas sociales que llegan de distintos países, especialmente pero no exclusivamente de México y de otras partes de Latinoamérica. Muchos no eran proletarios en su país, y conservan las influencias de eso, pero aquí entran al proletariado, a millones. De modo que en una dimensión, en un aspecto, se está dando proletarización en Estados Unidos en este momento. Pero también, en contradicción con eso, se está dando una desproletarización importante, que lleva años, incluso décadas, de quienes dejan de ser proletarios y pasan a ser semiproletarios, y trabajan una parte del tiempo y subsisten y acumulan cosas por otros medios, de un modo u otro (como vendedores ambulantes o con actividades de la economía informal y a menudo de la economía ilegal y clandestina); y hay quienes van del proletariado al semiproletariado y de vuelta, según los altibajos de la economía y otros factores.
Por más de tres décadas ha habido una importante desproletarización. Se remonta a los años 50, pero se aceleró desde mediados de los años 70. Los que tenían trabajos bien pagados, por ejemplo en la industria automotriz o siderúrgica, ahora, según entiendo, esas plantas son una pila de cemento en Gary (Indiana), Chicago y lugares similares; lo mismo pasa con las plantas automotrices de partes del Medio Oeste, Los Ángeles, los alrededores de San Francisco y otras partes. Gran cantidad de los trabajadores de esas plantas hoy tienen otros trabajos, a veces en sectores inferiores del proletariado, o han buscado otra forma de ganarse la vida.
De modo que hay desproletarización y hay reproletarización. En muchas industrias de servicio, por ejemplo las compañías de viajes, cuando uno llama a hacer reservaciones para un viaje o unas vacaciones habla con un preso: subcontratan a una cárcel para que haga ese trabajo. Los presos que desempeñan ese trabajo trabajan en condiciones parecidas a las del proletariado (de un proletariado sumamente explotado y oprimido); los ponen a trabajar esencialmente como semiesclavos o en maquilas en condiciones muy duras. Esa es una manifestación de lo que se puede considerar “reproletarización”. También hay otras dimensiones: hay quienes tenían un trabajo bien pagado y han sido empujados al proletariado, inclusive a los sectores inferiores del proletariado, por los cambios que han operado la globalización y fenómenos afines.
Estas tendencias contradictorias, como una importante desproletarización, se manifiestan en la superestructura, especialmente en fenómenos y tendencias ideológicos y culturales. Una de las principales manifestaciones de esto es el aumento de la religión y del fundamentalismo religioso en los sectores que eran proletarios o que hoy son semiproletarios. Esto se ve, por ejemplo, con los negros y los inmigrantes en Estados Unidos, y también se ve como un fenómeno mundial (de lo que hablaré en breve).
Un factor que impulsa todo esto, a nivel global, es la mayor “imperialización”, por así decirlo: mayor penetración y dominación imperialista de la agricultura y en general de las economías del tercer mundo, acompañada por las marcadas y grotescas contradicciones en esos países entre “enclaves de tecnología avanzada” y un atraso tecnológico general (pensemos en India, por ejemplo, y pensemos en la portada de Notas sobre la economía política, con una pantalla de computadora y niños cargando bultos casi más grandes que ellos5). Existe esa marcada y grotesca contradicción entre los enclaves de tecnología avanzada y el atraso tecnológico general, junto con mayor pobreza y miseria y, junto con esto, una enorme expulsión del campesinado y migración a los centros urbanos, así como migración a otras partes del globo, todo esto con una mayor “imperialización” y fundamentalmente como parte de ella. A esta escala, este es un fenómeno de las últimas décadas. Por primera vez en la historia del mundo, la mitad de la población mundial ahora vive en centros urbanos, pero en situaciones deplorables, sin integrarse de una forma “articulada” en la economía de esos países: cantidades inmensas de gente viven hacinadas en tugurios que crecen y crecen alrededor de las ciudades, y muchos participan en la economía informal, legal e ilegal (en muchos países, es la gran mayoría).
Cambio de las condiciones materiales y el crecimiento del fundamentalismo religioso
Este es un nuevo fenómeno en la historia universal. Es una manifestación del desarrollo particular del imperialismo y de los reveses de la revolución socialista en el mundo. Miremos a China para ver este fenómeno una vez más: se está volviendo cada vez más como India en muchos sentidos y en especial con respecto a ese marcado fenómeno, esa aguda contradicción, de que hay enclaves de tecnología avanzada y fachadas fastuosas de riqueza rodeados de un mar de terrible pobreza y sufrimiento.
Junto con esto vemos, por todo el mundo, el aumento del fundamentalismo religioso. Un artículo de Mike Davis (quien tiene sus limitaciones pero hace observaciones importantes) señala que cuando los campesinos fueron expulsados de la tierra en el siglo XIX y principios del siglo XX en los países en que se estaba estableciendo el capitalismo, se integraron (más o menos, no uniformemente) al proletariado. Esa proletarización llevó a una disminución de la religión. Pero el fenómeno que vemos en el mundo hoy es en buena medida lo contrario: la expulsión de los campesinos a las ciudades o la expulsión de los proletarios del proletariado y su hacinamiento en enormes tugurios, en una situación “desarticulada”, ha llevado al fenómeno opuesto del aumento dramático de la religión, de la gravitación hacia la religión, y en particular el fundamentalismo religioso. En los países tradicionalmente islámicos, es fundamentalismo islámico. En India, es principalmente fundamentalismo hindú. En grandes partes de Latinoamérica y África y otras partes, es fundamentalismo evangélico protestante y en particular pentecostalismo. Esto es algo que tenemos que entender mucho más a fondo. El pentecostalismo, por ejemplo, combina la forma más extrema de fundamentalismo y fanatismo, como hablar en lenguas desconocidas y todo eso, con un populismo muy abierto. Este pentecostalismo empezó con los negros pobres de Estados Unidos hace un siglo (no me refiero a la versión de pentecostalismo de John Ashcroft [primer secretario de Justicia de Bush—Nota del traductor]). Es un fenómeno importante en las partes pobres del mundo, en este país, así como en África y Latinoamérica. Esto es algo que tenemos que estudiar y entender más a fondo a fin de confrontarlo mejor, junto con todo lo que hemos venido discutiendo.
Aquí también hay una interacción de factores materiales subyacentes y factores superestructurales, y es importante no ser materialistas mecanicistas ni idealistas en estas cosas. El hecho de que el fundamentalismo religioso está aumentando no quiere decir que es una tendencia inevitable que va a rebasar tendencias y programas más positivos, en concreto el comunismo revolucionario.
Este fenómeno del crecimiento del fundamentalismo religioso no se debe solamente a factores materiales. En realidad, como han señalado otros, ha ido acompañado en la esfera política durante décadas por esfuerzos coordinados de los imperialistas y sus aliados para eliminar la oposición laica, especialmente el comunismo, pero también otras formas de oposición laica, en todo el mundo. Un ejemplo dramático fue el exterminio de cientos de miles de comunistas en Indonesia en los años 60, de lo que he hablado en varias ocasiones, por ejemplo en la charla Revolución.67 Pero también hay otros casos, como en Egipto la experiencia de Nasser (un dirigente nacionalista burgués que tenía seguidores en Egipto y en los países árabes en los años 50 y 60); cuando el “nasserismo” se tropezó con sus limitaciones, el fundamentalismo islámico creció. Lo mismo sucedió en Palestina: Estados Unidos e Israel han echado a los palestinos que son cristianos (al menos de nombre), porque tienden a ser más laicos que los palestinos islámicos. A Israel y Estados Unidos en realidad les gusta la dinámica de “Jihad versus McWorld” (en que el imperialismo y sus creaciones y puestos de avanzada, como el estado de Israel, por un lado, y el reaccionario fundamentalismo islámico, por el otro, se refuerzan mutuamente aun cuando se oponen); entienden que es más favorable para ellos que una oposición laica, especialmente si es comunista. A esto hay que sumar la derrota del socialismo y la restauración del capitalismo en China, y los efectos e influencias negativas derivadas de eso, pues aunque a veces hablan del “socialismo… con características chinas”, los gobernantes de China claramente no tienen nada que ver con la revolución y con la lucha por un mundo radicalmente diferente, y hoy a China la dominan fuerzas burguesas que fomentan concepciones y aspiraciones burguesas. Hace poco, un corresponsal de Newsweek (creo que era el corresponsal del Medio Oriente) estaba hablando por televisión sobre los bombarderos suicidas en Europa y en Inglaterra (fue poco después de los dinamitazos de los trenes de Londres) y dijo: Hace un par de décadas, todos hubieran sido maoístas, pero ahora son fundamentalistas islámicos. Es un punto interesante. Por eso digo que hay que dejar que los reaccionarios publiquen libros en la sociedad socialista: para aprender. [risas] Y no solo nosotros, las masas también aprenderán más.
Como decía, tenemos que profundizar estos asuntos. Tenemos que entender la complejidad de todo esto, y la interpenetración y la interacción de estos factores, de la base y la superestructura, y de diferentes partes de la superestructura, las interacciones de las dimensiones ideológicas y políticas. Todos esos factores y sus interrelaciones influencian la diseminación del fundamentalismo religioso que ocurre de un modo espontáneo por un lado, y por el otro por medio de la propagación muy consciente de los imperialistas y aliados, junto con sus esfuerzos sistemáticos de desprestigiar y destruir la ideología y las fuerzas políticas que representan una alternativa realmente liberadora: la ideología comunista y el programa político y los objetivos comunistas.