Ante el mundo, se presenta el estado de Israel como una avanzada de democracia y tolerancia en un mar de islam intolerante y hostil empecinado en destruirlo. Para ser considerada una creíble voz aceptada en la política, la academia o los medios de comunicación de Estados Unidos, es necesario ungir a Israel como un defensor en las líneas del frente contra la jihad y una crucial fortaleza en la defensa de “nuestro estilo de vida”.
Cuando Israel realiza acciones que simplemente no es posible defender según el derecho internacional, Estados Unidos las defiende, éstas reciben poca atención en los medios y la crítica que se permite en Estados Unidos se limita a cuestionar levemente la “respuesta desproporcionada” de Israel a lo que siempre tachan de “terrorismo”.
Veamos un ejemplo reciente: En mayo del presente, el ejército israelí violó el derecho internacional abordando el Mavi Marmara en aguas internacionales. Este barco era parte de una flotilla que llevaba material humanitario a los palestinos y desafiaba el bloqueo inhumano e ilegal de Israel contra la parte palestina de la Gaza. Cuando tomaron por asalto el barco, las fuerzas militares israelíes mataron a nueve personas.
Una indagación de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU estableció: “Las circunstancias del asesinato de al menos seis de los pasajeros se dieron de una manera que corresponde a una ejecución sumaria, arbitraria y extrajudicial”. Concluyó que dos pasajeros, incluido un ciudadano estadounidense de 19 años de edad, “fueron baleados a corta distancia mientras yacían lesionados en la cubierta”. Otros cuatro “fueron baleados en el puente pero no participaron en actividades que representaban una amenaza a ningún soldado israelí. En estos casos y otros posibles asesinatos en el Mavi Marmara, las fuerzas israelíes llevaron a cabo ejecuciones sumarias, arbitrarias y extrajudiciales prohibidas por la ley internacional en derechos humanos, específicamente el artículo 6 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos”.
El Consejo de Derechos Humanos de la ONU, de 47 integrantes, votó a favor de ratificar el informe con un solo voto en contra, echado por Estados Unidos. El informe contó con una cobertura sumamente limitada en la prensa en Estados Unidos (ver “UN Report finds Israel ‘summarily executed’ U.S. citizen on flotilla”, de Glenn Greenwald, Salon, 1º de octubre de 2010).
* * *
¿Qué es la naturaleza esencial de Israel? ¿Cómo entender lo que para algunos se parece a un país de paradojas fundado para reparar un gran crimen mientras comete crímenes mayores? ¿Y qué define la relación estratégica entre Estados Unidos e Israel?
La respuesta a estas preguntas no es una cuestión de “discursos contendientes”… se trata de lo que es cierto… y lo que es justo. Para empezar, examinaremos la historia de Israel a fin de conocer la dinámica concreta que condujo a la actual situación y analizaremos el papel que desempeña Israel en el mundo actual.
El sionismo: Un proyecto colonial en busca de patrocinadores poderosos
Durante muchos siglos la mayoría de los judíos del mundo vivían como un pueblo oprimido en el este y centro de Europa, esparcidos sobre una extensa región que abarcaba aproximadamente desde los actuales países de Rusia hasta Polonia, Lituania y el oriente de Alemania. En 1900, cerca de los tres cuartos de los once millones de judíos del mundo vivían en esta región y la mayoría de los demás vivían en Estados Unidos y Gran Bretaña, unos países a los cuales emigraron grandes olas de judíos en las anteriores dos décadas. Cantidades mucho menores de judíos vivían a lo largo del oeste y el sur de Europa, el norte de África y el centro de Asia1.
En Europa, los judíos eran víctimas constantes de persecución y hostigamiento, y una severa discriminación en casi toda esfera. A menudo fueron privados del derecho de poseer tierras, segregados en la sociedad y con frecuencia eran objeto de pogromos sanguinarios. Esos pogromos eran brotes de violencia de chusmas, por lo común patrocinados y organizados por las autoridades y de todos modos eran producto de los prejuicios y la hostilidad azuzados por la realeza gobernante y los terratenientes feudales. Esas clases explotadoras opresoras se beneficiaban de la canalización de la furia de los oprimidos en contra de los judíos.
Como un pueblo oprimido, los judíos de esa parte de Europa buscaban muchas soluciones. Para la mayoría de ellos, eso quería decir intentar integrarse en la sociedad mayor (a menudo con la emigración a Europa Occidental o Estados Unidos). Para muchos de ellos suponía su participación en proyectos de emancipación humana universal, es decir, aspirar a un fin a la opresión del pueblo judío como parte de buscar la libertad para todos. Muchos fueron atraídos a la causa de la revolución socialista. Para una minoría quería decir el movimiento sionista enfocado en la formación de un estado-nación judío separado para todos los judíos.
Los fundadores del sionismo, muy particularmente Theodore Herzl, desarrollaron la ideología sionista a fines del siglo 19. Esos fueron tiempos en que las potencias europeas, con Estados Unidos y Japón, entraban a la época del imperialismo. En esos países, los monopolios llegaban a dominar cada vez más el capitalismo y estos monopolios se fusionaron con el capital bancario para formar gigantescos bloques financieros. En cada vez mayor grado, esas potencias exportaban capital a los países oprimidos de Asia, África y América Latina en la forma de inversiones requete-lucrativas en esos países. Aunado a eso, empezaban una febril rivalidad por dominar esas regiones del mundo. Esas potencias capitalistas imperialistas descargaron terribles agresiones militares sobre estas regiones; por ejemplo, Estados Unidos libró una guerra contra las Filipinas a comienzos del siglo 20 y masacró a cientos de miles de personas. Y esas potencias se rivalizaban cada vez más unas contra otras.
Herzl “promocionaba” abiertamente un estado judío ante esas nacientes potencias coloniales, sobre todo Inglaterra, como avanzada colonial. “A Inglaterra, que tiene posesiones en Asia, le debería interesar mucho el sionismo, en pos de una ruta más corta hacia la India pasando por Palestina. Los grandes políticos de Inglaterra eran los primeros en reconocer la necesidad del expansionismo colonial. Por eso, el pabellón de Gran Bretaña flamea sobre todos los mares. Y por ende yo creo que aquí en Inglaterra la idea del sionismo, que es una idea colonial, debería conocerse fácil y rápidamente en su forma más moderna y verdadera”2.
El movimiento sionista inicial siguió ajustando sus metas a las ambiciones y necesidades percibidas de varias potencias imperialistas. Por ejemplo, en un momento cuando los británicos sopesaban las ventajas de un estado colono sionista en sus colonias en el este de África, una importante conferencia mundial de sionismo contempló en serio un plan para formar una “patria” judía en lo que hoy es Uganda (ese proyecto fue abandonado antes de que prosperara). Además, con la instigación de los británicos, los líderes sionistas contemplaban el establecimiento de una “patria” judía en la América del Sur controlada por los británicos. Y se sostuvieron charlas entre los líderes sionistas y los gobernantes de Alemania sobre una posible “patria” judía en la isla de Madagascar dominada por Alemania.
Inglaterra da su aval para un “Ulster judío leal3”en Palestina
La misma dinámica que condujo a Inglaterra y otras potencias imperialistas a repartir y saquear a Asia y África las puso en agudo conflicto unas contra otras. En 1914, esa contienda estalló en la Primera Guerra Mundial. De un bando estaban Inglaterra, Francia, Estados Unidos y Rusia. Del otro estaban Alemania y los Imperios Otomano (turco) y Austro-Húngaro. Ninguno de los bandos combatía por ninguna causa mayor salvo una mayor tajada del botín. Murieron 16 millones de personas mientras los ejércitos de los imperialistas en contienda masacraban unos a otros y a civiles en pos de ver cuál de los imperialismos se expandiría y cuál sería aplastado. En esa guerra, imperios cayeron hechos cenizas, de más importancia el vasto imperio ruso donde una revolución socialista surgió triunfante. En otras partes del mundo, el viejo orden se derrumbó pero los imperialistas ganadores llegaron corriendo con nuevas formas de dominación.
Uno de los puntos focales de la contienda de la pos Primera Guerra Mundial entre los imperialistas ganadores, en particular de parte de Inglaterra y Francia, fue el Medio Oriente rico en petróleo con una ubicación estratégica. Esa parte del mundo fue arrebatada al derrotado Imperio Otomano turco. Francia se apoderó de Siria y el Líbano. Inglaterra estableció su control sobre una buena parte del resto de la región, inclusive Irak, Jordania y Palestina.
Como se señaló, los líderes del movimiento sionista, empezando con Herzl, habían presentado un estado judío en Palestina como una cabeza de puente estratégica para el imperialismo en la región. Después de la Primera Guerra Mundial, la clase dominante británica actuó con mayor decisión para aprovechar la posibilidad de una entidad sionista. La famosa Declaración Balfour de 1917 declaró: “El Gobierno de Su Majestad contempla favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío”.
La Declaración Balfour dijo que “no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina ni los derechos y el status político de que gocen los judíos en cualquier otro país”. Pero el Sr. Ronald Storrs, el primer gobernador militar británico de Jerusalén, habló con más franqueza sobre las metas de Inglaterra. Escribió que el apoyo británico al “proyecto [de los sionistas] fue el que lo bendijo, que le dio así como le quitó, creando para Inglaterra ‘un pequeño Ulster leal’ en un mar de arabismo potencialmente hostil”.
¡El pueblo palestino estaba ahí primero!
La mitología del movimiento sionista afirma que Palestina era “un país sin pueblo para un pueblo sin país”. Pero el principal obstáculo al establecimiento de este “pequeño Ulster leal” en el Medio Oriente fue el hecho de que ¡Palestina ya estaba habitada por el pueblo palestino!
Cuando el sionismo moderno surgió en 1880 y empezó a suscitar el interés de las potencias imperialistas, 24 mil judíos vivían en Palestina, al lado de 450 mil palestinos quienes eran los dueños de casi todas las tierras y las trabajaban. La pequeña población judía estuvo compuesta de algunos cuyas raíces remontaban muchos siglos atrás. Otros eran judíos ortodoxos de Europa que por razones religiosas habían emigrado a la ciudad de Jerusalén. En total, los judíos representaron el 5% de la población de Palestina. En 1922, después de varias décadas de la emigración de los judíos desde Europa, patrocinada por el sionismo, el porcentaje alcanzaba un 11 por ciento, según las cifras del censo oficial británico.
En los años antes y durante la Primera Guerra Mundial, la nación palestina nació de la población que había vivido durante siglos en esa parte del mundo. Una naciente economía nacional empezó a cuajarse entre los palestinos con diversas clases sociales. La mayoría de los palestinos eran musulmanes pero una importante minoría, un 11 por ciento, eran cristianos. Los palestinos compartían una cultura e idioma comunes (el pueblo palestino habla un dialecto del árabe) y una emergente infraestructura comercial y autoridad impulsada por el desarrollo de la agricultura capitalista orientada a la exportación y una industria naciente (en particular la producción de aceite de olivo para el mercado mundial). Esta nación palestina siguió forjándose en la resistencia nacional al Imperio Otomano y luego en oposición al dominio colonial británico. Al igual que el caso de los demás países emergentes de Asia, África y América Latina en esos años, la dominación del mundo por el sistema imperialista y poderosos monopolios, con el control del comercio global y la fuerza militar distorsionaba y truncaba el desarrollo nacional de Palestina.
En los años 1920 y 1930 entre las dos guerras mundiales, se dio una intensa polarización política en Europa. Crecían movimientos revolucionarios y surgían viles movimientos reaccionarios. Además de Hitler y los nazis en Alemania, otros movimientos fascistas cobraron influencia en Europa Oriental con una punta de lanza de vil antisemitismo. En esas circunstancias, había tanto presiones sobre el pueblo judío para salir de Europa como la “atracción” de Palestina representada por la Declaración Balfour. Por ende aumentaron la emigración sionista y tanto la compra como el robo de tierras palestinas. Se dieron conflictos armados entre los sionistas y los palestinos y surgió una poderosa fuerza paramilitar sionista.
Además, el mundo imperialista estaba agobiado por una enorme crisis económica, la Gran Depresión, y eso aumentó tanto la polarización política en las potencias imperialistas como los conflictos entre éstas. Todo eso sentó las bases para lo que sería el punto de viraje decisivo: la Segunda Guerra Mundial.
El Holocausto: Un gran crimen del imperialismo
Un par de décadas después del fin de la Primera Guerra Mundial, las potencias imperialistas de nuevo se vieron impelidas a hacer la guerra por un nuevo reparto del mundo. La clase dominante alemana había recurrido a la dirección de Adolfo Hitler y los nazis para salir de severas crisis sociales internas y reestructurar mediante la violencia la división internacional de saqueo colonial que se había inclinado a favor de los ganadores de la Primera Guerra Mundial.
Se libró la Segunda Guerra Mundial entre dos alianzas principales. De un bando estaban Alemania, Italia y Japón. En la otra alianza estaban Estados Unidos, Inglaterra y la Unión Soviética. Todos los protagonistas de esa guerra combatían por sus propios intereses imperialistas, exceptuando la Unión Soviética. Ésta no era imperialista y luchaba por su propia existencia en contra del embate militar de Alemania y su poderío y ferocidad sin precedente histórico.
Al participar en la guerra, de muchas formas la Unión Soviética se distanció dramáticamente de los siglos de tradición. Por ejemplo, había otorgado igualdad al pueblo judío, lo que tuvo un gran impacto en los sentimientos políticos del pueblo judío en Europa. Amplios números de judíos fueron atraídos a las causas progresistas y a apoyar a la Unión Soviética, lo que explica en gran parte por qué los imperialistas alemanes se sintieron impelidos a cometer el horroroso crimen de guerra que llegó a conocerse como el Holocausto: el exterminio sistemático y generalizado de millones de judíos4.
La historia oficial de Estados Unidos ha distorsionado mucho de esto. Se dieron la gran mayoría de los combates, muertes y destrucción de la Segunda Guerra Mundial entre Alemania y la Unión Soviética, dentro de la Unión Soviética. Más del 14% de la población de la Unión Soviética fue borrado en la guerra, casi 24 millones de personas5. Los judíos participaron activamente en la resistencia contra los nazis y en muchos casos se alinearon con la Unión Soviética y la revolución comunista mundial. Mientras los ejércitos de Hitler y del imperialismo alemán avanzaban al este y Hitler invadía a la Unión Soviética, los gobernantes alemanes idearon la “solución final” para matar a millones de judíos en los territorios que ocupaban. Además, la política de Hitler de exterminar a los judíos en los territorios capturados facilitó la alianza de Alemania con las fuerzas tradicionales reaccionarias de una virulencia antisemita de las clases dominantes de esos países.
Cabe señalar que los gobernantes estadounidenses consideraron que correspondía a sus intereses mantenerse con los brazos cruzados y no tratar de parar el Holocausto. No utilizaron el antisemitismo de Hitler como factor propagandístico importante en la guerra. En 1939, las autoridades estadounidenses hicieron retroceder el barco USS St. Louis, un barco lleno de judíos en busca de asilo. Los mandaron de regreso a Europa y los nazis mataron a muchos de ellos. Ese muy publicitado incidente mandó un mensaje claro a los judíos de Europa de que no iban a recibir misericordia ni apoyo de Estados Unidos.
Llegó a tal extremo que Roosevelt no sólo se rehusó a bombardear las vías del tren en que los judíos fueron llevados a la muerte en las cámaras de gas, sino que ¡se rehusó a dejar salir la noticia de que eso sucedía!
Después de la guerra, los aliados ganadores sí divulgaron los crímenes del Holocausto y procesaron a algunos criminales de guerra nazis. Pero nunca se desenmascaró de manera amplia ni se comprendió así las fuerzas que motivaron el Holocausto, la clase dominante alemana en conjunto, y tampoco la complicidad pasiva de otros imperialistas.
En general, no proporcionaron a los judíos sobrevivientes del Holocausto la clase de apoyo e indemnización que necesitaban para reconstruir su vida en Europa. Muchos deseaban trasladarse a Estados Unidos. Entre 1880 y 1914 unos dos millones de judíos habían emigrado de Europa Oriental a Estados Unidos y muchos sobrevivientes del Holocausto tenían familia allá, o las posibilidades de encontrar una comunidad que los acogiera. Pero hasta 1948 quedaron en vigor las mismas políticas migratorias de Estados Unidos que rechazaron a los judíos que huían del Holocausto antes y durante la Segunda Guerra Mundial. Rechazados por Estados Unidos, muchos sobrevivientes del Holocausto emigraron a Palestina.
El desenlace de la Segunda Guerra Mundial y el establecimiento de Israel
Después de la guerra, Estados Unidos salió en la cima del orden mundial imperialista, en condiciones de dictar las condiciones para los rivales derrotados (como Alemania y Japón) así como los aliados (como Inglaterra y Francia). Estados Unidos dio pasos en todo el mundo para reemplazar a las viejas potencias coloniales y engullirse o integrar a su órbita esas esferas de influencia.
Pero otras fuerzas importantes también surgieron de la guerra. Por un tiempo corto, la Unión Soviética y China formaron un campo socialista que confrontaba al mundo imperialista. Y otro factor importante en el escenario político de la posguerra era una poderosa ola de luchas de liberación nacional, sobre todo el Asia y África, contra las debilitadas potencias coloniales de Europa y Japón.
Estos dos desafíos relacionados entre sí al capitalismo-imperialismo después de la guerra tuvieron mucho que ver con la forma en que Estados Unidos reconstruyó a Japón y la República Federal de Alemania en el oeste (después de la guerra, Alemania fue dividida en dos, siendo la parte oriental un país separado alineado con la Unión Soviética).
Todos estos sucesos y los conflictos entre ellos se desenvolvieron en maniobras y contienda entre las potencias imperialistas en el Medio Oriente contra las luchas de liberación nacional y entre sí mismas. Por razones diferentes y conflictivas y en grados distintos, Estados Unidos y sus rivales consideraron que sus intereses serían beneficiados mediante el establecimiento y el crecimiento de su influencia en el estado sionista de Israel.
En 1947, la Resolución 181 de la ONU asignó el 56% de Palestina a los sionistas, aunque según las cifras poblacionales, dejando de lado la legitimidad del asentamiento sionista con aval británico, 650.000 judíos vivían en medio de un millón 350 miles de palestinos6. La partición por parte de la ONU fue injusta y fue patrocinada por todas las potencias en contienda por el control del Medio Oriente7.
La Nakba: La limpieza étnica de Palestina
Una voz de conciencia del Holocausto
En sus guerras, Israel invoca la supuesta “carta blanca” moral del Holocausto para declararse a sí mismo absuelto de crímenes de guerra terribles. Durante el bombardeo israelí de Beirut, Líbano en 1982, un sobreviviente judío del Holocausto nazi que vivía en Israel, el Dr. Shlomo Shmelzman, hizo un ayuno de protesta. Escribió: “En la niñez sufrí miedo, hambre y humillación cuando pasé del Ghetto de Varsovia, por los campos de trabajo, a Büchenwald [un campo de exterminio nazi]. Hoy, como ciudadano de Israel, no puedo aceptar la destrucción sistemática de ciudades, aldeas y campamentos de refugiados. No puedo aceptar la crueldad tecnocrática del bombardeo, destruyendo y matando a seres humanos.... Demasiadas cosas en Israel me recuerdan de demasiadas cosas de mi niñez”*.
*Citado en The Fateful Triangle: The United States, Israel and the Palestinians, de Noam Chomsky, 1999, South End Press.
Durante el período desde la Primera Guerra Mundial hasta la fundación de Israel, las autoridades coloniales ingleses en efecto facilitaron las olas iniciales de limpieza étnica sionista desatadas contra los habitantes de Palestina. Eso irrumpió en una orgía de violencia terrorista en los años después de la Segunda Guerra Mundial. En diciembre de 1947, los sionistas ya empezaban las expulsiones en masa de los palestinos. Esa ola de terror, conocido como la Nakba (la palabra árabe que significa catástrofe), continuó hasta los principios de 1949.
Durante la Nakba, expulsaron a casi un millón de palestinos de sus tierras, aldeas y hogares, forzándolos a huir con sólo las pertenencias que podían cargar. Violaron, torturaron y mataron a muchos8. Para asegurar que no quedara nada a que los palestinos pudieran regresar, arrasaron completamente sus aldeas y hasta muchos olivares y naranjales. Cuando la Nakba terminó, habían ocurrido 31 masacres documentadas, y probablemente otras.
Activistas han trabajado para desenterrar los restos físicos de esas aldeas. Historiadores han estudiado los diarios y cuadernos de los líderes sionistas. Han recogido en historias orales los relatos de los habitantes de esas aldeas. Mediante ese proceso, han recopilado listas de aldeas palestinas destruidas, entre 400 y 500 de ellas; constituyen más de la mitad de todas las aldeas palestinas. Esas aldeas servían de centros de la población principalmente rural de Palestina y su destrucción conllevó el destierro de las tierras de cultivo de los palestinos9.
Cambiaron los nombres árabes de aldeas y caminos a nombres hebreos. Destruyeron mezquitas antiguas e iglesias cristianas. Parques temáticos, pinares (árboles no indígenas) y asentamientos israelíes fueron establecidos sobre muchas antiguas aldeas palestinas. Dijeron a los visitantes de Estados Unidos, entre ellos jóvenes idealistas que pasaban los veranos trabajando en los kibbutz (granjas cooperativas) supuestamente “socialistas”, que los edificios demolidos en los alrededores fueron “ruinas antiguas”. Hicieron todo eso para borrar cualquier evidencia física de que la tierra fuera propiedad palestina y dejar en claro la irrevocabilidad de la Nakba.
La Nakba —la limpieza étnica terrorista— fue fundamental y esencial en el establecimiento del estado de Israel. Creó las condiciones y sentó las bases para otras iniciativas como la compra de tierras palestinas e iniciativas diplomáticas.
La destrucción sistemática de aldeas palestinas fue, desde el principio, el plan deliberado de líderes sionistas claves. The Ethnic Cleansing of Palestine presenta cuidadosamente un argumento de que el destierro del pueblo palestino cumple con la definición legal de la limpieza étnica, y que fue el plan deliberado de líderes sionistas claves. El libro se basa en fuentes primarias de los archivos militares israelíes, entre ellos el diario de David Ben-Gurion que desempeñó un papel político y militar clave en la fundación de Israel10.
Un proyecto estratégico importante dirigido por Ben-Gurion fue el “proyecto aldea”, lo de trazar el mapa de toda Palestina. Con fotografía aérea y otros medios, registraron los detalles de cada aldea palestina: rutas de acceso, calidad de tierra, manantiales, principales fuentes de ingreso, composición socio-política, afiliaciones religiosas, nombres de sus mukhtars (jefes tradicionales de las aldeas), relación con otras aldeas, la edad de hombres individuales y un índice de “hostilidad” hacia el proyecto sionista (incluso los que quizás mataran a judíos) medido por su participación en la gran rebelión de 1938 contra la política inglesa de permitir el aumento de la emigración de judíos a Palestina.
Terrorismo descarado israelí
Junto con la destrucción sistemática de la sociedad rural palestina, los sionistas usaron la limpieza étnica terrorista para despejar las ciudades principales de los palestinos. Tras la resolución de la ONU de 1948 que dividió Israel y Palestina, los sionistas declararon públicamente que respetarían la Resolución. No obstante, dentro del país comenzaron a implementar sus propios planes. La mañana después de la resolución de la ONU, el Haganá (el grupo militar principal que se transformaría en el ejército israelí) y el Irgun (que se escindió del Haganá y cuyo líder Menachem Begin luego fue el primer ministro y que también llegó a ser parte del ejército) desataron una campaña de terror sobre los 75.000 habitantes palestinos de Haifa11.
Los colonos judíos que llegaron en los años 1920 y vivían en las colinas alrededor de la ciudad tomaron parte en esos ataques al lado de las unidades militares sionistas. Echaron bombardeos y disparos frecuentes sobre la población palestina de Haifa. Derramaron cuesta abajo en los caminos una mezcla de petróleo y combustible y le prendieron candela. También hicieron rodar cuesta abajo barriles llenos de explosivos. Cuando los palestinos apanicados salieron para apagar las llamas, los acribillaron con ametralladoras. Judíos que se hacía pasar por palestinos condujeron autos llenos de explosivos a talleres palestinos supuestamente para reparaciones, y luego los detonaron. En una refinería en Haifa los judíos y los árabes habían trabajado hombro a hombro y tenían una larga historia de solidaridad en su lucha contra los dueños ingleses por mejores condiciones de trabajo. El Irgun, que se especializaba en lanzar bombas sobre multitudes de árabes, hizo exactamente eso en esta refinería. Los trabajadores palestinos reaccionaron, matando a 39 trabajadores judíos, una de las peores y también una de las últimas escaramuzas de represalia de ese período12.
En marzo de 1948, Ben-Gurion le comentó al Jewish Agency Executive: “Creo que la mayoría de las masas palestinas aceptan la partición como un hecho consumado y no creen que sea posible superarla o rechazarla... La mayoría decisiva de ellos no quieren luchar contra nosotros”.
Los ejércitos de varios países árabes intervinieron en 1948 de lado de los palestinos. No podían competir con las unidades militares sionistas bien equipadas con sus extensas conexiones a armas y municiones modernas, instrucción militar moderna y un ejército estrechamente organizado. Tropas irregulares árabes (unidades militares pequeñas y descentralizadas) les tendieron emboscadas a los convoyes israelíes pero se abstuvieron de atacar los asentamientos. Los ingleses, al reprimir despiadadamente las luchas de independencia de los palestinos tras la Primera Guerra Mundial, habían diezmado la capacidad militar organizada de los palestinos así como a los líderes del gobierno civil.
Ben-Gurion ordena “ocupación, destrucción y expulsión”
Ben-Gurion utilizó la intervención en el mundo árabe para definir el conflicto entre Israel y los palestinos como una patria pequeñita judía sitiada por árabes hostiles. Antes de marzo de 1948, los dirigentes sionistas aún presentaban sus actividades como represalias contra acciones hostiles árabes. Pero dos meses antes de la retirada de los ingleses, declararon abiertamente que se apoderarían del territorio y que expulsarían a la población originaria por la fuerza. Avanzaron a todo vapor las crueles expulsiones y la palabra “represalias” ya no se usaba con referencia a lo que hacían las fuerzas militares israelíes. Según Ben-Gurion, ya no era necesario distinguir entre el “inocente” y el “culpable”. Los ataques preventivos y los daños colaterales llegaron a ser aceptables y necesarios13.
En una colina al oeste de Jerusalén se encontraba la aldea de Deir Yassin. La matanza ahí reflejó la naturaleza sistemática del Plan D14 aplicado a cientos de aldeas por toda Palestina. El 9 de abril de 1948 soldados judíos irrumpieron en la aldea y rociaron las casas con fuego de metralleta, matando a mucha gente. Pappé escribe: “A los aldeanos que quedaban los juntaron en un lugar y los masacraron a sangre fría, maltrataron los cuerpos, y a varias mujeres las violaron y luego las mataron”. Fahim Zaydan, quien entonces tenía doce años, recuerda cómo asesinaron a su familia en su presencia: ‘Nos sacaron uno por uno; balearon a un anciano y cuando una de sus hijas lloró, a ella también la balearon. Después, llamaron a mi hermano Muhammad y lo balearon ante nosotros, y cuando mi madre gritó y se inclinó sobre él, con mi pequeña hermana Hudra que aún amamantaba en los brazos, también la balearon’”.
Sobre la sangre y huesos de tales matanzas, se construyó el estado de Israel. Y dicho terror ni es “antiguo” ni siquiera “historia moderna”. Define la vida cotidiana de cada palestino, hoy día.
Aquí cabe señalar una ironía terrible: Muchas personas del núcleo militar de los sionistas, las que llevaron a cabo la Nakba, la limpieza étnica terrorista de Palestina, eran veteranos curtidos en batalla, en la guerra de guerrillas en contra de los nazis en Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Alistar a aquellos de los cuales muchos habían luchado en contra de algunos de los crímenes más bárbaros del capitalismo-imperialismo, en un ejército de autores materiales de crímenes terribles en contra de otro pueblo oprimido, al servicio del mismo sistema criminal responsable del Holocausto, es emblemático del nacimiento de Israel como un atroz crimen del imperialismo mundial.
Estados Unidos ante los retos de la posguerra…
Como se señaló, la Segunda Guerra Mundial debilitó a los antiguos imperios coloniales como Gran Bretaña, Francia, Japón, Holanda, etc., y además hizo que los pueblos colonizados entraran a la vida política. Se intensificaron las luchas revolucionarias en Asia, sobre todo en China, pero también en Vietnam, y en cosa de unos años triunfó la revolución en China. Los comunistas dirigían las luchas más consecuentes de estas luchas de liberación nacional, tal como en China. Más allá de eso, se dio un gran auge de nacionalismo secular, en lugares como Indonesia, Irán, varios países latinoamericanos y “el mundo árabe”.
En el Medio Oriente, el representante más prominente del nacionalismo secular era Gamal Abdul Nasser, en Egipto. Nasser subió al poder con promesas de oponerse a las potencias imperialistas y poner fin a las décadas de humillación y subyugación colonial y neocolonial de Egipto.
En ciertas ocasiones, Estados Unidos se alineó con las luchas de liberación nacional en tanto cuña para dejar fuera a los rivales. Por ejemplo, en la guerra de 1956 entre Israel, Francia e Inglaterra de un lado y del otro, Egipto. En ese año, Nasser tomó medidas para nacionalizar el canal del Suez, una acción legítima en vista de que el canal, después de todo, estaba en Egipto. Después de la guerra, este canal asumió mayor importancia porque la exportación del petróleo cada vez más valioso y de importancia estratégica desde el Medio Oriente llegó a componer la mitad del tráfico por él. Francia, Inglaterra e Israel respondieron invadiendo a Egipto, e Israel hizo avances militares rápidos dentro de Egipto. Estados Unidos (y la Unión Soviética) presionaron a los invasores, incluyendo a Israel, para que dieran marcha atrás. Todo eso era parte de establecer que ahora Estados Unidos llevaba la batuta en la región (y en el mundo). En un sentido limitado y cortoplacista, las aspiraciones nacionalistas de Nasser coincidieron con los objetivos estratégicos de Estados Unidos.
Pero en lo principal, en materia de estrategia Estados Unidos veía un obstáculo en los movimientos nacionalistas seculares, como el de Nasser. Se esforzaba para socavarlos y/o eliminarlos, a menudo mediante golpes de estado militares con aval de la CIA, tal como en Irán, Guatemala e Indonesia, que dejaron cientos de miles de muertos. A mediados de los años 1960, la influencia y poder de Nasser fueron bloqueados y anulados, entre otros factores, por el mayor patrocinio estadounidense a Israel15.
Un importante movimiento de liberación nacional que surgió en esos años era el del mismo pueblo palestino. Éste había resistido el dominio del Imperio Otomano y se alzó en armas contra el dominio británico después de la Primera Guerra Mundial. En milicias y otras formas de resistencia valiente, los palestinos lucharon contra la Nakba. Pero la lucha pasó a nuevos niveles en el contexto del repunte revolucionario mundial de los años 1960. Las organizaciones guerrilleras palestinas lanzaron una lucha armada contra Israel con el objetivo de crear un estado laico (no religioso) y democrático en toda Palestina. La lucha del pueblo palestino atrajo un amplio apoyo por todo el mundo (ver “La resistencia palestina”).
…y forja una “relación especial” con Israel en la guerra fría
Mediante la Nakba y la guerra de 1956, Israel se fortaleció como potencia militar en el Medio Oriente. Como tal, todas las potencias del mundo lo miraban como un agente valioso. Cuando Estados Unidos dio pasos para establecer su dominación en la región y en el mundo, empezó a cuajarse la “relación especial” entre Estados Unidos e Israel.
En las secuelas de la Segunda Guerra Mundial, se aglutinó un campo socialista en oposición al capitalismo mundial. Pero ese bloque tuvo corta vida. En los años 1950, los seguidores del camino capitalista, o sea, los representantes políticos de las poderosas relaciones del capitalismo que quedaban en la sociedad socialista, subieron al poder y restauraron el capitalismo en la Unión Soviética. La restauración del capitalismo ahí y el ascenso del social-imperialismo soviético fue todo un acontecimiento. Durante décadas, la contienda entre Estados Unidos y este imperialismo rival y su esfera de influencia en Europa Oriental y otras partes llegó a moldear una buena parte del terreno geopolítico.
Este conflicto, la “guerra fría”, tuvo un papel profundo en la definición del papel de Israel y su relación con las ambiciones y requisitos de Estados Unidos.
Un factor fundamental de la “relación especial” entre Estados Unidos e Israel fue la aplastante victoria israelí en la “Guerra de Seis Días” de 1967, cuando éste invadió y ocupó a grandes partes de Jordania, Siria y Egipto. Los pensadores en estrategia del gobierno estadounidense tomaron nota. Aunque Estados Unidos trabajaba para patrocinar a otros aliados en la región (de mucha importancia, el brutal Sha de Irán, a que instauró en un golpe de estado de la CIA en 1953), Israel sobresalió como un activo de valor único para Estados Unidos en tanto el “líder del mundo libre”, o sea, el jefe del bloque de imperialistas occidentales.
En 1967, por primera vez Estados Unidos le vendió cazas de combate de punta a Israel y así estableció el principio de su apoyo al dominio militar cualitativo israelí sobre los países árabes.
En las siguientes décadas, una buena parte de la “relación especial” entre Estados Unidos e Israel se forjó en el marco de la contienda global entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Los nuevos imperialistas soviéticos aprovecharon la reputación antiimperialista que el país se adjudicó cuando era socialista, junto con la ayuda económica y militar, para granjearse influencia en los gobiernos de Asia, África y América Latina. Tenían el objetivo de conseguir un punto de apoyo con el que contender con Estados Unidos. La guerra de 1973 entre Israel, y Egipto y Siria (que en Israel y el occidente se llama la “Guerra de Yom Kippur”), tuvo importantes elementos de una guerra de sustitutos entre Estados Unidos y la Unión Soviética. En ese entonces, Egipto se acercaba a un alineamiento con los soviéticos y recibía mucho equipo y asesoría militar de los soviéticos, y Siria estaba fuertemente aliada con el bloque soviético.
Una dinámica similar sirvió de trasfondo para la sanguinaria guerra israelí de 1982 con aval estadounidense contra el Líbano. Durante los años 1980, el Líbano sirvió de base de apoyo para las fuerzas palestinas pero también un punto focal de la contienda entre las fuerzas alineadas con Estados Unidos y el régimen sirio respaldado por los soviéticos y otras fuerzas con inclinaciones pro-soviéticas en la región. Esa guerra tuvo un efecto devastador sobre la población civil. Los cazas de combate israelíes lanzaron un bombardeo generalizado sobre la capital libanesa, Beirut.
Durante la invasión de Líbano en 1982, las fuerzas militares israelíes rodearon y acordonaron los campamentos de refugiados Sabra y Chatila en Beirut mientras sus aliados libaneses masacraron de 750 a 3500 personas. El ejército israelí y las fuerzas aliadas ocuparon el sur de Líbano por 18 años.
Desde mediados de los años 60 hasta el derrumbe de la Unión Soviética, la relación estratégica entre Estados Unidos e Israel fue en gran parte definida por el choque de las superpotencias rivales de Estados Unidos y la Unión Soviética. Israel urdió el ascenso al poder de Idi Amin en Uganda y, cuando ya no le era útil, aceleró su ocaso, y facilitó la matanza genocida de parte de los escuadrones de la muerte guatemaltecos, a fin de golpear a los países o fuerzas en esas regiones alineados con los soviéticos. Con frecuencia Israel suministraba ayuda militar a regimenes parias con que Estados Unidos no quería asociarse abiertamente pero que jugaban papeles críticos en contrarrestar la influencia soviética, como el régimen de apartheid de Sudáfrica. Las páginas centrales de este número de Revolución documentan tales crímenes en todo el mundo.
El fin de la guerra fría: La evolución de la “relación especial” entre Estados Unidos e Israel
El derrumbe de la Unión Soviética fue un suceso sin precedentes que puso de cabeza las relaciones económicas, militares y de poder16. Un resultado inesperado de ese derrumbe fue el ascenso de las mismas fuerzas jihadistas que Estados Unidos había apuntalado para luchar contra los soviéticos en Afganistán. Tras el derrumbe de la Unión Soviética, esas fuerzas se volvieron en contra de la superpotencia restante, los Estados Unidos. Aunque el fundamentalismo islámico no desafía a la dominación imperialista de naciones oprimidas, sí plantea un reto a la matriz general de relaciones globales que Estados Unidos domina.
Con el surgimiento del desafío fundamentalista islámico a la dominación imperialista yanqui en el Medio Oriente, el papel de Israel se ha cambiado para servir a las necesidades norteamericanas en ese conflicto. En 2006 Israel lanzó una invasión masiva contra el Líbano para atacar principalmente a Hezbolá, unas fuerzas islámicas alineadas con Irán (vea el artículo “Suenan con más fuerza cada día tambores de guerra para un ataque israelí contra Irán”). La invasión israelí mató a más de mil personas, desplazó a más de un millón de personas y cubrió al Líbano con más de un millón de bombas de fragmentación antipersonales que todavía lisian y matan a agricultores y niños libaneses.
El imperialismo yanqui cuenta con Israel en su equipo, pero éste le causa problemas al dueño
En muchas partes del mundo y de manera muy intensa en el Medio Oriente, el desplazamiento y la actual opresión del pueblo palestino y otros crímenes de Israel hace que ese país sea el blanco de indignación y enojo tremendo. Ese es un gran problema para Estados Unidos cuando pretende contrarrestar las fuerzas islámicas en su contra e imponer regímenes pro Estados Unidos en lugares como Irak y Afganistán.
La indignación generalizada contra Israel pone en una posición difícil y hasta precaria a los regímenes reaccionarios pro-yanqui en la región como Arabia Saudita, Egipto y Jordania. Y los fuertes vínculos entre Estados Unidos e Israel dan oportunidades que las potencias rivales pueden aprovechar en su contienda con Estados Unidos.
Cuando el general estadounidense (ahora comandante en Afganistán) David Petraeus le dijo al Comité del Senado sobre las Fuerzas Armadas: “Las hostilidades duraderas entre Israel y algunos de sus vecinos presentan claros retos a nuestra capacidad de promover nuestros intereses en el área de responsabilidad”, identificaba una contradicción real para la clase dominante de Estados Unidos.
No ha resultado fácil para Estados Unidos negociar un acuerdo que integraría a los palestinos en algo parecido a una situación estable y al mismo tiempo satisfacer lo que los israelíes consideran su necesidad de dominación sin rival y un estado totalmente sionista. Esto sigue siendo un punto delicado en la región y el mundo. Mientras Israel recurre a medidas cada vez más extremas para reprimir a los palestinos, se vuelve más aguda esta contradicción.
Sin embargo, mientras Israel sigue siendo miembro del equipo yanqui, le causa problemas al dueño del equipo, de maneras profundas. A pesar de problemas reales, incluso en ocasiones diferencias importantes, la “relación estratégica” única entre Estados Unidos e Israel continúa porque desde la perspectiva del imperialismo estadounidense, no existe una alternativa real en la cancha de juego respecto al papel que juega Israel en el Medio Oriente y por todo el mundo.
Mientras Estados Unidos esté atascado profundamente en guerras por todo el Medio Oriente, el rol de Israel es más crítico que nunca. En un artículo de opinión, el representante estadounidense Steve Rothman (un demócrata “liberal” y partidario firme de Obama) explicó: “Un aliado estratégico en particular ha sobresalido siempre de entre los demás: el estado de Israel”. Señaló que Israel le proporciona a “Estados Unidos importante ayuda de seguridad en el Medio Oriente y a través del mundo”. Afirmó Rothman que “sin nuestra asociación con las FDI [Fuerzas de Defensa de Israel, el ejército israelí], Estados Unidos podría tener que apostar 100.000 tropas más de manera permanente en esa parte del mundo para compensar la protección de los intereses estadounidenses y la inteligencia vital que Israel le proporciona a Estados Unidos”17.
Una razón de por qué Israel le es tan importante a Estados Unidos es que es el único país en la región donde el gobierno pro-estadounidense cuenta con una base social numerosa. Dicha base social leal, por su parte, descansa, en gran parte, sobre el papel histórico y la posición actual de Israel en la “cadena alimenticia” mundial — es decir, las formas en que se beneficia de la relación parasítica del imperialismo con las naciones oprimidas del mundo. Ciudadanos israelíes que emigraron de Europa gozan de un estándar de vida alto en términos de casas bonitas, buenos salarios y acceso a artilugios y lujos. Israel les consiente el boato de la democracia burguesa: permite que se compitan en elecciones varios sionistas rabiosos contra algunos críticos moderados del gobierno que aceptan los términos del sionismo, mientras suprime violentamente cualquier política que se oponga al sionismo.
En pocas palabras, con su arsenal nuclear masivo, su tecnología al nivel europeo o estadounidense y un sector importante de la población alistado en la “lógica” e inmoralidad del sionismo, Israel juega un papel irremplazable en la imposición de los intereses estadounidenses.
Por estos factores, es muy difícil que el imperialismo estadounidense cambie la “relación especial” entre Estados Unidos e Israel, especialmente en este momento, a pesar de que el apoyo estadounidense a Israel provoca más oposición contra Estados Unidos en la región y crea tierra fértil para la jihad fundamentalista islámica.
Se necesita: Resistencia… y una ruptura radical del marco
Israel fue, y es, construido literalmente sobre la sangre, los huesos, la tierra y las casas del pueblo palestino, robados por medio de una limpieza étnica terrorista que constituye un enorme crimen legal y moral. Como tal, el estado de Israel es ilegítimo, y es imposible encontrar alguna justicia —para nadie— dentro del paradigma del estado sionista. Ese estado fue producto del sistema global de capitalismo-imperialismo y juega un papel especial en imponerlo.
Reconocer la ilegitimidad de Israel no constituye una “perspectiva palestina”, ni tampoco es “anti-judío” de ninguna manera. Como se explicó anteriormente en este artículo, la existencia de Israel no es algún tipo de “justicia” por los crímenes del Holocausto, sino un producto del mismo sistema que tramó el Holocausto. Israel no es una solución a la opresión milenaria del pueblo judío como judíos, sino al contrario, un estado colonizador y un instrumento del imperialismo. Como tal es justo e imprescindible oponérsele.
Durante los últimos años, un número creciente de personas a través del mundo y dentro de Estados Unidos, indignadas por los crímenes israelíes, se han lanzado a la protesta política. Las protestas universitarias han tenido un impacto importante. Actos y manifestaciones solidarios, incluyendo la Marcha por la Libertad de la Gaza, la Flotilla por la Libertad de la Gaza, actos del Movimiento Solidario Internacional y de otros han sonado el clarín ante el mundo y han dado ánimos a la resistencia palestina. Actividades pro-BDS (boicot, desinversión, sanciones) han elevado el conocimiento, han generado el debate y controversia necesarios y han presionado a Israel políticamente — especialmente en las universidades.
Este movimiento de oposición a Israel y sus crímenes está creciendo, y hay que ampliarlo más. Esto urge aún más ahora que Israel amenaza con librar una guerra contra Irán y sigue librando una embestida represiva día tras día contra los palestinos, sin que se anticipe un fin. Hace falta mucho más protesta y debate sobre la naturaleza y el papel de Israel. El propósito de este número especial de Revolución es contribuir a esa meta, y poner un reto ante todos, en particular los estudiantes, a investigar las raíces de los crímenes israelíes en un sistema global de explotación y opresión, y a conectarse y entrarle al movimiento para eliminar dicho sistema.
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