En un artículo del New York Times del 21 de febrero de 2020, “Why Sanders Will Probably Get the Nod” (Por qué Sanders probablemente contará con el visto bueno), David Brooks procura equiparar a Bernie Sanders con Donald Trump porque, según Brooks, cada uno a su manera es transmisor de un mito fraudulento pero “exitoso” — un mito populista de derecha en el caso de Trump, y un mito populista de izquierda en el de Sanders. Esto es ridículo. Se refuta semejante intento de hacer que Sanders sea igual a Trump (o su “reflejo opuesto” o su “doble de izquierda” de Trump) simplemente viendo la realidad patente.
Como se analizará aquí, Sanders, en última instancia, sí comparte con Trump la realidad de que de hecho es un defensor del sistema capitalista y un representante y defensor de los intereses del imperialismo capitalista estadounidense. Pero eso no niega las diferencias muy reales y agudas entre Sanders y Trump, dentro de ese mismo marco fundamental. ¿Sanders promueve el racismo y la intolerancia, la misoginia (el odio a las mujeres) y el vil prejuicio y violencia hacia la gente LGBT, como lo hacen activamente Trump y aquellos que están asociados con él? ¿Sanders niega la ciencia del cambio climático, como lo hace Trump, negando la existencia de una crisis climática grave y acelerada en la que la actividad humana es un gran factor, al mismo tiempo que alienta y facilita el asolamiento desenfrenado del medio ambiente? ¿Sanders ha actuado para socavar los principios de una república capitalista constitucional y el estado de derecho, tal como Trump sigue haciendo, a manera de escalada? Además, en este sentido, ¿lo que Brooks caracteriza como el “mito” de Sanders realmente tiene algo en común con lo que Trump trafica? ¿Lo que dice Sanders no tiene nada de cierto, de que los superricos —los jefes de los bancos y otras instituciones financieras, compañías de tecnología, otras grandes empresas, etcétera— ejercen una influencia indebida sobre los asuntos políticos y los asuntos de la sociedad en general? ¿Figura eso, en realidad, en la misma categoría con las mentiras sistemáticas y las teorías lunáticas de conspiración que Trump constantemente repite y promueve, que están llenas de racismo e intolerancia, misoginia y xenofobia? Brooks, al equiparar a Sanders con Trump, se ha permitido alejarse de la realidad y caer en trucos demagógicos tan burdos que le darían vergüenza a un estafador torpe.
Brooks es un comentarista “conservador”, que se opone a Donald Trump, y se cree una suerte de filósofo que busca iluminar el bien común social que podría unir a las personas más allá de los conflictos partidistas “tribales”. Pero, en realidad, Brooks promueve el mayor mito de todos: de que el capitalismo sea el mejor sistema posible, cuyo funcionamiento e impacto resulten en el mayor bien común, no solamente para una pequeña clase de capitalistas sino para las masas de la humanidad, y que el capitalismo estadounidense es el luminoso ejemplo y modelo de todo esto. La verdad es que el capitalismo hoy es un sistema mundial del imperialismo capitalista que se mantiene mediante la despiadada explotación y opresión de miles de millones de personas por todo el mundo y la violencia perpetua — contra las masas de personas y contra el medio ambiente. Y esto es cierto, sobre todo, con relación al imperialismo capitalista estadounidense, y sus crímenes contra la humanidad, de los cuales Brooks también ha sido promotor y apologista activo.
Por ejemplo, cuando en 2003 Estados Unidos invadió a Irak, en una descarada violación del derecho internacional y a partir de mentiras repetidas y sistemáticas de que el gobierno iraquí encabezado por Sadam Husein tuviera armas de destrucción masiva (y que de alguna manera estuviera conectado con aquellos que realizaron los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos), Brooks era un defensor arrogante y agresor de esa guerra, la que desencadenó una vorágine de muerte y destrucción en esa región del mundo; y ha seguido confeccionando pretextos y racionalizaciones para esa guerra que contradicen los hechos claramente establecidos.
La realidad del capitalismo, las limitaciones y la esencia de la socialdemocracia
En cuanto al “gran bien común” que el capitalismo representa y hace en el mundo, como he señalado, en un mundo dominado por este sistema del capitalismo-imperialismo:
sectores grandes de la humanidad viven en una pobreza extrema, en que 2.3 miles de millones de personas carecen hasta de inodoros rudimentarios o letrinas y enormes números padecen enfermedades prevenibles, en que millones de niños mueren cada año de estas enfermedades y de inanición, mientras obligan a 150 millones de niños en el mundo a dedicarse al trabajo infantil despiadadamente explotado, y toda la economía mundial se apoya en una vasta red de maquiladoras que emplean grandes números de mujeres que están sometidas de rutina al acoso y agresión sexual, un mundo en que 65 millones de refugiados han sido desplazados por guerras, pobreza, persecución y los efectos del calentamiento global... (Por qué nos hace falta una revolución real y cómo concretamente podemos hacer la revolución — el texto y los videos de este discurso están disponibles en revcom.us)
Bernie Sanders no representa, y lo que él llama a hacer no podría generar, una verdadera solución a todo esto, la que sólo se podría materializar mediante una revolución que se ponga a derrocar y arrancar de raíz al sistema capitalista y a crear sociedades socialistas radicalmente diferentes con el objetivo final de un mundo comunista. Sanders no es un verdadero socialista, y la “revolución” de la cual habla no es una verdadera revolución. Se le podría describir más acertadamente como un “socialdemócrata” que de hecho pregona cambios dentro del sistema capitalista, a obtenerse trabajando por medio de los procesos políticos establecidos. Eso se expresa, por un lado, como una promesa vaga de obtener justicia económica, social y racial, y de lidiar con la crisis ambiental; y por otro, cuando eso se expresa de una manera un poco más concreta, se centra en cosas como recaudar más impuestos a los superricos y a las corporaciones para financiar programas gubernamentales que cubrirían el cuidado médico universal, matrículas universitarias y la creación de energéticos renovables. Esto se toparía con la realidad de la manera en que efectivamente funciona el capitalismo, impulsado por la anárquica competencia y rivalidad entre los capitalistas en competencia —lo que ocurre no solamente en países específicos sino cada vez más a un nivel internacional— y más específicamente con respecto al imperialismo capitalista estadounidense, las masivas fuerzas armadas que requiere para mantener su imperio global (siendo sus fuerzas armadas el mayor consumidor institucional del petróleo del mundo), así como todo el desarrollo histórico de Estados Unidos, hasta la actualidad, sobre la base de la esclavitud y la supremacía blanca, la supremacía masculina y otras relaciones opresivas.
Todo eso, en combinación con las realidades del proceso político estadounidense —una “democracia” dominada por la clase capitalista que en realidad ejerce una dictadura (un monopolio del poder político, concentrado como un monopolio de la violencia “legítima”) para reforzar su dominio, y que hoy se caracteriza por profundas divisiones “partidistas” entre los representantes políticos de la clase capitalista— implicaría que sería muy difícil de obtener las reformas las que Sanders llama a hacer. Y, aunque de alguna manera fuera posible obtenerlas, no traerían la justicia económica, social y racial, ni tampoco haría posible una interacción racional con el medio ambiente ni un mundo sin los conflictos violentos que están arraigados en la propia naturaleza de este sistema capitalista-imperialista. De hecho, si bien él quizá asuma una pose menos bélica, con expresiones de más renuencia a emprender una guerra que los políticos más tradicionales de los partidos Demócrata y Republicano —y si bien no ha amenazado abiertamente con usar armas nucleares y destruir a países, como sí lo ha hecho Trump—, Sanders ha dejado en claro que considera que el poderío militar estadounidense y sus alianzas militares, como la OTAN, son cruciales e indispensables (y ha elogiado a las fuerzas armadas estadounidenses como las mejores del mundo). Las reformas mismas a las que Sanders llama a hacer en última instancia tienen la base, y dependerían de la base, de que el capitalismo-imperialismo estadounidense continúe ocupando la posición dominante en el mundo, y requerían usar y/o amenazar con usar el poderío militar estadounidense para mantener esa posición. La verdad es que los socialdemócratas en un país imperialista fundamentalmente y en última instancia tienen que estar a favor del imperialismo. Esto es una esencial característica y requisito de la socialdemocracia en un país como Estados Unidos.
Una verdadera revolución socialista
En Breakthroughs (Abriendo Brechas), El avance histórico hecho por Marx, y el nuevo avance histórico del nuevo comunismo, Un resumen básico, enfaticé el comentario de Carlos Marx, el fundador (junto con Federico Engels) del movimiento comunista:
una de las características que distinguen a los reformistas —entre ellos los “socialistas” reformistas— es que, en la medida en que identifican a la economía como la fuente de la desigualdad y otros males sociales, tienden a situar el problema en la esfera de la distribución, aunque la fuente fundamental de la opresión y la desigualdad que caracterizan una sociedad explotadora, como el capitalismo, se encuentra en la esfera de la producción, y más específicamente en las relaciones de producción.
Esta “característica que distingue” caracteriza a alguien como Sanders, con sus conocidas denuncias a la clase “multimillonaria” y a su porción extremadamente desproporcionada de la riqueza y su dominio injusto del proceso político (nótese: critica a la “clase multimillonaria” y no se opone a todo el sistema capitalista).
El objetivo final de una revolución socialista real es la realización del comunismo en el mundo entero, con la eliminación de todas las relaciones de explotación y opresión, y de los conflictos antagónicos que éstas engendran. Esto requiere que se cambie todo el sistema —que se deshaga del sistema capitalista y se reemplace por un sistema radicalmente diferente— y no que se haga uno que otro cambio dentro del sistema capitalista existente.
En este proceso general, es fundamental la transformación del modo de producción. El “modo de producción” se refiere al sistema económico que abarca ciertas relaciones de producción, y más esencialmente la propiedad de los medios de producción —tierras, materia prima, estructuras físicas tales como las fábricas y la tecnología— los que bajo este sistema son propiedad privada y están bajo el control de los capitalistas, o asociaciones importantes de capital tales como corporaciones, bancos, etc. Esto es la fundación sobre la cual los capitalistas explotan a las masas de personas —en todas partes del mundo— las que no poseen medios de producción y por lo tanto son obligadas a trabajar para los capitalistas que monopolizan los medios de producción. Y eso es la base sobre la cual los capitalistas acumulan ganancias de manera privada, en una competencia febril con otros capitalistas. Una verdadera revolución socialista tiene por objetivo transformar la propiedad de los medios de producción a la propiedad común de la sociedad en su conjunto, lo que haga posible lo que nunca se puede hacer bajo el capitalismo: realizar la producción sobre la base de un plan integral, que no obra por medio de la explotación sino por medio de la participación consciente y activa de las masas de personas, en interacción con el resto de la naturaleza de una manera sustentable a la vez que satisfaga las necesidades materiales, culturales e intelectuales de la gente —no sólo en una parte del mundo sino a la larga por todo el mundo— y que actúe para eliminar completamente la pobreza, privación y degradación, y todo el sufrimiento innecesario que las masas de personas por todo el mundo tienen que soportar bajo el dominio de este sistema capitalista.
Al mismo tiempo, hay que llevar a cabo la transformación del modo de producción en una relación dialéctica (un proceso interrelacionado que se influencia mutuamente) con la transformación de las relaciones sociales opresivas (como la relación entre hombres y mujeres) y las ideas y la cultura que refuerzan la opresión y la explotación. Y, de gran importancia, para lograr todo eso, hace falta —y es imposible lograr todo eso sin— derrocar y desmantelar el aparato estatal (en particular, las fuerzas armadas y la policía, así como las cortes y las burocracias, y el poder ejecutivo) haciendo valer el dominio de los explotadores (la clase capitalista), y reemplazándolo por un poder estatal socialista cuyo propósito y función es de servir y promover la transformación radical de la sociedad, y del mundo en su conjunto, hacia la abolición de toda explotación y opresión1.
En varios escritos míos, y hace poco en el siguiente pasaje en Breakthroughs (Abriendo Brechas), he hablado de la relación entre transformar el modo de producción y transformar las relaciones sociales:
[E]n última instancia, el modo de producción sienta las bases y pone los límites para el cambio, en cuanto a la manera de tratar cualquier problema social, como la opresión de las mujeres, la opresión del pueblo negro o de los latinos, la contradicción entre el trabajo intelectual y el trabajo manual, la situación con el medio ambiente o la situación de los inmigrantes, etc. Aunque todas esas cosas tienen una realidad y dinámicas propias, y no se pueden reducir al sistema económico, todas ocurren en el marco y en medio de las dinámicas fundamentales de ese sistema económico; y ese sistema económico, ese modo de producción sienta las bases y establece los límites fundamentales del cambio con respecto a todas esas cuestiones sociales. Por lo que, para deshacerse de todas estas diferentes formas de opresión, es necesario tratarlas en sí, pero también es necesario hacer cambios fundamentales al sistema económico para crear la posibilidad de poder llevar a cabo esos cambios en términos fundamentales. En otras palabras: Es necesario tener un sistema económico que no impida hacer esos cambios y que, por el contrario, no sólo permita sino que siente una base favorable para hacer esos cambios”. (El Nuevo Comunismo, Primera parte, “Método y enfoque, el comunismo como una ciencia, p. 77, énfasis en el original, citado en Breakthroughs [Abriendo Brechas], que también está disponible en revcom.us.)
El peligro inmediato y la solución fundamental
Como ya he resumido, lo que es patentemente deshonesto en la manera en que David Brooks representa a Bernie Sanders es que lo trata como si fuera esencialmente igual a Trump. Si bien lo que Sanders representa, y lo que Trump representa, permanecen en el marco del sistema capitalista-imperialista, dentro de ese marco hay una diferencia muy real entre la socialdemocracia que Sanders promueve, y el fascismo del régimen de Trump y Pence. Es ese régimen fascista el que constituye un peligro inmediato concentrado, a la sociedad y a la humanidad en su conjunto, mientras en términos fundamentales es el dominio capitalista en sí, de cualquier forma, y el monstruoso sistema de explotación y opresión que lo refuerza con una violencia asesina y masivamente destructiva, los cuales hay que borrar y reemplazar con una radicalmente diferente sociedad y mundo.
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DAVID BROOKS —EL NO TAN GRAN FARSANTE—
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