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BOB AVAKIAN 
REVOLUCIÓN #79: 
Kamala Harris en la Convención del Partido Demócrata: un espectáculo repugnante y revelador.

Les habla Bob Avakian —REVOLUCIÓN— número Setenta y Nueve.

Toda la experiencia de la convención del Partido Demócrata, que concluyó con el discurso de Kamala Harris, podría resumirse repitiendo el título de mi mensaje número Setenta y Uno: ¿¡Apoyar a un asesino en masa y encarcelador en masa que se postula para la presidencia!? ¿¡Quién podría estar tan desesperado y tan embaucado!?

Esta convención demostró vivamente exactamente eso: gente lo suficientemente desesperada y engañada como para abrazar con fervor a una asesina en masa y una encarceladora en masaPorque, como he mostrado en mensajes anteriores, incluido el número Setenta y Uno, eso es exactamente lo que es Kamala Harris.

En su discurso de la última noche de la convención, Harris ignoró, negó y tergiversó la verdadera historia de Estados Unidos, marcada en sus inicios por la esclavitud y el genocidio contra los pueblos indígenas, y que ha desatado repetidamente una violencia masiva y destructiva contra personas en todas partes del mundo, con el fin de imponer la explotación brutal en la que se basa la posición dominante de Estados Unidos en el mundo. Esta es la fea realidad que se esconde tras las pomposas afirmaciones de políticos como Harris de que Estados Unidos es “el país con mayor grandeza en el mundo”.

Harris hablaba a menudo de “libertad”, pero, mientras pregonaba su papel como fiscal, y traficaba con su “identidad” como mujer de color, una libertad de la que no habló es la libertad de no ser aterrorizada, brutalizada y de plano asesinada por la policía, un horror muy real que es la experiencia colectiva, especialmente, de los negros, latinos y amerindios. (Para repetir este terrible hecho una vez más: desde 1960, la policía ha matado a más personas negras que los miles que fueron linchados durante todo el tiempo de la segregación abierta del “Jim Crow” y el terror del Ku Klux Klan después de la Guerra Civil).

Harris tampoco habló del hecho de que Estados Unidos tiene una de las tasas de encarcelamiento más altas en el mundo —especialmente con el encarcelamiento en masa de personas negras y latinas— algo en torno a lo que Harris, como fiscal, trabajó para incrementar.

Pero Harris sí repitió el trillado cliché de que Estados Unidos es una tierra de oportunidades, donde nada es imposible para la gente que trabaja duro, y parloteó sobre las virtudes del modelo de una “clase media”. Esto no sólo es una distorsión burda — sino que es francamente cruel. A pesar de sus promesas vacías de acabar con la pobreza, es un hecho que millones de personas en Estados Unidos siguen atrapadas en la pobreza, y muchas de ellas están efectivamente excluidas de la economía formal. Las palabras de Harris sobre cómo todo es posible en Estados Unidos, y cómo todos pueden llegar a ser “clase medieros”, se reduce a decir que si la gente es pobre, es culpa suya — cuando, de hecho, es el resultado de la naturaleza y el funcionamiento de la economía y del sistema general del capitalismo-imperialismo que gobierna en Estados Unidos y domina el mundo.

Hacia el fin de su discurso, Harris habló de su potencial papel como “comandanta en jefe” del ejército imperialista de Estados Unidos. Como he mostrado antes, este ejército es una máquina de muerte y destrucción masiva, que (junto con las sangrientas “agencias de inteligencia” de Estados Unidos) ha masacrado a millones de civiles en países por todo el mundo — todo al “servicio” de mantener a Estados Unidos como el opresor líder y saqueador de la gente y del medio ambiente del mundo.

Esta parte del discurso de Harris colmó la repugnante corriente de supremacía estadounidense chovinista que había recorrido toda la convención: mientras Harris bramaba sus sanguinarias amenazas de ejercer el poder de Estados Unidos contra quienes lo desafiaran, la multitud se hacía eco de esta fealdad con repetidos cánticos de “¡USA! ¡USA! ¡USA!” — y cada vez era más difícil distinguir a esta multitud de un típico mitin nazi, al estilo estadounidense.

Harris sí dedicó una parte importante de su discurso a advertir sobre el peligro que representa Trump, pero, una vez más, en gran parte fue una extensión del feo chovinismo pro estadounidense que se manifestó en su discurso en general — con acusaciones de que Trump iba a traicionar y a socavar la posición dominante de Estados Unidos en el mundo.

Al mismo tiempo, Harris describió la amenaza que representa Trump como si se debiera simplemente al carácter demente y egoísta del propio Trump (con la ayuda de algunos “aliados” de él). Esto presenta las cosas como si se pudiera unificar a todos los estadounidenses, a pesar de sus diferencias, si no fuera por unos pocos “malos actores” como Trump. Eso dirige a la gente a que se aleje de la lucha real, lúcida y decidida que hay que librar contra el fascismo en Estados Unidos — que de hecho es un fenómeno de masas, del que Trump es a la vez una expresión y una fuerza líder. (En mi mensaje anterior, el número Setenta y Ocho, hablé de por qué los demócratas rehúyen a denunciar la verdadera naturaleza fascista de Trump y los republicanos).

Un tema en particular que recorrió toda esta convención, y que Harris mencionó en su discurso, es la importancia del derecho al aborto. Claramente, se pretendía que fuera un importante grito de movilización de los demócratas en las venideras elecciones. Pero la verdad es que los demócratas han socavado y traicionado repetidamente la lucha por el derecho al aborto: han dejado en claro, una y otra vez, que están dispuestos a “transigir” —es decir, vender— el derecho al aborto con tal de mantener la estabilidad del dominio de este sistema del capitalismo-imperialismo.

Durante décadas, los demócratas se retiraban moral y políticamente en materia del aborto, permitiendo que las fuerzas antiabortistas tuvieran la iniciativa política y moral. Los propios demócratas han postulado a algunos candidatos llamados “pro vida” (antiabortistas) muy prominentes; y algunos demócratas importantes, como los Clinton, han promovido la postura de que el aborto debería ser seguro, legal —y poco frecuente, una postura completamente equivocada, una terrible concesión al argumento de los antiabortistas de que ¡el aborto está moralmente mal!

En 2022, después de que se filtrara que la Corte Suprema iba a revocar Roe contra Wade, eliminando tajantemente el aborto como derecho constitucional, ¿los demócratas convocaron y movilizaron a la gente para que saliera a las calles en protestas masivas, declarando que no habría “nada como de costumbre” a menos que se mantuviera Roe y el aborto siguiera siendo un derecho básico en todo el país?

¡No! En cambio, ¡atacaron —y utilizaron a las llamadas fuerzas “progresistas” vinculadas a ellos para atacar— a la campaña RiseUp4AbortionRights (De Pie Por el Derecho al Aborto)!, que nosotros, los revcom, iniciamos junto con otros que estaban decididos a luchar por el derecho al aborto, movilizando a decenas de miles de personas en esta lucha, frente a estos ataques sin principios.

Ahora, los demócratas insisten una vez más en que votar por ellos es la única manera de restablecer el derecho al aborto, pero su historial deja claro que no están dispuestos a llevar adelante una verdadera lucha por ese derecho, especialmente si esa lucha amenazara a la estabilidad del dominio del sistema capitalista imperialista.

Más allá de eso, y de importancia aún más fundamental, el “precio” de apoyar a los demócratas es volverse cómplice de su respaldo a Israel en su matanza genocida de los palestinos, y de los otros crímenes monstruosos perpetrados continuamente por este sistema — un “precio” que ninguna persona decente debería estar dispuesta a pagar.

Alistarse en la causa del Partido Demócrata es alistarse como cómplices dispuestos en la cruzada del capitalismo-imperialismo estadounidense para seguir siendo el explotador, opresor y saqueador número uno de la gente y del medio ambiente en el mundo, incluso a costa de poner en riesgo el futuro, y la existencia misma, de la humanidad.

Tiene que haber un camino mejor — y lo hay: una revolución, para derrocar este sistema verdaderamente monstruoso del capitalismo-imperialismo y crear un sistema y una forma de vida fundamentalmente diferentes y mucho mejores, en correspondencia con los intereses de la humanidad en su conjunto.

Por las razones que he expuesto en profundidad a lo largo de estos mensajes (empezando por los números del Uno al Once), esta revolución no sólo es profundamente necesaria; especialmente en este momento poco común en el que vivimos, ahora, es posible. Ya es hora, y hace tiempo que ya fue hora, de desechar los peligrosos delirios sobre los demócratas y el sistema del capitalismo-imperialismo al que sirven y el que trabajan para imponer. Todo aquel que verdaderamente anhela una sociedad y un mundo libres de injusticia y opresión, y que realmente está preocupado por el futuro de la humanidad, necesita convertirse en parte de las filas organizadas que trabajan urgentemente por la revolución para acabar con este monstruoso sistema del capitalismo-imperialismo y hacer realidad algo mucho mejor.