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BOB AVAKIAN 
REVOLUCIÓN #83: 
La votación por “el pueblo” no es la forma básica en que se deciden las cosas bajo este sistema capitalista. 

Les habla Bob Avakian — REVOLUCIÓN — número Ochenta y Tres.

Es un hecho que la política de este sistema —la tan proclamada “democracia” capitalista— normalmente permite que la gente vote. Pero aquí va lo crucial: no son las personas las que deciden por quién puede votar la gente — la clase capitalista dominante lo decide, por medio de sus representantes políticos (en Estados Unidos, los partidos Demócrata y Republicano). Sí, estos partidos tienen “elecciones preliminares”, por medio de las cuales se escogen a sus candidatos para postularse a las “elecciones generales”, pero esas elecciones preliminares también están dominadas y controladas por la clase dominante y los dirigentes de sus partidos políticos. Cuando las personas votan, votan por candidatos que representarán los intereses de la clase capitalista dominante — candidatos que han sido seleccionados mediante un proceso dominado y, en última instancia, controlado por esa clase dominante.

(Por ejemplo, ¿quién decidió que Joe Biden sería el único candidato serio en las elecciones preliminares del Partido Demócrata de este año — y de ahí quién decidió que Biden debiera retirarse de la competencia, y ser reemplazado por Kamala Harris?)

Hay tiempos —y el que estamos viviendo ahora es uno de ellos— en que la clase dominante capitalista está profundamente dividida y la contienda entre diferentes sectores de la clase dominante por el control del gobierno está extremadamente encarnizada y está “fuera de los límites” de su competencia “normal”. Pero se trata de una contienda encarnizada sobre cuál visión y programa, de cuál sector de la clase dominante, servirá mejor al dominio continuo del sistema capitalista, con su base en la explotación brutal y en la opresión asesina.

Está claro que, bajo este sistema, cualquiera que intente ser un “candidato serio” para un cargo —y especialmente para un “alto cargo”, como el de Presidente— tendrá que conseguir el respaldo de capitalistas con mucho dinero e influencia. Además, cualquier candidato así tendrá que ser considerado como “legítimo” por los medios de comunicación dominantes — que son en sí instituciones capitalistas con miles de millones de dólares de capital, y en esencia son instrumentos de propaganda de la clase dominante (o de sectores de la clase dominante). Cualquiera que no sea considerado como “legítimo” quedará excluido de estos medios de comunicación — sin recibir cobertura, excepto tal vez en forma de ataques en su contra. Y una vez más, se tiene el hecho básico de que “legítimo” significa: a favor de los intereses del sistema dominante del capitalismo.

Esto nos lleva a la cuestión más fundamental: bajo este sistema, cualquier político, y cualquier programa político, tiene que estar en consonancia con los intereses básicos y el funcionamiento esencial del sistema capitalista — o de lo contrario se daría un caos y la sociedad no podría funcionar. Aquí va un ejemplo que he utilizado antes, que va al corazón del asunto: ¡piensen en lo que sucedería si, bajo este sistema capitalista, los políticos aprobaran una ley que dijera que la gente podría tomar lo que necesitara para sus necesidades básicas, ¡sin tener que pagar por éstas! Obviamente, todo el sistema se derrumbaría. (Esto es una expresión de la realidad fundamental de que con cualquier estructura o cualquier sistema, la base establece los términos, y los límites, de lo que será la superestructura — algo que abordé en mi mensaje anterior, el número Ochenta y Dos).

Únicamente en el sistema comunista se podrían poner las cosas a disposición de la gente —las necesidades materiales básicas, así como las necesidades educativas y culturales, etc.— sin que la gente tuviera que pagar por ellas. (Cómo y por qué es así, es algo que he abordado, en términos básicos, en otros lugares, incluido en los artículos, en revcom.us, sobre la explotacióncómo poner fin a la explotación y la opresión, a los que me referí en mi mensaje anterior.).

Proporcionar una vida digna para las masas de personas en su conjunto —sin tener que preocuparse de que siquiera tendrán o no las necesidades básicas de la vida— no es ni un objetivo, ni una posibilidad, bajo el sistema capitalista. Una vez más, esto se debe a la naturaleza básica y al funcionamiento del sistema económico capitalista, con la política y la ideología que acompañan a ese sistema y lo refuerzan.

En resumen, en Estados Unidos el sistema es el capitalismo. Es un sistema basado en la explotación y la opresión, y la “democracia” bajo este sistema es una expresión del dominio de la clase capitalista de explotadores y sirve para reforzarlo. Es una democracia que sirve de “tapadera”, y al mismo tiempo como mecanismo para imponer la verdadera dictadura de la clase capitalista: su monopolio del poder político y, especialmente, el monopolio de la violencia “legítima” ejercida por esta clase capitalista por medio de sus representantes políticos e instituciones de violencia organizada (las fuerzas armadas, la policía, etc.).

Como lo ha mostrado la historia (por ejemplo, con el gobierno fascista en Alemania y algunos otros países antes y durante la Segunda Guerra Mundial), especialmente en situaciones de crisis extremas y agudas, este sistema incluso puede deshacerse de esta “democracia” capitalista, y reemplazarla por un gobierno dictatorial indisimulado por parte de la clase capitalista. (Lo que es esencialmente lo que representan hoy Trump y el Partido Republicano). Pero, por extremo que sea este fascismo, es una forma extrema e indisimulada de la dictadura que en realidad ejerce la clase capitalista en todo momento bajo este sistema.

En mi próximo mensaje, me adentraré más a fondo en la naturaleza del sistema capitalista, y por qué no es posible “reformarlo”, sino que hay que derrocarlo y reemplazarlo por un sistema mucho mejor.