Bob Avakian escribe que una de las tres cosas que tiene “que ocurrir para que haya un cambio duradero y concreto hacia lo mejor: Las personas tienen que reconocer toda la historia propia de Estados Unidos y su papel en el mundo hasta hoy, y las correspondientes consecuencias terribles”. (Ver "3 cosas que tienen que ocurrir para que haya un cambio duradero y concreto hacia lo mejor").
En ese sentido, y en ese espíritu, “Crimen yanqui” es una serie regular de www.revcom.us. Cada entrega se centrará en uno de los cien peores crímenes de los gobernantes de Estados Unidos, de entre un sinnúmero de sanguinarios crímenes que han cometido por todo el mundo, de la fundación de Estados Unidos a la actualidad.
La lista completa de los artículos de la serie Crimen Yanqui
El crimen
Hace 100 años, en octubre de 1917, el pueblo ruso, bajo la dirección de V.I. Lenin y el Partido Comunista (o bolchevique), se levantó en revolución y tumbó al viejo, opresivo sistema arraigado en el capitalismo y el feudalismo*. Estremeció y transformó el mundo. Fue el primer intento, en la historia moderna, que pretendía construir una sociedad libre de explotación y opresión, avanzando hacia un mundo comunista. Esa revolución socialista electrizó a gente por todo el mundo, vista como una inspiración y modelo de lo que ellos también podían alcanzar.
Pero para los opresores de Estados Unidos, Rusia y todas partes del mundo, esta revolución libertadora fue una pesadilla y una amenaza, e inmediatamente tomaron medidas para aplastarla. Durante los próximos años su ataque arrebató la vida a millones de personas de la nueva sociedad.
El nuevo estado revolucionario (que asumió el nombre de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, o la Unión Soviética) había empezado inmediatamente a implementar su promesa de “paz, pan y tierra”. El viejo régimen ruso se había unido al sangriento festín de la I Guerra Mundial (1914-1918) como uno de los tres “Aliados” (además de Inglaterra y Francia; Estados Unidos se unió a ellos en la guerra tres años después) en contra de Alemania y sus socios. Pero el nuevo estado revolucionario rápidamente retiró a Rusia de la guerra, tomó medidas para resolver la crisis alimenticia, y empezó a distribuir tierra al campesinado. La revolución inmediatamente estableció la igualdad de la mujer, el derecho al aborto y al divorcio. Defendió el derecho de las naciones oprimidas a la autodeterminación en lo que había sido el viejo imperio ruso del Zar, y prohibió el antisemitismo. En diciembre de 1917 anuló todas las leyes contra la homosexualidad.
Para Estados Unidos, y para sus aliados ingleses y franceses en particular, la revolución comunista fue un desafío grave a su sistema en general, y el que los bolcheviques se retiraron de la guerra representó una amenaza a sus planes de derrotar a Alemania y repartirse el botín de la guerra.
Por tanto, Estados Unidos, Inglaterra y Francia, así como otras potencias imperialistas, se movilizaron rápidamente para derrotar a la revolución y restaurar el poder a sus viejos aliados. La guerra ya le había costado muchísimo al pueblo ruso: casi 1,5 millones de muertos, tres millones de heridos, y hambruna generalizada. Ahora los imperialistas querían apagarles todas las esperanzas de una nueva sociedad y arrastrarlos de nuevo a la matanza reaccionaria.
En 1918, la alianza entre Inglaterra, Francia y Estados Unidos tomó medidas para aislar, política y económicamente, a la Rusia revolucionaria imponiendo un brutal embargo económico: por dos años impidieron la entrada a la Unión Soviética de alimentos, medicina, combustible y otros bienes. Fue el primer embargo de petróleo en la historia.
De ahí, Estados Unidos, Inglaterra, Francia y una docena de otros países se unieron a contrarrevolucionarios rusos para lanzar un ataque sin cuartel para derrotar a la revolución y restaurar el viejo orden opresivo. Esa fue la Guerra Civil de 1918-1921, confrontando los ejércitos “Blancos” y sus partidarios imperialistas con el Ejército Rojo en ciernes, compuesto principalmente de obreros y campesinos. Los Blancos eran una mezcla reaccionaria de anticomunistas y enemigos de la revolución: oficiales del ejército del Zar, chovinistas rusos ultranacionalistas, y antisemitas, monarquistas, fanáticos religiosos, y una variedad de reformistas demócratas. La mayoría luchaban, como lo expresó un general de los Blancos, “por la civilización y cultura del Occidente”, o sea, por la supremacía europea blanca, el patriarcado, el oscurantismo religioso y el colonialismo brutal.
Los imperialistas del Occidente apoyaron a los ejércitos Blancos con soldados, asesores militares, armas, municiones, dinero y apoyo político.
Estados Unidos mandó a 13.000 soldados a Siberia, más que cualquier otra potencia mundial por mucho. Unas 5000 tropas desembarcaron en la ciudad de Arcángel y combatieron contra el Ejército Rojo desde el septiembre de 1918 hasta el julio de 1919, dejando bajas y causando estragos. Otros 8.000 soldados yanquis entraron a la ciudad de Vladivostok, el trampolín para las acciones de las fuerzas multinacionales que también incluían a Japón y a China.
Mientras tanto, las fuerzas francesas se apoderaron del puerto de Odessa en Ucrania, que en ese entonces era parte de Rusia. Los ingleses le respaldaron al genocida general Denikin con armas, municiones y soldados, mientras este avanzaba hacia Moscú, la capital de Rusia.
Los ejércitos blancos atacaron a la revolución desde el sur, el norte, el noroeste y el este. Su campaña se conoció como el “terror Blanco”. En los primeros días de la Guerra Civil, los bolcheviques apenas controlaban la tercera parte del enorme territorio ruso.
En el sur de Rusia, el general Lavr Kornilov ordenó a sus soldados: “Cuanto mayor sea el terror, cuanto mayor será la victoria”, y les ordenó que no tomaran prisioneros y que más bien “prendieran fuego a la mitad del país y derramaran la sangre de tres cuartos de todos los rusos”. Un general bajo el mando de Kornilov exhortó a la población a armarse y destruir “la vil fuerza que vive en el corazón de los judíos-comunistas”. En solo un pequeño pueblo el ejército Blanco mató a más de 1500 judíos, especialmente a los ancianos, a las mujeres y a los niños. En Ucrania y el sur de Rusia, mataron a entre 100.000 y 150.000 judíos en pogromos (ataques como los de turbas de linchamiento), cientos de miles más quedaron sin hogar, y decenas de miles más perecieron de graves enfermedades.
En la región Don, un régimen de Cosacos Blancos derrotó y reemplazó al gobierno soviético, y luego disparó o ahorcó a 45.000 personas. Ese mismo año, también hubo ejecuciones en masa en otras regiones sureñas de Rusia bajo ocupación del ejército Blanco.
En los montes Urales, Siberia y el Lejano Oriente, los señores de la guerra cosacos infligieron enorme crueldad. En el septiembre de 1918, durante la supresión del levantamiento campesino en Slávgorod, los cosacos mataron a hasta 500 personas. Incendiaron la aldea de Black Dole y dispararon, torturaron y ahorcaron de postes a los campesinos, incluidos mujeres y niños. En Slávgorod y sus alrededores violaron a niñas y mujeres antes de balearlas. Bajo el reino de los cosacos, a unos les arrancaron los ojos y la lengua y hasta la piel de la espalda, a otros les enterraron vivos o los ataron a caballos para que los arrastraran. En esas regiones el terror Blanco cobró unas 300.000 vidas.
En Omsk, Siberia, un testigo ocular dijo: “Cuando las esposas de los camaradas caídos buscaban día y noche por cadáveres en la nieve, yo desconocía los horrores que se cometían detrás de los muros del cuartel de la guardia. Mataron a por lo menos 2500 personas. Se veía carretas repletas de cadáveres que iban hacia la ciudad, como si fueran cadáveres de borregos y puercos. Los que más sufrían eran los soldados… y los trabajadores”.
Después de tres años de combates feroces, el pueblo revolucionario y el Ejército Rojo lograron derrotar a los Blancos y forzaron a irse a Estados Unidos y las otras potencias extranjeras.
El costo fue horripilante. El bloqueo y la Guerra Civil habían obligado a muchos a huir de las ciudades para buscar alimento y combustible. En el invierno gélido de 1919, se veían cadáveres congelados en las calles, en hogares, en hospitales. Las enfermedades eran catastróficas, millones murieron de tifus en 1920. Millones más murieron de hambruna. Para 1922, 7 millones de niños deambulaban por las calles con hambre. La economía estaba en ruinas: las fábricas y los puentes destruidos, las minas inundadas, la maquinaria descompuesta, la producción industrial y agrícola a nivel muy bajo. En total unos 7 millones de personas murieron de hambre y enfermedades durante la Guerra Civil y de sus secuelas.
Estados Unidos, el país que “ama la libertad”, fue una de las potencias imperialistas invasoras que apoyaron, facilitaron, profundizaron y llevaron a cabo estos horrores.
LOS CRIMINALES
El presidente Woodrow Wilson: Famoso por proclamar que las naciones tienen el derecho a la autodeterminación, Wilson no le concedió al pueblo ruso ese derecho de determinar su futuro. Más bien mandó a 13.000 soldados, mucho más que cualquier otra de las potencias, para intervenir en la Guerra Civil con el fin de derrotar al Ejército Rojo, destruir a la frágil revolución socialista, y arrastrar a Rusia de nuevo a participar en la I Guerra Mundial. Es posible que Wilson también quisiera recuperar armamento militar estadounidense y promover sus intereses en Europa y en Asia-Pacífica, pero lo que es seguro es que quería frenar a la revolución en seco.
Winston Churchill: Tal vez no hubiera nadie más entre los líderes imperialistas del Occidente que más ansiaba la derrota de la revolución soviética que Churchill. Como secretario de Estado para la Guerra y el Aire de Inglaterra, en ese entonces la principal potencia imperialista del mundo, para Churchill la revolución era una abominación y exhortó a los aliados invasores a “sofocar en la cuna al bebé bolchevique”.
Los gobiernos de los otros países invasores: Canadá, Australia, India, Sudáfrica, Francia, Japón, China, Grecia, Estonia, Serbia, Italia, Polonia, y Rumania.
El general Lavr Kornilov: Como líder de las fuerzas Blancas en el sur de Rusia, Kornilov cumplió con su declaración: “Cuanto mayor sea el terror, cuanto mayor será la victoria”. Por ejemplo, en la aldea de Lezhanka de la región de Don, los oficiales de Kornilov mataron a más de 500 personas. En abril de 1918, un cañonazo de la artillería soviética mató a Kornilov, quien fue reemplazado por el general Anton Denikin, quien intensificó aún más el terror Blanco. En los territorios que ocupaban, las fuerzas de Denikin masacraron y saquearon en masa; en septiembre de 1918, mataron a 4000 personas en un pueblo. En la región del río Don, la prensa bajo el régimen de Denikin incitó la violencia contra judíos comunistas y judíos que el régimen creía que eran comunistas. Se calcula que durante la Guerra Civil las fuerzas Blancas de Denikin, y otras fuerzas antisoviéticas, masacraron a unos 50.000 judíos. Mientras tanto, en el este de Rusia, el almirante Alexander Kolchak ordenó a sus soldados a arrasar aldeas enteras. En unas provincias de Siberia destruyeron 20.000 granjas y quemaron 10.000 viviendas de campesinos.
LA COARTADA
Estados Unidos y las otras potencias capitalistas-imperialistas justificaron su hostilidad e intentos de aplastar a la revolución rusa en su infancia con la intervención en la Guerra Civil con el cuento de que era una batalla monumental entre el bien —la democracia, la libertad, y los derechos individuales del Occidente— y el mal — un monstruoso socialismo y comunismo ateo que estaba destruyendo la vida de sus ciudadanos y amenazaba con hacer lo mismo en el resto del mundo
EL VERDADERO MOTIVO
La postura de Estados Unidos y otras potencias imperialistas no fue: “millones de rusos han rechazado su viejo gobierno y han establecido un nuevo sistema. Es su país, que tengan la oportunidad de ver cómo les vaya”. Para nada. Los imperialistas vieron la revolución bolchevique como una amenaza y desafío fundamental a su sistema entero —económica, política e ideológicamente— un modelo completamente nuevo y radicalmente libertador de cómo se puede y se debe organizar la sociedad.
Como explica Raymond Lotta,
Estamos hablando de un parteaguas de cambios en la historia humana, los primeros intentos en la historia contemporánea de construir sociedades libres de la explotación y la opresión…. Eran levantamientos titánicos de los “esclavos” de la sociedad contemporánea contra sus “amos”. Pretendieron crear una comunidad de la humanidad… en la que ya no existan divisiones sociales por las cuales unas personas reinan sobre otras y las oprimen, robándoles no sólo de los medios para una vida digna sino también del conocimiento y los medios para conocer plenamente el mundo y actuar para cambiarlo. Nunca se habían dado transformaciones tan radicales y de tanta envergadura respecto la organización de la sociedad y el manejo de la economía, en la cultura y la educación, en las relaciones entre las personas, y en el modo de pensar y el sentir de las personas….
La Revolución Rusa y el desarrollo de la sociedad soviética también representaban una amenaza inmediata a los intereses estratégicos de Estados Unidos y otras potencias imperialistas, especialmente con respecto a controlar las regiones coloniales de África, Asia y el Oriente Medio, donde la revolución reverberó poderosamente entre los oprimidos. Por ejemplo, en algunos de esos países y otras partes se formaron partidos comunistas a raíz de la revolución bolchevique.
Las potencias capitalistas-imperialistas, con Estados Unidos cada vez más a la cabeza, persistieron con su hostilidad contra la Unión Soviética por las más de tres décadas en que era un verdadero estado socialista, inclusive con amenazas y aislamiento económico, político y militar, así como los enormes horrores perpetrados contra la Unión Soviética durante la II Guerra Mundial.
FUENTES
Raymond Lotta, “No sabes lo que crees que ‘sabes’ sobre…La revolución comunista y el VERDADERO camino a la emancipación: Su historia y nuestro futuro”, 25 de noviembre de 2013, periódico Revolución
Sheila Fitzpatrick, The Russian Revolution 1917-1932 [La revolución rusa 1917-1932; en inglés], Opus Books, 1983
David S. Folglesong, America’s Secret War Against Bolshevism: U.S. Intervention in the Russian Civil War, 1917-1920 [La Guerra secreta de Estados Unidos contra los bolcheviques: Intervención estadounidense en la Guerra Civil de Rusia, 1917-1920; en inglés], University of North Carolina Press, 1995
Peter Kenez, Civil War in South Russia, 1918: The First Year of the Volunteer Army [La Guerra Civil en el sur de Rusia, 1918: El primer año del ejército voluntario; en inglés], University of California Press, 1971
Dimitri Von Mohrenschildt, ed., The Russian Revolution of 1917: Contemporary Accounts [La Revolución Rusa de 1917: Relatos contemporáneos; en inglés], Oxford University Press, 1971
“U.S. and Allied War in Russia, 1918-22, Critical Enquiry” [Estados Unidos y la guerra de los aliados en Rusia, 1918-1922; en inglés], criticalenquiry.org
“Allied Intervention in Russia” [La intervención de los aliados en Rusia; en inglés], The National Archives (UK)
“Allied Intervention in the Russian Civil War” [La intervención de los aliados en la Guerra Civil de Rusia; en inglés], Wikipedia.org
“The White Terror (Russia)” [El terror Blanco (Rusia); en inglés], Wikipedia.org
* Por siglos Rusia había sido gobernada por zares (reyes) autocráticos. En febrero 1917, esta autocracia se derrumbó ante protestas populares y la falta de apoyo de las élites tradicionales y los imperialistas que respaldaban a Rusia pero retiraron su respaldo al Zar por temor a que él fuera a extraer a Rusia de la I Guerra Mundial. Se formó un nuevo gobierno burgués-democrático y pro imperialista que continuó la participación de Rusia en la guerra y mantuvo intactas las brutales relaciones feudales y capitalistas de explotación y opresión que habían sostenido al régimen del zar. [regresa]