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SEAN PENN, COVID-19 Y ASESINOS EN MASA

La miopía de Penn es maligna

En una reciente presentación en la CNN, al discutir el posible papel de las fuerzas armadas de Estados Unidos en la crisis actual relacionada con el coronavirus Covid-19, el conocido actor Sean Penn dijo lo siguiente: “No hay mayor fuerza humanitaria en el planeta que las fuerzas armadas de Estados Unidos”.

A raíz de un devastador terremoto en Haití en enero de 2010, Penn se dedicó durante un período extendido a los esfuerzos de ayuda en ese país. Eso, en sí, sería admirable. Pero, a partir de su cooperación con las fuerzas armadas de Estados Unidos en relación con esos esfuerzos de ayuda, Penn ha tergiversado y encubierto completamente la naturaleza y acciones generales y esenciales de las fuerzas armadas de Estados Unidos, y ha ido al extremo de glorificar a este aparato militar el que, por su propia naturaleza y de acuerdo con el sistema al que sirve y busca imponer, ha sido y sigue siendo culpable de los más horrorosos crímenes de guerra y crímenes contra humanidad.

Para comenzar, lo siguiente da una idea gráfica del papel mayor de Estados Unidos, y en particular de sus fuerzas armadas, en sus relaciones generales con Haití durante los últimos 100 años y más.

Durante el terremoto de 2010, Bill Quigley, director legal en el Centro pro Derechos Constitucionales, al hablar del papel de Estados Unidos en Haití, dijo: “Nosotros hemos mantenido a ese país en la dependencia, lo hemos mantenido militarizado y lo hemos mantenido empobrecido. Hemos botado en Haití nuestro arroz, nuestros productos agrícolas excedentes y esas cosas, lo que así ha socavado a los pequeños agricultores que formaban la columna vertebral del país…. No creamos el terremoto pero creamos algunas de las circunstancias que hicieron que el terremoto fuera tan devastador…” (Democracy Now!, 14 de enero de 2010)1.

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En el siglo 20 Estados Unidos se declaró el poder dominante en su “patio trasero”. En 1915 invadió y ocupó a Haití. Marines yanquis fueron directamente al Banco Nacional de Haití y retiraron sus reservas de oro y las depositaron en Citibank en Nueva York. La Constitución de Haití fue reescrita para permitir que extranjeros fueran dueños de propiedad haitiana; la tierra les fue arrebatada a los pequeños campesinos para crear grandes plantaciones; la economía fue reorganizada de modo que el 40% del producto bruto interno de Haití fluyera a los bancos estadounidenses.

El pueblo haitiano se resistió ferozmente a la ocupación en una serie de revueltas que los militares yanquis aplastaron sin piedad, asesinando a los líderes, quemando aldeas y matando entre 15 a 30.000 haitianos. Los ocupantes salieron en 1934, dejando atrás al brutal Ejército Nacional de Haití, adiestrado por Estados Unidos, para reprimir al pueblo.

En 1957, François “Papa Doc” Duvalier llegó al poder y creó su propio ejército de asesinos — los Tonton Macoutes. El reino del terror duvalierista, apoyado y respaldado por Estados Unidos, asesinó aproximadamente 50.000 personas.

Cuando murió Papa Doc en 1971, Estados Unidos emplazó acorazados a poca distancia de la costa haitiana para vigilar la transición del poder sin obstáculos al hijo de Duvalier, Jean-Claude (“Bebé Doc”). Bebé Doc estaba vinculado muy estrechamente con el “Plan Estadounidense” que explícitamente tenía como objetivo socavar la agricultura campesina con las importaciones a gran escala de productos estadounidenses más baratos, expulsando a cientos de miles de campesinos del campo a las ciudades y barrios marginales, desesperados por tener trabajo en plantas de montaje estadounidenses que construyeron empresas como Disney y Kmart, pagando 11 centavos la hora a obreros/as para coser pijamas y camisetas.

En los años 1985 y 1986 un levantamiento fuerte sacudió a Haití que obligó a Estados Unidos a rescatar a Bebé Doc y llevarlo por avión a la Costa Azul francesa a fin de preservar su control fundamental del país mediante el ejército haitiano. Una serie de gobiernos militares siguió, que se conoce en Haití como el “duvalierismo sin Duvalier”2.

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Las actitudes racistas hacia el pueblo de Haití por las fuerzas de ocupación estadounidenses fueron flagrantes y generalizadas. Robert Lansing, el entonces secretario de estado de Estados Unidos, justificó la ocupación afirmando que los haitianos tenían “una tendencia inherente hacia el salvajismo y una incapacidad física para llevar una vida civilizada”, por lo que eran incapaces de autogobierno. Medill McCormick, un senador de Illinois, escribió en 1920 que la ocupación estadounidense era necesaria “para el desarrollo del país, el gobierno y, sobre todo, la civilización de las personas, la inmensa mayoría de las cuales tienen sangre africana en sus venas”. Se informó de muchos casos de marines estadounidenses que agredieron sexualmente a mujeres haitianas. La ocupación incluyó la segregación y cuadrillas de trabajos forzados para construir carreteras y otros proyectos de construcción….

El pueblo haitiano se resistió ferozmente a la ocupación en una serie de revueltas, que los militares yanquis aplastaron sin piedad — asesinando a los líderes, quemando aldeas hasta el suelo y matando a miles de personas. La autora haitiana-estadounidense Edwidge Danticat escribió: “Mi abuelo fue uno de los cacos, o los llamados bandidos, de quienes los marines estadounidenses jubilados siempre han escrito en sus memorias. Se les diría insurgentes ahora, los miles de personas que lucharon contra la ocupación. Una de las historias que el hijo mayor de mi abuelo, mi tío Joseph, solía contar era de ver a un grupo de marines jóvenes pateando la cabeza decapitada de un hombre para asustar a los rebeldes en su zona”. Danticat también dice que los marines asesinaron a Charlemagne Péralte, uno de los combatientes de la resistencia más famosos, y ataron su cadáver a una puerta, dejándolo pudrir bajo el sol durante días.

La ocupación yanqui de 19 años de duración mató a por lo menos 15.000 haitianos. En 1918 sucedió un levantamiento de unas 40.000 personas. Después de que la rebelión abrumó a la Gendarmería de Haití, los marines yanquis ayudaron a suprimir la rebelión, asesinando a 2.000 personas. En diciembre de 1929 los marines abrieron fuego contra una manifestación en la ciudad de Los Cayos que era parte de una huelga nacional y la rebelión generalizada, hiriendo a 23 personas y asesinando a 123.

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En otras palabras, durante los últimos 16 años que Haití ha sido ocupado por diversas combinaciones de tropas de la ONU y de Estados Unidos —y no sólo desde el terremoto— la vida de la mayoría de la gente se ha empeorado mucho más4.

Lo que Estados Unidos en efecto ha hecho, en el transcurso de más de un siglo, en Haití concuerda y forma parte con un patrón más amplio que supone repetidas atrocidades, matanzas y destrucción a gran escala llevadas a cabo por las fuerzas armadas estadounidenses, así como la CIA y otros “servicios inteligentes” que trabajan con las fuerzas armadas estadounidenses y cuentan con su respaldo a la fuerza a lo largo de su historia y hasta el día de hoy.

Sin repasar todas las atrocidades cometidas por las fuerzas armadas estadounidenses desde la formación de Estados Unidos, como sus guerras genocidas contra los pueblos indígenas y su cruel imposición de la esclavitud y la represión de los levantamientos contra la esclavitud, lo siguiente, tomado de la experiencia de tan sólo los últimos 75 años, ofrece una imagen más completa de la naturaleza y el papel verdaderamente grotescos de estas fuerzas armadas:

Al soltar bombas atómicas sobre dos ciudades japonesas al final de la Segunda Guerra Mundial en 1945, de inmediato dejó cientos de miles de civiles muertos y sometió a muchos otros a un sufrimiento insoportable y futura muerte.

Al llevar a cabo numerosas invasiones y golpes de estado, en países de todo el mundo, mediante los cuales masacró a masas de personas y subyugó a países a décadas de gobierno tiránico (por ejemplo: los golpes de estado en Irán en 1953, Guatemala en 1954, Indonesia en 1965, y la invasión de la República Dominicana, vecino de Haití, que dejó miles de muertos en 1965, al mismo tiempo que Estados Unidos estaba intensificando su guerra en Vietnam).

Al matar a varios millones de personas durante la guerra de Corea de 1950-1953 y, entre otras cosas, prácticamente arrasó todo el país de Corea del Norte.

Al sacrificar varios millones de personas más y al envenenar grandes zonas del campo durante la guerra de Vietnam, de 1964 a 1973, incluido el uso de armas químicas tan grotescas como el napalm (gasolina gelatinosa incendiaria), el fósforo blanco y el Agente Naranja5.

Y así ha ocurrido una y otra vez desde la guerra de Vietnam, con continuos golpes de estado e invasiones sanguinarios. En los últimos tiempos, por ejemplo:

A lo largo de 18 años, tres administraciones estadounidenses han desplegado cerca de 800.000 soldados en Afganistán, y 50 países de la OTAN y sus socios han enviado decenas de miles más.

La violencia desatada por Estados Unidos ha sido pasmosa. Entre 2004 y 2018, soltó más de 38.000 bombas sobre Afganistán. Al marzo de 2020, había realizado más de 12.000 ataques con aviones no tripulados.

Las fuerzas estadounidenses y sus clientes afganis aterrorizaron a la gente con allanamientos nocturnos de casas. Crearon una red de prisiones y centros de detención donde al menos 15.000 afganis han sido detenidos con poca o ninguna evidencia, con brutales golpizas, tortura y a veces asesinato. Esta semana la Corte Penal Internacional declaró que tenía pruebas de que las fuerzas de Estados Unidos habían “cometido actos de tortura, tratos crueles, ultrajes a la dignidad de las personas, violaciones y violencia sexual” —crímenes de guerra— en Afganistán.

Para agosto de 2016, unas 111.000 personas ya habían sido asesinadas y más de 116.000 habían resultado heridas en la guerra. Y un estudio halló que para 2013, la “guerra contra el terrorismo” había causado directa o indirectamente unas 220.000 muertes en Afganistán. Además de esta carnicería, la guerra ha forzado a casi cinco millones de afganis a abandonar sus hogares6.

Ello, aunado a lo que Estados Unidos y sus fuerzas armadas han hecho mediante su guerra en Irak, con la invasión de 2003 a ese país y las secuelas, que constituye un crimen de guerra internacional y que (tal como ya he señalado), “desencadenó una vorágine de muerte y destrucción en esa región del mundo”7.

Y además, se tiene el papel de las fuerzas armadas en Estados Unidos en tiempos más recientes — respaldando a la policía para reprimir las rebeliones urbanas durante la década de 1960 y nuevamente en 1992 y para matar a cientos de personas en el proceso, muchas de ellas sin arma (rebeliones que en gran parte brotaron en respuesta a la violencia —la brutalidad y asesinato— por parte de la policía).

¿Es todo esto lo que Sean Penn tiene en mente —o “de manera conveniente” él se ha mantenido ignorante, o ha elegido ignorar, todo esto— al elogiar a las fuerzas armadas de Estados Unidos como la mayor fuerza humanitaria del mundo?

No es difícil de creer que las fuerzas armadas de Estados Unidos, como parte de los esfuerzos estadounidenses por mantener el control y el “orden” en Haití a raíz del terremoto de 2010, quizá hayan tomado acciones que facilitaron los esfuerzos de ayuda en algunos aspectos. Los jefes de empresas criminales, como los Padrinos de la Mafia, los capos del narcotráfico y los jefes de los carteles, a menudo participan en actos de beneficencia en el esfuerzo de pulir su reputación y ganar buena voluntad, o al menos aquiescencia, de aquellos a los que cazan, aun cuando el terror violento es su principal forma de imponer su influencia o dominio. Y el repaso parcial presentado aquí del papel del imperialismo estadounidense y sus fuerzas armadas, no solo en Haití sino en todo el mundo y a lo largo de su historia, ilustra ampliamente la verdad de la declaración de que “Estos imperialistas hacen que el Padrino se parezca a Mary Poppins”8.

Cualesquiera que sean sus acciones en una situación particular, la naturaleza y papel generales y esenciales de las instituciones de violencia masiva de este sistema capitalista imperialista (las fuerzas armadas, y también la policía) no deberían encubrirse ni distorsionarse, y mucho menos deberían ensalzarse y glorificarse estas instituciones. Y especialmente para aquellos, como Sean Penn, que tienen una plataforma desde la cual hablar con masas de personas, les corresponde la responsabilidad de ir más allá de la propia experiencia parcial y limitada y de la perspectiva estrecha correspondiente, a buscar una comprensión de la realidad general y esencial y hablar con sinceridad y responsabilidad — y no, como lo hace Sean Penn, actuar en efecto no solo como un apologista sino como un cómplice intelectual de los continuos crímenes de este sistema y sus agentes armados.

 


1. “El huracán Matthew: Un horror en Haití, una respuesta desalmada de los gobernantes yanquis”, Revolución #460, 12 de octubre de 2016, disponible en línea en revcom.us.  [volver]

2. “Estados Unidos en Haití: Un siglo de dominación y miseria”, Revolución #189, 17 de enero de 2010, disponible en línea en revcom.us.  [volver]

3. “Crimen Yanqui Caso #80: 1915-1934: La invasión, la ocupación y dominio yanqui de Haití”, Revolución #457, 21 de septiembre de 2016, disponible en línea en revcom.us.  [volver]

4. “Cólera en Haití: un resultado previsible de un sistema criminal” (Del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar), en Revolución #217, 21 de noviembre de 2010, disponible en revcom.us.  [volver]

5. Para conocer el panorama más completo de los horrores infligidos a Vietnam y su pueblo por Estados Unidos durante esa guerra, vea Bob Avakian, Sobre “pactos con el diablo” — fascismo trumpista, “Obaminacion” y el sistema al cual sirven, disponible en revcom.us.  [volver]

6. “Estados Unidos deja Afganistán tras matar a más de cien mil personas en su ‘guerra buena’”, posteado en revcom.us, 13 de marzo de 2020.  [volver]

7. Bob Avakian, David Brooks —el no tan gran farsante— y las profundas diferencias entre Trump, Sanders y el verdadero socialismo, disponible en revcom.us.  [volver]

8. Lo BAsico 1:7 (Lo BAsico, de los discursos y escritos de Bob Avakian).  [volver]

American Crime

Caso #80: 1915-1934:
La invasión, la ocupación y dominio yanqui de Haití

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