Hace poco se armó un escándalo en la Universidad Liberty, en Lynchburg (¡!) Virginia, por el hecho de que su rector, Jerry Falwell hijo, quien (como muchos otros fundamentalistas cristianos) había estado negándose a usar una máscara facial, pero luego posteó una foto de sí mismo usando una máscara con una imagen de una persona con la cara pintada en representación de una persona negra (“cara pintada de negro”). De hecho, ésta era una foto de Ralph Northam (gobernador demócrata de Virginia) con “cara pintada de negro” durante sus días de universitario, y el aparente propósito de Falwell era usarla para poner en ridículo a Northam (y, por extensión, a los demócratas, a los “liberales” y a otros enemigos de los fascistas cristianos como Falwell). Falwell aparentemente “hacía oídos sordos” (como dice el refrán) respecto al hecho de que esta imagen de “cara pintada de negro” sería altamente ofensiva para los negros (y para otras personas que se oponen al racismo), y al principio trató de “stonewallear” (o sea, eludir) la crítica que surgió (y “stonewallear” es una palabra muy apropiada en este caso, ya que está asociada con el general de la Confederación Thomas “Stonewall” Jackson). Aunque Falwell por fin dio apariencias de retroceder y emitir una “disculpa”, fue al menos tanto una continuación de su ataque a Northam como lo fue cualquier autocrítica. Todo esto ha suscitado un clamor, y a algunas renuncias, incluso de parte de los estudiantes y egresados altamente “conservadores” de esta universidad fundamentalista cristiana, la que ha llegado a ser una institución importante, con decenas de miles de estudiantes.
Al leer esto, se me vino a la mente lo siguiente de ¡El régimen de Trump y Pence tiene que marcharse ya!:
Hay una línea directa que conecta la Confederación esclavista de los años 1860 con los fascistas de hoy, y una conexión directa entre su supremacía blanca, su franco odio y repudio tanto a la gente LGBT como también a las mujeres, su repudio abierto a la ciencia y al método científico, su cruda xenofobia tipo “Estados Unidos Ante Todo”, y su proclamada “superioridad de la civilización occidental”, y su belicoso uso del poderío militar, inclusive su declarada disposición y abiertas amenazas de que están dispuestos a usar armas nucleares para destruir países1.
La línea directa a la Confederación
Aquí cabe repetir estas perspicaces observaciones del teólogo afroamericano Hubert Locke:
No debemos subestimar lo que está en juego en esta batalla contra la derecha religiosa. No es una casualidad que la fuerza y apoyo del movimiento radique en el centro del país, lo que se llama el “corazón” de Estados Unidos, y en particular la región sureña. Esa zona jamás se acomodó a la nueva realidad del país tras la Segunda Guerra Mundial. Al breve lapso de normalidad de la posguerra le siguió una década de una revolución racial truncada y retrasada por mucho tiempo, que arrasó con siglos de cultura y tradición, especialmente en el Sur. Dos décadas más tarde, el desengaño de una guerra impopular en el sudeste asiático sacudió las bases del patriotismo convencional y tradicional en la vida estadounidense; a eso le siguió una revolución sexual que trastornó actitudes muy arraigadas de ese sector de la población sobre la posición subordinada de la mujer en la sociedad y el rechazo a las personas gays y lesbianas en la vida de Estados Unidos. Estas derrotas políticas, sociales y culturales han estallado ahora en una batalla sin tregua para retrasar el reloj 50 años y devolver el país a la pureza de la anteguerra. Es significativo que la enseñanza del creacionismo en las escuelas ocupe un lugar tan prominente en el programa de la derecha religiosa. La derecha perdió esa batalla a mediados de la década de 1920 pero nunca aceptó su derrota, al igual que algunos sureños obstinados nunca han reconocido su derrota en la Guerra Civil. En consecuencia, la derecha religiosa quiere restaurar un modo de vivir que desapareció del país hace medio siglo2.
Hay mucho “metido” en esa afirmación, así que examinémosla. Locke comienza por señalar que no es accidental (no una “casualidad”) que el fascismo cristiano en Estados Unidos tenga su base más fuerte en el Sur (aunque también encuentra un apoyo importante en las zonas rurales, e incluso entre sectores de la población de las zonas suburbanas, en otras partes de Estados Unidos). ¿Por qué es que su base más fuerte se encuentra entre las personas blancas del Sur?
En mi libro ¡Fuera con todos los dioses!, hay una sección en la Tercera parte con el título “El cinturón de la Biblia es el cinturón de los linchamientos: Esclavitud, supremacía blanca y religión en Estados Unidos”. Allí me refiero (y cito) a un importante análisis del libro de Kevin Phillips, American Theocracy. Lo siguiente es particularmente relevante e importante:
Phillips repasa el hecho de que, tras la Guerra Civil, si bien el Sur salió derrotado y el sistema de esclavitud fue abolido, después de la revocación de la Reconstrucción [en los años 1870] el Sur “se resucitó” respecto al poder político e influencia en el país en conjunto. En esta conexión, señala Phillips, surgió una mitología religiosa, la cual echó raíces en amplios sectores de la población blanca del Sur, de que el Sur (blanco) tenía una alianza especial con Dios y era el objeto de un plan especial de Dios de volver a colocarlo en su debido lugar, de rectificar un terrible mal que se había cometido por medio de la Guerra Civil. Phillips hace una comparación muy aleccionadora y pertinente entre los blancos sureños de Estados Unidos y los colonos blancos (afrikáners) de Sudáfrica, así como los protestantes de Irlanda del Norte y los sionistas que establecieron y gobiernan el estado de Israel…. Phillips señala que todos estos grupos, entre ellos los blancos sureños fundamentalistas, se creen un pueblo al cual se está restaurando su relación debida y justa con Dios — que se está reestableciendo una alianza rota y ejerciendo un destino especial establecido por Dios.
Pero todo esto está acompañado de una constante sensación de inseguridad y de convertir el perpetrador en víctima y vice versa, de modo que estos opresores y aterrorizadores —entre ellos los supremacistas blancos basados en el Sur de Estados Unidos— con mucha devoción cargan la cruz artificial de ser perseguidos, y consideran que incluso la más mínima disminución de su posición favorecida es en esencia una amenaza a su propia existencia, o al menos a su propósito de ser. Como dice Phillips (en otro pasaje citado en ¡Fuera con todos los dioses!), esto abarca actitudes bíblicas de una “intensidad religiosa, historia insegura y, para protegerse, una disposición a enrolarse con un dios de guerra del Viejo Testamento”3.
Y se tiene lo siguiente del libro de Katherine Stewart The Good News Club, que resume las opiniones de un ex fundamentalista cristiano, Rich Lang, quien rompió con eso y se convirtió en un pastor cristiano liberal:
“El fundamentalismo de hoy, como el fascismo en el pasado, dice él, supone un fuerte sentimiento de persecución, generalmente de liberales ateos o un ‘otro’ religioso; la creencia de que se pertenece a una raza pura o grupo nacional responsable de una grandeza en tiempos lejanos, que sufre una injusta opresión en el presente, y es el legítimo gobernante del mundo; el impulso a someterse sin condiciones a la autoridad absoluta; y el implacable impulso de conseguir poder y control. Es, dice Lang, un tipo de movimiento supremacista, cuya esencia es la religión en vez de la raza”4.
Como he señalado: “Esa es la observación de alguien muy familiarizado con estos fascistas cristianos. Y, en Estados Unidos, con su historia de genocidio, esclavitud y racismo, cualquier forma de fascismo, incluido uno cuya base sea ‘supremacía cristiana’ —todo impulso de ‘recuperar una grandeza del pasado’— necesariamente está entrelazado con supremacía blanca”5.
La supremacía blanca, incluida de la variedad más grotesca, siempre ha sido parte de la “concepción del mundo” y de las acciones de las fuerzas de derecha en Estados Unidos. Para tener una idea de esto, examinemos el racismo de dos patriarcas de la política e ideología de derecha: Jerry Falwell padre (el fundador de la Universidad Liberty y padre de su actual rector) y William Buckley.
Falwell (padre), cuyo fundamentalismo cristiano, en sus primeros días, estaba entrelazado con el segregacionismo sureño tradicional, se opuso vigorosamente al movimiento de derechos civiles en los años 1950 y principios de los 1960. Más tarde, cuando el auge de lucha de esa época se había amainado, “se disculpó” por expresar esa oposición. Pero luego, en el decenio de 1980, durante el punto álgido de la lucha del pueblo negro en Sudáfrica contra el brutal sistema del apartheid, Falwell se opuso una vez más a esa lucha y la denunció.
Aunque provenía de una familia adinerada del Norte y no tenía el porte de un burdo “patán” rural del Sur, sino de un sofisticado intelectual altamente educado, William Buckley, el fundador de la revista de derecha National Review, era desde el principio un racista declarado. Siguió un camino muy similar al de Falwell (padre): Buckley, también, se opuso enérgica y vilmente a la lucha contra la abierta segregación y supremacía blanca en el Sur durante el punto álgido del movimiento de los derechos civiles (y él, también, más tarde “cambió de opinión”). Y con el mismo racismo declarado, apoyó al colonialismo europeo en África y al apartheid en Sudáfrica. Buckley consideraba a los pueblos africanos que luchaban por liberarse de sus opresores coloniales después de la Segunda Guerra Mundial como salvajes subhumanos. Si, de hecho, él hubiera estado buscando el salvajismo, no necesitaba buscar más allá de su propio país y la horrorosa opresión que él apoyaba y justificaba dentro de Estados Unidos. Quizá pudiera haber obtenido cierta valiosa educación de las siguientes palabras pronunciadas con osadía por el abolicionista y ex esclavo Frederick Douglass en un discurso del 4 de julio de 1852: “En el terreno de repugnante barbarie y descarada hipocresía, Estados Unidos reina sin rival” — una declaración, como he enfatizado, que “resuena a lo largo de los tiempos, expresando una verdad profunda hoy”6.
Lo que unifica el racismo de estos dos patriarcas de derecha, a pesar de sus antecedentes y personas individuales muy distintos, es el hecho de que ambos fueron apasionados defensores del sistema brutalmente opresivo del capitalismo-imperialismo — y, más concretamente, de la forma “peculiar” en que este sistema se desarrolló en Estados Unidos, con sus cimientos en la esclavitud de los pueblos africanos (y el genocidio contra los habitantes originarios del continente), y la determinación de que este país capitalista-imperialista particular debiera seguir siendo dominante en el mundo.
Dada la historia de Estados Unidos y el hecho de que, desde su fundación, la esclavitud desempeñó un papel crucial en su desarrollo (y que, incluso después de que se abolió la esclavitud mediante la Guerra Civil, la supremacía blanca siguió desempeñando un papel crucial en perpetuar este sistema, y en mantener el “orden” establecido, en Estados Unidos) y dado el papel particular del Sur en todo esto, es cierto tanto que el Sur continuara teniendo un papel especial en la perpetuación de la supremacía blanca, y todo lo relacionado con ella, como que, en cada parte de Estados Unidos, los defensores de esta “cepa” estadounidense particular del capitalismo-imperialismo defendieran, justificaran y propagaran de diversas maneras la supremacía blanca.
La variante “de izquierda” (“liberal” o “progresista”) de ésta, entre los de arriba, habla en términos de “igualdad”, “diversidad” e “inclusión”, al tiempo que preside y perpetúa las relaciones sociales, incorporadas en este sistema, que en realidad encarnan la desigualdad y la opresión, y requieren del uso repetido de la represión violenta para reforzarlas.
La variante de derecha, que ahora ha asumido en toda su extensión las dimensiones del fascismo abierto, de manera más abierta y agresiva promueve e insiste en la abierta supremacía blanca, supremacía masculina y otras relaciones opresivas, con la insistencia en que éstas son las formas tradicionales en que Estados Unidos se ha mantenido articulado y que se ha hecho con “grandeza” — y que socavar eso, inclusive por medio de concesiones limitadas a la lucha contra la opresión, conducirá a la pérdida de todo lo que ha facilitado que Estados Unidos llegara a ser (y, hasta ahora, siguiera siendo) dominante en el mundo. Por ello, a pesar de sus importantes diferencias de antecedentes y de personas individuales, William Buckley y Jerry Falwell (padre) adoptaron la misma posición en oposición al movimiento de derechos civiles en Estados Unidos, y a la lucha en África contra el dominio colonial blanco — ambos lo hicieron por una combinación de un racismo profundamente arraigado y el temor de que estas luchas socavaran la “fuerza” y la “cohesión” de Estados Unidos y la posición de perro número uno del capitalismo-imperialismo estadounidense en el mundo. Por eso, especialmente hoy, mientras el sistema capitalista-imperialista descarga estragos sobre países y personas por todo el mundo, de múltiples maneras, inclusive por medio de su saqueo del medio ambiente, y con las migraciones masivas que esto ha causado, la inmigración —es decir, impedir y hacer retroceder la inmigración, especialmente de las personas de los países no europeos (los tipos de países a los que Donald Trump ha aludido de manera tristemente célebre como “países pozos de mierda”)— se ha convertido en un tan importante foco y objetivo de la acción supremacista blanca virulenta, y violenta.
Por todo ello, hoy los descendientes políticos (y literales) de los Buckley y los Falwell buscan vilmente no simplemente mantener, sino llevar a extremos aún mayores, las relaciones opresivas “tradicionales” de todo tipo que han caracterizado a este sistema y a Estados Unidos desde el principio. Y el masivo desbordamiento de lucha que ha sido suscitado por el asesinato policial de George Floyd —porque ha sacudido poderosamente al “orden establecido” opresivo al hacer erupción más allá de los límites de la “conversación” inútil y de las peticiones cordiales sobre la igualdad racial, y al suscitar agudamente grandes interrogantes sobre la naturaleza de esta sociedad y la historia de Estados Unidos— se ha topado con una oposición febril y brutal del régimen de Trump y Pence y su “base” fascista, y ha sido motivo para que la profunda podredumbre de Estados Unidos salga supurante, incluido en los gritos desquiciados de los racistas azuzados que atacan a las protestas así como a los negros, y a otras personas de color, con los que se encuentran al azar.
La conexión directa: La supremacía blanca, la supremacía masculina, la supremacía pro estadunidense
Al igual que la supremacía blanca ha sido vertida en los cimientos y ha estado tejida a lo largo de la trama del sistema en Estados Unidos, la supremacía masculina también ha sido una parte esencial del sistema del capitalismo-imperialismo, y de todos los sistemas explotadores, en todas las épocas y en todas partes del mundo7. Y, al igual que la supremacía blanca abierta y agresiva ha sido, y sigue siendo, una parte esencial de la ideología y programa de las fuerzas de derecha en Estados Unidos, también lo ha sido la insistencia en la posición subordinada de las mujeres. De la mano con las muchas formas diferentes de la opresión de las mujeres, en países como Estados Unidos, así como en los países en el tercer mundo (de América Latina, África, el Medio Oriente y Asia), se tiene el hecho de que una importante fuente de la riqueza y el correspondiente poder del sistema capitalista-imperialista en Estados Unidos (y en otros países) es la superexplotación de las mujeres, especialmente en el tercer mundo. Esta superexplotación no sería posible si estas masas de mujeres no fueran mantenidas en condiciones generales de opresión, privación y desesperación, reforzadas con muchas formas de horrorosa brutalidad y abuso (y una de las principales formas en que las mujeres son maltratadas y denigradas, en el tercer mundo y además en los países del llamado “mundo desarrollado”, incluido Estados Unidos, es por medio de la explotación en la pornografía y el tráfico sexual, dos “negocios” que manejan muchos miles de millones de dólares).
Todo esto requiere que las relaciones de supremacía masculina que se han desarrollado a lo largo de los siglos y milenios se mantengan y se refuercen, inclusive con diferentes variaciones en diferentes partes del mundo y en diferentes países particulares. Y, una vez más, la religión —y más aún en sus expresiones fundamentalistas— juega un papel crucial. El hecho es que
las escrituras, y la noción de un dios en las escrituras, en las principales religiones monoteístas (de un solo dios) —el judaísmo, el cristianismo, y el islam— son patriarcales, supremacistas masculinas (aluden a “dios” en términos masculinos, patriarcales — “Dios, el Padre”, etc.). Describen e insisten en relaciones que son patriarcales, supremacistas masculinas, que mantienen a las mujeres en una posición inferior, a menudo con brutalidad. Estas escrituras fueron escritas por seres humanos que vivían en sociedades patriarcales supremacistas masculinas, y las escrituras que escribieron reflejan esto8.
Es por ello que los fascistas fundamentalistas cristianos —para quienes la subordinación de las mujeres (a los esposos y a los hombres en general) es un artículo de fe— se oponen tan fanáticamente al derecho al aborto. (No es un fenómeno nuevo que no pocas mujeres estén involucradas en la cruzada fascista cristiana contra el aborto, y en apoyo a un programa general que realmente implica la sistemática supresión y degradación de las mujeres. Entre las personas que son los objetos y las víctimas de las relaciones opresivas, siempre ha habido algunas personas que se han acomodado a esas relaciones y a las “tradiciones” que encarnan —e incluso han actuado como los respectivos ejecutores—, porque no sólo se les ha intimidado y condicionado de modo que acepten la posición de inferioridad en la que estas relaciones los meten, sino que en realidad se les ha hecho temer que la violación de estas “tradiciones” conduzca al caos y a la ruina). El fanatismo fascista cristiano que se opone al aborto en realidad no tiene que ver con la noción fraudulenta de que el aborto equivale a “matar a bebés” (la inmensa mayoría de los abortos se practican durante las primeras etapas del embarazo, cuando el feto es diminuto y muy poco desarrollado — y, durante todo el período del embarazo, el feto es parte y dependiente del cuerpo y de las funciones corporales de la mujer, y está completamente integrado con ese cuerpo y funciones: todavía no es un ser humano vivo independiente). El que esta oposición al aborto no tiene que ver con “matar a bebés” queda demostrado (entre otras cosas) por el hecho de que estos oponentes al derecho al aborto también se oponen, con igual fanatismo, al control de la natalidad que impide el embarazo en primer lugar.
Lo que realmente está en juego es que el aborto, y el control de la natalidad, ayudan a proporcionar a las mujeres una cierta independencia, una libertad para decidir si tener hijos y cuándo tenerlos — y, sí, una cierta libertad para participar en relaciones sexuales de su propia elección, sobre la base de su propio deseo y volición, sin tener que preocuparse por embarazarse cuando no haya querido o no haya decidido hacerlo. Es esta relativa independencia y libertad la que suscita un frenesí entre los fascistas cristianos, porque va en contra de la disminución del papel de las mujeres a “compañeras de apoyo” de los esposos e incubadoras de niños para los esposos en las familias patriarcales dominadas por los hombres, y a la posición subordinada y oprimida de las mujeres en la sociedad en general.
Al igual que ocurre que si bien algunas partes del Nuevo Testamento de la Biblia pueden invocarse para “justificar” la supremacía blanca —los pasajes que defienden la esclavitud, por ejemplo—, sobre todo en el Antiguo Testamento existe la base más sólida para ello, lo mismo ocurre con respecto a la subordinación y la opresión de las mujeres. Y por eso, a pesar de todas sus extáticas invocaciones a Jesús, es el Antiguo Testamento (y, para usar la acertada frase de Kevin Phillips, el “dios de guerra” del Antiguo Testamento) el que más ancla a estos fascistas cristianos en su fanatismo reaccionario.
De la mano con esto, si bien lo que ocurre en la lucha por los derechos de las personas LGBTQ no se reduce totalmente a la cuestión de superar el patriarcado, definitivamente es cierto que la afirmación del patriarcado y de la supremacía masculina es una parte muy importante de la oposición fascista cristiana a estos derechos: la insistencia en que existen solamente dos géneros absolutamente diferentes y separados, todas las nociones de lo que es el carácter apropiado, o “ordenado por Dios”, de un hombre y una mujer, y de las relaciones sexuales que deben limitarse a aquellas entre un hombre dominante y una mujer subordinada (como se refleja en el mantra fascista cristiano: “Dios creó a Adán y Eva, no a Adán y Estevan”).
Cuando se tiene el fundamentalismo religioso, se va a tener no sólo la afirmación forzosa del patriarcado y la misoginia (odio a la mujer) sino también un patriotismo agresivo — y nótese que estas dos palabras tienen la misma raíz, al referirse a la lealtad al padre y a la patria (y a la subordinación a la autoridad del padre y de la patria). Y, como hemos visto, se va a tener la supremacía blanca y el racismo.
En el caos venenoso que se circula en la mente de estos fanáticos fundamentalistas cristianos (y fascistas aliados), es “una locura tras otra”: primero los negros exigen igualdad y el fin a la injusticia... ahora toda la gente de color se queja del racismo... ahora los “extranjeros ilegales” cruzan en bola la frontera... ahora las mujeres insisten en su derecho a ser independientes e iguales... ahora los “maricones”, la “gente anormal” y los “pervertidos” quieren casarse, criar niños y usar cualquier baño que elijan... ahora derriban estatuas de la Confederación... ahora van tras el Himno Nacional de Estados Unidos y queman la bandera de Estados Unidos... y ¡¿quién sabe qué siga?!” — “¡Vienen por nosotros y por todo lo que consideramos sagrado!”
Lo que articula todo esto, en términos del método de pensar —o no pensar— de los fanáticos fascistas no es simplemente el alejamiento del método científico, y del modo de pensar racional crítico, sino rechazarlos agresivamente, y en su lugar acoger toda suerte de lunáticas teorías de conspiración y otras nociones dementes que sirven para reforzar sus prejuicios y paranoia.
En todo esto vemos la “conexión directa” entre la supremacía blanca del régimen de Trump y Pence y sus seguidores fascistas y “su franco odio y repudio tanto a la gente LGBT como también a las mujeres, su repudio abierto a la ciencia y al método científico, su cruda xenofobia tipo ‘Estados Unidos Ante Todo’, y su proclamada ‘superioridad de la civilización occidental’, y su belicoso uso del poderío militar, incluso con sus declaraciones y abiertas amenazas de que están dispuestos a usar armas nucleares para destruir países”.
Como la citada declaración de Hubert Locke también señala, todas estas cosas están relacionadas entre sí. Y, según los fascistas, en particular los fascistas fundamentalistas cristianos, todo el “mal” está concentrado en el hecho de que “sacaron a Dios de las escuelas” (a principios de los años 1960, con la decisión de la Corte Suprema que, actuando sobre la base de la separación constitucional entre la iglesia y el estado, proscribió la oración patrocinada por las escuelas públicas).
Todo esto está plasmado en el programa del régimen de Trump y Pence, con sus declaraciones sobre la restauración (y el mantenimiento) de la supuesta “grandeza” de Estados Unidos. Todo esto es el horror muy real que ellos están decididos a imponer no sólo a la población de Estados Unidos sino al mundo y a la humanidad en su conjunto.
No se puede romper las cadenas de la opresión oponiéndose solamente a una — hay que romper todas las cadenas
Para volver a donde empecé, el hecho es que la posición de Jerry Falwell (hijo) y la Universidad Liberty va contra la libertad y contra lo que debería ser una universidad y una educación. El fundador de la Universidad Liberty, Jerry Falwell (padre), fue un vehemente oponente a la teoría científica de la evolución (y al método científico en general). En oposición a la verdad ya bien establecida, y a la evidencia continuamente creciente, de que todos los seres vivos sobre la Tierra, incluidos los seres humanos, son el resultado de miles de millones de años de evolución natural, Falwell insistió en que todo lo que se encuentra sobre la Tierra es exactamente lo mismo tal como dios lo creó en primer lugar. Y al continuar con esta locura anticientífica y peligrosa, Falwell hijo también se encuentra firmemente en el campo de los negadores del cambio climático y en particular del hecho de que la actividad humana está jugando el papel decisivo en la aceleración de la crisis climática. Es increíble que una institución con alguien como los Falwell a la cabeza, y con el tipo de adoctrinamiento anticientífico que proviene de su perspectiva — pudiera recibir acreditación como universidad. Pero, más que eso, evidencia la ruin naturaleza de todo este sistema en Estados Unidos, que le da legitimidad a todo esto y que ha engendrado un régimen fascista no sólo encabezado por Trump, un maníaco sociópata narcisista, sino que está repleto de legiones de fascistas fundamentalistas cristianos lunáticos, entre ellos aquellos que ocupan posiciones de mucho poder, como Mike Pence, William Barr, Mike Pompeo, Ben Carson, Betsy DeVos y muchos otros.
Contrástese esta locura anticientífica con la orientación y enfoque de la educación que se establece en la Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte, una visión panorámica y un plano concreto para una sociedad y mundo radicalmente diferente y mucho mejor:
El sistema educativo en la Nueva República Socialista en América del Norte habrá de capacitar a las personas en buscar la verdad dondequiera que ésta conduzca, con un espíritu de pensamiento crítico y curiosidad científica y de esta manera aprender continuamente acerca del mundo y estar mejor capacitadas para contribuir a cambiarlo en conformidad con los intereses fundamentales de la humanidad9.
Es bueno que la exposición, por parte de Jerry Falwell hijo, de su racismo haya sido recibida con indignación y protesta, incluso por parte de los estudiantes y egresados de la Universidad Liberty (así como otras personas). Pero si esta indignación se limita y se dirige mal hacia una noción despistada y fundamentalmente errónea de que este racismo de alguna manera no está en sintonía con los “valores” supuestamente positivos —pero en realidad extremadamente negativos— de la Universidad Liberty (con el fundamentalismo cristiano en el que se basa), eso resultará no sólo en “descolmillar” esta indignación sino en reforzar el “paquete” de perspectivas y objetivos reaccionarios, sí, fascistas, que no sólo representan Falwell sino el régimen de Trump y Pence al que él está estrechamente vinculado y del que es un defensor y apologista férreo.
De hecho, existe una línea directa de la Confederación a estos fascistas de hoy, y existe una conexión directa entre todas las diversas formas de opresión que ellos buscan fortificar y reforzar con saña. No es posible deshacerse por fin y completamente del racismo y de la supremacía blanca sin también deshacerse del patriarcado y de la supremacía masculina, y de las demás relaciones opresivas que están entrelazadas con la supremacía blanca. Y, en lo fundamental, no es posible abolir todo eso sin abolir, por medio de una revolución real, el sistema del capitalismo-imperialismo cuyas relaciones básicas de opresión, explotación y saqueo, a la gente y al medio ambiente, estos fascistas están procurando llevar a extremos monstruosos10.
1. ¡EL RÉGIMEN DE TRUMP Y PENCE TIENE QUE MARCHARSE YA! En nombre de la humanidad, nos NEGAMOS a aceptar a un Estados Unidos fascista, Un mundo mejor ES posible. El texto en español y el video en inglés de este discurso de octubre de 2017 de Bob Avakian están disponibles en revcom.us. [volver]
2. “Reflexiones sobre cómo debe responder a la derecha cristiana la Pacific School of Religion”, del Dr. Hubert Locke, también está disponible en revcom.us — énfasis añadido. [volver]
3. Bob Avakian, ¡Fuera con todos los dioses! Desencadenando la mente y cambiando radicalmente el mundo, JB Books, 2009, pp. 145-146 [pedidos del libro: RCP Publications, revcom.us]. Las citadas declaraciones de Kevin Phillips son traducidas de Kevin Phillips, American Theocracy: The Peril and Politics of Radical Religion, Oil, and Borrowed Money in the 21st Century [Teocracia estadounidense: El peligro y la política de la religión radical, el petróleo y el dinero prestado en el siglo 21], Viking Press, 2006.
Existe una clara ironía en el hecho de que Phillips fue uno de los principales responsables de formular la “estrategia sureña” del Partido Republicano, que se basaba en hacer venias al racismo de los sureños blancos que se caracterizan por el mismo tipo de opiniones y sentimientos que Phillips describe, críticamente, aquí. Parece que posteriormente Phillips llegó a lamentar al menos en buena parte el fin al que esta “estrategia sureña” ha llevado, y este libro suyo contiene una importante denuncia y análisis de esto. [volver]
4. Katherine Stewart, The Good News Club, The Christian Right’s Stealth Assault on America’s Children [El Club de las Buenas Noticias: El asalto sigiloso de la derecha cristiana a los niños de Estados Unidos], PublicAffairs, 2012. [volver]
5. ¡EL RÉGIMEN DE TRUMP Y PENCE TIENE QUE MARCHARSE YA! En nombre de la humanidad, nos NEGAMOS a aceptar a un Estados Unidos fascista, Un mundo mejor ES posible. [volver]
6. Véase Repugnante barbarie, descarada hipocresía, Para aquellos que se aferran al mito de “esta gran democracia estadounidense”: Algunas sencillas preguntas. El énfasis se ha añadido a la declaración de Douglass. Este artículo de Bob Avakian está disponible en revcom.us. [volver]
7. En varias obras —y en particular en ¡A romper TODAS las cadenas! Bob Avakian sobre la emancipación de la mujer y la revolución comunista (que está disponible en Obras escogidas de BA en revcom.us)— Bob Avakian analiza las raíces históricas y materiales de la opresión de las mujeres en las sociedades divididas en explotadores y explotados, el camino a la emancipación de las mujeres de esta opresión y la relación central de esto a la revolución comunista con su objetivo final de emancipar a toda la humanidad de las relaciones de explotación y opresión. [volver]
8. Esto es del artículo “La moral sin la religión, una emancipación que es real”, de Bob Avakian, que está disponible en revcom.us. [volver]
9. La Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte, de Bob Avakian, está disponible en revcom.us. [volver]
10. En Por qué nos hace falta una revolución real y cómo concretamente podemos hacer la revolución, Bob Avakian habla de esas cuestiones cruciales — al analizar lo que de hecho supone una revolución real, la necesidad y la base para esta revolución, la manera en que se podría llevar a cabo esta revolución, frente a las poderosas fuerzas opresoras y represivas de este sistema del capitalismo-imperialismo, y cuáles son las metas de esta revolución. El texto en español y el video en inglés de este discurso de Bob Avakian están disponibles en revcom.us. [volver]
Corto: “La línea directa de la Confederación a los fascistas de hoy” (en inglés)
Corto: “La línea directa de la Confederación a los fascistas de hoy” (en inglés)