“Trump no reconoce límites a su dictadura fascista — ni la Constitución, y ni las leyes, ni el estado de derecho ni el debido proceso legal.” — Bob Avakian, ¡Que se largue el régimen fascista de Trump —YA— antes de que sea muy tarde! 

En una decisión el viernes 27 de julio en el caso Trump contra CASA, la Corte Suprema efectivamente se unió a Trump en esa posición sin ley. Ante las violaciones claras de parte de Donald Trump a la cuestión más fundamental en la Constitución —el propio derecho a la ciudadanía— y de la cuestión más fundamental de gobernanza — el debido proceso de ley… la mayoría de la Corte Suprema se puso decisivamente al lado del fascismo. Para que quede claro, no lo dijeron abiertamente — la mayoría de los jueces de la Corte usaban evasivas, “jerga jurídica” y distracciones que darían envidia al mejor trilero buscavidas en la Ciudad de Nueva York. Siendo la diferencia que lo que el pueblo perdería es mucho más grande que un billete de cien.

La Corte Suprema lo hizo anulando lo que ha sido un principio legal bien aceptado durante los últimos 60 años en Estados Unidos: el principio de que las cortes federales a un nivel inferior a la Corte Suprema pueden suspender leyes o órdenes presidenciales las que esas cortes inferiores consideran inconstitucionales. Su decisión es temporal — solamente rige hasta que y a menos que la Corte Suprema tenga la oportunidad de dictar sobre la ley en cuestión. Pero esta práctica a menudo ha impedido daños a los derechos legítimos en el interín.

Ahora debido a esta decisión nefanda y completamente ilegal, ya pueden convertirse en ley de inmediato y sin revisión de parte de la Corte aproximadamente 40 órdenes presidenciales de Trump las cuales estas cortes inferiores han calificado de inconstitucionales durante los últimos cinco meses. Y en menos de 30 días, es muy posible que te despiertes en un país en que un bebé nacido en un estado tenga derechos radicalmente diferentes a los derechos que tenga un bebé nacido en otro estado.

Pero veamos las cosas desde una perspectiva más amplia y desmenucemos el porqué y el cómo de esta situación.

Una anulación fascista de la Constitución

El caso ante la Corte trataba la “reinterpretación” por Trump de la Enmienda XIV de la Constitución, aprobada tres años después de la Guerra Civil. Un Enmienda es una gran cosa — no es una simple adición, sino que se vuelve una parte de la propia Constitución. Antes de la Guerra Civil, la Corte Suprema había dictado en la decisión notoria Dred Scott que las personas negras —incluso los negros “libertos”— no tenían “ningún derecho que un blanco tuviera que respetar”. Incluso después de la Guerra Civil y la derrota decisiva de la Confederación de los propietarios de los esclavos en el Sur por la Unión, esos ex propietarios aún trataban de violentamente volver a esclavizar a los negros. Por eso se aprobó la Enmienda XIV para establecer claramente que toda persona nacida en Estados Unidos es un ciudadano con todos los derechos acompañantes. Eso se ha afirmado y reafirmado en varios casos ante la corte en los 157 años desde que convirtieron la Enmienda en parte de la Constitución.

Pero en los primeritos días de su mandato, Trump emitió una “orden ejecutiva” que niega este derecho bien establecido a todos los recién nacidos cuyos padres eran inmigrantes no documentados. No existe en absoluto ninguna base legal para que Trump arrogue la autoridad de derogar por sí solo un derecho constitucional básico. En tres decisiones separadas, diferentes cortes distritales federales dictaminaron que esa supuesta “orden ejecutiva” es inconstitucional y suspendieron su implementación. De ahí el equipo legal de Trump recurrió a la Corte Suprema — no para conseguir que esa Corte decidiera rápidamente los méritos de la orden claramente inconstitucional de Trump sino para prohibir que las cortes inferiores tomen semejantes decisiones que impiden la implementación de cualquier orden ejecutiva.

Quizá esto se parezca a un “tecnicismo” — y diseñaron el argumento para que pareciera así con tal de ofuscar a la gente. Pero considera lo que podría resultar en la práctica, de la noche a la mañana. Supongamos que algún día no muy lejano Trump emita una orden ejecutiva que prohíbe criticar al presidente por enviar cazas a lanzar bombas en otro país sin consulta previa con el congreso. O supongamos que Trump dicte que se prohíbe a los musulmanes asistir a las mezquitas. Antes del viernes 27 de julio, uno podía acudir a cualquiera de las 94 cortes distritales federales con el argumento de que esas prohibiciones claramente violan la Constitución y, si la Corte estuviera de acuerdo, la orden de Trump sería suspendida hasta que la corte de apelaciones y en última instancia la Corte Suprema pudieran revisarlo. Pero, a partir de la nueva decisión de la Corte Suprema del viernes 27 de julio, ninguna corte inferior puede detener la implementación de semejantes órdenes tan claramente inconstitucionales, aparte de la Corte Suprema — controlada (¡vaya qué conveniente!) por una mayoría fascista de 6 a 3, incluidos tres jueces nombrados directamente por el propio Trump.

Esto es un cambio grande.

Los fascistas lograron dos cosas grandes con este cambio grande.

Primero, despejaron uno de los pocos obstáculos que quedan al interior del gobierno al poder absoluto de Trump: las cortes distritales. Resulta difícil exagerar lo mucho que Trump ahora puede perjudicar — al estado de derecho y a los derechos y libertades básicos de la gente. ¿Crees que exageramos? Pues lee las opiniones disidentes de las jueces Sonia Sotomayor y Ketanji Brown Jackson contra la decisión mayoritaria. Jackson dice: “El fallo mayoritario… es profundamente peligroso, ya que da luz verde al ejecutivo para emplear a veces…un poder arbitrario sin frenos”. (énfasis añadido)

A desechar ilusiones falsas

El segundo logro grande al respecto es que la Corte fascista de hecho allanó el camino para eliminar la ciudadanía por nacimiento. Permitió una demora de 30 días antes de que su edicto entre en vigor. No se sabe cómo se desenvolverá esta situación. Hay 94 cortes distritales federales distribuidas en los 50 estados. A menos que se encuentren abogados para presentar demandas suficientemente contundentes como para convencer a los jueces federales en cada uno de esos distritos —por más fascistas que sean esos jueces— en la mañana del 28 de julio se dará una situación en que los hijos nacidos de madres sin documentos en algunos estados serán no ciudadanos, tratados de “apátridas”, con derechos mucho más limitados que en el caso de los ciudadanos.

Por ahora, hay 28 estados en que los fiscales generales son trumpistas fascistas. En tal fecha, el 28 de julio, los derechos básicos de una persona dependerán de dónde vive. Este ataque contra los derechos básicos de los inmigrantes está mal en sí, pero también abre la puerta de par en par a peligros aún peores en cada frente a menos que montemos la lucha política para sacar a los fascistas mientras aún quede tiempo.

Algunos comentaristas —entre ellos, algunos que han hecho análisis agudo y perspicaz del contenido ultrajante de esta decisión y han arrojado luz sobre algunas de sus implicaciones realmente terribles— siguen expresando confianza de que en última instancia la Corte Suprema rechace la orden de Trump, debido a su inconstitucionalidad flagrante, de derogar la ciudadanía por nacimiento. Estos comentaristas no captan que la Corte Suprema, con esta maniobra, ha aplazado esa cuestión. La Corte ha creado las condiciones —tanto por la confusión que ha sembrado como por las nuevas facultades potencialmente vastas que le ha otorgado a Trump— las que podrían hacer que fuera más “políticamente posible” que elimine de plano la ciudadanía por nacimiento para los inmigrantes en todos los estados, digamos a unos seis meses desde ahora, sin la extensísima resistencia que hubiera resultado de decidirlo directamente la semana pasada. Esta confianza equivocada e infundada de que al final la Corte de alguna manera cambie de curso y decida correctamente es una forma de negar lo que sigue siendo una importante barrera al tipo de lucha que se necesita. Este fascismo tiene impulso y rumbo; a menos que las decenas de millones de personas que cada vez más lo aborrecen y lo odian se movilicen muy pronto a un nivel mucho mayor y más decidido, puede ser y será muy tarde.

Dos países dentro de un país

El día después de las elecciones de 2024, Bob Avakian (BA) hizo el comentario extremadamente importante de que en realidad existen “dos países” al interior de Estados Unidos. Dijo que éstos:

son una extensión de una división fundamental que ha existido desde el inicio del llamado “Estados Unidos” de América, fundado en la esclavitud y en el genocidio —una división que en realidad nunca se ha resuelto a lo largo de la historia de Estados Unidos— no mediante la Guerra Civil de la década del 1860 y no mediante los cambios que se llevaron a cabo durante la década del 1960 y en los años posteriores.

Tal como he declarado anteriormente, existe una línea directa de la Confederación pro-esclavitud, de los años de la Guerra Civil, al fascismo del día de hoy, con su determinación de hacer que Estados Unidos una vez más sea abierta y agresivamente supremacista blanco, supremacista masculino y anti-gente LGBT.

Tan pronto como en menos de un mes, esto podría plasmarse literalmente, en dos diferentes definiciones de la ciudadanía en diferentes partes de Estados Unidos. Por supuesto, la división a la que se refiere BA no se reparte directamente por “estados”: hay millones de personas en los estados controlados por los fascistas que se consideran en una oposición inquebrantable y actúan en contra de los fascistas que los gobiernan. Pero eso es el quid: uno u otro de estos países tiene que triunfar. Lo que tú hagas AHORA cuenta muchísimo sobre cuál de los dos triunfe.

Para regresar a Bob Avakian una vez más, a modo de conclusión:

Ya basta — de hecho, las cosas ya han ido a los extremos, y sin derrotar a este fascismo y sin sacarlo pronto, en realidad será muy tarde.

Ya nos está encima el momento: hace falta ya un gran aumento cualitativo de la resistencia implacable contra este régimen fascista, volviéndose aún más masiva y sostenida —que movilice a muchos millones de personas— con acciones no violentas pero con una férrea determinación en torno a la crucial exigencia unificadora de que ¡se larguen Trump y su régimen fascista — YA!: con el objetivo de nada menos que parar en seco el funcionamiento de este régimen fascista y crear las condiciones para que sea sacado del poder. (del e-mensaje REVOLUCIÓN #124, “Todo el régimen fascista de Donald Trump está envuelto en una contradicción de su propia creación: las continuas Grandes Mentiras de Trump”.)