He estado escribiendo y hablando aquí sobre la capitulación demócrata de Vichy —en realidad, una rendición anticipada— ante la descabellada toma de poder republi-fascista estadounidense de Estados Unidos a raíz del llamado mandato electoral de Mein Trump (más sobre la ilegitimidad de ese “mandato” en mi próxima publicación).
Dos ejemplos rápidos para su consideración esta mañana.
+1. Este tuit-posteo de post de Hakeem Jeffries, sucesor de Nancy Pelosi como líder del Partido Demócrata de Estados Unidos en la Cámara de Representantes de Estados Unidos:
HakeemJeffries@RepJeffries
Los presidentes vienen y los presidentes se van
A lo largo de todo.
Dios todavía está en el trono.
Ahí lo tienen: “No utilizaré mi posición en el Congreso de los Estados Unidos para movilizar a un movimiento de masas para sacar al lunático fascista letal que Noam Chomsky describió correctamente hace cinco años como ‘el criminal más peligroso de la historia humana’. Aceptaré que este maligno maniaco canalizador de Hitler cause estragos en nuestro país, infligiendo daños que irán mucho más allá de su tiempo restante en la Casa Blanca. Me rindo de antemano a la demencia fascista porque en algún momento Herr Trump se habrá ido. Y de todos modos, el Dios en el espacio determina lo que sucede aquí abajo”.
Tenga en cuenta que Jeffries dice que el gran tipo en el cielo “todavía” está sentado en el gran asiento del rey cosmológico. ¿No es eterno el reinado de “Dios”? ¿Le preocupa a Jeffries que el principal oligarca de Trump, Elon “Seig Heil” Musk podría enviar un cohete para derribar a Yaweh de su “trono”?
+2. El New York Times del domingo de ayer. El diario contenía un resumen eficiente y bien elaborado en primera plana de los puntos clave de la campaña Conmoción y Pavor de la primera semana de Trump, realizado por el corresponsal líder del Times en la Casa Blanca, Peter Baker. A continuación, una selección clave y escalofriante del informe de Baker:
“En su primer día completo de regreso a la Casa Blanca, el presidente Trump se regodeó en su regreso al poder y prometió hacer lo que ningún presidente había hecho antes. “Vamos a hacer cosas que conmocionarán a la gente”, declaró.
De todas las miles de palabras que Trump pronunció durante sus primeros días como 47º presidente de la nación, en que se cuestionó la veracidad de los hechos y se hizo un discurso al estilo de un maratón de debates, es posible que esas hayan sido las más ciertas. No importa que gran parte de lo que estaba haciendo lo había prometido durante la campaña electoral. Aun así, logró conmocionar.
No tanto por la ferocidad de los cambios de política o los giros ideológicos que invariablemente acompañan a un cambio de partido en la Casa Blanca, sino por las afirmaciones de poder personal que rompen las normas y ponen a prueba la democracia, desafiando a los tribunales, al Congreso y las líneas éticas que constriñeron a los presidentes anteriores.
Él liberó hasta a los más violentos de los alborotadores que tomaron por asalto el Capitolio en su nombre hace cuatro años. Por despecho ante cuestiones de lealtad, despojó de sus escoltas de seguridad a ex asesores que enfrentaban amenazas de muerte creíbles. Al hacer caso omiso a una ley aprobada con apoyo bipartidista y confirmada por la Corte Suprema, permitió que la app TikTok, de propiedad china, siguiera utilizándose en Estados Unidos a pesar de las fuertes preocupaciones de seguridad nacional.
No satisfecho con eliminar las iniciativas de diversidad, equidad e inclusión, ordenó a los empleados del gobierno a que delataran a cualquiera que sospecharan que no las cumplía o se enfrentarían a “consecuencias adversas”, una práctica que es familiar para cualquier persona de cierta edad que haya vivido en Rusia. El viernes despidió a por lo menos una docena de inspectores generales que monitorean los departamentos en busca de corrupción y abusos en una purga muy nocturna, haciendo caso omiso a una ley que lo obliga a dar aviso al Congreso con 30 días de anticipación y brindar razones específicas.
Al hacerlo, el Sr. Trump en efecto declaró que estaba dispuesto y con ganas de poner a prueba los límites de su autoridad, la resiliencia de las instituciones estadounidenses, la fortaleza de un sistema de casi dos siglos y medio de antigüedad y la tolerancia de algunos de sus propios aliados. Aún más que en su primer mandato, ha montado un desafío fundamental a las expectativas de lo que un presidente puede y debe hacer, demostrando su convicción de que las reglas que sus predecesores siguieron en gran medida están para doblarse, eludir o quebrantar.
Baker cita al politólogo de Dartmouth Brandan Nyhan sobre la notable capitulación temprana ante este ataque fascista demostrada por las importantes instituciones del país: “Está utilizando las herramientas del gobierno para desafiar los límites de la presidencia posterior a Watergate”, dijo Nyhan a Baker. “Los tribunales rechazarán algunos de estos esfuerzos, pero el nivel de obediencia anticipatoria que estamos viendo por parte de las empresas, las universidades y los medios de comunicación no se parece a nada que yo haya visto en mi vida”.
“¡Obediencia anticipatoria!”. Tendré que recordar esa frase. O cambiarla y llamarla “sumisión pre-emptiva”.
La rendición de la élite es el tema principal de la columna de ayer del Times escrita por la escritora de opinión liberal izquierdosa Michelle Goldberg, que tituló su comentario “La capitulación de Harvard”. Según la escalofriante versión de Goldberg:
“Con el pretexto de hacer retroceder los excesos impopulares de la izquierda, el equipo de Trump está tratando de afirmar el control político sobre la educación superior estadounidense, y parece estar presionando una puerta ya abierta... Basta con mirar lo que ha sucedido en Harvard esta semana. El martes anunció que, como parte de un acuerdo judicial, adoptaría una definición de antisemitismo que incluye algunas críticas duras a Israel y al sionismo, tales como aplicar a Israel un “doble rasero” y comparar sus políticas con el nazismo. Aunque Harvard afirma que todavía se adhiere a la I Enmienda, según esta definición un estudiante o profesor que acuse a Israel de acciones genocidas en Gaza — como lo ha hecho el investigador israelí-estadounidense sobre el Holocausto Omer Bartov— podría estar sometido a medidas disciplinarias.
En otro acto de capitulación, la Escuela de Medicina de Harvard canceló una conferencia y un panel sobre atención médica en tiempos de guerra que iba a contar con la participación de pacientes de Gaza debido a objeciones de que era unilateral, informó The Harvard Crimson.
“Creo que Harvard probablemente leyó la situación, por así decirlo, desde una perspectiva política, y decidió mitigar sus pérdidas”, dijo [un líder de derecha]. En este período de capitulación, probablemente no será la última escuela en aferrarse a la debida línea”.
Sí, en efecto.
Y hablando de los medios de comunicación y la capitulación en las instituciones de élite “liberales”, el propio Times de ayer proporcionó un excelente ejemplo de obediencia anticipatoria al estilo de Vichy en la parte superior de la página 21 de su primera sección. Ahí se puede leer un informe de media página sobre la estrecha votación de 51 a 50 para la confirmación en el Senado de Pete Hegseth como secretario de Defensa de Trump. En este informe se puede aprender que esta es la votación más reñida en el Senado para la confirmación de un secretario de Defensa desde 1947. Se puede aprender sobre las acusaciones de abuso doméstico y sexual contra Hegseth. Se puede aprender sobre su historial de consumo excesivo de alcohol y sobre su lamentable inexperiencia administrativa, poco adecuada para manejar el presupuesto de 850 mil millones de dólares del Pentágono y supervisar a sus 1,3 millones de soldados en servicio activo.
Pero en este informe no leerán ni una sola palabra sobre el fascismo cristiano de Hegseth, que yo (sin ninguna pretensión especial de originalidad) describí extensamente en un reciente PSR, donde escribí lo siguiente:
“Hegseth, un presentador de FOX News de larga trayectoria y fascista nacionalista blanco total de MAGA [Hacer que Estados Unidos vuelva a tener grandeza], luce con orgullo grandes tatuajes que representan su identidad como cruzado cristiano. Lleva una camiseta con una imagen de la bandera de Estados Unidos junto con esta ingeniosa expresión: ‘Una promesa de lealtad a la bandera al día mantiene alejados a los comunistas’. Se ve a sí mismo y a sus compañeros ‘auténticos cristianos’ como alistados en una guerra santa contra los ‘enemigos internos’ a los que acusa de intentar derribar a Dios y al país: personas LGBT, no cristianos, izquierdistas, liberales, feministas y antirracistas. El teólogo fascista cristiano que encabeza la orden religiosa de Hegseth (Doug Wilson) predica que las mujeres no deberían tener autoridad ni en el hogar ni en la sociedad y dice que los años de esclavitud de los negros fueron una época de bienvenida ‘armonía entre las razas’. El experto religioso y pastor Brad Onishi le dijo al Sistema Público de Radiodifusión (la PBS) hace cinco semanas que “si una persona quiere ser el tipo de presidente que usa la Ley de Insurrección, para llamar a las fuerzas armadas contra los levantamientos en las ciudades estadounidenses, para usar la fuerza militar contra los manifestantes, Hegseth es el hombre indicado para el trabajo”.
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Cruz de Jerusalén (Cruz de los Cruzados). El tatuaje que cubre su pecho data del año 1099 y simboliza el reino de los cruzados en Jerusalén. A Hegseth se le ordenó que se retirara de sus funciones en la Guardia Nacional para la toma de posesión de Joe Biden debido a las preocupaciones que suscitó el tatuaje de la cruz de Jerusalén. El símbolo, según los académicos, ha sido popularizado por la extrema derecha. Crédito: The Paul Street Report
Ese es exactamente el “tipo de presidente que Trump quiere ser”. Mein Trumpf lo demostró durante la Rebelión en torno a George Floyd en el verano de 2020, cuando la oposición de parte de sus oficiales militares bloqueó su deseo de desplegar soldados federales contra los millones de personas que se levantaron para protestar en contra de la violencia policial racista. Expresó su deseo de utilizar a las fuerzas armadas contra los manifestantes una y otra vez durante la campaña de 2024.
Piénselo. El Senado de Estados Unidos, de mayoría republi-fascista, acaba de instaurar al fascista cristiano cruzado como secretario de Defensa. Sí, el máximo responsable de la máquina de matar más letal del mundo es ahora el nazi estadounidense Pete “Cerdo de la Muerte” Hegseth, escandalosamente incompetente, —y el artículo del Times dominical sobre su confirmación no dice absolutamente nada —ni una sola palabra— sobre su concepción del mundo nacionalista blanca cristiana y la grave amenaza fascista que representa para la humanidad en su país y en el extranjero.
Tampoco dice nada sobre su defensa anterior del indulto a criminales de guerra atroces o sobre los oligarcas fascistas que gastaron mucho dinero para persuadir a la senadora republi-fascista Joni Ernst [fascista republicana por Iowa] —una ex víctima de violación y oficial militar femenina— a emitir un voto crítico a favor de Hegseth a pesar de los cargos creíbles de agresión sexual en su contra y a pesar de su anterior oposición declarada a “las mujeres en roles de combate”.
Eso me parece “obediencia anticipatoria”.