Durante sus recientes reuniones, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, anunció que iba a nombrar a Donald Trump para el Premio Nobel de la Paz.
No, esto no fue un chiste de la tele nocturna ni una noticia del periódico satírico The Onion. Esto ocurrió de verdad.
Netanyahu: El absurdo criminal
En cierto sentido, el nombramiento por parte de Netanyahu de Trump para el premio de la paz es criminalmente absurdo.
Para empezar, Netanyahu no debería tener derecho a pronunciar la palabra “paz”, y mucho menos a nombrar a nadie para un premio internacional de la paz.
Destrucción causada por los bombardeos israelíes en el campo de refugiados de Jabalia, en el norte de Gaza, que dejó unas 50 personas muertas o desaparecidas, el 18 de mayo de 2025. Foto: AP
Tras décadas de oprimir y aterrorizar al pueblo palestino, Netanyahu aprovechó el ataque reaccionario de Hamas del 7 de octubre de 2023 para lanzar un genocidio implacable a gran escala contra los 2,2 millones de palestinos que viven en Gaza, el que continúa al día de hoy. En los más de 20 meses transcurridos desde ese entonces, Israel ha masacrado a más de 58.000 palestinos, en su mayoría civiles. Ha asesinado o herido a unos 50.000 niños1. Ha destruido hogares, escuelas, hospitales, cultivos, panaderías y universidades. Ha desplazado violentamente a casi 2 millones de gazatíes y ahora prepara el terreno para expulsarlos definitivamente de Gaza.
Todas estas acciones son crímenes de guerra, no motivo de un “premio de la paz”, razón por la cual Netanyahu está acusado por la Corte Penal Internacional.
Por si fuera poco, Netanyahu ha estado encabezando una ofensiva regional durante la cual Israel ha bombardeado Irán, Líbano, Irak, Siria y Yemen. Tan solo en el Líbano, ha asesinado a más de 4.000 personas.
Trump: El absurdo criminal
También es criminalmente absurdo que cualquiera nombre al fascista genocida Trump para cualquier tipo de premio de la paz, y mucho menos para el Nobel.
No sorprende para nada que Trump se sintiera honrado de que Netanyahu lo hubiera nombrado: “Vaya... viniendo de ti, en particular, esto es muy significativo”.
Trump ha dado un apoyo total y ha posibilitado los monumentales crímenes y la masacre que Israel ha venido perpetrando en Gaza, así como sus atrocidades en la Cisjordania palestina y en todo el Medio Oriente. Desde que asumió el cargo, el régimen de Trump ha aprobado el suministro de armamento por valor de unos 12.000 millones de dólares para Israel. En febrero, Trump incluso superó a Netanyahu al llamar a la expulsión de todos los palestinos de Gaza y convertir todo el territorio en un gigantesco centro turístico y casino.
En junio, Trump, con doblez, desató un bombardeo masivo y no provocado contra Irán, tras prometer negociar con los iraníes. Esto también constituye un crimen de guerra.
Durante su reciente cena de adulación mutua con Netanyahu, Trump elogió la eliminación nuclear de las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki por parte de Harry Truman en 1945, que incineró entre 210.000 y 220.000 personas, comparándola con su bombardeo de Irán como si fuera algo digno de emular. Y hace poco, la CNN informó que Trump amenazó a Putin con bombardear a Moscú hasta dejarla inhabitable, e hizo amenazas similares al presidente chino, Xi Jinping2.
Como expresó el líder revolucionario Bob Avakian sobre la relación entre estos dos sujetos en el título de un e-mensaje a principios de este año: “Trump y Netanyahu: locos nazis en una misión de destrucción”.
El horror criminal
No es que el Premio Nobel de la Paz no tenga su propia historia sangrienta. Durante la guerra de Vietnam (1961-1975), una injusta guerra de agresión estadounidense, Henry Kissinger presidió el bombardeo de saturación, el uso de napalm y el asesinato sistemático de vietnamitas, laosianos y camboyanos, que segó sin piedad la vida de entre dos y tres millones de seres humanos. Luego compartió el Premio Nobel de la Paz cuando Estados Unidos finalmente fue obligado a negociar el fin de la guerra con Vietnam del Norte.
Barack Obama ganó el premio en 2009 y posteriormente bombardeó a siete países diferentes durante su presidencia: Afganistán, Irak, Somalia, Pakistán, Libia, Yemen y Siria. Obama también tenía triste fama por sus listas secretas de personas, en países de todo el mundo, que eran blanco de un posible asesinato, sin justificación legal ni debido proceso. Cada martes, como el emperador romano Calígula, elegía, con el pulgar hacia arriba o hacia abajo, quién viviría y quién moriría. Estos bombardeos y asesinatos no guardaban ninguna relación con desarrollar una “fraternidad entre naciones”, como estipula el Premio Nobel de la Paz. Formaban parte de la llamada “Guerra contra el Terror” de Estados Unidos, que en realidad era una guerra de terror e imperio.
Pero hoy, hay un propósito serio detrás del ridículo espectáculo de Trump y Netanyahu cantándose alabanzas mutuas y agitando por que Trump gane el Premio Nobel de la Paz.
El futuro de la humanidad pende de un hilo. Trump y Netanyahu se toman muy en serio la normalización del fascismo y el genocidio, creando un mundo en el que tienen un poder sin frenos para sembrar la muerte y la destrucción sobre quien les plazca. Un mundo en el que un genocida asesino en masa como Donald Trump podría recibir un premio de la paz.
Y eso no es ninguna broma.