A Columbia —una institución que sentó las bases para mi secuestro— y al estudiantado, que no debe abdicar su responsabilidad de resistirse a la represión,
Desde mi secuestro el 8 de marzo, la intimidación y el secuestro de estudiantes internacionales que toman posición por Palestina solamente se ha acelerado. El 9 de marzo, Yunseo Chung tuvo que presentar una demanda y al último solicitar un orden judicial que prohíbe que el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas de los Estados Unidos la detenga por su actividad de protesta. El 11 de marzo, Ranjani Srinivasan optó cruzar la frontera a Canadá al creer que esta universidad estaba dispuesta a entregarla al ICE. Más allá de los portones de Columbia, el estado se ha llevado a Leqaa Kordia, Dr. Badar Khan Suri y Rümeysa Öztürk. La situación me resulta peculiarmente evocadora de cuando hui de la brutalidad del régimen de Bashar al-Ásad en Siria refugiándome en El Líbano.
La lógica que utiliza el gobierno federal para poner en la mira a mí y a mis colegas es una extensión directa del libro de jugadas represivas de Columbia en torno a Palestina.
En los 18 meses desde que se inició la campaña genocida en Gaza, Columbia no solamente se niega a reconocer la vida de los palestinos sacrificados en pro del colonialismo sionista de colonos, sino que ha reproducido activamente el lenguaje utilizado para justificar esta matanza. Ustedes han recibido un sinfín de correos electrónicos de parte de la expresidenta universitaria Minouche Shafik, la expresidenta universitaria interina Katrina Armstrong, y los decanos de sus escuelas que manufacturaron histeria pública sobre el antisemitismo sin mencionar ni una sola vez las decenas de miles de palestinos asesinados con bombas hechas de los dólares que ustedes pagan.
Columbia ha suprimido el disentimiento estudiantil bajo los auspicios de combatir el antisemitismo. El año pasado, Columbia entregó los expedientes disciplinarios de sus estudiantes al Congreso y creó la Fuerza Especial sobre el Antisemitismo que ha categorizado ampliamente el sentimiento antiisraelí como discurso de odio con tal de condenar las protestas. Cerca del comienzo del mando de Armstrong, Columbia creó la Oficina de Equidad Institucional (OIE) que dio a los jefes administrativos un control unilateral sobre la “revisión y arbitración de todos los informes sobre la discriminación y el hostigamiento discriminatorio en Columbia”, que en efecto disminuyó el poder de la Junta Judicial Universitaria, una junta nombrada de estudiantes, docentes y personal, encargada de oír “todos los cargos de violaciones de” las Reglas de Conducta Universitaria. Supuestamente responsable de supervisar casos de violaciones a los Títulos VI, VII y IX, más bien la OIE se convirtió en un mecanismo para perseguir a estudiantes pro Palestina sin el proceso debido. Incluso el contenido de la presente carta, absurdamente, se podría presentar con suficiente motivo para reportarla a la OIE.
El movimiento por la libertad y la justicia palestina en Columbia y por todo Estados Unidos siempre se ha centrado el cuidado comunitario. Cientos de ustedes se reunieron al campamiento en la primavera del año pasado. Desde ese entonces, muchos de ustedes siguen activos en el movimiento. Juntos, organizaron ayuda mutua para familias en Gaza vendiendo productos horneados y haciendo campañas de recaudación de fondos. Crearon espacios para estudiar, círculos de lectura, y solidaridad entre movimientos. Este movimiento siempre ha sido de base. Lo dirigieron estudiantes —muchos de ellos más jóvenes que yo— que se arriesgaron a la carrera, el título, el futuro, para exigir la desinversión. Cualquier persona que haya interactuado a fondo con el movimiento sabe que es pura mentira caracterizar sus metas y propósitos como antisemitas.
En una ironía cruel, los estudiantes que publican sus inquietudes inventadas sobre su seguridad debido al antisemitismo son los mismos que una y otra vez se presentan en los eventos de ustedes, buscando provocar problemas, sólo para irse decepcionados. Algunos de los compañeros de clase trabajan con los docentes y manejan plataformas de doxeamiento [para revelar nuestra información personal], mandan nuestros nombres a páginas web y grupos como Canary Mission y Betar, y ponen a nuestras vidas en la mira. Mientras siguen sentados cómodamente detrás de sus pantallas, sus acciones tienen consecuencias muy reales para el resto de nosotros. Si se me privan de los primeros momentos de la vida de mi hijo, los responsables serán dichos estudiantes, entre otras personas.
Especialmente a la luz del programa de título dual con la Universidad de Tel Aviv, no puedo más que pensar que si yo estuviera en Palestina, algunos de estos estudiantes serían aquellos que irían a detenerme en los retenes, hacer redadas en mi universidad, pilotear los drones que vigilan mi comunidad, y matar a mis vecinos en sus casas. Mientras los estudiantes estaban movilizando la solidaridad en Columbia, algunos estudiantes proisraelíes participaban en el genocidio como personal militar durante sus vacaciones escolares, para regresar al campus y declararse las víctimas en las aulas.
Estos estudiantes que nos han descalificado y atacado también se han beneficiado del respaldo mutuo entre esta institución y el gobierno federal. Incapaces de desarrollar un movimiento apoyado por sus colegas, estos estudiantes mejor se reunieron con congresistas derechistas para exigir que la Universidad nos reprimiera. Abandonando toda pretensión de neutralidad, la rectora universitaria Angela Olinto y Armstrong también se juntaron con el ministro de educación israelí. Juntos, ambas coaliciones reprimieron a los estudiantes con el peso del gobierno federal.
Les pregunto, ¿quiénes están en peligro en realidad en esta situación?
A los estudiantes que siguen apáticos ante la indiferencia de Columbia por la vida humana y su disposición a descartar la seguridad estudiantil: Sepan que, al intensificarse la presión de parte del gobierno federal, la neutralidad sobre Palestina no protegerá a ustedes. Cuando llegue la hora de que el gobierno federal persiga a otras causas, serán los nombres de ustedes los que Columbia entregará en una bandeja de plata, serán sus súplicas las que se desoirán, serán sus causas justas que se obstruirán.
La preocupación singular de esta institución siempre ha sido la vitalidad de su perfil financiero y no la seguridad de los estudiantes judíos. Por eso Columbia estaba más que dispuesta a acoger un programa superficialmente progresista mientras seguía ignorando a Palestina, y por eso pronto pondrá a ustedes en su mira, también.
La administración puso eso muy claro más recientemente al autorizar a agentes de Seguridad Pública para arrestar a estudiantes, permitir la presencia de agentes del Departamento de Policía de Nueva York y el Departamento de Seguridad de la Patria en el campus y sus alrededores, incrementar el uso de la tecnología de vigilancia, e intervenir de manera macartista y racista en el departamento de estudios sobre el Medio Oriente, Sur de Asia y África. Esta institución ha eviscerado sistemáticamente cada valor que dizque defiende con tal de funcionar mejor como brazo del estado.
Si acaso les quedaran ilusiones, las hizo añicos la semana pasada la junta directiva al ejecutar una maniobra histórica para tomarse el control directo de la presidencia de la universidad. Abandonando a su intermediario, la junta nombró a su miembro Claire Shipman para una posición reservada para la dirección académica. ¿Quién podría seguir fingiendo que esta es una institución educativa y no la “Vichy en el río Hudson”?
Ante un movimiento por la desinversión al cual no pudieron aplastar, la junta directiva optó por incendiar la institución bajo su cargo. A cada uno de ustedes le corresponde reclamar la Universidad y unirse al movimiento estudiantil para llevar adelante el trabajo del año pasado.
A los docentes de Columbia que se felicitan por sus tendencias progresistas pero, contentos, limitan su participación a pronunciamientos performativos: ¿Qué se requerirá para que ustedes se resistan a la destrucción de su Universidad? ¿Valen más sus posiciones académicas que la vida de sus estudiantes y la integridad de su obra?
En su último mensaje a un mundo que lo traicionó, el querido periodista palestino Hossam Shabat dijo: “Hice todo esto porque creo en la causa palestina. Creo que esta tierra es nuestra, y ha sido el mayor honor de mi vida morir defendiéndola y sirviendo a su pueblo”.
De igual manera, creemos que es el mayor honor de nuestra vida luchar por la causa de la liberación palestina. El movimiento estudiantil seguirá llevando la bandera de una Palestina libre. La historia nos redimirá, mientras que siempre recordará por su silencio a aquellos que se quedaban satisfechos al margen.