Donald Trump no se “está auto-destruyendo”. Tampoco el movimiento fascista que él dirige, y que actualmente domina los poderes ejecutivo y judicial del gobierno, tiene la intención de abandonar, dejar que se le deslice de las manos o conceder suavemente las riendas del poder.
Tienen la intención de ir más lejos, de aprovechar la crisis en torno al coronavirus como medio para tomar la ofensiva y consolidar más su control.
Las últimas dos semanas han incluido:
- Trump movilizaba a sus seguidores para hacer manifestaciones en frente de los capitolios de los estados y palacios municipales por todo Estados Unidos en contra de las medidas para controlar la propagación del coronavirus. Las manifestaciones incluyeron a menudo a babosos ruidosos que blandían armas automáticas y banderas de la Confederación (algo que, a estas alturas, ninguna figura política tradicional o de “izquierda” exige siquiera que Trump denuncie). “Hay que mirar todas las vidas, no sólo las vidas de la Covid”, dijo un asistente a la protesta de Wisconsin — un juego de palabras racializado y cifrado sobre “La Vida de los Negros Importa” con un subtexto de que se estaba “haciendo sufrir” a los suburbios y las zonas rurales por los negros y los latinos de las ciudades núcleo más golpeadas.
- Una prohibición sin precedentes de la inmigración durante 60 días. Los altos funcionarios de la administración Stephen Miller y Kenneth Cuccinelli aseguraron a los activistas fascistas que esto era solo un “primer paso” para “cerrar la llave de la nueva mano de obra inmigrante”, así como otros ataques nuevos y continuos contra los inmigrantes, incluida la negación de cualquier ayuda a los estudiantes de DACA.
- Una acelerada ofensiva xenófoba de “Hacer que Estados Unidos vuelva a tener grandeza” contra China por presuntamente haber causado o propagado el virus... ahora se hace eco en los esfuerzos del candidato demócrata Biden para superar a Trump por ser “más duro con China”.
- El líder de la mayoría fascista Mitch McConnell en el Senado dijo que la ayuda federal era un “paquete de rescate para los estados azules”, implicando fuertemente que los estados que tendían a votar por los demócratas no eran dignos de recibir ayuda y no eran “verdaderos estadounidenses”.
- El “consejo” tarado —y extremadamente peligroso— de Trump de considerar la posibilidad de inyectarse detergente doméstico y lejía en las venas, seguido de su petulante berrinche de que estaban tergiversando sus palabras (lo que no era cierto) y “amenazas” de suspender las reuniones informativas diarias (algo que hizo durante dos días, luego las reanudó). La locura de Trump es real y además de hecho le sirve en semejantes situaciones: para sus seguidores agraviados es motivo de gloria el narcisismo de Trump, así como sus afirmaciones de estar a la par de “sus” científicos (o en realidad de estar dándoles órdenes), y luego la forma en que algunos de ellos así siguen la línea, negándose a criticarlo o mansamente intentando cambiar de tema.
- Esta semana hasta salió una advertencia por parte de Joe Biden, hecha en privado a donantes, de que Trump “va a tratar de echar atrás las elecciones de alguna manera, de inventar alguna razón por la que no se pueden celebrar”.
Lejos de “fundirse” o en otro sentido retroceder, esto es el fascismo a la ofensiva.
No se trata de un “proto” fascismo, “neo” fascismo o “medio” fascismo... sino EL FASCISMO sin tapujos
Este es un fascismo lunático, violento y fanático, que ha estado en construcción por más de 40 años. Este fascismo trata a las demás fuerzas políticas como ilegítimas. Al analizar las ramificaciones de la ascensión al poder de Trump and Pence mediante las elecciones de 2016, Bob Avakian (BA) ha dicho:
Hay una línea directa que conecta la Confederación esclavista de los años 1860 con los fascistas de hoy, y una conexión directa entre su supremacía blanca, su franco odio y repudio tanto a la gente LGBT como también a las mujeres, su repudio abierto a la ciencia y al método científico, su cruda xenofobia tipo “Estados Unidos Ante Todo”, y su proclamada “superioridad de la civilización occidental”, y su belicoso uso del poderío militar, incluso con sus declaraciones y abiertas amenazas de que están dispuestos a usar armas nucleares para destruir países.
Otra terrible verdad que tenemos que enfrentar — es que en el contexto de las profundas y agudas contradicciones que se están dando o que están volviendo a darse de formas que están desgarrando el propio tejido social de Estados Unidos y ensanchando las grietas en sus cimientos, al mismo tiempo que el imperio estadounidense se enfrenta con desafíos serios a nivel internacional, el fascismo es una de las posibles formas de resolver todo esto bajo los términos de este sistema y su clase dominante, aunque todo esto sea un horror para la humanidad.
Pese a que la Constitución sí instituye la separación entre iglesia y estado, y los fascistas cristianos erran o de plano mienten cuando insisten en que los documentos fundacionales de Estados Unidos lo establecen como una “nación cristiana” — la realidad es que el cristianismo siempre ha sido la religión de estado no oficial de Estados Unidos, y la identidad de Estados Unidos en toda su historia ha sido la de una “nación cristiana blanca”, basada en la supremacía masculina y la supremacía blanca, e impulsada por un “destino manifiesto” de dominar no solo el continente norteamericano, sino todo el mundo. Todo esto se ha cuestionado y ha sido el centro de una intensa lucha desde los 60, y de maneras importantes desde la Guerra Civil. Aunque acontecimientos internacionales, como la desaparición de la Unión Soviética, le han dado un mayor ímpetu a la globalización de la economía capitalista mundial, esta globalización muy aumentada ha impulsado cambios que han agudizado las contradicciones en Estados Unidos y en el mundo, en particular con una emergente China capitalista que le planta cara al dominio económico mundial estadounidense, a la vez que esta globalización aumentada, en condiciones de la dominación del imperialismo occidental, ha provocado caos en países en todo el tercer mundo, como en Medio Oriente (y otros lugares donde el islam es la religión dominante), echando más leña a un virulento fundamentalismo islámico que le ha declarado la guerra a un “Occidente decadente”, a los “infieles” y otros orientados hacia Occidente y que facilitan su dominación imperial. [De: ¡EL RÉGIMEN DE TRUMP Y PENCE TIENE QUE MARCHARSE! En nombre de la humanidad, nos NEGAMOS a aceptar a un Estados Unidos fascista, Un mundo mejor ES posible, Un discurso de Bob Avakian]
Negándose a enfrentar la verdad
Sin embargo, a casi tres años desde que se pronunciara ese discurso —y mucho después de que la marcha de los acontecimientos ha demostrado más la veracidad de ese discurso—, la gente se niega a enfrentar la realidad de esto. Este “negacionismo del fascismo” es tan no científico —y puede resultar tan peligroso— como el negacionismo de la crisis climática. Y en los días por venir, vamos a examinar y desmenuzar algunos ejemplos actuales de esto.
Manténgase atento.
Vea este corto, “La línea directa de la Confederación a los fascistas de hoy”
de ¡El régimen de Trump y Pence tiene que marcharse! en inglés
Léalo en español: “La línea directa de la Confederación a los fascistas de hoy”