Rümeysa Öztürk ha sido encarcelada —sin ningún proceso legal— en el Centro de Procesamiento del ICE en el sur de Luisiana, en Basile. (Vea: “El ICE rapta a una estudiante de la Universidad de Tufts —De inmediato dos mil manifestantes responden con indignación“.) Esta es una de las nueve cárceles del ICE en Luisiana. Estas cárceles rurales remotas están establecidas para disuadir a “fuereños” —abogados, periodistas, familiares— de enterarse de lo que está sucediendo, lo que deja a los reclusos que no han sido condenados por ningún delito totalmente a la merced de guardias y administradores penitenciarios racistas.
Por eso se le conoce como el “Hoyo Negro”.
En 2024, la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU) publicó un informe de 108 cuartillas, “Inside the Black Hole: Systematic Human Rights Abuses Against Immigrants Detained & Disappeared in Louisiana”. El informe abarca las nueve cárceles del ICE en Luisiana y se basa principalmente en entrevistas con 6.384 personas.
A continuación, un poquito de lo que revela el informe de la ACLU sobre la cárcel de Basile:
Una mujer compara Basile con la prisión de Alabama de la que fue transferida:
Llevo un mono. Estoy rodeada de alambre de púas. No puedo salir al patio sin permiso de los guardias. Pero hay zonas aquí que son peores. La comida está en porciones más pequeñas y está podrida, aproximadamente la mitad de lo que nos daban en la prisión anterior. Tengo que defenderme a mí misma en mi caso legal, aunque no soy abogada. Y los guardias aquí son más racistas. Se burlan de nosotros simplemente por ser inmigrantes.
Una mujer de habla portuguesa, a la que le negaron servicios de interpretación, fue obligada a firmar un documento legal:
Un agente me dio unos papeles, pero no me los leyó. Como no sé leer ni hablar inglés, no los entendí. Intenté explicarle que necesitaba un intérprete, pero me ignoró. Empezó a enfadarse. Me dio miedo y simplemente firmé los papeles. Creo que quieren deportarme.
Dos jóvenes médicos, Mariia y Boris, fueron encarcelados en Rusia por oponerse a la guerra de Ucrania. Tras ser liberados, huyeron a Estados Unidos en busca de amnistía. Al contrario, fueron separados en la frontera y reencarcelados.
Aquí, Mariia describe las condiciones en Basile, que son realmente impactantes. Recuerden, al leer estos relatos, que se trata de seres humanos que no han sido condenados de nada, que huyeron de sus países de origen en muchos casos debido a la represión política:
Vi cajas de comida con cucarachas adentro. El agua potable tenía un fuerte olor a químicos. Vimos serpientes. Daba miedo dormir y siempre encuentras algo arrastrándose por la pared o el colchón, arañas y diferentes tipos de insectos…
Nosotros hacíamos toda la limpieza. Los oficiales nos traían herramientas para limpiar y nos obligaban a limpiar… No nos daban guantes ni equipo de protección. A veces ni siquiera nos daban toallas de papel, solo una botella para rociar. La unidad olía fatal, a heces humanas. Nuestros colchones estaban sucios, manchados, rotos y muy delgados. Los lavados y los inodoros siempre estaban rotos y sucios. Solo nos dieron dos sábanas y una manta delgada en mal estado….
A menudo nos quejábamos porque en toda la unidad se nos acababa el papel higiénico. Rogábamos sin parar, pero no nos daban nada. Si presentábamos una queja, los agentes nos castigaban encendiendo la televisión a todo volumen por la noche para que no pudiéramos dormir. En una ocasión, tras quejarnos, no nos dieron ningún producto de higiene durante dos semanas. También nos quitaron nuestros derechos de dar paseos y tomar aire fresco si nos quejábamos. Una vez pasamos una semana sin estar al aire libre con luz solar….
Todas las mañanas nos daban un paquete pequeño de cereal y un cartón pequeño de leche. La leche casi siempre estaba caducada… Para cenar, nos daban unas cucharadas de frijoles y, a veces, maíz enlatado o judías verdes enlatadas. A veces, también nos daban una salchicha pequeña, o un trocito de pan de maíz y una galleta pequeña demasiado dura para comer. En una ocasión, nos daban una naranja pequeña, pero siempre estaba podrida por dentro. Siempre parecía que alguien había vomitado en la comida de nuestros platos y nos la había traído. La comida olía a podrido. Era imposible comer….
Después de tres semanas en Basile, Mariia dejó de reglar y desarrolló otros síntomas de desnutrición y desequilibrio hormonal. “Me empezó a salir un sarpullido por todo el cuerpo cada vez que intentaba comer. No podía comer nada y empecé a sentirme muy mal”.
Permaneció detenida durante seis meses.
Su esposo Boris, quien se encontraba en la cárcel de Pine Prairie, Luisiana, resumió:
Anticipamos que tendríamos que pasar por procesos legales en Estados Unidos, pero no esperábamos estar sometidos a condiciones infrahumanas, torturados ni que Mariia quedara inconsciente hasta perder parcialmente la capacidad de moverse.
De nuevo, esto es solo arañar la superficie: los sobrevivientes de Basile reportan “ratas del tamaño de mi brazo” en la cocina. El informe de la ACLU también describe abuso físico. “Un agente en la cafetería de Basile le quitó a la fuerza el zapato a una mujer, lo frotó contra la superficie de una mesa, la empujó en una silla, la sujetó, vertió su bandeja de comida sobre la mesa y la obligó a comer de la superficie sucia de la mesa”. En otro caso: “Un agente de Basile arrinconó a una mujer y le gritó con tanta agresividad que ella perdió el conocimiento, se cayó y se golpeó la cabeza contra el marco metálico de una cama. Posteriormente sufrió dolores de cabeza recurrentes y pérdida de audición”.
Estas son las condiciones a las que se enfrentan ahora Rümeysa Öztürk y rápidamente crecientes números de personas nacidas en otros países que hoy están en la mira de los fascistas de MAGA.